La realidad del colectivo LGBTI palestino frente al apartheid israelí
Tras más de medio siglo, la ocupación israelí en Palestina ha supuesto la opresión de millones de palestinos y la violación de sus derechos. Tras este drama, se esconde la estigmatización e invisibilización del colectivo LGBTI palestino.
Por Juan Ramón Sánchez para Público
La situación de Palestina, o lo que entendemos actualmente como Cisjordania y la Franja de Gaza, tras más de medio siglo, sigue sin encontrar esperanza ni resolución de su tierra ocupada. Los desafíos constantes a los que se tiene que enfrentar la ciudadanía palestina son el resultado de un territorio ocupado que, al día de hoy, sigue sufriendo la colonización de Occidente encarnada por Israel, el bloqueo y la ocupación militar que supone a diario una violación continuada de los derechos humanos de millones de palestinos.
Según datos ofrecidos por la Agencia de Naciones Unidas para Refugiados Palestinos (UNRWA), “desde 1948 hasta la actualidad, existen más de cinco millones de palestinos refugiados. Aproximadamente, una cuarta parte de la población refugiada del mundo es de Palestina y llevan más de 70 años siendo refugiados. Son la población más antigua del mundo”.
Esto lo confirma también Habbab, ex refugiado palestino en Jalazone, uno de los mayores campamentos de refugiados y refugiadas palestinos, ubicado cerca de la ciudad de Ramallah: “La ocupación ha creado muerte y destrucción en Palestina. Estas tierras son peligrosas desde hace años. Las familias palestinas tienen miedo, sobre todo por sus hijos”.
La invisibilización de un colectivo
No obstante, detrás de toda esa opresión y criminalización, se esconde otra realidad que pasa totalmente desapercibida e invisibilizada: la estigmatización y el desamparo de los derechos del colectivo LGBTI en la tierra ocupada de Palestina.
Aunque resulte paradójico, el hecho de que Israel siga siendo considerada como “el paraíso de Oriente Medio” en cuestiones de “igualdad, democracia y tolerancia”, en la actualidad, sigue perpetuando también de forma sistemática la persecución del colectivo LGBTI palestino.
Esto es lo que conocemos como Pinkwashing, o lavado de imagen, que, bajo falsas ilusiones gayfriendly en tierras israelíes, como el Orgullo celebrado en Tel Aviv o los espacios públicos de ambiente, intentan encubrir sus actos criminales y opresores contra la sociedad palestina.
Muchas son las críticas por parte de diferentes organizaciones y asociaciones, tanto nacionales como internacionales, e incluso LGBTI, como COGAM, FELGTB o Berlin Against Pinkwashing, que critican y denuncian la estrategia política y comercial de Israel a costa del colectivo.
La teórica queer y profesora del Departamento de Mujeres y Estudios de Género en la Universidad Rutgers (Nueva Jersey, Estados Unidos), Jasbir K. Puar, acuñó este fenómeno en 2007 como “Homonacionalismo” en su obra titulada Ensamblajes terroristas: el homonacionalismo en tiempos queer.
Este concepto lo define como “una maniobra para presentar a Estados Unidos (y Occidente) como el garante supremo de los derechos de mujeres, gays y lesbianas; una excepcionalidad que invisibiliza la violencia que Estados Unidos produce en nombre del patriotismo”.
La autora denuncia también la posición de los gays, lesbianas y feministas occidentales conservadores que, bajo su perspectiva privilegiada, atenta contra las minorías étnicas bajo argumentos belicistas y supremacistas, sobre todo mediante políticas de inmigración agresivas.
Colectivos LGTBIQ+ en Palestina
En Jerusalén Este, se encuentra Al Qaws (Arcoíris, en árabe), la primera organización reconocida abiertamente LGBTI en Palestina. Activa desde 2001, intenta dar visibilidad, apoyo y reconocimiento a la diversidad sexual y de género en la sociedad palestina. Por ello, de manera periódica y clandestina, organizan diferentes jornadas de asesoramiento, talleres y encuentros LGBTI para visibilizar y concienciar a la sociedad palestina sobre dichas cuestiones.
Una organización que no solamente lucha por la identidad y liberación del Estado de Palestina frente a la ocupación, sino también a promover nuevas ideas sobre el papel de género y la diversidad sexual en el activismo político e institucional dentro de la sociedad civil, medios de comunicación y en la vida cotidiana palestina.
En agosto de 2019, en la ciudad de Haifa, diferentes organizaciones LGBTI árabes-israelíes se manifestaron por primera vez para reivindicar su identidad y orientación sexual, y denunciar el asesinato de un miembro del colectivo por un familiar. Este encuentro reunió a más de 300 personas.
