Soberanía, inmigración y muerte: la historia del Servicio Militar Obligatorio en Argentina
La candidata a vicepresidenta que ayer dijo: “¿Cómo pensás resolver este país devastado si no es con una tiranía?”, Victoria Villarruel, está a favor del Servicio Militar Obligatorio (SMO) y abrió el debate. Breve repaso de la historia del SMO, a 30 años de su derogación.
Por Esteban Viú para La tinta
Su hijo se escapó de la base, es un desertor
Fueron las palabras que escucharon los padres de Omar Octavio Carrasco la mañana del 17 de marzo de 1994, ingresado hacía menos de dos semanas para hacer el Servicio Militar Obligatorio (SMO) en la base de Zapala, Neuquén. Ese año sería el último en el país con la obligatoriedad del servicio militar, ya que el asesinato de Carrasco a mano de un oficial y dos soldados de la camada anterior a él desataría la discusión sobre la violencia que se ejercía a los conscriptos y que estaba naturalizada como parte del proceso. Historia ya conocida por muchos, el término colimba es la abreviación de “corre, limpia y baila”.
Según los médicos que revisaron el cuerpo, Carrasco recibió una furiosa golpiza y, una vez postrado en la tierra, lo ultimaron con una patada que le fracturó una costilla y perforó su pulmón. La maldad no se detuvo ahí: uno de sus ojos estaba prácticamente molido por lo que parecía la introducción de un objeto punzante en la cavidad.
93 años duró el SMO en el país, que comenzó en 1901 impulsado por Pablo Ricchieri, ministro de Guerra de Julio Argentino Roca, con un enfoque muy particular y pensado a largo plazo.
El 13 de diciembre de 1901, se sancionó la “Ley Riccheri”, que indicaba que todos los varones argentinos, nativos o naturalizados, de 20 años, quedaban obligados a cumplir con el servicio militar por 2 años. En ese momento, la población del país era algo menos de 2 millones de habitantes, por lo que el reclutamiento de tropas era una preocupación de larga data. Ese año, además, fue adquirido el terreno donde se construyó Campo de Mayo, ya que la conscripción forzosa demandaba ámbitos donde practicar ejercicios militares.
La lectura que el Estado tenía era que se necesitaba un espacio para saldar dos fuertes necesidades: ampliar la reserva de soldados ante un inminente conflicto armado con Chile o Brasil, y también difundir “los valores de la ciudadanía Argentina” para hacerle frente a la heterogeneidad social que fue esta parte del mundo después de las olas inmigratorias europeas. Una buena cantidad de personas extranjeras traían las banderas del socialismo y el anarquismo, por lo que el SMO también serviría para apagar esas ideas de afuera y profesar los ideales argentinos.
Durante el paso por el cuartel, se les transmitía a los conscriptos una serie de principios que eran “esenciales para el fortalecimiento de la nación y la construcción de la comunidad de ciudadanos argentinos”, como amar a la patria, tener disciplina y ser obediente a la autoridad. También había un modelo de masculinidad que transmitían: los reclutas se formarían “como hombres viriles y trabajadores, elementos fundamentales para representar su futuro rol de padres de familia”. Todo aquel que no se ajustara a esos estándares era humillado o expulsado de las fuerzas. Este fragmento corresponde a un discurso dirigido a conscriptos ingresantes: “A forjar con las armas de la paz la grandeza de este país de hombres buenos, a quienes Dios bendice porque jamás merecieron el reproche de los que sólo saben llorar como mujeres, los que no fueron capaces de defender como varones”.
En enero de 1902, menos de un año después de haber comenzado el SMO, se conoció el primer caso de maltrato. La revista Caras y Caretas publicó un artículo titulado “La Tragedia del Campo de Mayo. El soldado Sosa en sus veinticuatro horas de capilla”. El artículo hablaba sobre Evaristo Sosa, que estaba recién convocado para formarse en las filas del Ejército y enfocaba sobre el maltrato que recibió. El tema de fondo eran las relaciones que se generaban entre superiores y subordinados durante la experiencia en el cuartel, denunciando los permanentes maltratos hacia los recién ingresados. Después de soportar diferentes agravios, Sosa se defendió y fue condenado a muerte por la tentativa de asesinato de un oficial. A último momento, lo salvó un indulto presidencial, no sin antes pasar por una misa para su extremaunción y ser recibido en fila por todos sus compañeros del lugar para despedirse. La opinión pública se posicionó a favor de Evaristo y Roca tuvo que dar vuelta la orden.
También fueron utilizados como fuerza de choque para la represión de la protesta, desde que Hipólito Yrigoyen utiliza a los soldados de Campo de Mayo para reprimir en el episodio conocido como la “Patagonia Trágica” de 1921-1922. La guarnición de Mayo tuvo mucho peso en la represión a las huelgas de los trabajadores rurales de Santa Cruz, que dejó miles de muertos.
