No, oh, no es amor, lo que tú sientes se llama homofilia

No, oh, no es amor, lo que tú sientes se llama homofilia
4 agosto, 2023 por Gonzalo Assusa

La sociedad también tiene sus leyes y su gravedad, su orden cósmico y sus átomos, sus fuerzas y resistencias. ¿Creíste que elegías libremente tu gusto musical, tu club, tu preferencia culinaria, tu vocación? Pes ta ñeaste. #Datitos sociológicos para todas y todos, como si se los explicara a mi abuela.

En una época, iba seguido al Cineclub Municipal. Cada vez que llegaba a la boletería, tenía la sensación de que me había olvidado de llevar el uniforme. Era el único que no me abrochaba la camisa hasta el último botón, que no usaba esos anteojos con marco de plástico negro cuatro talles más grandes que mi propia cabeza y que no cursaba la licenciatura en Letras Modernas.

Pero más que incomodidad, eso me despertaba curiosidad: los habitué del Hugo del Carril, ¿se compran esos accesorios porque van a ese cine? ¿O van a ese cine porque tienen esos accesorios? La sociología le llama homofilia, pero yo prefiero las palabras de mi abuela: Dios los cría y el viento los amontona. Si dos personas coinciden en muchas características en una población dada, es más probable que esas dos personas estén conectadas. Pero, pero, pero… el orden de los factores, ¿no altera el resultado? Si dos personas están conectadas, es más probable que tengan (desde antes o desarrolladas en el marco de esa relación, quién sabe, quién se acordaría) atributos comunes. Con el tiempo, las relaciones tienden a favorecer la homofilia, como esas personas que uno se cruza en la calle paseando perros que parecen réplicas de sí mismos, sólo que (a veces) más peludos y (a veces) más pequeños.

Dos vacas sagradas de la sociología como Robert Merton y Paul Lazarsfeld introdujeron este concepto en un libro sobre la amistad, pero la aplicación más común de esta idea se orienta a pensar la formación de parejas sexuales: la homogamia. Antes de la brutalidad de Tinder, algunos sitios de citas online aplicaban esta lógica: te buscaban el match perfecto de acuerdo a una serie de atributos. Hoy es la foto, pero también una lista de cosas que hacen contexto en la foto. Varón, remera sin mangas, moto de gran cilindrado y un bull terrier al lado: desmatcheado por Raúl. Ropa de lino, pelo planchado, caniche, mates y pan de campo con Mili y Pili: desmatcheada por Juliana.

Pero, ¿no era que los opuestos se atraían? Pues no, mi ciela. En una serie de investigaciones, Santiago Rodríguez ha demostrado que, en Argentina, para cualquier persona de cualquier clase social es más probable juntarse con alguien de la misma clase que con alguien de una clase diferente. Lo mismo sucede si le prestamos atención al nivel educativo: de cada 10 mujeres que no completaron el nivel secundario, más de 7 elegirán parejas que tampoco completaron ese nivel educativo. Y en los casos en los que la homogamia se rompe (heterogamia), se hace en corta distancia (con posiciones de clase social adyacentes). La barrera que es casi infranqueable es la que separa la clase alta del resto de los mortales en la estructura social: ¿el amor sobre toda diferencia social? Hasta acá llegaste, 840. De la entrada del country no pasás sin mostrar el DNI.

¿Qué otros atributos pueden causar la homofilia? Vos pensabas que era porque los dos escuchaban Morrisey o porque no le ponían azúcar al café, porque les cae mal Fantino y la gente que no come pizza, porque siguen comprando Budweiser en plena hegemonía de las cervezas artesanales, porque se ríe a carcajadas cada vez que decís cama arri-ba cama aba-jo, porque prefieren ver las películas dobladas al español para no perder la diégesis de la historia leyendo o porque, de los 74 sabores disponibles en la heladería, ambos piden crema americana.