Sin embargo, este tipo de reuniones han sido históricamente reducidas e, incluso, ilegalizadas por parte de la Policía de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), junto con el apoyo indirecto de Israel, por “infringir los principios y valores de la sociedad” y “de perpetuar la sodomía”.
“Hay un mensaje muy político que unifica nuestra lucha social, nuestra lucha política y nuestra lucha como queers. Cuando unimos ‘feminismo’ y ‘queerismo’ contra todo tipo de opresión, nuestra lucha será más fuerte y más eficiente”, afirmó Gadir Shafi, directora de Aswat, un centro feminista lésbico palestino que lucha desde Haifa por las libertades sexuales y de género en este territorio.
Este centro, desde su fundación en 2003, se encarga de convocar encuentros y debates para dar asesoramiento, asilo y apoyo a estas mujeres frente a la opresión machista, sionista y homófoba que sufren a diario desde su condición como mujeres palestinas lesbianas y bisexuales.
No obstante, desde hace unos años, esta problemática se llegó a agravar más tras la aprobación de nuevos controles de fronteras y medidas restrictivas de Israel, que impiden a estas mujeres palestinas sin ciudadanía israelí a la libre circulación por tierras ocupadas.
El reconocimiento de la libertad sexual en Palestina ocupada
La diversidad sexual y de género en Palestina, al igual que en el resto de sociedades, sigue conformando uno de los mayores tabúes en la actualidad. En el caso de la homosexualidad, en la Franja de Gaza, sigue siendo ilegal como herencia al Código Penal aprobado por el Mandato Británico de Palestina, en 1936, cuyo artículo 152 castigaba la sodomía llegando a alcanzar una pena de 10 años.
Sin embargo, aunque, en Cisjordania, la homosexualidad no es penalizada, la Autoridad Nacional Palestina sigue sin pronunciarse para proteger y velar los derechos de esta comunidad. Unas cuestiones que siguen siendo imposibles de tratar debido a la ocupación territorial y de identidad histórica en este territorio.
Este colectivo, formado por millones de lesbianas, gays, personas trans, bisexuales e intersexuales, se tienen que enfrentar a diario a varias discriminaciones, las cuales interfieren de forma transversal: sea por su etnia, su orientación sexual o por su identidad de género, cuyos gérmenes se reducen en la represión sionista de Israel y el sistema patriarcal.
Las oportunidades de este colectivo palestino son reducidas: quedarse bajo la ocupación y el bloqueo internacional o huir a Israel, siendo consciente de su ilegalidad y de su posible encarcelamiento tras jugarse la vida ante innumerables checkpoints y soldados armados. Y es que Israel esconde bajo su sistema otra realidad oculta que, desde su cuestionada “libertad sexual y de género”, sigue perpetuando políticas claramente xenófobas, concretamente contra la población árabe y palestina.
Muchas de estas personas ilegalizadas se tienen que enfrentar a arrestos domiciliarios o continuas deportaciones por las autoridades israelíes, tras la inaplicación de alguna ley de asilo o nacionalidad que proteja a estos sujetos.
Este el caso de la mayoría de los hombres gays y bisexuales que huyen a Israel con la esperanza de mejorar sus vidas. Sin embargo, la cruda realidad es diferente, ya que, por cuestiones de nacionalidad, estas personas suelen acabar ejerciendo la prostitución clandestina en ciudades como Tel Aviv.
Sin apenas recursos básicos como la higiene, protección sexual o legal, muchos de ellos llegan a trabajar bajo condiciones precarias y sumisas para satisfacer los fetiches y vejaciones sexuales con perspectiva colonial y de poder por parte de su clientela sionista.
Por otro lado, también son frecuentes los chantajes y extorsiones por parte de las autoridades israelíes, que obligan y condicionan a estas personas palestinas a convertirse en divulgadores públicos de Israel a cambio de no revelar su identidad sexual y de género a sus familiares y círculos más cercanos. En caso contrario, se tendrían que enfrentar a duras penalizaciones o a la expulsión de Israel.
Según el periódico israelí Haaretz, dos gays palestinos fueron detenidos y juzgados en Israel el 6 de marzo de 2003 por considerarlos “ilegales” en tierra israelí. Sucedió lo mismo con otro hombre gay que, el 16 de marzo de 2003, fue juzgado ante los tribunales israelíes por el mismo motivo que, tras acabar con su condena, será expulsado a la Franja de Gaza.
Ante esta situación, diferentes organizaciones internacionales de derechos humanos llegaron a solicitar ante el ministro del Interior israelí, Avraham Pozar, promover alguna ley para impedir este tipo de expulsiones y ofrecer visados de residencia temporal a estas personas con alta vulnerabilidad. Finalmente, Pozar mantuvo su negativa al respecto.
