Re-encantar la clínica y la pregunta feminista

Re-encantar la clínica y la pregunta feminista
9 marzo, 2023 por Redacción La tinta

Contra la presunción patriarcal de objetividad y neutralidad, como ausencia de emoción para la búsqueda de una verdad científica, en esta nota, la autora se pregunta: ¿pertenecen las emociones a un mundo cuyos efectos sufrimos o forman parte de nuestra capacidad de transformar el mundo? ¿Puede ser el dispositivo clínico una experiencia de mutua afectación? Desde su trabajo en la clínica, sus búsquedas feministas y a partir de las reflexiones de la filósofa y psicóloga belga, Vinciane Despret, ejercita algunas respuestas posibles.

Por Sofía Guggiari para La tinta

Hace poco, le pedí a una paciente, que hablaba muy suelta sobre su malestar con razones ordenadas y buenos argumentos, que imagine una escena: eso que ella llamaba inhibición tenía vida y le podía hacer una pregunta. 

—¿Qué dice la inhibición sobre lo que te pasa? 

—Que siento miedo. 

Sus dichos impactaron sobre mí como si hubieran salido de mi propia boca. Las palabras que tocan el cuerpo producen una diferencia que es imposible no escuchar. Ser psicoterapeuta no me convierte en ningún tipo de dios. Y sé, por mi propia experiencia, que el miedo y la opresión es, ante todo, algo que se siente. Nada más terapéutico, nada más político, nada más propio que usar el afecto como brújula e indicador.

Pienso en las primeras feministas. Expulsadas de la academia y de la vida pública, construyeron una herencia de modos de pensar, escribir, hacer política, agruparse cuando se enunciaron desde el sentir. Por eso, volverme feminista fue hacerme una pregunta incómoda sobre la historia de mis afectos, miedos, entusiasmos, placeres y rechazos. Fue renunciar a ideales para ganar imaginación. Fue desplegar intuiciones antes inhibidas. El afecto produce mundo. Solo hay que saber escuchar.

Hace poco, leí una entrevista a la filósofa y psicóloga belga, Vinciane Despret. Ella comenta que Deleuze decía que, lejos de buscar esencias, los etólogos investigan las maneras de ser, lo que pueden, aquello de lo que son capaces los animales. Por lo tanto, la etología es, según Deleuze, la ciencia práctica de las potencias, es decir, la ciencia de los poderes de afectar y de ser afectado. Pero, ¿qué tiene que ver la etología con los afectos, lo terapéutico y los feminismos?  


Despret, en su libro Cuerpos, emociones, experimentación y psicología, de 2022, muestra con mucha sensatez cuán torpe y patriarcal puede ser la presunción de objetividad y neutralidad como ausencia de emoción para la búsqueda de una verdad científica: ¿pertenecen las emociones a un mundo cuyos efectos sufrimos o forman parte de nuestra capacidad de transformar el mundo? 


A través del gesto de inyectar afecto, Despret conmueve lo inconmovible. Funde lo humano con lo no humano, lo vivo con lo supuestamente muerto. La filosofía y la clínica terapéutica. Los mezcla para volver a pensar una teoría de las emociones a partir del vínculo con los animales, los afectos, la muerte y la investigación. Así, interrumpe el acto de querer imponer al mundo una verdad para volver a escuchar algo novedoso a través de una pregunta. Instalando la relación con el asombro como un despertar: fuerza de mutación de lo ordinario en extraordinario. Recombinación y transformación de las superficies de los cuerpos. Estrategia feminista por excelencia.

¿Qué dirían los animales si les hiciéramos las preguntas correctas? 

¿Qué dicen nuestros dolores y placeres? ¿Qué dirían nuestros modos de enfermar sobre nuestra manera de vivir? ¿Qué dicen nuestros síntomas de nuestros miedos? ¿Qué dirían los muertos si los resucitaran? ¿Qué nos dice el trabajo del duelo sobre nuestra manera de vivenciar la muerte? ¿Qué dicen nuestras tierras incendiadas sobre nuestra manera de habitarlas? ¿Qué dicen nuestras desigualdades sociales sobre el estado de la política? ¿Qué nos diría el mundo sobre la manera en que nos relacionamos con él?

¿Cómo aprender a afectar y hacerse afectar? Un problema que respecta más a la tarea de reencantamiento del mundo, al modo de lo político y a la experiencia terapéutica que a la práctica pura de investigación supuestamente neutral. ¿Por qué no es acaso esta última una manera de colonización? Teñir de afecto la ciencia, de magia el duelo, hacer público el secreto. Invertir el enunciado, re-lanzarlo como incerteza.

Imagen: Señora Milton / Pikara Magazine

Así como la inhibición de mi paciente contenía un saber para ella, su miedo también fue un modo de devolverme un saber sobre mí. Dice Despret que el saber de los otros transforma nuestra manera de sabernos. El dispositivo clínico entonces no es un terreno inamovible, es una experiencia también de mutua afectación y de producción de una vida posible. Una oportunidad para hacer una nueva pregunta y volverse a escuchar.

Por Sofía Guggiari para La tinta / Foto de portada: Revista L’obs.

Palabras claves:

Compartir: