La Biblioteca de ACIC, un proyecto sin urgencia
Mónica Chudnobsky, Liliana Mindez, Celina Firbank, Alejandra Herbstein, Cecilia Re y Silvia Córdoba están reactivando una biblioteca. Cinco están jubiladas y destacan la importancia de pensarse en esta nueva etapa. “Hace dos años, decidimos juntarnos, activar en un momento de mucha desarticulación e interactuar con otras en este cambio de ciclo vital”. Remarcan que están ensayando nuevas experiencias y propuestas para fortalecer la impronta feminista y de perspectiva de género dentro de la biblio.
Se encuentran todas las semanas en barrio Jardín. Un predio amplio lleno de árboles y con una pileta, asadores y canchas de fútbol, básquet, palestra, conocido como el campo de deportes de la Asociación Cultural Israelita de Córdoba (ACIC) que hace 110 años tiene las puertas abiertas con la impronta de un club deportivo y cultural. Una de las puertas de ingreso tiene pegados horarios y está rodeada de un mural y un cartel que dice Biblioteca ACIC. “Hay gente que nos dice: ‘No sabíamos que había una biblioteca acá’. Algunas solo preguntan, otras entran”.
La biblioteca estuvo mucho tiempo cerrada. En 2011, comenzó a reactivarse con períodos más activos que otros, “pasa que todo es a pulmón, entonces, las personas van rotando y el proyecto también. No es fácil sostenerlo, se necesitaba un trabajo de más sistematicidad. En febrero del año pasado, decidimos abrir. Estar acá es importante, abrir la puerta es importante”, dice Alejandra, que hace más de 40 años es parte de ACIC. Mónica, Celina y Liliana también llevan muchos años en la institución. Silvia es vecina del barrio y Cecilia llegó porque es vecina de Celina.
Limpiar, ordenar, clasificar, catalogar. No les fue fácil decidir qué libro se quedaba y cuál se iba, pero, con el tiempo y la claridad de la impronta que le quieren dar, ya lo hacen más rápido y seguras. “Entre las vitrinas cerradas hace tanto tiempo, hay muchísimos libros que quizá no están en otras biblios y eso es muy valioso, y hay otros que no queremos que sean parte de la propuesta, a esos los llevamos a la feria agroecológica, en lo que llamamos suelta de libros. También buscamos y recibimos donaciones. Hoy, tenemos más de 4.000 títulos clasificados para prestar”, detalla Liliana.
Mónica, cuya familia está en la institución desde su abuelo y abuela, recuerda que ACIC nació como una biblioteca, cuando un grupo de inmigrantes judíos -con poco equipaje, pero con gran bagaje cultural- se instalaron en estas tierras. Hay muchos libros en idish, en unas vitrinas preciosas que están cobijándolos hace más de 100 años. ¿Cómo se piensa una biblioteca después de una década? ¿Cómo se protege el gesto de convocar a partir de libros en un contexto digital y de algoritmos caprichosos de la lectura? Para Alejandra, en un punto, los libros son una excusa: “Nos posicionamos como biblioteca, pero los libros no son un fin en sí mismo. La lectura muchas veces -si no siempre- es individual y uno de los desafíos es cómo colectivizar ese acto de lectura y encuentro con la creatividad de un otrx. El libro no es un bien en sí mismo, sino está en manos de todxs, ¿no?”. Son lectoras, amantes de los libros y entienden la literatura y cultura como una posibilidad de transformación de la vida y la sociedad. Para Cecilia, “la lectura condensa un poco de la militancia y el feminismo, en cuanto pone en cuestión la división de lo público y lo privado”.
El primer año fue de mucho trabajo físico. Este 2023, empezaron con otros objetivos: talleres sobre género y sexualidades, actividades literarias con escuelas, presentaciones de libros. Sin embargo, saben que la función de la biblioteca ya no es la que era. Si bien algunas personas se acercan a pedir libros prestados, sumaron otras propuestas de acercamiento de la gente, “recuperar el espacio como lugar de encuentro, una excusa para que pasen otras cosas”.
El año pasado fue el puntapié, este año consolidaron el equipo y el año que viene apuestan a pensar en una planificación y un trabajo más territorial. “El límite es el cielo”, dice Alejandra y todas se ríen. “Cuando empezamos, nos preguntamos: ¿para qué nos juntamos? ¿Qué queremos? ¿Cómo nos identificamos? Esbozamos un perfil de biblioteca, pero es algo que está en movimiento”, agrega Mónica.
Hay elementos, detalles, carteles y formas que toman los lugares, que hablan por sí mismos. Hay pañuelos colgados sobre una de las vitrinas, desde el icónico pañuelo blanco de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, pasando por el pañuelo verde y el plateado, el de la revolución de las viejas. Todos representan un pedacito de lucha y demandas de los feminismos. “Decidimos que quien entra por la puerta tiene una mirada muy clara de cuáles son nuestras líneas. ACIC tiene una historia muy activa de militancia y promoción de los derechos humanos; en esa trayectoria, hoy vamos sumando la perspectiva de género y feminista, y así vamos permeando otros espacios”, remarca Celina.
