Memorias de una archivista punk

Memorias de una archivista punk
8 noviembre, 2023 por Redacción La tinta

Pat Pietrafesa es una referente del movimiento punk y la autogestión en Argentina. Su editorial alcohol y fotocopias acaba de cumplir 10 años. Entre 1984 y 2001, editó el fanzine Resistencia y tocó en grupos como Sentimiento Incontrolable y Cadáveres de Niños. Actualmente, reparte el tiempo entre las giras con She Devils y Kumbia Queers, proyectos editoriales y una vida apacible en el Valle de Traslasierra.

Por Pablo Giordana para La tinta

Buenos Aires, 1982. La dictadura militar trataba de perpetuarse en el poder a través de una guerra sangrienta y absurda al sur del océano Atlántico. Mientras tanto, en su habitación del barrio de Boedo, en la ciudad de Buenos Aires, una adolescente llamada Patricia Pietrafesa no estaba conforme con el mundo. Pero no era como Mafalda, en sus manos tenía un libro que le abriría la cabeza: Punk: la muerte joven, de Juan Carlos Kreimer. Ella todavía no sabía que, 40 años después, iba a convertirse en una referente del punk y la autogestión.

“La revista Expreso Imaginario tenía un correo de lectores donde escribían muchas personas punks y conocí a dos o tres con quienes empecé a hacer un intercambio de cartas. Uno de ellos, Tomy, me mandó por correo desde Wilde, Punk: la muerte joven. Me lo leí en poquitos días y se lo devolví en la puerta del Einstein”, cuenta Patricia sobre su primera aproximación a esa lectura. Para ese momento, en Buenos Aires, con la dictadura en retirada, estaba surgiendo el mismo movimiento que en Londres. El punk florecía en Argentina. “Me influenciaron bastantes cosas del libro, como la parte que habla sobre los fanzines. Eso fue muy revelador. Y no se sabía mucho de Kreimer, lo conocí muchísimo tiempo después y tiene otro perfil, digamos, no era nada que se le parezca a un punk”, rememora Patricia. 


Congreso, 16 de abril de 1983. Patricia se dirige hacia el Teatro de la Piedad, donde esa noche se presentan Vimana y Los Baraja. Unos días antes, había visto el cartel pegado en un poste de luz. “Era punk, tenía que ir”, escribe Pat en el prólogo del libro Ninguna línea recta, de Nicolás Cuello y Lucas Disalvo. “Me preparé durante un semana, juntando valor, imaginando qué responder si alguien me hablaba, qué me dirían, ¿serían agresiv*s? Yo ya me había cortado el pelo en una solitaria ceremonia de iniciación en el baño de mi casa, iba siempre enfundada en un traje viejo de mi abuelo con pines hechos de cartón y cinta scotch, destacaba uno grande que decía NO”, continúa contándome qué fue lo que la acercó a ese movimiento subterráneo que estaba surgiendo en Buenos Aires. 

“En ese momento, no tenía cómo acceder a ideas, a activismos, a propuestas de ese estilo. Lo primero que leí sobre el punk fue que era estar en contra de todo lo que pasaba y era un rechazo a todas esas ideas con una violencia, primero, en vos misma, como persona, diciendo ‘toda su sociedad es una mierda’; también me fascinaba la ropa, todo era una locura. Me encantaba esa mala actitud y sentía que era una forma para comunicarme. Era muy tímida, no era simpática, era súper conflictuada y me pareció que el punk, por lo que había leído, era un espacio para ese tipo de personas. Ahí recién conocí lo que era el anarquismo porque encontré personas anarquistas en recitales punk que vendían La Protesta y me contaron de qué se trataba. Yo veía que eso era como un refugio y todo ese mundo me fascinó. Me parecía que era algo bueno para mí, sobre todo cuando leí acerca del método de comunicación que eran los fanzines”, dice en un Meet desde Traslasierra, donde vive actualmente. 

¿Eso es lo que principalmente te atrajo del punk?

