«La mujer que colocaba flores en su cabello»: estrenan un corto sobre la poeta Edith Vera

«La mujer que colocaba flores en su cabello»: estrenan un corto sobre la poeta Edith Vera
1 julio, 2024 por Redacción La tinta

El corto cordobés es un poema visual que redescubre parte de la obra de la poeta villamariense. Su directora (y sobrina de Vera) habló con La tinta para ahondar en la forma singular de habitar el mundo de la enigmática escritora, con el río Ctalamochita como escenario y el reparo exclusivo sobre el amor, la soledad, la espera y la dictadura.

Por Gabiota San Martín para La tinta

“La mujer que colocaba flores en su cabello” es un cortometraje desarrollado por Stefania Coggiola (directora), Amílcar Cantoni (director de fotografía), Eugenia Payró (montaje) y Paula Gornitz (producción). El documental sigue a su directora mientras rastrea la historia de su tía, Edith Vera, a partir del encuentro de fotografías y films en 16 mm del archivo familiar. Así, nos sumerge en la forma singular de habitar el mundo de la enigmática escritora, con el río Ctalamochita como escenario y el reparo exclusivo sobre el amor, la soledad, la espera y la dictadura.

“La mujer que colocaba flores en su cabello” forma parte de las producciones del Posgrado en Documental Contemporáneo 2023-2024, curso que llevan adelante el Cineclub Municipal Hugo del Carril y la Universidad Blas Pascal. 

En diálogo con La tinta, la directora nos cuenta cómo, a partir de archivos familiares, poemas poco conocidos de su tía y su propia voz ―junto al equipo de realización―, pudo reconstruir ese universo íntimo de Edith Vera, la poetisa que colocaba flores en su cabello. 

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Fotograma «La mujer que colocaba flores en su cabello»

—¿Cuál fue la motivación para realizar este corto? 

—La motivación parte del encuentro con material de archivo familiar inédito de Edith Vera, fotografías que la muestran en mi entorno familiar (era la prima hermana de mi abuela paterna) y, habiendo tan poco de ella en términos de imagen, me pareció importante que esas imágenes vieran la luz, compartir ese hallazgo. Años atrás, había escrito un perfil sobre ella para el diario de Villa María y su figura continuaba orbitando. La presencia de Edith era muy poderosa y su recuerdo estaba latente. Esto fue el germen, pero la pulsión central fue hacerme preguntas sobre el modo en que Edith habitaba el mundo, con el que me siento relacionada, y construía sentidos en mi existencia: en este presente vertiginoso y por momentos asfixiante, ¿es posible habitar el mundo de otra manera? Particularmente, ¿del modo singular en que lo hacía Edith Vera? 

La obra de Edith es conocida principalmente por su poesía infantil y juvenil, y me pareció interesante centrarme en sentidos de su obra no tan frecuentados: los poemas que hablan del amor, el desamor, la espera, la dictadura.

—¿Cómo fue reconstruir el universo poético y la historia de Edith Vera audiovisualmente? 

—Fue un largo y sinuoso camino. Primero, la reunión y puesta en común de todos los materiales, que iban desde fotografías, la digitalización del material fílmico en 16mm y la selección de poemas que iban a conformar ese retrato íntimo centrado en los ejes que mencioné antes (amor, desamor, espera, dictadura), sumado a las nuevas filmaciones en el río Ctalamochita y en la que era su casa, que nos permitirían representar ese universo poético. 

Desde un inicio, me interesaba trabajar con una voz en off que llevara el hilo narrativo de la historia. Producciones como Esquirlas y El silencio es un cuerpo que cae fueron referencias fundamentales para mí. Con esas referencias en mente y todo el material, empecé a trabajar la voz en off que se guió por estos interrogantes, donde me impliqué de una manera muy presente, bajo la premisa del interrogante sobre la forma de habitar el mundo de Edith. Fue importante tener todo el material para que el guion encontrará su rumbo. El universo poético terminó de tomar forma en el montaje, fue una instancia vital para que cada material encontrara su lugar definitivo y construyera un sentido. 

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Fotograma «La mujer que colocaba flores en su cabello»

—El corto parece recuperar una historia individual para revalorizar una forma de vivir, un modelo que escapa del mandato social de la mujer, ¿es así? 

—Puede ser. Creo que Edith tenía una forma de habitar el mundo que era diferente al de las mujeres de su época, podría decirte que de cualquier persona. Había desarrollado un mundo interior tan potente, tan singular, que escapaba de las convenciones sociales. Creo que lo que intenta el mundo actual, profundamente capitalista y seriado, es asimilarnos en un único sentido y considero que encontrar la singularidad es un desafío de nuestra época. Me entrego a la necesidad de la soledad, de las palabras, de la escritura, de la quietud. La poesía de Edith abre la puerta a eso. En esos lugares, me encuentro con su figura y la recuerdo independiente, autónoma, ocupándose de sus palabras. 

—La voz en off se desdobla, creando un diálogo entre la poeta (su obra) y la realizadora, como una forma de invocación. Mientras la realizadora relata su parentesco y conexión con la poeta, Edith habla con su poesía. ¿Cómo pensaron las imágenes para acompañar ese diálogo?

—Fue interesante trabajar esas imágenes porque era necesario que la poética de la palabra se mantuviera en la imagen. Hicimos varias pruebas, algunas no funcionaron. Y ahí es donde aparece el cuerpo y una forma de narrar los poemas que se despegara de la otra parte narrativa del guion. No tenía la intención de que mi persona apareciera en la imagen, pero estábamos haciendo unas tomas en el medio del río y yo sostenía una foto en el pecho, y encontramos ahí una fuerza muy grande cuando lo vimos en la imagen. La fotografía en el pecho, cerca de todo. 

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Fotograma «La mujer que colocaba flores en su cabello»

Entonces, en el intento de recrear esas imágenes poéticas cuando recito sus poemas, apareció la idea del cuerpo de nuevo. Filmamos escenas en mi casa que me muestran manipulando las fotografías y leyendo sus poemas. El acto de tomar las fotografías, ordenarlas, verlas. También proyectamos tomas del río que habíamos filmado en un último viaje a Villa María, para jugar con las sombras de mi cuerpo leyendo, intentando que el ambiente poético no se fracturara en ningún momento. 

—Hablemos sobre el río Ctalamochita. Sin duda, es un elemento visual y poético que recorre no solo Villa María, sino también la historia de la poeta.

—El río Ctalamochita en Villa María fue el escenario principal para la filmación, que ella frecuentaba y habitaba, donde puede expresarse otro tiempo al contemplar la naturaleza y, de este modo, reflejar la presencia tan importante de la flora y la fauna en su obra poética. El río como material vital. Un río que convoca. Esa serpiente de agua infinita. 

—¿Nos convidan un pedacito de la poesía de Edith?

Que tenga el oído atento
a la injusticia. 

Que no tenga los ojos cerrados 
ante el horror. 

Que mis hombros sean fuertes
para ayudar al débil. 

Y que tenga el corazón de abejas 
para que mi lengua sea
sustancioso panal. 

Eso nomás, vida, 
eso nomás. 

(Poema extraído del libro El silbido de vientos lejanos, Poesía reunida, publicado por Caballo Negro y Eduvim). 

*Por Gabiota San Martín para La tinta / Imagen de portada: fotograma «La mujer que colocaba flores en su cabello».

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Palabras claves: Cine de Córdoba, Cineclub Municipal Hugo del Carril, Edith Vera

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