Cortometraje «La mujer en cuestión»: el arte como lenguaje de la memoria
Este viernes 10 de noviembre, el Centro Cultural La Piojera será sede de la proyección de «La mujer en cuestión», un cortometraje que relata la vida de una militante durante la dictadura, basado en la novela homónima de María Teresa Andruetto. En esta nota, conversamos con la escritora cordobesa, el director Luis Imhoff y la productora creativa Mónica «China» Medina.
La mujer en cuestión es una novela de la escritora cordobesa María Teresa Andruetto, publicada por primera vez en el año 2003. Con una prosa particular, el libro relata la vida de Eva Mondino, una mujer que militó en los años setenta y fue detenida en el centro clandestino Campo de la Ribera durante la última dictadura cívico-militar.
Esta obra fue la inspiración para el cortometraje que se estrena hoy, dirigido por Luis Imhoff y producido por Río Lejos. “La mujer en cuestión, Eva Mondino, enmarca una generación de mujeres militantes, conjugando sentimientos como el desamparo, el olvido y la pérdida, sometidas a la represión del aparato estatal y un presente de exilio personal”, detalla la invitación a la actividad que se desarrollará desde las 20:30 horas, en el Centro Cultural La Piojera (Av. Colón 1559).
En el marco de los 40 años de la recuperación de la democracia y en la previa las elecciones presidenciales, desde La tinta, conversamos con María Teresa Andruetto, Luis Imhoff y Mónica Medina, quienes nos cuentan sobre los procesos creativos detrás de las obras, el trabajo colectivo y la producción independiente que permite poner a circular historias necesarias.
Una concepción generosa del arte
En “La mujer en cuestión”, la historia de Eva Mondino es reconstruida, a modo de informe, por la mirada y los recuerdos de otros. ¿De dónde viene esta forma de escritura tan particular que desarrolla María Teresa Andruetto?
“Empezó con algo que no tenía que ver con la dictadura, empezó porque yo perdí una amiga. Éramos muy amigas, se suponía que yo sabía casi todo de ella. Después de que murió, empezó a aparecer gente que parecía que había tenido una gran vinculación con ella, pero que yo no conocía. Eso activó una cosa que me pasa en relación a la vida, la idea de que una persona tiene muchas facetas y que es, en un punto, incognoscible. Hay personas que nos conocen más, la pareja, los hijos, los padres, los amigos, pero siempre puede haber cosas de una que son incognoscibles, son un misterio. Entonces, se me ocurrió que la historia podía girar en torno a una mujer. La descripción física de la Eva de la novela es la de mi amiga Ruth, pero todo lo demás no”, detalla Andruetto.
La escritora cuenta que, a fines de los 90, esta idea inicial se cruzó con la relectura del escritor alemán Heinrich Böll y su obra Retrato de grupo con señora, que trata sobre una mujer en la época del nazismo. “Yo estaba tan enojada con el menemismo, con el gran olvido, con el vaciamiento ideológico que implicó esa década”, recuerda Andruetto y agrega: “En algún momento, ya había escrito como 40 páginas y perdió el sentido de quién contaba eso y para quién, entonces apareció la figura de un informante. Empecé a pensar cuántos años tiene ella, en qué año es joven. Así aparecieron los 70 y ahí se armó. La escribí vertiginosamente, en un verano, y después la terminé en unas vacaciones de julio, muy rápido, medio torpemente, en una forma de escritura que no es habitual para mí”.
Finalizada en 1999, la novela vio la luz a partir de un concurso del Fondo Nacional de las Artes, donde quedó seleccionada en 2002. “Yo no era tan conocida ni nada, así que no conseguía cómo publicarla”, relata Tere. Quince años más tarde, llegó a las manos de Luis.
“Con China, veníamos de la experiencia del documental ‘Vida y militancia’, y queríamos pasar a la ficción. Pensamos en contar una historia con un personaje que fuera mujer y que estuviera situada en Córdoba. Estaba buscando, pensando y un amigo en común, Daniel Gonela, me habla y me comenta sobre la novela, remarcando el tema de los insilios”.
Nos detenemos en esa palabra que pronuncia Luis porque, como también destaca Tere, se trata de una temática poco abordada, que poco a poco empieza a surgir en investigaciones y trabajos. El insilio hace referencia a aquellos procesos de personas perseguidas durante la dictadura que no pudieron exiliarse en otros países y, en cambio, se refugiaron hacia adentro, en el interior: tuvieron que ocultar sus vidas, sus ideas, sus identidades para poder sobrevivir. Los relatos que recuperan estas experiencias hacen foco en el dolor y las dificultades de no poder vincularse con el mundo desde la verdad, y transitar, repentinamente, la realidad cotidiana en un marco de silencio, escindidas de sus vidas previas. Hoy, esas historias vuelven a nombrarse y se recuperan también a través de la producción artística.
Además de la temática central, Luis destaca que se sintió atraído por la forma en que la historia es contada por otros. En la superposición de voces y saltos temporales que van armando la vida de Eva Mondino, en el juego entre lo dicho y no dicho, encontró la riqueza de la novela y el potencial para trabajar desde el lenguaje audiovisual.
El trabajo de adaptación llevó un largo proceso de escritura, revisiones y reescrituras. Pasaron por tres guiones hasta encontrar las vueltas de la trama y dar con la versión definitiva, que incorpora elementos y abordajes nuevos a la historia: “En la novela, la mujer es como un objeto de observación de una comunidad, a diferencia del guion de la película, donde se narra una vida de un modo más empático”, explican.