La idea más fascinante para mí era que podías hacer lo que quisieras aunque no tuvieras un título para hacerlo y, en ese momento, esa idea para mí era totalmente revolucionaria. Yo nunca había podido aprender a tocar un instrumento y decía: “Esto es increíble, tocan sin haber aprendido”, es genial. Yo me consideraba muy mala para todo y creo que eso es lo que tuvo de fascinante el punk para muchas personas de esas clases, abrir una puerta hacia algo a lo que, de otra manera, no habría accedido, porque no tenía posibilidades económicas para estudiar, por ejemplo. El punk en ese momento produjo mucha fuerza de escape en personas de todas las clases. Siempre se decía que al punk podía acceder la gente que tenía dinero y puede ser, porque tenían discos, pero la idea pegaba mucho justamente en quienes no teníamos dinero, porque te proveía de un empujón, una confianza para hacer cosas. Somos lo que la sociedad no quiere, lo peor, pero vamos a hacer esta música y tenemos la idea de que hay que destruir la sociedad actual para generar una sociedad nueva, con otros valores. Eso era muy positivo también. Y también se expresaba rabia, tenías que enfrentarte a todo porque eras punk, no era divertido. Desde que salías de tu habitación en adelante, todo era una pesadilla, entonces no era “me voy poner esto porque me queda bien”, al contrario. Era estar contra todo, viste, y la verdad que era complicado, pero estaba bueno. 


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Imagen: gentileza Pat Pietrafesa

Resistencia, el fanzine. Con el estallido punk, surgieron varios grupos y fanzines que no respondían necesariamente al mercado editorial, sino que eran una forma de expresión subjetiva, y Pat llevó adelante su propia publicación. El fanzine Resistencia se editó de 1984 a 2001 y documentó gran parte del movimiento punk, acciones contra McDonald’s, apoyaba el trabajo sexual de la mano de Ruth Mary Kelly y denunciaba sistemáticamente los abusos policiales. “Resistencia fue un impulso incontrolable de decir lo que pensaba. Escribía a modo de descarga sobre hojas tamaño oficio dobladas a la mitad y salía siempre con algunos ejemplares fotocopiados que cargaba en mi morral o ‘anarco maletín'», le contaba Pat a Romina Zanelatto para el libro Brilla la luz para ellas.

¿Qué fue para vos Resistencia?

—A mí me pegó mucho algo que había leído en Punk: la muerte joven, que el punto de vista del editor de un fanzine era muy subjetivo. Yo ponía cosas que a mí me interesaban mucho o cosas que me molestaban mucho. No me interesaba el punto de vista periodístico de cubrir solo por informar. Mi proyecto era comunicar siempre desde una subjetividad. Esto lo hago yo, es lo que yo pienso y no me importa lo que digan los demás. Eso me parecía fascinante. Arranqué con una amiga, pero ella enseguida se aburrió, era difícil ser punk, pero yo me quedé ahí igual. Los primeros números eran muy artesanales. De hecho, el nombre alcohol y fotocopias surge porque, con el trabajo que tenía, juntaba dinero para comprar alcohol y hacer fotocopias, eso fue así durante muchos años.


Buenos Aires/Traslasierra. 2023 es de números redondos. El 1° de octubre, Pat cumplió 60 y su editorial alcohol y fotocopias llegó a los 10. Todo empezó en 2013 con la publicación de Resistencia. Registro impreso de la cultura punk rock subterránea. Buenos Aires, 1984-2001. La idea fue de Carlos Rodríguez, el nombre detrás de Nekro y Boom Boom Kid, quien le sugirió volcar esa historia en una gran compilación. Ella dice que lo sintió como una traición a sus ideales, pero….

¿Por qué?

—Porque sí, porque cuando hacía ese fanzine estaba en contra de todo, de los periodistas, en contra del registro y porque pensaba que era efímero, que necesitaba comunicación momentánea, pero cuando empecé a ver los compilados de fanzines que salían en Estados Unidos, me encantó. Si bien es como una traición querer meterlos en un libro, también tengo toda la otra parte mía de historiadora aficionada en la que sabés que, en el formato libro, la información toma otro nivel. Se convierte en fuente.

La edición en formato libro también es una forma de preservación porque todos esos fanzines son materiales muy volátiles por la mala calidad de la impresión, entonces no es que tenemos los originales, sino que estos originales son fotocopias, que es otra regla rota de la archivística.

