Natalia Zaracho: «¿Quién cuida a las que realmente la están pasando mal?»

Natalia Zaracho: «¿Quién cuida a las que realmente la están pasando mal?»

En el marco del 8M, conversamos con Natalia Zaracho, mujer cartonera organizada, diputada nacional por el Frente de Todos e integrante del Frente Patria Grande, que presentó el Proyecto de Ley de Salario para las Cocineras Comunitarias, impulsado por la organización La Poderosa. Su mirada sobre los feminismos populares y sobre las urgencias de “las más pobres dentro de los pobres”.

Por Nadya Scherbovsky y Anabella Antonelli para La tinta

Salió en todos los medios: una diputada nacional fue detenida a mediados de febrero por defender a un pibe de una golpiza policial. “El pibe me decía: ‘Doña, doña, no me deje’, y yo también soy mamá, ahí fue que me esposaron y me llevaron”, contaba Natalia Zaracho al quedar liberada. “El comisario, cuando me identificaba y le decía que soy diputada, se me cagaba de risa y le dije: ‘Acostumbrate, porque vas a ver cada vez más pobres ahí’, pero no me creyeron”.

Natalia vive en la histórica Villa Fiorito. Desde los 11 años, es cartonera y milita en el Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE). A partir de 2019, ocupa una banca en el Congreso de la Nación, donde ser mujer cartonera “es mucho desafío, porque estos lugares están preparados para determinadas clases sociales y para hombres -cuenta en conversación con La tinta-. Asumimos con mucho compromiso enfrentar el patriarcado que se ve mucho acá, pelear no solamente por la representación de los sectores populares, sino por la representación de un feminismo popular, que tenga tierra, techo y trabajo. Uno de los principales desafíos que tenemos es dar una discusión sobre quiénes son las pobres dentro de los pobres, quiénes son las más precarizadas, las más excluidas”.

El 30% de las personas que están hoy en actividad trabajan en el sector de la economía popular y más de la mitad son mujeres. Según la última medición del Centro de Investigaciones Citra (Conicet-Umet), en la post pandemia, el fenómeno se profundizó. “El Estado tiene que hacer una asistencia, mal llamada, a las mujeres que no tenemos lugar en el mercado formal”, reflexiona y enumera políticas que fueron beneficiosas para el sector: “La Asignación Universal por Hijo, el programa de limpieza, el Potenciar Trabajo. No es casualidad que el 80% de las cooperativas sean compañeras”.


Sin embargo, para Natalia, no alcanza: “Más allá de las políticas que llegaron y abarcan a muchas compañeras, y que fueron necesarias, estoy convencida de que faltan muchas más. Tenemos un Ministerio de Mujeres y Diversidades que militamos todas y es el Ministerio de todas, pero entiendo que falta. No podemos pensar en un feminismo popular si todavía tenemos a las compañeras mapuche presas, si tenemos compañeras en situación de adicciones, en situación de calle, sin independencia económica. Necesitamos muchas cosas más y eso va a pasar con la representación. Necesitamos más compañeras de los barrios populares en los lugares de gestión para poder transformar esa realidad que es tan injusta y que nos golpea más a las pobres de nuestra patria”.


El feminismo popular que se viene construyendo en Argentina desde quienes viven en las barriadas y habitan las organizaciones sociales es, para Natalia, un feminismo que practican desde hace mucho tiempo sin ponerle ese nombre: “Organizándonos, acompañándonos, ayudándonos, no solamente en una cooperativa, también acompañando casos de violencia (…). El feminismo no se tiene que encapsular en un Ministerio, el feminismo es transversal, tiene que discutir salud, educación, trabajo, que son las cosas concretas que más sufrimos las mujeres”.

El 8M, Natalia presentó un Proyecto de Ley elaborado por la organización social latinoamericana La Poderosa, para el reconocimiento salarial de todas las cocineras comunitarias que hace más de 30 años vienen sosteniendo ollas populares, comedores y merenderos de todo el país, sin reconocimiento monetario. Son, en su gran mayoría, identidades feminizadas y disidentes empobrecidas que destinan hasta ocho horas diarias a cocinar para millones de personas, en una triple jornada laboral invisibilizada, sin tener garantizados los insumos y las herramientas, y, en muchos casos, abriendo las puertas de sus casas para brindar el plato de comida. “Son quienes pusieron el pecho no solamente en la pandemia, sino mucho antes, y que todavía lo siguen haciendo”, refiere Natalia.

Este reconocimiento laboral implica un salario ligado al Mínimo Vital y Móvil como base, aguinaldo, vacaciones, seguridad social, cobertura contra riesgos en el trabajo por enfermedades y maternidad, por invalidez y vida, retiro, acceso a la jubilación y guarderías. “No queremos más un reconocimiento simbólico, queremos un reconocimiento económico para dar una discusión de fondo que tiene que ver no solamente en discutir un reconocimiento real y concreto, sino quiénes son las pobres entre los pobres y quién cuida a la gente, quién cuida a nuestros pibes, quién cuida a quienes realmente la están pasando mal”.

 

Según el último informe del Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (ReNaTEP), la mitad de las personas registradas trabajan en tareas sociocomunitarias. De estas, el 70% sostiene comedores y merenderos populares. De acuerdo a datos proporcionados por Unicef, son 70.000 las cocineras de comedores populares en todo el país, de las que depende la subsistencia de alrededor de 10 millones de personas y que hacen a las redes de cuidado que se despliegan en los territorios. Además, según el Registro Nacional de Comedores y Merenderos, en el país, funcionan más de cinco mil espacios de alimentación.

Desde La Poderosa, remarcan que la inversión social requerida representaría un presupuesto global equivalente a menos del 0,07% del PBI nacional, es decir, el equivalente al 10% de lo destinado a servicios de inteligencia o al 0,14% de los servicios de deuda previstos en el presupuesto 2023.

“Las ollas no paran en el barrio y las cocineras comunitarias seguimos sin salario”, decía uno de los pasacalles colgados por La Poderosa en el recorrido de las marchas del pasado 8 de marzo en Córdoba. Ese día, desde diferentes puntos del país, las cocineras nucleadas en la organización reclamaron que sea ley, no sólo para ellas, sino para todas las personas que alimentan a sus vecines en las barriadas más empobrecidas de Argentina. “Es un día muy importante para nosotras, entendemos que tenemos que seguir organizándonos, que tenemos que seguir con una agenda en común que tiene que ver con lo que está pasando, con la realidad de las que más sufren”, concluye Natalia.

*Por Nadya Scherbovsky y Anabella Antonelli para La tinta / Foto de portada: Canal Abierto.

Palabras claves: 8M, feminismo, Natalia Zaracho

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