Migrantes, ni víctimas ni delincuentes: trabajadorxs

Migrantes, ni víctimas ni delincuentes: trabajadorxs
2 febrero, 2023 por Redacción La tinta

En esta nota, Sebastián Soto-Lafoy, integrante del Bloque de Trabajadorxs Migrantes, nos interpela en las disputas existentes sobre la condición de las personas que migran. El colectivo reivindica su condición como trabajadorxs e interlocutorxs necesarixs para construir una nueva perspectiva frente a los discursos hegemónicos que, históricamente, se construyeron sobre la retórica que criminaliza la inmigración y la humanitarista que victimiza y paternaliza.

 Por Sebastián Soto-Lafoy para La tinta

El discurso de la soberanía e identidad nacional, propio del Estado moderno, delimita de manera clara y tajante lo interno y lo externo, lo propio y lo ajeno, lo nacional y lo extranjero, lo que ha contribuido en la justificación de determinadas prácticas, políticas y marcos normativos con las personas extranjeras, migrantes y refugiadas en función de su condición de “no-nacionales”.  

A partir de determinados procesos sociales e históricos relacionados al fenómeno migratorio en las últimas décadas, varios Estados -en conjunto con la industria armamentista y las empresas privadas de seguridad- en distintas partes del mundo, sobre todo, Estados Unidos y Europa Occidental, han tomado un rol más activo en la vigilancia, control y castigo de las comunidades migrantes, develando su carácter xenófobo y racista.  Esto es observable en: la creación y legalización de la condición jurídico-administrativa de “irregular”, “ilegal”, detenciones y deportaciones (muchas veces separando familias enteras), ampliación de los mecanismos de vigilancia de las rutas, implementación de medidas tecnológicas de seguridad, militarización en las fronteras, violaciones de los derechos humanos, etc. 

Estas políticas estatales no son dirigidas a “lxs migrantes”, en general y en abstracto, sino que hay una selección y jerarquización de lxs mismxs en función de la nacionalidad, género, clase social y racialización. El trato con lxs ciudadanxs blancxs y europexs no es el mismo que con lxs trabajadorxs migrantes del Sur global. Esto se evidencia una y otra vez con las miles de muertes de migrantes producidas año tras año en las fronteras entre México y Estados Unidos, España y Marruecos, por nombrar algunos ejemplos. O un ejemplo más local y puntual, que es la violencia policial hacia el colectivo de senegalesxs que trabajan en el comercio ambulante en distintas zonas de Buenos Aires. 

La concepción de la condición de migrante es disputada entre dos discursos hegemónicos: por un lado, la retórica que asocia inmigración y delincuencia/terrorismo/crimen organizado. Clásico discurso fascista que criminaliza y niega nuestros derechos, especialmente, el derecho a migrar. Somos tratados como una amenaza para la soberanía nacional, el «chivo expiatorio» en contextos de crisis económicas, las causas de todos los males: «Nos vienen a quitar el trabajo»,»Colapsan el sistema de salud», «Le quitan vacantes a niñxs argentinxs en las escuelas». Dada la extranjerización de nuestros cuerpos, nos ubican en un lugar inferior en la escala social y hay quienes creen que no deberíamos tener los mismos derechos que lxs nacionales, pero, al mismo tiempo, se valida que nos utilicen como mano de obra barata, flexible y desechable en el mercado laboral.

Por otro lado, tenemos la retórica humanitarista -que han adoptado muchas veces las fuerzas progresistas-, cuya mirada se sustenta en dos lógicas: victimización y paternalismo. A partir de un lenguaje de derechos humanos, la condición migratoria suele identificarse con el déficit, la carencia, la falta, la vulnerabilidad, representación que justifica la conexión indisoluble entre sujetos migrantes, derechos humanos y proteccionismo estatal (reduciendo, de alguna manera, nuestras identidades a una cuestión de políticas públicas). Los derechos son otorgados por un Estado -supuestamente- protector y lxs migrantes los recibimos pasivamente (nuestra capacidad de agencia individual y colectiva es omitida, como si los derechos no fuesen el resultado de luchas y resistencias).

Si bien hay matices, en resumidas cuentas, la disputa discursiva se genera entre ambas posiciones y una tercera perspectiva que han planteado diversas organizaciones migrantes, que cuestiona la dicotomía delincuente/víctima para autopercibirse en tanto trabajadores y trabajadoras. Esta ha sido no solo una estrategia discursiva para descriminalizar y desvictimizar la condición migrante, sino, fundamentalmente, para reivindicarnos como sujetos políticos que luchamos colectivamente por nuestros derechos, al igual que lxs trabajadorxs nacionales.


¿Dónde quedan las voces de lxs migrantes cuando se narran nuestras luchas? ¿O cuando se abordan temas relacionados a la migración? Si unx observa las charlas, debates, conversaciones en los medios de comunicación, las universidades, las instituciones gubernamentales, los espacios políticos, en general, nuestra voz es relegada a un segundo plano, de merxs espectadorxs. Somos habladxs, representadxs por otrxs. ¿Se imaginan en una discusión sobre feminismo que haya solo varones? Hoy en día, es impensable. Pero justamente eso ocurre cuando se trata de temas sobre migración. Cabe preguntarse el porqué.


