La Escuela del Monte en Sinsacate
En el norte cordobés, la Asociación Civil Relatos del Viento trabaja junto a la comunidad y a un equipo de arquitectos e investigadores del CEVE-CONICET para construir un edificio que será “albergue de las tradiciones orales”. Recuperando las tipologías arquitectónicas de la ruralidad, la Escuela del Monte es una apuesta al cuidado natural y cultural del ambiente en el mediano y largo plazo.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Sinsacate está situada a 55 km de la ciudad de Córdoba y a 5 km de Jesús María. Desde hace casi dos décadas, la Asociación Civil y Cultural Relatos del Viento trabaja en el registro de la tradición oral y ancestral campesina, y la localidad del departamento Totoral es un punto recurrente en sus actividades, una localización estratégica en relación al norte cordobés.
El valiosísimo registro necesita un albergue físico, una casa donde pueda resguardarse, y el proyecto Escuela del Monte busca exactamente eso: construir un espacio que funcione como centro cultural y como sede de la asociación civil no solo para radicar el archivo, sino para realizar capacitaciones, proyecciones de documentales, encuentros, conversatorios y demás actividades.
Una amplia red protagoniza el proyecto. A la coordinación que llevan adelante Relatos del Viento y el área de Estudios Socioterritoriales del Hábitat de CEVE-CONICET, se suman otros investigadores y grupos vinculados al cuidado del monte nativo -como Forestando Sinsacate, Nativas Colonia Caroya, Guardaparques de la Reserva Natural Parque del Oeste de Jesús María o el Proyecto Siempremonte– y tesistas y practicantes de la carrera de Arquitectura de la UNC, así como el municipio de Sinsacate que participa activamente del proceso.
Al comenzar julio, una actividad abierta al público en general reunió a la red para un primer encuentro con el objetivo de dar a conocer el proyecto y hacer un recorrido por el sector donde se edificará la Escuela, compartiendo saberes acerca de las reservas, el monte, las especies nativas y la construcción del edificio.
Un casita para resguardar
Desde Relatos del Viento, cuentan que la Escuela del Monte no sólo es el nombre de la sede, sino un viejo proyecto nacido del deseo colectivo de dinamizar saberes, creencias, ritos y tradiciones orales que ha compartido muchísima gente de nuestra provincia, especialmente en el arco oeste-noreste: “A partir del protagonismo de los portadores y portadoras de esta cultura ancestral (en buena parte, heredada de nuestros pueblos originarios, sectores criollos, pero también de otras matrices culturales), la Escuela del Monte se proyecta como un espacio regional para la transmisión, aprendizaje, difusión e investigación. Nos permitirá, además, radicar el importante fondo documental constituido en estos casi veinte años de trabajo y fortalecer los proyectos con dimensión productiva, como el Taller de Algarroba y otros frutos del monte”.
Pablo Rosalía -integrante de la asociación- hace hincapié en que “las tradiciones orales (cuentos, leyendas, mitos y otras formas de la literatura oral), las creencias, los ritos y el interminable abanico de prácticas y saberes (medicinales, astronómicos, constructivos, curanderos, alimenticios, artesanales, etc.) hidratan de sentido cultural al paisaje-territorio y nos hermanan con cada uno de sus integrantes no-humanos (un cerro, un río, un árbol o un animal). Si bien es vital el conocimiento de las características biológicas de las especies y de los ecosistemas para sensibilizar a la población, creemos que es a partir de las mencionadas expresiones que se alcanza un poderoso vínculo afectivo, mediado por la misma madre tierra”.
Quienes conforman Relatos del Viento nos recuerdan un dolor muy vívido: “No debemos olvidar que, para poder avanzar sobre los territorios, la colonización tuvo antes que erradicar a las deidades que lo habitaban (seres protectores de la naturaleza) y toda la compleja cultura íntimamente vinculada al paisaje nativo. Para ello, tuvo que desarticular a las sociedades tradicionales que lo habitaban, evangelizarlas o subestimar sistemáticamente sus costumbres y creencias. Todas y todos, en mayor o menor medida, somos portadores de esta cultura: desde el uso de un yuyo con poderes medicinales, un cuento sobre dos animales del monte o una técnica para curar el empacho. Por eso, siempre decimos que, cuando se explota al territorio, no solo se mutila al cerro, se tala el bosque y se rellenan las cañadas: también se destruye una verdadera biblioteca inmaterial de conocimientos. Y los estantes de esa vasta biblioteca residen en la memoria de nuestros serranos, campesinos y personas en los pueblos y ciudades que han heredado por transmisión oral y el ejemplo en práctica esta cultura”. Así, enfatizan, el espíritu de la Escuela del Monte es un espacio para revalorizar y transmitir esos conocimientos y maneras de estar en el mundo.