En otro escenario similar, se presenta la realidad de las mujeres lesbianas y bisexuales palestinas. Estas no solamente se tienen que enfrentar a la represión por cuestiones étnicas, sino que también asumen la opresión del heteropatriarcado, que incide directamente en su condición como mujer.
Lora Abuaita, miembro de Alkarama (Movimiento de Mujeres Palestinas), afirma que “la mujer palestina sufre una superposición de discriminación contra ella, tanto como mujer y como palestina. La ocupación crea las condiciones que impiden el desarrollo del pueblo palestino incluso las condiciones necesarias para el desarrollo de la mujer palestina, su igualdad y su libertad dentro de su sociedad”.
“En la guerra de las ideas entre el apartheid israelí y el pueblo palestino, es muy importante feminizar el lado palestino contra la máquina de guerra israelí. No hay nada que desnude lo que llaman la ‘única democracia en Oriente Medio’ como la participación política de la mujer palestina en los actos de resistencia”, recalca Lora.
La educación sexual en Palestina
El desconocimiento y la falta de recursos y apoyo sanitario e institucional en cuestiones de educación sexual en el territorio ocupado conforma otro de los problemas que se tiene que enfrentar a diario el colectivo LGBTI. Estos temas refuerzan los tabúes sociales, incluso entre los heterosexuales, en Palestina.
Tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza, resulta casi imposible encontrar instituciones educativas que realmente proporcionen esa concienciación y sensibilización social. Esto hace que la mayoría de las personas descubren por sí mismas las ETS y la salud sexual.
En 1998, el Ministerio de Salud palestino aprobó un revolucionario programa nacional sobre el Sida y el VIH. No obstante, según otros informes del mismo ministerio, confirman la estigmatización y la escasez de medicamentos que presentan las personas infectadas.
Mohammed Hasbún, activista homosexual palestino, afirma que “Israel controla absolutamente todo, incluso los recursos sanitarios. Hace unos meses, un compañero palestino gay dio positivo en VIH. Poco tiempo después, acabó falleciendo por las complicaciones provocadas por el Sida. Esta noticia hizo saltar las alarmas dentro de Cisjordania y desde esta tierra, nos es imposible salir de nuestras fronteras”.
“Israel nos impide salir incluso para hacernos pruebas médicas. La educación sexual en Palestina es casi nula y esto supone un problema muy grave para todo la comunidad LGBTI palestina”, remarca Hasbún.
Identidad y expresión de género en Palestina
Desde una perspectiva de género y legal, la situación de las personas trans, travestis (y drag queens/kings) y personas no binarias (las cuales no quieren identificarse bajo el binarismo de hombre-mujer), presentan paralelismos con el resto de sociedades: existe una notable invisibilidad, clandestinidad y un sinfín de prejuicios sociales y culturales que les impide llevar a cabo con libertad sus respectivas vidas.
Sin apenas presentar apoyo psicológico, clínico y jurídico, las personas trans se tienen que enfrentar constantemente a un claro desamparo por parte de las instituciones, tanto palestinas como israelíes en las zonas ocupadas, en relación con su identidad. Muchas de estas personas acaban ejerciendo la prostitución o simplemente deciden tomar la vía de encubrir su identidad de género con resentimiento bajo los patrones establecidos. Además, la tasa de desempleo, suicidios y transfeminicidios en Palestina son notablemente altos y preocupantes desde la óptica de los colectivos queers.
El activista y abogado palestino en defensa de los derechos LGBTI en Oriente Medio, Nalla, afirma que “la comunidad trans es aún más difícil, ya que las personas transexuales generalmente pasan por cambios físicos para vivir sus vidas como lo desean. O bien cambian sus apariencias, su identidad, sus nombres, etc. Por lo tanto, esto no es aceptable en la comunidad”.
En su obra titulada Faces, habla, de manera autobiográfica, sobre los innumerables desafíos y riesgos sociales y culturales a los que se tienen que enfrentar a diario una persona queer en Oriente Medio.
Como drag queen, Nalla también reconoce que “he llevado a cabo este arte pero fuera de Palestina. La realidad es que, en mi país, la mayoría de las drag queens temen por sus vidas y, por lo tanto, no realizan drag en el territorio palestino, a menos que sea un evento muy cerrado donde se seleccionan invitados y se puede confiar en ellos. La consecuencia de tal arte podría ser mortal y causar daño a los artistas”. Esto último sucede también con las personas que cuestionan el binarismo de género y su identidad.
Esto demuestra la realidad de un colectivo que, sufriendo la colonización de Occidente, demuestra un claro ejemplo de resistencia decolonial, interseccional y transversal contra el sionismo y el apartheid israelí.
*Por Juan Ramón Sánchez para Público / Foto de portada: EFE