Para Cecilia y Silvia, que vienen de la militancia feminista en el Movimiento de Mujeres de Córdoba, sumarse a este proyecto significó “aprender a vincularse con gente que viene de otras militancias y prácticas. Dábamos por sentado algunas cosas que tuvimos que discutirlas. Un mes y medio nos llevó la definición de un taller de género y sexualidades, pero en ese ejercicio entendimos que es parte de reencontrarnos y recrearnos en otros contextos. Es un ejercicio enriquecedor debatir sobre lo que, aparentemente, todas opinamos igual”, explica Silvia. Con mucha tranquilidad, Cecilia dice: “En estos debates, hacemos consistir una realidad; que las discusiones no están siempre cerradas ni clausuradas. Están en proceso y se van alimentando con las diferentes y nuevas miradas”.
Un báner con fondo violeta indica que son parte de la Red de Bibliotecas con Perspectiva de Géneros, que lleva 7 años construyendo una apuesta entre las bibliotecas populares. “Nos quisimos identificar y agrupar con esas bibliotecas, existen otras redes, pero nos interesaba empezar por ahí, en la línea de defensa de los derechos de las mujeres y disidencias. Marta Sagadín tuvo la iniciativa hace más de 25 años, cuando creó la primera biblioteca con perspectiva de género y feminista, la Juana Manuela Gorriti. Después vino la red, la única en el país, que en su momento trabajó para que cada biblioteca tuviera un estante de género obligatorio. Para así seguir fortaleciendo y fomentando la lectura de literatura de autoras cordobesas, argentinas y latinoamericanas, material de formación sobre feminismo y problemáticas de géneros. También es un espacio de intercambio de información, circulación de experiencias y hacer -por lo menos- dos encuentros al año y del que aprendemos mucho”, detalla Cecilia.
Y Alejandra agrega: “La red potencia esas acciones pequeñitas que hacemos acá. A nosotras nos exigió empezar a ver lo que teníamos, era poco, pero armamos un estante. El año pasado, fuimos a la Feria del Libro en Buenos Aires y compramos más material con dinero recaudado de la liberación de libros y de una donación de la red”.
Eso que dice Galeano, “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Algo de eso se siente con ellas. “Cuando todo el mundo quiere quedarse en su casa, no quiere quilombo, no quiere ir a lugares, no quiere afrontar discusiones, nosotras apostamos por este proyecto. Pero pusimos un acuerdo de cuidado: no recargarnos ni ahogarnos, que suele ser un poco el vicio de los espacios colectivos”, dice Alejandra. Yo escucho con mucha atención, siento que están por decirme algo muy valioso. Cecilia advierte mi cara: “A veces esos espacios se nos vuelven inmensos. Si no tenemos ganas de hacer algo, no lo hacemos, sin culpa, sin que después recaigan en ‘aquella nunca hace esto’. Pensamos en el disfrute, lo peor que nos puede pasar en esta nueva etapa del ciclo vital es encerrarnos. Estar acá fue salir al encuentro con otra y conversar sin la urgencia de tener que producir algo. Todas trabajamos toda la vida, dentro y fuera de la casa, nos cuesta un montón dejar de pensarnos en términos productivos. El disfrute y el placer en una apuesta colectiva, sin buscar resultados inmediatos”.
Alejandra no demora en decir: “Somos de la generación que prendíamos la luz en una reunión y las que apagamos la luz después de limpiar, por supuesto. Con los años, y esta etapa de la vida, hemos aprendido sobre todo a sostenernos en el tiempo. Si vos te reventaste el primer mes, no sostenés y tener esa puerta abierta durante muchos años es necesario para que la gente del barrio sepa que estamos y que puede venir. No sirve abrir una vez sí y otras no. Tener esa puerta abierta implica poder sostenernos en el tiempo y no podemos reventarnos el primer mes. Eso se aprende”.
Todas coinciden en lo cómodas que están en el espacio, no están cerradas a que las cosas sean de una manera determinada, eligen y asumen construir desde adentro de una institución como una apuesta democrática. “Tomamos este trabajo con mucho amor y mucha generosidad, pero también respetando lo que cada una puede o quiere dedicarle a la biblioteca”, aclara Liliana.
Este viernes a las 18 h, se presenta el libro de Eugenia Izquierdo, Mujeres. Luchas y conquistas. Un trabajo de recopilación visual de las luchas por los derechos de las mujeres en una línea de tiempo desde el 1900 al 2020. Organizado junto con la Red de Bibliotecas con Perspectiva de Géneros y con la presencia de la autora, la biblioteca de ACIC invita a todas las personas que quieran llegarse a conversar sobre estas genealogías, siempre inacabadas.
Para Cecilia, la presentación del libro es una oportunidad para hacer foco y visibilizar lo que han sido las luchas por esos derechos que parecen tan naturalizados, y compartir las preocupaciones en esta coyuntura en relación a los posibles riesgos de que los derechos estén en juego. Por ejemplo, la patria potestad compartida que parece que siempre estuvo y, en realidad, fue producto de una lucha.
Desde las potencialidades, los deseos, los límites y las disponibilidades, están construyendo este espacio, sin urgencia. Para donaciones de libros, pueden contactarse por sus redes o llegarse a la sede en Villanueva 3040, los martes de 15 a 20 y los viernes de 9 a 12 h.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Ana Medero para La tinta.