No son casos aislados: dos denuncias de abuso en la iglesia en Córdoba en una semana
Un sacerdote y un sacristán de la iglesia de una escuela católica fueron denunciados por abuso sexual y están detenidos en Bouwer, tras avanzar el proceso penal. Conversamos con Lujan Farfán de Católicas por el Derecho a Decidir y una ex religiosa que denunció junto a 29 personas a un sacerdote que está en libertad. Ahondamos en este tipo de violencias eclesiales que, lamentablemente, no dejan de ser noticia, en los mecanismos de dilación y encubrimiento canónico, y recuperamos redes de cuidado y apoyo para quienes quieren denunciar.
“Mi hijo fue abusado en la sacristía”, expresó la madre del joven que, la semana pasada, sufrió una situación de abuso por parte de un sacristán en una escuela católica de la ciudad de Córdoba, luego de haber hecho la presentación judicial en el Polo de la Mujer, donde también funcionan las Unidades Judiciales Especializadas de Delitos contra la Integridad Sexual y de Violencia Familiar. La persona denunciada es laica, trabajaba en la iglesia del colegio y quedó detenida en la unidad penitenciaria de Bouwer.
Patricio Cruz Viale, sacerdote de la congregación Schöenstatt del barrio Cerro de las Rosas, quedó detenido hace dos semanas a pedido de la Fiscalía de Delitos contra la Integridad Sexual, por estar imputado de abuso sexual ultrajante calificado por ministerio de culto, en una denuncia presentada a principios de este año. A una semana de su encarcelamiento, trascendió que Cruz Viale estuvo en un centro en Guadalajara, México, donde se refugian curas involucrados en denuncias vinculadas a delitos sexuales. «Se le pidió un tiempo de reflexión vocacional con acompañamiento terapéutico calificado en México», indica el comunicado que lleva la firma del superior provincial, Pablo Javier Pol. A su vez, en medios locales, compartieron un comunicado de familias de la comunidad de Schöenstatt donde advirtieron «expresiones de cariño exageradas» hacia menores por parte del cura imputado, aunque aclararon que «jamás configuró una situación de abuso».
«Estas últimas semanas, circularon varias noticias sobre denuncias de abusos sexuales y violencias por parte de sacerdotes», escribí hace dos años en esta nota. No siempre se da la celeridad para ser imputados y detenidos, como en estos dos casos; lo que no cambia es la realidad de los abusos en el ámbito eclesial.
Conversamos con Luján Farfan, integrante del área de Diálogo Ecuménico e Interreligioso de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), y una ex religiosa denunciante de abuso y a la espera de justicia. Ambas nos ayudan a comprender qué pasa con las denuncias canónicas, qué mecanismos utiliza la iglesia para deslegitimar a las víctimas y entorpecer los procesos, y cuáles son las mejores vías para denunciar violencias eclesiales. También conversamos sobre las redes cristianas y feministas que acompañan.
La violencia eclesial o violencia de género en ámbitos eclesiales es un tema que, desde CDD, están trabajando hace un tiempo en red con muchos espacios de mujeres y disidencias cristianas organizadas. Son feministas cristianas que forman redes de trabajo y apoyo, y que, en muchos casos ―y otros no―, todavía habitan grupos y comunidades de iglesias cristianas organizadas para visibilizar las violencias que ocurren en los espacios de fe. “Violencia eclesial es cualquier forma de abuso que ocurre dentro de las iglesias, que pueden ser ejercidos por una persona o un grupo de personas que, utilizando la fe, la doctrina o interpretaciones religiosas, ejercen poder y control sobre otras personas. Incluye el abuso sexual como la forma más grave, pero también engloba violencias de otro tipo como la simbólica, psicológica, física, económica o laboral”, detalla Lujan.
Meter la mugre debajo de la alfombra
La ex religiosa con la que conversé preserva su identidad porque aún espera el curso legal de su denuncia, que lleva ya muchos años. No es la única que ha denunciado a este sacerdote en Buenos Aires, quien ya suma 29 denuncias. Lo cuenta en primera persona y es un proceso agotador, lento y doloroso. “Luego de romper el silencio y poder hacer la denuncia canónica que me llevó un año, hablé con un cura de la congregación, ya mudada a Córdoba. Él me conocía porque había dado catequesis ahí y le conté lo que me había pasado. No me quiso dar la absolución de mis pecados; en ese momento, yo pensaba que era mi pecado. Me trató de mentirosa y que, si eso había pasado, era porque lo había tentado, quizá él estaba en un proceso de cuestionar su vocación de fe y yo justo le caí en el convento y le cagué la vida”. Después de eso, le dijo que no la quería ver más en el grupo misionero ni en coro. Un día, fue a misa y se le acercó para decirle que tenía total exclusión de esa comunidad religiosa.
