Orsai inaugura una forma de producir cine: «La uruguaya», una película financiada por bonistas

Orsai inaugura una forma de producir cine: «La uruguaya», una película financiada por bonistas
25 agosto, 2023 por Redacción La tinta

El primer partido de Orsai Audiovisuales está en juego. Ya pasaron más de 20 mil personas por el cine para ver la película adaptación a la pantalla grande de la novela de Pedro Mairal. Financiada íntegramente con el aporte de casi dos mil socixs productores que ya recuperaron la inversión, es un proyecto audaz y prometedor.

«Muy buena la película que te mandaste», le dice un pibe a otro. Ambos están sentados en la sala del cine y acaba de terminar la película La uruguaya. Otra pregunta si la vieron, porque salió como extra. Nadie se mueve de sus butacas, se están buscando en un listado de nombres: los créditos finales de la peli. Es que son socixs productores, invirtieron guita en la peli, pero, sobre todo, fueron partícipes del proceso de hacerla

Esta coproducción uruguayo-argentina es una adaptación a la pantalla grande de la novela de Pedro Mairal. Filmada entre Montevideo y Buenos Aires en plena pandemia, tiene la novedad de haber sido producida por 1.961 socixs productores bajo la coordinación de Orsai Audiovisuales. Una apuesta para hacer cine en muchos sentidos, pero particularmente en la financiación, porque fue realizada íntegramente con el aporte de socios coproductores que, en múltiplos de 100 dólares, podían invertir lo que cada quien quisiera hasta llegar a los 600 mil dólares que fue el presupuesto. Cada quien recibió un bono por la inversión: «Bonistas del cine».

Ahora que la película ya se estrenó y fue vendida a Disney, cada quien recuperó el dinero invertido. Hay nuevos mercados disponibles de venta que implican nuevos ingresos de dinero que van a ir de vuelta a los bolsillos de cada productor de este sistema.

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Bono Orsai, diseñado de manera artesanal por Yani Arabena, Guillermo Vizzari.

El guion adaptado del libro estuvo a cargo de Chiri Basilis -cofundador de Orsai-, junto a Josefina Licitra, Sofía Badía, Alejo Barmasch, Juan Games, Marcos Krivocapich y Melania Stucchi. La directora Ana García Blaya y el mismo Mairal fueron parte del equipo de revisión del guion. El equipo acaba de recibir el premio Argentores a Mejor Guion en el Festival de Cine del Fin del Mundo.

Antes del estreno, llegó al correo de más de 8.000 socixs de la comunidad audiovisual Orsai un mail de Hernán Casciari agitando para que vayan al cine a ver la peli y lleven gente, como un círculo de la abundancia, pero del bien.

«Si cada socio lleva a 4, hacemos un desastre de taquilla, después sale Clarín y dice: Cómo puede ser, cómo lo hicieron, nadie sabe nada una mierda confundimos a la gente y eso que significa que nuestra forma de hacer cine se va a convertir en un fenómeno social y los próximos proyectos los vamos a vender mejor y un día te vas a comprar un termotanque nuevo con las ganancias de lo que pusiste». 

Ya pasaron más de 20 mil personas por el cine, se posicionó como una de las 10 mejores producciones nacionales en lo que va del año y pronto se podrá ver en plataformas. No es una película más, inaugura una forma de producción, hasta el momento, no explorada como tal. Desde la comunidad Orsai, hablan de la creación del modelo, aunque no puede encasillarse mucho, es fácil acordar que es una apuesta audaz y que muestra un horizonte posible. Concreto.

En diálogo con La tinta, Ignacio Merlo -jefe de comunicación- cuenta que cuando empezaron, no tenían idea de cómo hacer cine, se mandaron porque son manijas y salió mucho mejor de lo que creían. Además, todo esto pasó en pandemia, hacerla, grabarla y, en el medio de surfear todo lo que pasó vertiginosamente en estos años, aprendieron a armar un modelo de creación de contenidos audiovisuales. 

«Buscamos -y, de hecho, lo hicimos- diferenciarnos de la idea del crowdfunding. En ese tipo de propuestas, un grupo de gente pone plata como si fuese mecenazgo para financiar algo a cambio de algo. Pasa, por ejemplo, con bandas de música que después te dan un disco. Nosotrxs queríamos una versión más horizontal, juntamos entre todxs y lo que ganemos, lo repartimos. El presupuesto total de la película fue de 600 mil dólares, quizás es demasiado transparente la forma, pero nos gusta entender, explicar y mostrar que se puede hacer de otra manera. No es que sea la única, no renegamos de las formas tradicionales y los subsidios del INCAA o de otros, pero nuestra forma es otra, se puede y está bueno. Y no es solo desde lo económico, sino en la producción, abrimos a la participación de socixs productores en todo el proceso de realización de varias formas. Hay quienes prestaron locaciones, dieron hospedaje, consiguieron vehículos y además tuvieron papeles de extras, como yo que soy el que vende los tickets de Buquebus», detalla Ignacio.

Cuando quisieron cargar todxs lxs socixs productores en los créditos de la película en el IMBd, el sitio de referencia en la industria, tuvieron que darles un montón de explicaciones porque pensaron que era una joda, no hay pelis que tengan tantos productores. 

