El primer lobo: las huellas de Busqued en Córdoba
Una hipertrofia cardíaca y arterias tapadas le provocaron un infarto a Carlos Busqued, que murió el 29 de marzo de 2021. Algunos recuerdos de sus años en Córdoba.
“Cada vez que me veía, el viejo corría hacia mí y con lágrimas en los ojos me decía:
–Un lobo de alambre. Un lobo de alambre me persigue todas las noches.
Yo le preguntaba:
–¿Qué significa su historia del lobo de alambre?” *
Le decían el lobo. Este lobo vive entre cuatro paredes, este lobo a veces corre las grasientas calles de los barrios de Córdoba. Este lobo es inteligente, deja libros entre los rincones de cuatro paredes. Este lobo siempre tiene faso y arma aviones de miniatura. Este lobo se refugia en algún bar de la cañada o visita a sus amigas, las viejas del agua, en el sucio río Suquía. Este lobo hace silencio, escucha, registra. Este lobo a veces se exilia y a veces aparece.
En 2002, no hay plata, pero hay mucho tiempo libre. En el patio gigante de una casa en Villa Gran Parque, un barrio rural de Córdoba, Carlos camina alrededor de una pileta llena de agua, mugre y animales, unos están flotando y otros nadando. En una mano, tiene el porro y, en otra, una red, a lo lejos suena Steely Dan. Entre el color verde del agua, divisa la cola larga de una iguana overa. Agiliza la vista y la sigue con la red, intentando agarrarla y que caiga dentro. La iguana se desliza, nada rápido y se esconde de nuevo en la mugre. La pileta tiene quince metros por cinco, Carlos camina algunos y vuelve a empezar. Así el tiempo pasa.
Martes, 27 de enero de 2004, 4:33 a. m. Enter. El usuario fofolfi, el niño abominable publica la primera entrada de su blog borderlinecarlito. El usuario nos da el ingreso a su universo, al discurrir de su cabeza y su conciencia. Nos presenta (por primera vez) a Cetarti. Enter. Que Cetarti tomó helado de limón, se metió en el cine, le dio hambre y se fue. Que su perra tenía mastitis, que llega Gómez con un taper de gorgojos, que le recomienda que se coma los gorgojos, que su perra se comió a sus hijos cachorros, que háblame de mi hermano. Enter. El usuario fofolfi, el niño abominable apaga la computadora. Ya no hay ruidos en la casa del barrio Jorge Newbery, no hay vecinos acelerando autos fusilados o ciclomotores con escape abierto. Ese silencio lo encamina al baño. Se sienta en el inodoro y elige, al azar, algunas de las ochenta revistas selecciones del Reader’s Digest que forman un túmulo en un rincón. No son suyas, sino de la gente que vivía ahí antes. En una época, se propuso leerlas en el orden en el que estaban apiladas, pero esto requería de cierta disciplina que le resultó imposible.
Un año más tarde, se preguntará qué clase de inmundo animal estuvo viviendo en esa casa, deseará ser otra persona que nunca tuvo que volver a limpiar, que no pasó ocho horas separando revistas, cuadernos con anotaciones literarias, apuntes de ingeniería y papeles impresos de internet que explican desde la fabricación de explosivos caseros hasta la vida de Roberto Astles, un soldado británico que vivió en Uganda y trabajó para un dictador. 300 kilos de papel que había leído.
Es verano y camina por Córdoba, este es el cajero automático número siete, tampoco funciona. El calor húmedo y gelatinoso le recuerda que está condenado a esta ciudad.
Martes, 23 de mayo de 2006, 12:34 p. m. El usuario fofolfi, el niño abominable publica en su blog:
—Me llegó un correo de la Municipalidad de Córdoba pidiendo dos relatos cortos para ponerlos en revistas gratuitas que se van a repartir en los CPC de Córdoba. Es una humillación, me consideran un escritor cordobés. No me siento ofendido, más bien asustado. Quiero decir: ¿qué hay en mí para parecer un escritor de Córdoba? ¿Quién les dio mi nombre? Se reconoce a un escritor de Córdoba por la insulsez de su obra y porque paga para editar su librito. ¿Acaso parezco esa clase de gente? Es como si me hubieran señalado una mancha en la piel. El miedo de terminar mereciendo este lugar. En cuanto adquiera la certeza de que soy un escritor de Córdoba, gasto mis últimos trescientos pesos en un pistolón Calibre 14, un cartucho y un pasaje a Ciudad del Este.
Carlos trabajó como docente en la UTN Regional Córdoba, fue director de la radio de esa institución y formaba parte del Comité Ejecutivo de la editorial. Contó en su blog que, una mañana, la UTN apareció plagada con carteles que decían “si Dios hubiese querido que fuésemos tolerantes, nos hubiera enviado ‘las diez sugerencias’”. En una oficina que compartía con otros “ácaros estatales” (como él mismo los describe), un funcionario le pregunta:
—Che, ¿qué mierda quisieron decir con ese cartel?
—¿Cuál?
—El de Dios y las sugerencias que está frente a decanato.
—Ah, no, no quiere decir nada, es una serie de carteles con frases que hicimos, nomás… no es una chicana para nadie. En el segundo piso hay otros.
—Porque anda medio mundo traduciendo ese cartel, viendo a quién le pegan.
—Es recreativo, Turco, para que los lean y se rían un poco, nomás…
—Es que están todos tan susceptibles que no te extrañe que te lleguen a vos diez sugerencias…
—Mirá, Turco, con tal de que no me llegue UNA sugerencia…
—Si te llega ESA, perdé cuidado que no va a ser una sugerencia.
—Más vale.
Miércoles, 30 de marzo de 2005, 9:33 a. m. El usuario fofolfi, el niño abominable publica en su blog que tuvo terapia y, en una librería de saldos cordobesa, se compró Los agonistas de Casey, de Richard McKenna. En la contratapa, leyó que McKenna se dio cuenta de que quería ser escritor a los 36 años, tenía 40 cuando vendió su primer cuento y 44 cuando publicó su primera novela, ganadora del Premio Harper. “Me gustó porque dije bueno, no todo está perdido, todavía quién te dice, etc. El moco es que bueno, tenía cuarenta y seis cuando palmó de un infarto mientras dormía. Antes de eso había dicho: ‘Espero vivir cien años y escribir algo todos los días’. Haw haw, el argumento de la típica película de sábado a la noche en canal nueve después de ‘alta comedia’”.
/ Imagen de portada: A/D.
*Cuento de Carlos Busqued, “El lobo de alambre”, publicado en la Revista Extramuros e incorporado en la revista literaria en su homenaje, “Clarice”.