¿Qué balance hacés de estos 10 años de la editorial? ¿Estás contenta de haberte traicionado?

—Sí, sí. Estoy re contenta. En realidad, era algo que siempre quería, pero no había visto la forma y Carlos no solamente me impulsó a hacerlo, sino que me persiguió hasta que efectivamente estuve trabajando para hacerlo y pagó toda la edición porque yo no hubiera podido. Me encanta tener una editorial. Los libros son más pesados que los fanzines, pero me encanta trabajar con estos materiales. Me interesa contribuir al armado de la historia de esta subcultura. Creo que es valioso ir teniendo esos registros porque se resignifican y son materiales para otras personas que los quieran usar después.

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Imagen: Alma de diamante

Salón Verdi, La Boca, 2 de mayo de 1986. Esa noche, se realizó el “primer festival independiente y autogestivo de pura ideología punk, organizado por una cooperativa de bandas afrontando la precariedad de la época a pura garra”, escribe Pat en Derrumbando la Casa Rosada, una compilación de artículos sobre los primeros punkies de la Argentina, editado en 2011. “Fue el primer recital hecho con una cooperativa que tenía unos principios ideológicos muy conscientes y para mí fue re importante. Creía firmemente en esos valores”, dice ahora desde Traslasierra.

En el festipunk, estuvieron presentes Todos Tus Muertos, Los Corrosivos, Mutantes del Kaos, Antihéroes, Valió la Pena y Sentimiento Incontrolable, el grupo anarcopunk que compartía Pat con otros músicos. A pesar de los disturbios ocasionados por la hinchada de Boca que irrumpió en el festipunk, se pudieron llevar adelante los shows ante casi 400 personas. Un éxito de la cooperativa que se tradujo en otras dos ediciones. “La cooperativa murió porque arrancamos con mucho ímpetu y surgieron complicaciones que no pudimos superar, las responsabilidades se dispersaban y, hacia el final, había cierto resquemor entre los grupos y falta de interés. Cada uno tiraba para su lado”, concluye Pat. 

Como vos decís en el libro, citando a Chary de Loquero, quizás era más importante lo que pasaba alrededor del festival que lo que sucedía en el escenario. ¿Por eso se te dio por recuperar estas historias a través de diferentes formatos?

—Alrededor de 2010 o 2011, empiezo a hacer rescates de mis propias cosas, a darles un valor histórico. Siempre me interesaron la historia, la antropología y la archivística, ya tenía una perspectiva histórica y empecé a acomodar los hechos para generar un evento histórico que pueda ser relatado o que pueda ser fuente de alguien que quiere contar un período. Empecé a categorizar los hechos históricos en los que estuve como una testiga privilegiada.

¿De ahí sale lo de “archivística punk”?

—Lo que retomo con la idea de archivística punk son las memorias dañadas. En un evento donde nadie se acuerda de nada y ni siquiera en ese momento lo podrías reconstruir. Es muy importante ese tipo de recolección de esta escena y de otras escenas que se mueven con la contrahistoria.

Vos, en ese momento, ¿ya guardabas las cosas que ibas produciendo y las que llegaban a tus manos?

Mirá, en el momento, ya las consideraba valiosas, pero perdí muchas porque en los 90 tiré casi todo. Me quedó una parte muy pequeña de lo que tenía y mucha gente me pedía cosas y yo se las daba. Esas cosas son huellas, son una prueba de que eso existió y, para mí, tener una prueba de que ese hecho existió es lo que lo hace trascender en el tiempo. Mientras ese papel exista, algo de ese acontecimiento sigue con vida. Esa es la primera causa, el primer motivo por el que siempre traté de rescatar las cosas, aunque una parte mía practicara eso de dar. También muchas cosas que me dieron en esos años aún las conservo, pero no tenía nombre todavía, no era “archivística punk”, como le decimos.