Y puede ser, porque los gustos, las actitudes y los valores también son atributos. Según los cálculos de Daniel Schteingart, si escuchabas Coldplay en el 2015, era altamente probable que te enamoraras de alguien que conociste en el festejo del búnker de Cambiemos al son de “Yellow”. Pero, ¡a no desesperar! No es que no existan las almas gemelas. Lo que no existe es el alma. Pero si existiera, podría nacer en un parto múltiple y encontrarse, por medio de intrincados mecanismos societales, con su media naranja (aunque algunos preferirían mandarinas, hete aquí otro atributo digno de reunir y separar seres humanos): para cada Alf, una Rhonda. Puede ser una idea antipática para el romanticismo: no sos vos ni tampoco yo; somos vos, yo y los atributos que tenemos en común. Aunque también se podría decir que es obra del destino (sociológico) estar juntos.

Todo depende del refrán que se use para hablar de este fenómeno. «Birds of a feather flock together», opta por una causalidad basada en atributos. Si tienen el mismo plumaje, son aves de la misma bandada. El viento en el refrán de mi abuela es la fuerza de la sociedad, que nos condiciona (como Pavlov, pero sociológicamente) a juntarnos entre parecidos. Emile Durkheim creía que esa era una forma arcaica del lazo social. La llamó solidaridad mecánica, que significaba que los vínculos de cooperación entre las personas estaban fundados en la identidad o en el parecido de los segmentos. Para él, esta forma de solidaridad existía sólo en comunidades pequeñas y premodernas, como las aldeas de las culturas que cualquier francés promedio hubiese considerado primitivas. Según predijo, la modernidad y las dimensiones gigantescas de nuestras sociedades barrerían con ese mecanismo social. Pero henos aquí 130 años después, con tanta coincidencia algorítmica y tanta sobreactuación de la singularidad.

Obviamente, una idea así genera rechazo entre librepensadores y personas que se sienten súper especiales. Pero cuidado con la casuística. Prohibido el argumento de “yo tengo un amigo judío”. La tendencia al isomorfismo no es que vayas a ser literalmente igual a todas las personas que te rodean. Más bien significa que, en promedio, te diferenciás menos de las personas con las que estás socialmente conectado que de las personas con las que no tenés contacto alguno. La tendencia general, global y estadística es a la homofilia, y habrá que buscarse otra forma de sentirse especial.

Otra cosa es decir: «El que con lobos anda, a aullar se enseña». Ya no hay un viento ni marea que empuje hasta reunir. Se juntan por parecidos y cercanos, pero en un vínculo perdurable se influencian mutuamente. Por estar cerca, aprendieron a volverse parecidos. Huevo, gallina o ying yang dialéctico de la sociedad.

Hay un gran misterio que, en parte, se devela por la ley de homofilia. En el nuestro y en muchos países vecinos, entre un 70 y un 80 por ciento de la población se identifica como parte de la clase media. Si a eso le sumamos un 40 por ciento de pobres y el decil 10 de ingresos (el más alto en poder adquisitivo), tenemos como resultado una sociedad de, por lo menos, 120 por ciento (estructuras sociales con inflación si las hay). ¿Cómo se entiende semejante sesgo cognitivo? La explicación más recurrente en sociología es la que habla de disponibilidad heurística: como vivimos en entornos socialmente homogéneos y con relativa clausura, tendemos a sentirnos algo así como el promedio de las situaciones sociales del círculo de personas que nos rodean o con las que tenemos algún contacto (y con las que, además, somos bastante parecidos). El pupo del mundo (social) nuestro.

Dime con quién andas y te diré no solamente quién eres, sino también qué música es probable que escuches, qué partido es probable que votes, a qué cine es probable que asistas. ¿Te sentís una excepción? Claro. Como cada pupo del mundo que te antecedió, en cada versión previa de la Matrix. Confirmás la regla.

*Por Gonzalo Assusa para La tinta / Imagen de portada: Ezequiel Luque para La tinta.

Palabras claves: sociología

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