Pedro Saborido: «Siempre uno se siente que es civilización y que la barbarie es el otro»
Luego de tres años de ausencia, el escritor y guionista, Pedro Saborido, llega a tierras cordobesas protagonizando un show junto a Felipe Pigna por primera vez, este miércoles 14 de agosto en Sala de las Américas, UNC. En esta nota, comparte sus reflexiones sobre la historia, el presente y el amor. Una puesta en escena para volver mejor de lo que hemos llegado.
Por Lourdes López para La tinta
Pedro Saborido llega a Córdoba después de tres largos años desde su última visita. Acompañado del historiador y divulgador científico, Felipe Pigna, protagonizan ambos el show de Historias Argentinas, un recorrido por aquellos personajes que han marcado la identidad nacional en todas sus formas, cercanas al humor, el amor y el enfrentamiento de civilización y barbarie que atraviesa las discusiones históricas más fundamentales.
Saborido es escritor, guionista, productor y director de radio, teatro, cine y televisión. Su despliegue ha dejado marca en más de una generación. Ha trabajado y dirigido diversas producciones argentinas, entre ellas, Peter Capusotto y sus videos. Este año, publicó el libro Una historia del amor que, a través de 23 relatos, nos invita a dejarnos atravesar por el amor en todas sus expresiones, no solo románticas.
En diálogo con La tinta, Saborido explora el presente, la historia y la identidad argentina.
―¿Cómo estás sintiendo tu llegada a Córdoba y qué podemos esperar para el show que protagonizan junto a Felipe Pigna?
―Hace rato que no voy a Córdoba y volver me tiene contento. Y más si es con Felipe porque, de alguna manera, yo hago lo que hago siempre y Felipe también hace lo que hace siempre, y aparece una tercera cosa que es un repaso de la historia, una mirada divertida de la historia. Y más allá de eso, una mirada divertida sobre nosotros. No porque hagamos chistes o nos estemos riendo todo el tiempo de la Argentina, sino porque, a partir de tres momentos de la charla, hacemos pasar diferentes momentos de la historia y personajes, hablando de tres módulos que son civilización y barbarie, identidad argentina y revoluciones. Y al final, nos damos cuenta de que siempre estamos hablando de lo mismo, en esta búsqueda de definición que es la búsqueda de un proyecto o de una idea de un país.
Porque también este tipo de discusiones se dan a nivel de los territorios, de lo que significa unitarios y federales, que también se puede pensar en el centralismo porteño que impugna con esa otra fuerza que está en Córdoba. Esos protagonismos y disputas nos van atravesando, y lo explicamos no solo con datos y relatos históricos, sino también haciendo una especie de sociología o psicología de los argentinos, donde vamos viendo cómo repercuten estas cosas en nuestra vida cotidiana. Nos divertimos y yo, por momentos, me siento un espectador más. Se va hilando eso y la gente se va mejor de lo que llega.
―¿Cómo creés que vamos a pensar este presente, que en un futuro será pasado y que hoy sentimos que es realmente particular?
―Hay algo terapéutico en recorrer la historia, algo que es distanciarse de tu presente puro para darte cuenta de que sos un momento más, que venís de una cosa y que vas hacia otra cosa también. Y creo que será pensado como un momento donde hubo mucha desazón, mucha creencia de un sector, mucha desesperanza del otro, en el que pareciera que atravesamos experiencias que parecen inusitadas, locas, imposibles de ver y que también, como todo, tiene un día después, un mañana.
―¿Y creés que este presente se va a entender mejor con el pasar del tiempo?
―Sí, como todo en esta vida. Como entenderás vos mejor en diez años lo que viviste ahora, porque la distancia del tiempo nos da esa perspectiva, da esa razón, te hace salir de esa emoción que viviste realmente y llegamos a la certeza de que fuimos lo que creímos. Hay que simplemente pensarlo y darnos cuenta de que cada uno fue lo que creyó en ese momento. Entenderlo y comprenderlo. Para no repetirlo, en el mejor de los casos, o para repetirlo cuando es bueno.
―Hablando de repeticiones, ¿podemos decir que la historia argentina se repite a sí misma?
