“Ser vegana no es de cheta”
La organización política, social y feminista La Colectiva lleva adelante el proyecto de soberanía alimentaria basada en plantas, “Mi olla, mi decisión”, en distintos barrios populares de nuestro país desde hace un año. En Córdoba, en el comedor y merendero “Corazones Felices” de la Cooperativa Esperanza en barrio Argüello, están desarrollando talleres de alimentación antiespecista “porque los feminismos populares tenemos derecho a saber qué comemos, a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras ollas”.
—¿Cómo surge la idea? ¿Quiénes motorizan la propuesta?
—“Mi olla, mi decisión” es proyecto de La Colectiva en el que nos cuestionamos lo que comemos y nos concentramos en la soberanía alimentaria basada en plantas. Por suerte, hay muchísima información de calidad sobre veganismo, alimentación basada en plantas y antiespecismo. Y, además, hace muchísimos años que muchos feminismos toman estos temas.
Pero creemos que hay una distancia entre los veganismos y los sectores y organizaciones de mujeres y diversidades populares. Y creemos que empezar a discutir y a experimentar colectivamente este camino no es para quienes ya saben todo de todo, sino para quienes quieren integrar las luchas sociales contra la pobreza, la discriminación, la injusticia a la injusticia contra los animales.
Relacionar nuestro alimento con la realidad de desigualdad diaria que vivimos en nuestro país y en el mundo, donde la concentración de la riqueza en pocas manos es la más importante de la historia, activar por la justicia en todos sus términos es muy importante.
Este proyecto surge como parte de las nuevas redes que vamos armando desde distintas experiencias de nuestro feminismo para encontrar nuevas formas de relacionarnos con la tierra y los demás animales. Tiene varios motores: por un lado, La Colectiva. Por otro lado, en dos barrios de la Provincia de Buenos Aires logramos, junto a la Fundación SES, alimentos para 200 personas, por supuesto basados en plantas y donde contamos con una nutricionista y una médica veganas que dan talleres a las vecinas que reciben los alimentos, y donde nosotras hicimos las primeras experiencias de talleres y encuentros donde vinculamos nuestra experiencia de feminismo popular con la del veganismo que estamos integrando.
Y también con el Programa Alimentando el Mañana, quetiene una propuesta hermosa: nos enseñan a cocinar muchos menúes veganos al mismo o menor precio que los menúes con animales, y a cambio, el comedor se compromete a brindar al menos un plato semanal de los que nos enseñan para luego, durante un año, medir qué cosas fuimos capaces de modificar por nuestra salud, nuestro medioambiente, por el agua, por la tierra. Este programa se desarrolla en muchos comedores escolares, universitarios, de hospitales y, con nosotras, la experiencia es en comedores comunitarios de cuatro puntos del país. Uno es en Córdoba, con el comedor y merendero “Corazones Felices” de Cooperativa Esperanza, en barrio Argüello, y ha sido una hermosura por la vitalidad que se genera entre quienes compartimos el aprendizaje y la comida abundante, colorida, rica y sin sufrimiento animal, con el acompañamiento de Liqen como nutricionista.
—¿Nos comparten algunos de los fundamentos?
—Partimos de la base de que lo que comemos actualmente tiene una raigambre colonial muy fuerte. Tenemos que recuperar los modos de alimentarse de nuestra ancestralidad. Pensemos que las vacas (por ejemplo) llegaron con la conquista y, en nuestro país, es símbolo de nuestra forma de comer. Nuestros pueblos originarios se alimentaban de una manera completamente diferente y es importante recuperar esos saberes.
También nos basamos en el antiespecismo como forma de enfrentar la discriminación basada en las especies y la asociamos a las formas de discriminación y dominación patriarcales, raciales, capacitistas que son parte de un todo.
Y desde estos elementos, decimos que ser vegana no es de cheta y que las mujeres y diversidades de los sectores populares tenemos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestros alimentos, y la obligación de trabajar por la salud colectiva, por la tierra y por todos los seres que la habitan.
—¿Por qué en un comedor comunitario?
—No es nuevo que desde los feminismos o eco feminismos se hagan estas relaciones, pero sí es nuevo en la experiencia concreta que empezamos a hacer desde La Colectiva en comedores o con grupos que llevan adelante consejerías de salud sexual y contra la violencia en barrios populares.
Creemos que es importante tener y difundir información, y, sobre todo, hacer que cada vez más organizaciones populares abracen el veganismo. Que las organizaciones veganas y antiespecistas salgan de los espacios exclusivos de las clases medias. Sabemos que es posible porque ya lo hicimos con los feminismos a fines de los 90 y principios del 2000.
Por último, en estos tiempos de dificultad política, donde no sabemos muy bien para dónde tenemos que rumbear las organizaciones populares, creemos muy importante hacer experiencias que nos hagan bien, donde prime el cuidado entre nosotres, donde desde lo pequeño armemos redes enormes y poderosas. Y el año que viene, vamos a desplegarnos en muchos otros lugares de nuestra provincia y del país.
—Alguna receta que nos quieran convidar…
—¡Sí! Albóndigas de porotos negros con arroz y salsa fileto.
Albóndigas: Porotos negros: 70g – Cebolla: 20g – Almidón de Maíz (maicena): 10g – Condimentos y sal a gusto /// Procedimiento: Remojar durante 12 a 24 h los porotos negros en un recipiente con el triple de agua. Pasado este tiempo, eliminar el agua de remojo y cocinar durante 45/60 minutos o hasta que estén blanditos los porotos. Una vez cocidos, mixear o procesar ⅔ de los porotos y agregar la cebolla picada y el almidón de maíz, condimentar y sal a gusto.
Arroz y la salsa de fileto: Arroz: 70 g – Cebolla: 30g – Tomate fresco: 30g – Laurel, orégano, pimentón, pimienta y sal a gusto /// Procedimiento: Cocinar el arroz en el doble de su volumen en agua. Por otro lado, cortar la cebolla y el tomate fresco, y sofreír en sartén o cacerola, agregando agua hasta lograr una salsa, junto al laurel y demás especias. Una vez que estén las albóndigas, agregarlas a la salsa. Servir el arroz y encima la salsa con las albóndigas.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Laura Gómez.