Paula Guerra, activista migrante residente en España, explica que esto responde, entre otras razones, a que desde la militancia migrante no hemos sido capaces de construir un discurso articulado y común a nuestras demandas, lo cual ha dificultado disputar un espacio discursivo en el que seamos lxs protagonistas al momento de enunciar nuestras demandas, consignas y reivindicaciones. Esto da pie a que otrxs, que no han transitado la experiencia migratoria, incluso quienes dicen defender nuestros derechos, hablen en nuestro nombre. Sugiero leer este texto.

En un debate televisivo del año 2018, en plena avanzada xenófoba y racista propiciada por el gobierno macrista, se discutió la persecución de un grupo de migrantes que habían participado en la marcha contra la reforma previsional. En el panel, estaban representados el peronismo, izquierda, UCR y Juntos por el Cambio. Y, en un costado, estaban sentados, a modo de espectadorxs del debate, un grupo de migrantes, de distintas nacionalidades, edades, géneros y racialidades. La discusión giró en torno a la relación entre inmigración y delincuencia, a propósito de la detención de este grupo de cuatro migrantes. Solo un par de veces se le dio la palabra a alguien del público. Esta escena da cuenta visualmente el cómo solemos ser ubicadxs cuando se trata de debatir los temas que nos conciernen: en un segundo plano, con representantes de distintas posturas hablando por nosotrxs, pero no con nosotrxs. El lugar de enunciación es lo que se pone en juego cuando hablamos de la disputa discursiva.

La problemática de la representación tiene que ver con una ideología colonialista que despliega diversos mecanismos culturales y simbólicos que apuntan a reproducir relaciones de poder de subordinación. Uno de esos efectos es negar, minimizar u omitir el derecho a la enunciación en primera persona -o si se hace, de una manera muy limitada-. Nos minimizan y consideran incapaces de tomar postura, organizarnos y exigir nuestros derechos de manera autónoma y autoorganizada, sin la necesidad de depender del Estado o alguna organización humanitaria (ONG, fundaciones, etc.). En definitiva, para el pensamiento hegemónico, somos ciudadanxs de segunda categoría que necesitamos de otrxs que reclamen por nuestros derechos debido a nuestra condición de “víctimas”.


Entonces, la construcción de un poder popular migrante, desde abajo y hacia la izquierda, resulta ser la salida más viable ante este escenario. Un poder popular sostenido en la autorrepresentación, autonomía y protagonismo colectivo, que no se limite a combatir los discursos fascistas que nos criminalizan y niegan nuestro derecho a migrar, sino que también cuestione el lenguaje dominante de los derechos humanos y la ciudadanía formal. Y que contribuya en articular y unificar a la clase trabajadora migrante en la lucha por nuestros derechos, en contra de la xenofobia y el racismo institucional. Un poder popular que se proponga la abolición de las fronteras territoriales y el derecho a la libre circulación. 


La autonomía permite la construcción autodeterminada y autoorganizada de nuestros propios procesos de liberación y, en términos políticos-organizativos y de clase, es una praxis transformadora independiente del Estado y las organizaciones humanitarias. No sin diálogo o alianza estratégica, pero siempre teniendo en cuenta y advirtiendo los riesgos de cooptación institucional, instrumentalización o, incluso, despolitización. El protagonismo migrante implica pensar la participación protagónica en los procesos de subjetivación política, animarnos a tomar la palabra, apropiarnos del derecho a la palabra, tomando como punto de partida nuestras propias experiencias y saberes.


 Hablar en primera persona es una disputa ideológica: pasar de la representación paternalista a una política de autorrepresentación radical. Poner en el centro los saberes migrantes como las voces privilegiadas en la narración de las experiencias de luchas y organización. En esta dinámica, nuestro mensaje a las comunidades académicas y organizaciones humanitarias que apoyan las luchas migrantes y son lideradas por nacionales debe ser el siguiente: hablen menos sobre nosotrxs y escúchennos más.  


El Bloque de Trabajadorxs Migrantes (BTM) ha marcado diferencia con las organizaciones tradicionales de DD. HH. y promigrantes, en relación a la representación dominante de los sujetos migrantes. No solo somos sujetos de derechos -en el sentido convencional del término, es decir, reducido a una categoría jurídica, desde una lectura liberal de la ciudadanía-, sino que también somos trabajadores y trabajadoras que aportamos en la generación de la riqueza nacional, reconociendo el lugar que ocupa nuestra fuerza de trabajo en la cadena de producción y acumulación capitalista.

*Por Sebastián Soto-Lafoy para La tinta / Imagen de portada: ANRed.

Palabras claves: Bloque de Trabajadorxs Migrantes (BTM), migrantes

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