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Imagen: Alma de diamante

Buenos Aires, 1984. Además de retratar la escena punk en su fanzine y escribir para la publicación estadounidense Maximumrocknroll, fundada en la ciudad de San Francisco en 1982, Pat formó parte de varios grupos de música. En 1984, se colgó una Faim Les Paul negra y salió al escenario. Aunque no fue por mucho tiempo, tocaron tres o cuatro veces y el último recital fue el 11 de julio de 1984 en Lanús Oeste. “No llegamos a tocar porque nos llevaron detenid*s a l*s músic*s y al público, y vari*s quedamos pres*s durante una semana. Atravesar esta experiencia no solo reafirmó mi línea de pensamiento libertaria, sino que me dio el impulso que me faltaba para dejar Los Inservibles -a quienes les agradeceré eternamente haberme hecho entrar en el mundo del rock- y hacer mi propia banda ‘punk rock política’”, cuenta en Derrumbando la Casa Rosada. A fines de ese año, inspirada en bandas como Crass, Pat creó junto con otros músicos de la época el grupo Sentimiento Incontrolable, de raíz autogestiva y anárquica. A los años, se empezó a sentir incómoda en su propia banda.

El 18 de octubre de 1986, en un festipunk en la Sociedad Polonesa, Pat (que en ese momento había optado por el alter ego Pat Kombat Rocker) desenchufó la guitarra en el medio de una canción y se bajó del escenario. “De ser una persona que pensaba que me iba a suicidar a los 17 años porque no soportaba a la sociedad, a los dos años, tenía una banda con nombre, con ideas, escribía canciones, tenía un fanzine. Ese era mi mundo”, relata hoy. Pat siguió con la música, cambió la guitarra por el bajo, formó el grupo Miles de millones de cadáveres de niños negros muertos de hambre y de frío, que después acortaron a Cadáveres de Niños y, finalmente, a Cadáveres, junto con Lucio Adamo, Jorge Gipsy, Marcelo Pocavida (exmiembro de los pioneros punk Los Baraja) y Pablo Strangler. Al año siguiente, con Adamo y Pilar Arrese, formaron She Devils, “un grupo de garage punk primitivo”, como dijera la misma Pat. Al tiempo, Inés Laurencena entró en la batería. Actualmente, las tres forman parte de Kumbia Queers, un proyecto nacido en 2007 que fusiona punk rock, cumbia y música tropical. O como ellas lo definen: tropipunk.


Traslasierra, febrero de 2023. La plaza de Villa de las Rosas explota de gente. La tradicional feria de artesanxs recibe turistas de todo el país. En el verano, por las noches, hay pequeños recitales en una de sus glorietas. Hoy, toca una banda de punk rock y la vamos a ver. Se llama Fuera del Tiempo. Suenan ajustadxs, con mucho training. Miro al costado. Reconozco a Pat, que luego cantaría una canción con ellxs. ¿Qué hace acá? ¿También está paseando? Nada que Google no sepa.

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Imagen: gentileza Pat Pietrafesa

En 2021, Pat se fue a vivir Traslasierra junto con su pareja Nicolás, el guitarrista de Fuera del Tiempo. Allí estableció su base de operaciones y cruza las sierras varias veces al año para organizar la Feria del libro punk y derivades en Buenos Aires, que tendrá una nueva edición los días 11 y 12 de noviembre en el barrio de Flores, o para irse de gira junto con las Kumbia Queers.

El punk está muy relacionado con lo urbano y con la nocturnidad. ¿En qué momento dijiste “me voy a vivir a las sierras de Córdoba”?

—Yo dejé el punk a finales de los 80, aunque todavía me súper interesan todos sus principios ideológicos, políticos, éticos y estéticos. Pero hace muchísimo que no transito ese estilo de vida. En 2014, con Nico, mi compañero, empezamos a venir para Traslasierra. Al año siguiente, encontramos un terreno muy barato, que es donde estamos, y de a poco empezamos a venir y nos quedábamos mucho tiempo, pero no era el plan en ese momento y, en pandemia, como le pasó a mucha gente, dijimos “bueno, dale, vamos a probar a ver qué onda porque se pudre todo y prefiero estar allá”. Voy muy seguido a Buenos Aires porque mi banda está ahí. No sé si es “mi lugar”, pero, por el momento, sí. También nos interesaba poder ser más cuidadosos con el ambiente. Es necesario también, si tenés la oportunidad, acercarte a vivir de otra manera.


*Por Pablo Giordana para La tinta / Imagen de portada: Lulacomeback.

Palabras claves: autogestión, Pat Pietrafesa, Punk

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