Luis destaca la generosidad de la Tere no solo para cederles su obra y posibilitar una creación nueva, sino también para realizar aportes en el proceso de guionado. Su interés estuvo puesto especialmente en la construcción de los diálogos entre personajes y, para ello, dedicaron un tiempo particular, trabajando tanto en la escritura como desde la oralidad, a través de ensayos generales con actores y actrices.
Entre los tres, a lo largo de la conversación, profundizan en lo que Andruetto llama una concepción generosa del arte: “Yo siento que la novela es como una base para la creatividad del otro, que no es exactamente una adaptación, como es para mí toda forma de arte que trabaja sobre otra forma previa. Lo mismo lo he sentido con las ilustraciones, con espectáculos poético-musicales, con el teatro. No es que el otro va a crear algo para obedecerme a mí. Es lo que le despierta al otro eso que hago y le genera su propia creatividad, eso es lo que me parece más interesante”.
Lejos de los purismos y rigideces, la autora vincula la apropiación con la transformación y la desobediencia: “Lo siento muy genuinamente y es como una energía que va hacia los otros y que me regresa. Y esto también se podría aplicar a nuestro pensamiento político, el de mi generación con otras generaciones siguientes”. La producción artística aparece como puente en la historia y las reversiones posibilitan otras miradas sobre los hechos y las problemáticas que atravesamos socialmente.
Una película de voluntades: la magia del cine y la producción independiente
¿Cómo se consigue, hoy en día, un Falcon verde para utilizar en una película de producción independiente? Más difícil aún, ¿cómo se consigue un Falcon verde cuyos dueños quieran que sea parte de un cortometraje que relata la vida de una militante durante la última dictadura? La respuesta podrá sorprenderlxs: “La prima de la vecina de un amigo tenía uno en la vereda y él se acercó a preguntarle”, detalla Luis, después de nombrar muchos fallidos intentos previos. China lo complementa: “En el cine, muchas cosas se dan por magia”.
El cortometraje transita por ocho locaciones de Córdoba que incluyen el Hospital de Clínicas, el Espacio de Memoria La Perla, el pasaje Scabuzzo, la panadería-bar La Casona de Alberdi, la Kamehouse Córdoba y la Costanera de Bialet Massé. Cada espacio viene con una pila de anécdotas que hacen foco en dos cuestiones: por un lado, la buena voluntad de trabajadorxs y personas a cargo de los diferentes espacios que, convocadas por la temática, la novela y la propuesta, ofrecieron su predisposición, aportes y soluciones a las demandas que iban surgiendo. Por otro, la mezcla entre ficción y realidad que se hace carne en los cuerpos y territorios.
China menciona lo fuerte que fue filmar de noche en La Perla, una experiencia que muchas personas del equipo no habían transitado antes. Recuerdan el silencio, la concentración durante esas jornadas de trabajo. Luis comenta que una noche, en el pasaje Scabuzzo, se encontraban preparando la previa al rodaje cuando salió un vecino: “Me acerco y le explico que íbamos a filmar y de qué se trataba el corto, y me dice: ‘Ah, sí, acá secuestraron a una chica’. Él era chiquito y recordaba cómo cerraban las ventanas y le hacían apagar el tele. Después nos enteramos de que había una comisaría a la vuelta”.
Durante un año, todo el grupo de rodaje se encontró a filmar los fines de semana con ganas, convicción y mucho cariño. “En estas producciones grandes, podés quedar destruido y nosotros no, quedamos como un grupo más consolidado, re lindo, con ganas de seguir filmando”, comenta China mientras destaca el trabajo creativo y detallista de fotografía, iluminación, vestuario, maquillaje, casting, actuación, asistencia, sonido e investigación. “Tenemos que seguir fomentando esta forma de trabajo, para contar estas historias, para que la memoria no se acabe, para que mucha gente pueda seguir trabajando de esto”, explica China.
40 años de democracia: el arte es el lenguaje de la memoria
“Creo que el estreno tenía que ser en este momento, en un momento social central y en un espacio como es La Piojera, con todo lo que significa para nosotros”, expresa Luis. En un contexto electoral donde circulan discursos negacionistas en la esfera pública y personajes que reivindican a genocidas, la multiplicación de producciones artísticas que ejercitan la memoria y rompen con los silencios es un motivo de celebración.
“Son cosas coincidentes, esa militancia era colectiva, la película es colectiva, La Piojera es colectiva y es presente. O sea, también se trata de traer eso al trabajo de hoy”, señala China.
“Es importante retraer de nuevo a la memoria y expresar humildemente lo que uno puede decir sobre ese tema, plantar la posición de uno frente a esa situación. Pese a la fatiga que tenemos en este año, pese al dolor que nos da ver opciones negacionistas, también esas opciones se discuten porque existió y se viene construyendo una política de memoria. Por más que nos gusta lacerarnos, los argentinos tenemos que reconocer eso, que es importante y que ha sido sostenido por el arte y por otras movidas de militancia. Y los movimientos políticos que han querido reivindicar eso han fomentado el arte. El arte es el lenguaje de la memoria porque es el que permite realizar esa traslación”, concluye Luis.
Como dice María Teresa Andruetto, el cortometraje empieza ahora su propia vida. Podrá ser la base para nuevas creaciones y quedará como residuo en quienes lo veamos para seguir proyectándonos a futuro, individual y colectivamente, en ese ciclo de continuación y transformación.
*Por Jazmín Iphar para La tinta / Imagen de portada: Cortometraje «La mujer en cuestión».