―Pasa por lugares similares, sin dudas. Pero, afortunadamente, muchos lugares catastróficos estamos advertidos de no repetirlos y muchos lugares trágicos no se repiten, se asoman. Cuando vos mismo te conocés a vos mismo, encontrás algo de manejo, de soberanía personal. Cuando sabés, cuando te conocés. Lo mismo pasa con la historia.
―Y esa historia, ¿define la identidad argentina?
―La identidad argentina es muy difícil. Me parece que lo que no nos sirve es intentar sintetizarla, sino encontrarnos en esa síntesis. Además, la identidad se proclama. Quién podría decir cuál es la identidad de Córdoba. Ya el cordobés, con su tonada, se erige en oposición al porteño. Y de qué club sería: Talleres, Belgrano, Instituto. Todo eso nos va conformando en nuestra identidad y que no es siempre la misma. Cuál es entonces la verdadera identidad. Es la suma. Sos vos más aquel que es parecido. Lo que te une es precisamente aquello que podés tomar como identidad. A veces, no te une todo, te unen algunas cosas.
―Podemos trasladar esta analogía a la política…
―Exactamente. Estamos hechos por el otro y, en la política, más que nunca.
―Volviendo a los ejes civilización y barbarie, ¿cómo hacen para pensar esas categorías en la actualidad? Y, además, ¿qué nos hace trascender en esa historia?
―Siempre uno se siente civilización y que la barbarie es el otro. Entonces, ahí te vas dando cuenta de que, en realidad, son dos cosas que se oponen. El foráneo es la barbarie, el otro. Y, muchas veces, lo que nos hace trascender en esa historia son los actos heroicos y las narrativas de esos hechos. Buenos o malos. Si vos provocaste hechos traumáticos para la historia, sos trascendente. El cruce de los Andes es un hecho traumático bueno.
―¿Hay un hecho traumático ahora o qué proyectos de país se están jugando?
―Bueno, el de siempre. Acá ya hay una opinión política. Todos los proyectos se presentan como los justos y este está más cerca de un proyecto de país que tiene que ver, desde mi punto de vista, con no cuidar un montón de cosas que involucran a la gente, a los jubilados, a los enfermos, a las personas con discapacidad, a los pobres. También con la entrega de un montón de recursos naturales y eso se ve. Pero también siempre va a haber una voz que diga que el que estaba haciendo eso era el otro. Imaginate qué puedo decir yo. Siempre cada uno va a defender su idea como la mejor y eso es parte de la tensión constante de los proyectos de país que se debaten. Lo que yo te puedo decir es desde una mirada mía. Y ese es el problema. No todos tenemos la misma percepción de la realidad.
―¿Te preocupa algo del futuro?
―Sí, me preocupa que todo lo que se venga haga el menor daño posible. Me ocupa saber y revisar qué hizo uno mal para ver si después uno puede hacer algo bien. Y, sobre todo, que se sigan tejiendo lazos de solidaridad, especialmente en estos tiempos tan difíciles. Dar una mano a quien haya que darle una mano.
―Por último, Pedro, has publicado este año un libro sobre el amor… ¿Acaso el amor no mueve a la historia?
―El amor es rehén de la historia. Como cualquier proyecto puede fallar, no son certezas, son oportunidades, de eso se trata. Vos hacés un montón de cosas por amor, hacés un montón de esfuerzo, creás plusvalía, laburás y también hacés un montón de cosas que no te gustan por amor. Porque el amor no es hacer nada más lo que nos gusta. Mueve la historia, pero la historia también lo toma de rehén, porque, por amor, vas a hacer muchísimo. En ese sentido, el amor es como una herramienta de extorsión, no porque sea destructivo, sino porque alguien sabe que amás algo y se puede aprovechar de eso. Somos un poco de ese amor a nuestro trabajo, a nuestra familia, a nuestro club. Y también lo que amás, a veces, te puede decepcionar, por eso, siempre es más fácil no amar que amar. Somos lo que amamos y, a veces, eso que amamos duele, por eso, duele el amor.
Pedro Saborido junto a Felipe Pigna este miércoles 14 de agosto, en la Sala de las Américas, Pabellón Argentina, Universidad Nacional de Córdoba.
*Por Lourdes López para La tinta.