Córdoba, una ciudad contaminada de ruido
¿Quién no se sintió aturdido alguna vez? ¿Quién no ha sentido la necesidad de tener párpados en las orejas? El ruido es uno de los factores contaminantes más importantes y nuestra ciudad no es ajena a esto. Bocinas, sirenas, taladros, ladridos, alarmas, caños de escape, bares, colectivos, ruidos de la construcción ―entre otros― son los responsables de nuestro mediterráneo paisaje ensordecedor.
Hasta fin de mes, estará abierta una encuesta de la Cátedra de Salud Pública de la Escuela de Fonoaudiología de la UNC, enmarcada en la campaña 2024 del «Día mundial de la concientización sobre el ruido» ―que fue el último miércoles de abril―, para promover el cuidado del medioambiente acústico y la salud auditiva, e informar acerca de las alteraciones y efectos que el ruido produce sobre la salud humana.
Ruido: del latin tardío rugītus, «rugido», «estruendo». El ruido es un sonido brusco, inarticulado, molesto, inesperado. Sin armonía ni ritmo, tiende a ser percibido como desagradable. A fines del mes pasado, la ULA ofreció un webinar con la fonoaudióloga y profesora, Mariana Lucca, profesional a la que consultamos para conocer más acerca de una problemática que nos afecta a todos.
El oído no se apaga y el ruido se considera un contaminante silencioso, explica la especialista, debido a que, a través del tiempo, va generando diferentes reacciones en nuestro cuerpo, afectándonos en todos los segmentos que conforman el paradigma integral de la salud humana: bio-psico-socialmente.
“A nivel auditivo, que es el aspecto al que mayormente se vincula con este contaminante, cuando aparecen dificultades, es debido a daño que se considera irreversible. Hasta que no llegamos a sufrir algún daño, no lo notamos. Parece que no existiera, pero está presente. Asociamos el ruido solo al deterioro auditivo, pero el ruido nos atraviesa en las grandes ciudades siete días a la semana, las 24 horas”, dice Mariana.
Hace unos años, un equipo técnico conformado por docentes, profesionales e investigadores de la Escuela de Fonoaudiología de la Facultad de Ciencias Médicas y del Centro de Investigaciones Acústicas de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la UNC creó el Observatorio de Ruido de la Ciudad de Córdoba como una acción orientada al relevamiento y sistematización de datos referidos a la problemática del ruido en nuestra ciudad.
Córdoba es una ciudad contaminada sonoramente, dice la especialista. Bocinas, sirenas, taladros, ladridos, alarmas, caños de escape, bares, colectivos, ruidos de la construcción ―entre otros― son los responsables y principales fuentes de contaminación acústica. Según un mapeo ―construido con denuncias radicadas por vecinos donde se van visibilizando mediciones georreferenciadas del ruido―, el centro, el microcentro y zonas aledañas, la zona noroeste (cercana a la Av. Rafael Núñez) y las zonas fabriles del sur de la ciudad son las más afectadas.
En un artículo publicado en 2021 por Sebastián Coca, Brenda Yelicich, Leandra Abadia y Arturo Maristany en una revista de la UNC, “a comienzos de los años 60, la ciudad de Córdoba ya era una de las ciudades argentinas más ruidosas, motivado por un crecimiento industrial acelerado y por la existencia de normativas que resultaban insuficientes para un efectivo control de la problemática de la contaminación acústica. En estos sesenta años, la situación no ha cambiado sustancialmente, por el contrario, ha seguido deteriorándose. Si bien se han realizado algunas mejoras y avances en las reglamentaciones sobre ruido para la ciudad, las mismas siempre se han visto superadas por el crecimiento poblacional y de la actividad socioeconómica”. Como detallan los investigadores, los niveles sonoros ―principalmente aquellos sobre los corredores viales y en el área central― “superan ampliamente los valores máximos recomendados por organismos internacionales como la OMS”.
La investigación explica también que, a partir de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1995, se conformó una tabla de riesgo, en la que, a medida que aumentan los niveles de ruido durante el sueño, se agravan los efectos en la salud. «Hasta 30 decibeles (dB), no se observaron efectos biológicos sustanciales; entre 30 y 40 dB, se incrementan los movimientos del cuerpo, los disturbios del sueño y la excitación; y por encima de los 40 dB, se incrementan los problemas de salud. Se estima que 120 millones de personas tienen deficiencia auditiva, siendo uno de los riesgos ocupacionales irreversibles más frecuentes». Para la OMS, dice Lucca, hasta 50-55 decibeles, el sonido no molesta. Los números de Córdoba están lejos: el ruido en el centro fue medido por el Observatorio con 85-90 decibeles y lo que se percibe siendo pasajero de un colectivo supera los 90 decibeles, el doble del parámetro.
El ruido es considerado contaminación sonora debido a que altera las condiciones normales del ambiente y afecta la calidad de los espacios. Genera estrés continuo, indica la fonoaudióloga, y esto produce efectos que pueden ser físicos o psicológicos: desde trastornos auditivos propiamente hasta problemas cardíacos, digestivos o trastornos de ansiedad e irritabilidad.
¿Qué hacer? Ser respetuosos es un buen comienzo. “Cada uno de nosotros puede generar pequeñas grandes acciones desde su manejo particular de situaciones que pueden ser generadoras de ruido, como por ejemplo: regular la intensidad de la música si tenemos un evento en casa, no colocar escapes libres a motos o autos, reducir el tránsito vehicular compartiendo viajes de manera grupal (lo cual colabora a la disminución del ruido urbano y la polución), respetar los horarios de descanso del entorno familiar y social, usar las bocinas cuando sean verdaderamente necesarias, entre muchas otras acciones”, concluyó Mariana en diálogo con La tinta.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Prensa Córdoba.