Los desafíos de los feminismos juveniles ante el avance de la ultraderecha
La avanzada de los discursos de la ultraderecha son un desafío para los feminismos, porque amenazan directamente los derechos conquistados y las demandas vigentes. En un contexto de fuerte polarización, la investigadora Silvia Elizalde se presenta hoy a las 16 h en el Auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela, en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, para conversar sobre los legados y los desafíos de los feminismos, a 40 años de la recuperación democrática.
A 40 años de la recuperación de la democracia, nos encontramos con el crecimiento de la ultraderecha, su expresión en las juventudes masculinizadas y sectores que construyen la agenda pública poniendo en cuestión derechos conquistados como la ESI, el aborto, los derechos de las personas LGBTTQ+ y los discursos de odio como regla de juego. Por estos días de vorágine electoral, oscilan las acusaciones a las feministas como piantavotos o como culpables del backlash por la agenda de minorías “que le impuso a la sociedad”. Sin embargo, también somos las mujeres e identidades feminizadas gran parte de la contención de la ultraderecha en el plano electoral.
Desde la gran movilización del Ni Una Menos (NUM) en 2015 y la ampliación de demandas que conllevó en los años que le siguieron hasta hoy, vivimos muchas transformaciones en los feminismos y en la vida de quienes los habitamos. En este último tiempo, algunas lecturas hablan de la desmovilización del movimiento, la falta de convocatoria o capacidad para entusiasmar, particularmente en las pibas. “¿Dónde están todas las pibas del 2015 y de la marea verde?”, se escucha a algunes decir, más como una acusación que como una pregunta u observación genuina. Las feministas son el blanco de agresiones en las redes, en las instituciones, en los discursos y un poco que no es novedad.
Volver a mirar la genealogía de la participación juvenil en los activismos de género y feministas de la última década con énfasis en el Ni Una Menos como clivaje de la popularización de los feminismos es un ejercicio que nos devuelve a una historia propia, lejos de las agresiones y que nos recuerda la potencia, que es puntapié para pensar los desafíos por delante.
En ese pendular de hacer memoria y las preocupaciones actuales, la Dra. Silvia Elizalde nos da un adelanto de lo que profundizará hoy, en la conferencia Jóvenes, feminismo y democracia. Legados y desafíos de las luchas políticas recientes, que será a las 16 h en el Auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela en la UNC, organizada por el Instituto de Humanidades (IDH-CONICET/UNC)*.
Silvia Elizalde es doctora en Filosofía y Letras, e investigadora del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, y lleva muchos años trabajando en el campo de los estudios culturales de jóvenes y activismos de género. Es autora de los libros Tiempos de chicas. Identidad, cultura y poder de 2015, Jóvenes en cuestión. Configuraciones de género y sexualidad en la cultura 2011.
¿Por qué el feminismo ha devenido en una narrativa popular?
Para la entrevistada, es interesante pensar cuál sería el componente de lo popular: “Una de las maneras de pensar esto es advertir que, de la mano del NUM como condición y como resultado de una ebullición en las demandas de la agenda feminista -que se venía gestando desde cinco décadas atrás-, que en los años previos al 2015 experimenta un desplazamiento en su visibilidad pública y en los modos en que es reconocido el feminismo como tal socialmente. El 2015 no tiene que ser pensado como un momento inaugural, sino como un momento condensador de transformaciones. Si antes de esto los feminismos eran asociados a demandas puntuales -casi diría personalizadas-, en un conjunto de referentes o en un perfil de militantes mujeres, de mediana edad, clase media e ilustradas, ahora se produce la masificación de las demandas a través de marchas que se multiplican en distintos lugares del país. Que serán registradas por los medios y las redes sociales, dejando justamente en evidencia el componente masivo y espectacularizante, como las pelucas, el glitter, la fiesta, las coreografías y también el componente juvenil: los torsos desnudos de las chicas, su juventud hecha cuerpo colectivo en las luchas”.
Ese desplazamiento reversiona los feminismos en una narrativa popular, un espacio de praxis discursiva política. Las pibas que salen a las calles después habitan sus espacios de sociabilidad con las resonancias de lo que se estaba debatiendo y poniendo en cuestión. Para Elizalde, es llamativo el modo en que las jóvenes se apropian de una agenda feminista de largo aliento como es la discusión sobre las violencias machistas, sexistas o de género -en esa nomenclatura así más variada que han tenido estas prácticas-, y la discusión sobre la autonomía del cuerpo bajo la figura de la demanda por la legalización del aborto.
“A esas demandas clásicas -entre comillas- del feminismo en nuestro país y la región, las jóvenes le imprimen un sello generacional. Por un lado, resignifican los alcances de esos dos ejes de demandas, por ejemplo, el de la violencia, incorporando elementos evidentes del acoso callejero, los micromachismos, las formas de abusos -y no sólo el femicidio y no solo la violencia física y no solo etcétera- y, por otro lado, en relación al aborto, aparece la experiencia personal, la demanda por la autonomía del cuerpo que les permita el desarrollo integral de sus vidas. Una circunstancia que efectivamente esta generación habita o conoce de cerca o en primera persona; el embarazo no deseado, no buscado, producto de desinformación o de violencias, pero que requiere de una respuesta del Estado porque es parte de su experiencia vital. ‘Yo aborté’ o ‘yo acompañé a compañeras a abortar’, les está pasando, no es a lo que se suman como retórica de derechos”, detalla la investigadora.
La pandemia, una pausa obligada y el cultivo de las derechas
“No hay dudas del cimbronazo que fue para las formas de movilización, casi constante, de las jóvenes en las calles; NUM, Paro Internacional, 8M, las marchas del orgullo, pañuelazos, etc. A la vez que generó una interrupción que, para la experiencia vital de la adolescencia y la juventud, es un montón. Dos años transitando la escuela secundaria o la vida universitaria, por ejemplo, sin la sociabilidad entre pares y sin la posibilidad de compartir la vivencia de la manifestación callejera es un montón. La pandemia produjo un freno al entusiasmo de tomar las calles y, en el regreso a la presencialidad, lo que aparece es una merma de esa participación masiva, que no desaparece, pero se reconfigura y aún estamos investigando de qué manera ocurre esa reconfiguración. Hay algo de poner el cuerpo en la calle que retrocedió, también con una coyuntura política, económica y social compleja”.
De pronto, todo puede ser dicho; discursos antidemocráticos, radicalizados, violentos y con un lenguaje de la crueldad, disputan y vacían los conceptos que hemos alojado y cuidado desde el regreso de la democracia. Para Elizalde, las circunstancias del aislamiento por la pandemia, entendido como coacción o estrechamiento de las libertades individuales, permitió la coagulación para las nuevas derechas que dio inicio a un cierto protagonismo juvenil de derecha inscripta en el campo libertario y liberal. Las cuales empiezan a resignificar algunas agendas y consignas democráticas conquistadas o ponerlas como objeto de disputa, pero de un desarrollo avanzado para sus propias causas. «Hay una reapropiación de agendas y de repertorios de acción por parte de la derecha y de cierto componente juvenil, que es justamente el reto que tenemos hoy por delante para pensar, para actuar y abrir el horizonte de preguntas de cómo esto se articula tensamente con los legados que el feminismo viene dejando para las nuevas generaciones, sobre todo en mujeres”.
Acercate a la conferencia para profundizar en estos ejes que nos adelantó en esta nota.
*En el marco del proyecto de Unidad Ejecutora del IDH: democratización, modernización y desigualdad en Córdoba desde la recuperación democrática.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Iván Brailovsky para La tinta.