A pesar de los muchos casos que han tomado estado público, a pesar de los sacerdotes condenados, sigue siendo un tema muy tabú y, para las víctimas, no es fácil contarlo en ningún espacio, menos en la propia comunidad de fe. “Nadie te cree dentro de la Iglesia, sobre todo, los varones. El primer mecanismo es desestimar el relato; después, te excluyen y, si decidís seguir adelante con la denuncia, apelan a que tengas miedo, amenazan hablar con tu familia, insisten en la idea de que el pecado es tuyo”, agrega la ex religiosa. Para Luján, “quienes asumen lugares como guías espirituales representan una figura intachable, de mucho compromiso con la comunidad y eso permite que la comunidad descrea del relato de las víctimas y no apoyen las denuncias, lo que expulsa a las personas que denuncian en sus comunidades de fe, genera un sentimiento de orfandad que también genera un daño”, detalla.
En el caso de la reciente denuncia del sacerdote de Schöenstatt, no depende directamente de la diócesis de Córdoba y, si bien las congregaciones son parte de la Iglesia católica apostólica romana, hay otra estructura involucrada que genera muchas trabas y ensucia la búsqueda de justicia. Cada vez que hay una denuncia, ya sea en esta congregación o la escuela de la capital cordobesa, se emiten comunicados donde expresan el compromiso de colaborar con la justicia. Habrá que ver si realmente acompañan con acciones concretas las investigaciones en la justicia penal y en los procesos canónicos.
“Luego de mi denuncia, me proponen hablar con el obispo de ese momento, Marco Aurelio Poli, quien me escuchó atento durante más de 4 horas y me hizo jurar sobre el evangelio. Salí de ahí diciendo que me creyó. Luego, presenté la denuncia escrita ahí mismo en el Obispado y quedó en un cajón. Yo me vine a vivir a Córdoba. Mandé muchas cartas y nunca hubo una sola respuesta por parte del Obispado”. La ex religiosa denunció en 2017 por la vía canónica y estando el sacerdote preso con una condena de 12 años. El cura no llegó a cumplir los dos años en prisión y, a la actualidad, con 29 denuncias, goza de libertad. Fueron muchas religiosas, sacerdotes y seminaristas que lo denunciaron. Luego de no recibir respuestas, denunció penalmente. Después de todo lo vivido, afirma sin dudas, “te conviene hacerlo penal primero”.
En 2021, el papa Francisco realizó una reforma del Código del Derecho Canónico que reconoce la pederastia como un delito contra la dignidad humana, sin embargo, las limitaciones de justicia son muchísimas. “En esto últimos años, hubo avances importantes como la eliminación del secreto pontificio en los casos de abuso sexual a menores. Esa medida busca que las investigaciones internas de la Iglesia colaboren con las autoridades civiles. A pesar de ese cambio, las víctimas siguen enfrentando procesos súper largos y de revictimización a la hora de denunciar”, explica la integrante de CDD.
Es el caso de la ex religiosa, que aún sigue esperando, cuenta que “según el obispo de Buenos Aires, probablemente de acá a fin de año, tengamos noticias o en enero o febrero, porque la causa está de nuevo en Roma”. Lleva esperando 7 años. “Si no avanza lo penal, la causa se archiva completamente. Yo decidí seguir con lo canónico para desarmar un poco esas violencias que existen adentro de la iglesia, nadie dice todas las que realmente pasan, pero, lamentablemente, sabemos son muchas. Lo penal permite la prisión, pero eso no significa directamente que se mueva algo hacia dentro de la iglesia”.
Esa costumbre de encubrir
El abogado defensor de Viale justificó la relación que tenían y aseguró: “Era el guía espiritual de ella”. Sobre esto, Lujan advierte que es clave comprender lo que implica la figura del guía espiritual: “Ocupa una posición de autoridad moral, emocional y espiritual dentro de las iglesias, y las personas buscan una orientación y depositan una confianza plena. Esas búsquedas suelen hacerse desde la vulnerabilidad o la necesidad de llevar adelante algún proceso de sanación. El daño que se produce con esas víctimas de abuso no es solo físico, psicológico, emocional, sino que también es espiritual y, para nosotras, las personas que somos creyentes, lo espiritual es un espacio sagrado; y cuando se comete un abuso en este espacio, se dejan cicatrices muy profundas”.
Los casos de abuso no son casos aislados, tienen una estructura que permite que sigan ocurriendo. Luján Farfán hace hincapié en las denuncias penales porque son las que, finalmente, llevan al camino de la búsqueda de la justicia y la reparación hacia las víctimas. “Las denuncias por la vía canónica atraviesan un proceso complejo porque operan estructuras jerárquicas y mecanismos internos que son los que históricamente han favorecido el encubrimiento, la revictimización de quienes denuncian y la protección de los abusadores. Con el tiempo, vemos los patrones de que la mayoría de los casos funcionan de la misma forma, con el objetivo de encubrir para proteger la imagen de la institución”.
