Ojotropo, una escuelita de artes visuales para aprender jugando
En el asentamiento Una Esperanza, cada semana y desde el 2020, Romina Cabrera, Gabiota San Martín y una veintena de niñes de entre 6 a 12 años se reúnen a crear en Ojotropo, una escuela de artes y realización audiovisual. «Pensar en una infancia en movimiento es un desafío político y creativo», dicen las coordinadoras acerca de este proyecto, donde el juego y la exploración son actos revolucionarios.
“Llegamos a Una Esperanza durante la pandemia a raíz de un pedido de ayuda de una vecina, para hacer un comedor con una organización compañera, el Encuentro de Organizaciones. Nosotras veníamos trabajando en Campo de la Ribera, en donde los procesos de organización y lazos solidarios se estaban afianzando fuertemente. En Una Esperanza, vimos todo por hacer, un terreno que no mide más de tres cuadras, filas de casitas fabricadas con de todo y muches niñes. Comenzamos con encuentros esporádicos hasta que decidimos migrar y plantar bandera. De esto, ya pasaron 2 años más o menos”, cuentan Romina Cabrera y Gabiota San Martín a La tinta.
Una Esperanza está ubicada en el sureste de nuestra ciudad. Entre el canal de la Circunvalación y las vías del tren del barrio José Ignacio Díaz, se calcula que viven 75 familias, en las que la recolección de cartón y la venta ambulante son las actividades laborales más frecuentes. En el asentamiento, no hay ni centros culturales ni salones ni espacios recreativos. «La Escuelita” -que nació de la Asamblea de Campo de la Ribera- funciona dentro de la comunidad barrial buscando generar acceso, producción cultural y lazos solidarios.
“A veces trabajar en el territorio es difícil, no contamos con un espacio físico para hacer el taller, así que estamos supeditadas a los cambios climáticos. Otras veces las prioridades cambian y lo planificado en el taller debe esperar para auxiliar situaciones que se generan en el barrio, como, por ejemplo, cuando se inundan las casitas o los vecinos se quedan sin agua. Sin embargo, muchas de estas situaciones se pueden prestar a que juguemos a filmar, como cuando decidimos jugar a hacer un noticiero para reclamar por la limpieza del canal o, mejor aún, cuando imaginamos que tres heroínas protegen el canal de personas que lo contaminan”, explican las coordinadoras.
Jugar a filmar
Las talleristas saben que, para les niñes, agarrar la cámara se convierte en una forma de exploración y de pensamiento: “La mirada a veces se posa sobre un perrito con cara de lástima que mueve la cola en busca de cariño o un hermanito bebé que recibe piropos del niñe camarógrafe, una vecina colgando la ropa o los muchachos del barrio compartiendo una cerveza en una vereda. Cuando pasa esto, sentimos que ahí está la posibilidad de que comiencen, a su manera, a pensar su barrio y quiénes viven ahí”.
Aunque hacer videos, cortos o pelis es el objetivo final de Ojotropo, los encuentros se enfocan en jugar. “Si no puedo jugar, no quiero ser parte de tu revolución”, dicen las responsables del taller y detallan: “Muchas veces nos centramos en el hacer algo con las manos, una careta para un posible carnaval en el barrio, fanzines que hablen de nuestras casitas. El hacer individual y conjunto se convierte en una mesa con charlas delirantes y a veces reveladoras. La propuesta y planificación siempre están, pero todo puede suceder y si de repente nos dan ganas de jugar al fútbol y de eso nos imaginamos que una de las seños está enamorada del Kun Agüero y, al encontrar unas rodilleras, fantasea con encontrarlo en el barrio”. El equipo de Ojotropo se completa con Pablo Rossi editando videos desde el otro lado del charco, Rodrigo Guerrero y Manu Palomeque.
Romina y Gabiota nos recuerdan algo que ya sabemos: les niñes se animan a preguntar y la cámara en el barrio no es la del noticiero del mediodía, que ya viene con ideas preconcebidas sobre la zona y quienes viven ahí: “Aquí, la cámara pregunta: ‘¿Cómo estás? ¿Qué te gusta? ¿Cómo llegaste al barrio? ¿Qué te gusta del barrio? ¿Qué película querés que hagamos?’. Hay luces en nuestros ojos cuando esto sucede. Y las respuestas que surgen muchas veces expresan un sentimiento de comunidad, de identidad y pertenencia, Desde Ojotropo, creemos en construir un lugar seguro para que las infancias puedan moverse; jugar y explorar es un acto de revolución. Pensar en una infancia en movimiento es un desafío político y creativo. Las infancias vienen a reinventar el mundo desde ese juego creativo hasta su libertad para mirar y observar”.
“La magia se amplifica en lo comunitario”
El momento de compartir con el barrio lo que se realiza en Ojotropo es muy importante. Es, como aseguran las coordinadoras, el instante en que la magia se hace presente. “Cuando lo que hacemos con les niñes trasciende el taller, cuando son les adultes y mapadres quienes comienzan a participar del proceso, ya sea compartiendo las producciones, prestando la casa, haciendo la merienda, actuando o acompañándonos a filmar. Ahí se hace presente lo comunitario. Consideramos a las acciones comunitarias como experiencias transformadoras de la realidad. Resignificamos a las historias que surgen en la comunidad a partir de su cotidiano y de las vivencias que surgen en el territorio, construyendo nuestra propia narrativa, a partir de nuestras experiencias y voces compartidas”.
Y no estamos solas, culminan. Como Ojotropo, hay otras experiencias similares y compañeras en otros lugares, muchas se reúnen en la Mesa de Cine Comunitario de Córdoba. Pero esa será otra nota.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Ojotropo.