#ColumnaTrava: La sombra del amor: quéloqué esto del ghosteo
Muchas veces, me pasa –y sé que algunxs se identificarán– que la proliferación de neologismos que acuñamos para explicar nuestras vivencias en la contemporaneidad me deja un poco afuera. Gran parte de las veces, me encuentro con palabras sajonas que castellanizamos y siento que no entiendo nada. Entonces, vamos juntxs… ¿de qué se trata esto del ghosteo?
Por Vir del Mar para La tinta
No seai fantasma, Jorge
Ghosteo viene de ghosting, cuya raíz es ghost, o sea, fantasma. Podríamos caer en la tentación de traducirlo como fantasmear, pero en nuestro país no sería del todo correcto. En Argentina, usamos ese verbo para hablar de alguien que está imaginando cosas o está alardeando. Por ejemplo: si tu amiga flashea que su novia la está engañando solo porque se le ocurrió la idea, está fantasmeando. O si alguien cuenta una anécdota y la llena de detalles y exageraciones, coqueteando con la mentira, está fantasmeando. Seguimos en la misma, pero, entonces, el ghosteo qué.
Vamos con un ejemplo: tu chongx o tu amigx te deja de contestar los mensajes, te corta el rostro de un día para el otro y vos no tenés ni idea de qué pasa. Hace unas semanas, les hice una pregunta en Instagram sobre este tema, las respuestas coincidían en tres elementos. Desglosemos nuestro ejemplo: el primer elemento es que, para que haya ghosteo, tiene que haber un vínculo (es tu amigx o tu chongx o tu novix). El segundo es que, dentro de ese vínculo, una de las personas desaparece abrupta o paulatinamente, y sin dar explicaciones de su ausencia (te deja de responder los mensajes y deja de interactuar). El tercero y último, esta ausencia o no respuesta se da en la virtualidad (WhatsApp, Instagram, bla bla).
Esta definición a la que arribamos colectivamente es más o menos la misma que podemos encontrar googleando. Sin embargo, corazones, también hay mucha confusión al respecto… Todo en esta vida tiene sus posibles variables; a fin de cuentas, es un neologismo que inventamos para poder nombrar lo que nos pasa. Peeeero, si todo es ghosteo, nada es ghosteo, así que vamos a tratar de definir algunas cosas y hacer muchas preguntas. Vieron cómo soy, jeje.
Fantasmas en la casa
Una de las cosas que más me llama la atención es que la ausencia se da de forma virtual. ¿Habrá sucedido en un pasado epistolar que alguien fue ghosteadx porque le dejaron de responder las cartas abruptamente? ¿Habrá sido algo que se estilaba, un mal de muchxs? Hoy, sin dudas, siendo más personas las que habitamos el mundo y teniendo internet, las experiencias encuentran puntos de anclaje en común más rápidamente.
El peso que tienen en nuestra cotidianidad las redes sociales y la construcción de un yo virtual nos trae algunos dolores de cabeza. La virtualidad trae consigo la pérdida de la materialidad, el cuerpo se vuelve un avatar con algunas características sintetizables en un algoritmo. Lo más común es que nos encontremos en la búsqueda de mostrar nuestra mejor versión, ya sea en una comida pa’l insta como en una app de levante. Ser deseables está al alcance de una selfie. Con filtro. Y un par de otras mentiritas.
Peeero, aunque a veces nos comamos el buzón de que esa “ventana al mundo” es nuestra realidad, lo cierto es que suele ser una versión más plana y filtrada de todo lo que constituimos concreta e imaginariamente. Lo peligroso es que se ha instalado el descarte en las dinámicas afectivas: así como decimos no en Tinder, bloqueamos en Instagram o abandonamos conversaciones en Grindr después de hacernos la paja. Nuestros yoes virtuales tienen una habilidad que nuestros cuerpos no: la capacidad de ser volátiles, se pueden transformar fácilmente en fantasmas.
Tengo el corazón con agujeritos
El peligro de esta virtualización es que, mientras que nuestro avatar tiene un rango de emociones de emoji básico, a nosotrxs nos pasan más cosas con lo abrupto de una ausencia. Nos desconcierta, nos duele, nos interpela. Y como herencia de estos años de intentar desarmar el amor romántico, tenemos a mano el concepto de responsabilidad afectiva.
En los nuevos mapas vinculares, esgrimimos esta idea, en principio, para generar algunos acuerdos de lo que necesitamos en nuestros vínculos sexoafectivos, familiares y/o amistosos. Pero aquí hay otro problema que también podemos relacionar al consumo de información abreviada en las redes sociales. Muchas veces, definimos posturas por una frase que aparece en alguna placa o por una explicación que alguien da en un reel. Suele pasarnos que ese modo de pensar, en lugar de generar profundidad, nos ubica en la militancia del hashtag. Nos quedamos con la consigna y polarizamos nuestras posturas desde “lo que está bien” y “lo que está mal”.
En particular con la responsabilidad afectiva, tenemos que pensar que no hay nada que esté establecido como absoluto: cada vínculo arma a su medida cuáles son las necesidades de cada quien, las reglas, acuerdos, capacidades y formas de comunicación. Qué peligroso, si no, tener esa supuesta superioridad moral de indicar quién o qué es responsable e irresponsable. ¿Qué pasa cuando una persona no puede comunicarse con claridad? ¿Eso la vuelve mala? ¿Generamos acuerdos previos? ¿Todos los vínculos tienen la misma profundidad? ¿Con todas las personas podemos comunicarnos y generar acuerdos? ¿Cómo gestionamos la frustración en los vínculos? ¿Es el ghosteo una estrategia de salida? ¡AIUUUUURAAAAA!
Cazafantasmas
Dije que iba a dar respuestas y acabo de dinamitar todo con preguntas. Es que la única respuesta posible es pensar con profundidad algunas cuestiones, no dar por sentadas nuestras expectativas ni las de lxs demás y tener cuidado con las exigencias. Si no, siempre hay un villano al que tenemos que ir a buscar y moler a golpes, siempre alguien “tiene la culpa”. No puedo aquí darles un manual de la responsabilidad y decir qué sí y qué no, pero acordaremos en esto: que un vínculo se termine y convivamos con lo fantasmático es doloroso. Más aún si sucede de golpe y no tenemos razones: la idea de haber incomodado a lx otrx, de no tener motivos y tener un duelo abrupto, nos puede generar mucho sufrimiento, tristeza, enojo, rencor. Son escenarios difíciles, poco amables.
Roland Barthes dice que lidiar con la ausencia genera un ajetreo, un movimiento permanente. Nos la pasamos teniendo una conversación con quien está ausente y, en esas fricciones, se despliega la imaginación de qué hubiera pasado si, le habría dicho que, se habrá enojado por… Finalmente, la conversación es con nosotrxs mismxs y creo que ahí hay una clave posible, en qué cosas nuestras se nos espejan en las rupturas, en el diálogo que empieza a ser más con nuestras propias inseguridades y miedos que con la otra persona. El ghosteo va a seguir sucediendo en la medida en la que nuestros yoes virtuales aumenten su complejidad y representación.
Quizás la forma de salir de este embrollo es pensar, siempre en la medida y posibilidad que cada unx tenga, cómo vincularnos desde el deseo y la materialidad. Quizás, sumo, abandonar un poco las aguas de la imaginación virtual para ir al territorio del cuerpo e imaginar otros acuerdos colectivos más amables y menos exigentes. O, quizás, ¡ay!, aceptar que la ausencia estará y ver cómo nos damos maña con el dolor sin sufrir en el intento.
*Por Vir del Mar para La tinta / Imagen de portada: A/D.