Es decir que el imaginario que vincula a las fuerzas de seguridad y defensa nacional con el esfuerzo físico como castigo, las humillaciones públicas y la violencia como método de aprendizaje nace como relato al mismo tiempo que la obligatoriedad de la formación militar, teniendo picos en contextos específicos, como entre el 60 y 75, cuando la juventud apareció en la escena cuestionando lo establecido.
Otra de las “bases” del SMO que entró en crisis fue la idea de que era para todos los varones, sin distinciones. La Ley Ricchieri admitía la figura del “personero”, un hombre que se transformaba en soldado voluntario a cambio de una suma de dinero, para reemplazar a otro que hubiera salido sorteado y quisiera evitar pasar por los cuarteles. Durante algunos años, hubo un furor de compañías aseguradoras que ofrecían los medios para contratar «personeros», lo que indica un marcado corte de clase de la medida, ya que solo los sectores de mayores ingresos podían darse el lujo. Después de los 60, para evitar ser convocado, las coimas pasaban directamente para algún capitán o mayor de las fuerzas. Algunos se podían acomodar internamente si conocían algún oficio o labor. Arreglarle el auto a un coronel implicaba asegurarse una carta de menor esfuerzo que los demás y, en el mejor de los casos, pasar a servir en la parte administrativa.
Los conscriptos fueron víctimas directas de las diferentes dictaduras que atravesó nuestro país, pero sobre todo de la última, la más salvaje y cruel. Antes, Alejandro Lanusse, en 1973 sobre el final de su dictadura, estableció que la edad para el SMO bajaba de 20 a 18 años, para no cortar el ciclo formativo de los varones ingresantes. Y en 1975, muchos de los ingresantes fueron enviados a Tucumán en el marco del Operativo Independencia, para curtirse en el combate con la “subversión”.
La gravedad de los tormentos que muchos pasaron quedó expuesta por primera vez en octubre del 82, plena dictadura, ante un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) que difundió el número de conscriptos desaparecidos solamente en Campo de Mayo: 20 en total.
«Ya estando en el servicio, hemos sufrido con mis compañeros torturas indecibles y he visto muertes y suicidios a raíz de ellas. Las torturas diarias eran los famosos bailes, el de recorrer cientos de metros arrodillados, mientras tanto, en cada ‘baile’ nos pegaban en la cabeza con un palo finito como esos de plumero, es por eso que este Regimiento se hizo famoso por el nombre de ‘los rodillas negras'», contó Pablo Auza, exconscripto, en su denuncia por todo lo que sufrió en el SMO. Su cuerpo todavía conserva centenares de cicatrices que son la huella de la violencia y recuerda con crudeza su cambio físico: llegó con 62 kilos y volvió a su casa con 48. El lugar donde realizó la colimba fue el Regimiento de Infantería de Monte 28, denunciado también como lugar de detención ilegal y torturas durante la última dictadura cívico-militar. El mismo patrón se repite a lo largo y ancho del país.
Con el tuit reflotado de Victoria Villaruel, proponiendo Servicio Militar Obligatorio, las primeras imágenes que tuve fueron las historias de mi papá y mis abuelos contándome cómo en su colegio, el día que sorteaban los números para ver quién ingresaba, estaban pegados todos a las radios, alumnos, profesores y directivos. Los seleccionados reaccionaban con enojo, llanto, impacto. Y los salvados se unían en un ritual de celebración con sonrisas, abrazos y algarabía. Ahí hay algo muy humano, el instinto de supervivencia, de preservación física y mental. Ya la palabra conscripción suena oscura y a encierro. El significante que desprende es agresivo al oído.
Cada cierto período, esta discusión retorna en la medida que se actualizan los rostros de quienes defienden las posiciones más fascistas en la esfera pública del país: Alfredo Olmedo, D’elia, Amalia Granata y ahora la abogada que visitaba a Rafael Videla en la cárcel. Como no estamos exentos de perlas en este país, en el 2022, Aldo Rico, excarapintada, salió a cruzar a la diputada provincial Amalia Granata por incentivar el retorno del SMO: “A los chicos hay que darles escuela, universidad y empleo”, dijo.
Ahora, asistimos al posicionamiento público en favor de La Libertad Avanza de personajes siniestros como Jorge “El Tigre” Acosta y Juan Amelong. Este último condenado en cuatro causas por secuestros, torturas, desapariciones y robos de bebés, que es un delito que se sigue cometiendo hasta tanto no pueda esclarecerse la identidad de esos niños.
La grieta se reconfigura y ahora las posiciones se marcan por una defensa democrática de las discusiones que nos tenemos que dar con respecto al rumbo del país, o una posición marcada por la violencia como primera etapa de un ajuste salvaje.
Fuentes: Revista Caras y Caretas 1901-1902. Revista El Soldado Argentino (1932-1942). El Servicio Militar Obligatorio en Campo de Mayo – Archivo Nacional de la Memoria.
*Por Esteban Viú para La tinta / Imagen de portada: A/D.