Lo que se avecina, la etapa constructiva
En agosto, comenzará la etapa de construcción, junto al área de Estudios Socioterritoriales del Hábitat del CEVE-CONICET y gracias a un subsidio del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, y el apoyo del Municipio de Sinsacate.
Fernando Vanoli, investigador del CEVE, detalla que el proyecto comenzó con la premisa de recuperar las tipologías arquitectónicas de la ruralidad: sus lógicas funcionales, materialidades, el modo en que ocupan el territorio y construyen paisaje, y en particular, su vínculo cuidadoso con el monte nativo.
“Otra premisa fundamental es el resguardo del ecosistema. Relatos del Viento promueve una valoración cultural de la naturaleza, asociada al sentido que la gente que reside en la ruralidad le asigna; a la vez que un cuidado material del monte para la reproducción de la vida desde hace siglos. La construcción de la sede supone dar continuidad a esta racionalidad, tanto desde su materialidad, su inserción en el territorio y su rol a futuro”, dice.
El edificio de 60 metros cuadrados tendrá una estructura independiente de madera, con cerramientos de quincha y adobe, y cubierta verde. “Un diálogo de tecnologías vernáculas y contemporáneas que pueden ser consideradas como bioconstrucción. La ubicación dentro del terreno se basó en la búsqueda de claros de árboles, es decir, un relevamiento de los sectores con escasa cantidad de vegetación. De esa manera, se localizó la sede en un lugar estratégico para el cuidado del ambiente, con accesos desde la plaza y frente del lote. El funcionamiento de la Escuela del Monte es una apuesta al cuidado natural y cultural del ambiente en el mediano y largo plazo. Una vez abierta, se realizarán senderos interpretativos de especies nativas, talleres y conversatorios sobre la temática, intercambios de semilla y plantines, entre otras actividades afines al tema. Por último, un aspecto simbólico configura la fachada orientada al este. Tiene una intervención que recupera iconografía indígena y criolla de la región, reinterpreta líneas y puntos de vasijas y esculturas históricas para dibujar un paisaje serrano que, a su vez, incorpora una ventana circular con el nombre y la identidad de la escuela”, afirma el arquitecto.
Ana Carolina, “Cheché”, forma parte de Relatos del Viento y de Forestando Sinsacate, un grupo de vecinos autoconvocados que llevan a cabo acciones educativas y de reforestación. En diálogo con La tinta, Cheché cuenta que, para el encuentro, la charla giró en torno a las especies nativas o autóctonas de la ecoregión que, en el caso de Sinsacate, es la región del Espinal: “Llamamos nativas a especies que pueden ser de Argentina o que han evolucionado aquí por millones de años y están adaptadas a este lugar. Con esto, nos referimos no solamente a las especies vegetales (árboles, enredaderas, arbustos, gramíneas, herbáceas), sino también a la fauna asociada. Entonces, son aves, insectos, mamíferos que se alimentan de nuestras especies, que hacen sus hogares en estas especies y bueno, por esto, el valor que le damos es un valor no solo ecológico, sino también cultural. Las comunidades se han desarrollado en conjunto con todo este conjunto de especies de fauna y flora. Entonces, es lo que nos da identidad”.
Para valorar, dicen, primero hay que conocer. “Por eso son tan importantes las jornadas de reconocimiento. Y conociendo es que, a lo mejor, podemos dejar de darle el mote de yuyos o de malezas o de churkis, y pasar a darle el valor que tiene cada especie. Por suerte, en Sinsacate, tenemos y quedan… a diferencia de otras regiones donde han sido más devastadas por la urbanización. Además, tenemos bastante apoyo también del municipio, con ordenanzas en este sentido para el arbolado urbano y reforesta también con especies nativas”, finalizó Ana Carolina.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: CEVE.