Y comenta que, generalmente, hay terceros que interfieren en las decisiones a la hora de denunciar, mediante propuestas de guías espirituales o grupos de acompañamiento que terminan manipulando la conciencia de las víctimas para evitar que presenten denuncias, para sacarles información, para demorar o frenar esos procesos. También suelen trasladar a los curas acusados, los cambian de diócesis o, en algunos casos, los mandan a otros países.
“Es fundamental que las víctimas prioricen y presenten las denuncias penales, conociendo todas las trabas, dilaciones y mecanismos de encubrimiento en lo canónico. El abuso sexual es un delito y tiene que juzgarse como tal, no podemos permitir que la Iglesia use su foro interno como excusa para evadir la justicia penal, las víctimas necesitan que esos procesos realmente garanticen verdad, justicia y reparación”, explica Farfán.
Cuidar y acompañar, las redes feministas cristianas
Siempre es interesante pensar en términos de qué es la justicia para cada víctima y si el castigo puede habilitar o alcanza para pensar procesos de reparación. Para la ex religiosa, justicia es que otras que están silenciadas podrán hablar, hay una denuncia nueva de una religiosa de Córdoba que va a iniciar un juicio. “Yo no esperaba ni siquiera un resarcimiento económico y mirá que la paso terrible. Yo quiero que la iglesia nos crea, porque nunca le han creído a ninguna de las víctimas ni les van a ayudar, no les interesan. Que lo inhabiliten dentro de la iglesia para que no siga arruinando la vida a la gente. A mí no me sirve de nada que me pida perdón porque me cagó la vida”.
Se mudó más de 16 veces por miedo a que le pase algo, ya que el sacerdote cuenta con apoyo político por parte de la Iglesia “y sigue recibiendo montos impresionantes de los cobros, mientras nosotras salíamos a limpiar casas y vivimos de prestado, porque, una vez que empezás, tu vida no es la misma. Me costó años de terapia, estuve muy deprimida, la pasé muy mal. Y, desde la Iglesia, no te escuchan, no te escuchan porque sos mujer, porque lo provocaste, porque le cagaste la vida, no te escuchan”. Ella vivió en soledad todo el proceso. Luego, un grupo de cuatro personas dentro de la iglesia comenzaron a apoyarla. “Se están jugando la vida, saben que pueden ser llevados a cualquier lado por estar acompañando una denuncia así”. Recién este año, comenzó a hablar del tema y se acercó a CDD.
Para Lujan, la Iglesia católica tiene que implementar cambios estructurales profundos de manera efectiva. Son muchísimas las historias de años, de dolor y de vidas y proyectos truncados, porque están permanentemente atentas a estos procesos que duran muchísimos años. Ambas entrevistadas coinciden en que no es sencillo romper el silencio, pero es el primer paso y, aun cuando lleve mucho tiempo y se planteen muchos cuestionamientos, nunca es tarde para hablar. Cada quien lo hace a su momento.
Es importante tener en cuenta que, para hacer la denuncia penal, podés ir al Polo de la Mujer, la policía o la fiscalía más cercana al domicilio de las víctimas. Que tomes precauciones a la hora de interactuar con las autoridades eclesiásticas. Se recomienda estar acompañada de una persona de confianza para evitar la manipulación o imponer trabas a la hora de avanzar con las denuncias o con los procesos judiciales. Priorizar la denuncia penal y, si se quiere, la canónica. No compartir información sensible con autoridades eclesiásticas, por más que muchas veces ofrezcan espejitos de colores y soluciones, es información que puede ser utilizada para proteger al agresor. En muchos de los casos, hay ofrecimientos de resarcimiento económico, es muy importante pedirle a las víctimas que no lo acepten y que continúen adelante con los procesos tanto en la justicia penal como en los procesos canónicos.
“Dentro de las redes feministas cristianas de las que CDD es parte, ofrecemos espacios seguros de confianza para la escucha de las víctimas y podemos facilitar apoyos psicológicos, asesoramiento legal y acompañamiento en todo el proceso. Y es importante que sepan que les creemos y estamos convencidas de que no es un problema individual, sino que es una cuestión estructural y que no debemos perpetuar el silencio, la cultura de la violación y el encubrimiento a los abusadores. Queremos contribuir a la erradicación de esas violencias y que podamos vivir una fe que libere y no que oprima”.
Algunos espacios que pueden posibilitar redes de acompañamientos para situaciones de denuncias o construir comunidad libre de violencias son Sororidad y Fe, Las Magdalenas, Mujeres Estrella, Proyecto Fe sin violencias y CDD
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Diana Segado para La tinta.