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Walter Alini es socio productor de La Uruguaya y fue a ver su peli al cine. Es la primera vez que es parte de un proyecto así: «Me sumé al proyecto porque me parecía un buen lugar para hacer una inversión con parte de mis ahorros, porque sabía que iba a tener asegurada la diversión y el aprendizaje, que fueron los dos principales factores que puse en juego. Lo aproveché para aprender sobre el proceso de creación de una película y del funcionamiento de la industria, que desconocía. Ha sido una experiencia extremadamente positiva, se integra una comunidad no en la obtención de ganancias, sino en la participación. Finalizado este proceso de hacer cine -para alguien como yo que no tenía experiencia-, me encuentro con más conocimientos y la misma plata. No perdí dinero, me divertí y ahora soy una persona extremadamente feliz. A mí La uruguaya me cambió la vida«. 

Orsai Audiovisuales se desprende de la editorial. Cuando arrancaron con esta rama creativa en 2020, eran cinco y después la cosa fue escalando, ahora han crecido y tendido raíces y redes con otra gente. Si bien esta primera experiencia fue particular porque fue en pandemia, Ignacio dice que -en algún punto- participar fue una forma de transitar un poco mejor ese momento de angustia, soledad y distancia. Gente que no se conocía generó una amistad más allá del proyecto y, por ejemplo, hicieron un documental de la historia de la construcción de la peli.

Si te dicen que casi 2.000 personas -la mayoría no dedicada al cine- van a estar opinando, pensás que de mínimo puede ser caótico y una pésima idea. Desde Orsai, explican que no fue así, que trabajar con la mirada de lxs socixs todo el tiempo fue mucho más rico que problemático. Walter detalla las formas de participar: reuniones por Zoom, audios de podcast, correos electrónicos, audios. El desarrollo de ideas se dio mucho a partir de los grupos de Telegram y los audios que solicitaba la producción para compartir estas ideas. 


«Que más de 2.000 personas tengan como regla de juego sacar andando un proyecto único de su especie es parte de una forma alternativa de incorporar el conocimiento y el trabajo de una comunidad para el beneficio de un grupo. La toma de decisiones es distinta, la comercialización también, no hay adaptaciones de guiones a los gustos de los capitales que lo produjeron. Es una experiencia para que los usuarios de a pie se acerquen a un mundo que puede resultar desconocido», agrega el socio productor Alini. 


A partir del guion, se generó lo que se llama la escaleta, dice Walter, que es un término que aprendió en el transcurso de la producción. Con el guion ya escrito, los coproductores fueron parte de la lectura del mismo y se dieron espacios para opiniones. En el casting, votaron si querían gastar la mayor parte del dinero en actores consagrados y que el resto de la película fuera un poco más austera, o bien reforzar la producción integral de la película teniendo sueldos para los actores y las actrices que fueran menos conocidos. Quienes tenían renombre quedaron para papeles secundarios, como el caso de Gustavo Garzón y de Jazmín Stuart.

«En paralelo, se produjo un podcast que lo hizo Gabriel Grosvald; en cada uno de sus episodios íbamos aprendiendo sobre algunos de los departamentos que formaron parte de la película, de sus responsables, de las principales actividades que realizaban y, sobre todo, desde qué lugar podíamos ser un poco o mucho más activos. Según el interés y las disponibilidades, se podía participar de las reuniones de producción, vestuario, peluquería, maquillaje y cada tanto los responsables de los departamentos ponían en juego para el resto de la comunidad pedidos o preguntas o inquietudes que tuvieran alrededor de las responsabilidades», explica Walter. 

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Desde Orsai, dicen que el ejemplo de La Uruguaya -ya saben- es replicable a otro tipo de proyectos. «Ojalá que este tipo de producciones genere una forma alternativa de producir contenidos en Argentina y sea replicado en muchas comunidades, no solo del cine. Mientras la industria del cine atraviesa una crisis bastante grande, hay un montón de producciones que se han caído porque los algoritmos entienden que no van a prender en los espectadores en función de lo que van a consumir a futuro. Nadie termina de entender del todo hacia dónde estamos yendo en la industria cultural. Nosotros queríamos hacer historias de verdad, como se hacía antes, con guionistas escribiendo y un público que lo va acompañar», detalla Ignacio. 

Ahora que el primer experimento salió bien, el proyecto de audiovisuales fue escalando y en muy poco tiempo todo creció. Actualmente, tienen 9 proyectos en marcha, todos tienen socixs productores, misma lógica: aportan y después el reparto de dividendos. Un documental sobre la historia de la actriz cordobesa Justina Bustos; la miniserie Canelones, basada en cuento de Hernán; en octubre, empiezan a rodar en Bruselas una película, la ópera prima de Diego Peretti como director. Y ahora están con cinco películas: una comedia romántica escrita por Tamara Tenembaum, una comedia negra escrita por Pedro Saborido para Diego Capusotto, un drama de época con Felipe Pigna, una serie distópica con Ana García Blaya y una película animada sobre la vida del Dibu, con ilustraciones de Liniers y escrita por Casciari. 

Era un experimento que podría haber salido mal, dice Ignacio. Pero la manija que tienen es proporcional a animarse y crear algo que no estaba, probarlo y, ahora, mostrar que se puede. Excelente tirada a la pileta.

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: película La uruguaya (2023).

Palabras claves: Audiovisual, Cine argentino, Orsai

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