Catargate: el rastro de la guita de los sultanes del gas
Un escándalo del tamaño de varios campos de fútbol estalló en el corazón de la UE a pocos días del final de la Copa del Mundo. Un grupo de eurodiputados socialistas fueron detenidos, entre ellos, la vicepresidenta del Europarlamento, Eva Kaili, por recibir dádivas y sobornos en metálico provenientes de las arcas de los emires cataríes y de la monarquía marroquí. El rastro de la guita desnudó el intento de los sultanes árabes y magrebíes por mejorar su imagen ante una decadente Unión Europea.
Por Santiago Torrado para La tinta
Mientras las cámaras del mundo iluminaban los estadios cataríes a pocos días de la final de la Copa del Mundo, cuatro eurodiputados del Grupo Parlamentario Socialdemócrata y uno del Grupo Popular fueron detenidos por haber recibido sobornos en metálico procedentes de Qatar y del Reino de Marruecos. Una de las detenidas es la mismísima vicepresidenta de la Eurocámara -ahora destituida-, Eva Kaili, en cuyo domicilio se encontraron más de 150.000 euros en efectivo, envasados al vacío en billetes de 20 y de 50. Poco después, fue detenido su padre, Alexandros Kaili, con otros 600.000 euros escondidos en un bolso.
También fueron detenidos el presidente de la ONG pro derechos humanos Fight Impunity, Pier Antonio Panzeri, y Francesco Giorgi, marido de Kaili y asistente del eurodiputado italiano, Andrea Cozzolino, así como el ex Secretario General de la Confederación Internacional Sindical, Luca Visentini. Tras pasar unos días en prisión preventiva, quedaron en libertad bajo vigilancia el secretario general de la ONG No Peace Without Justice, Niccolò Figà-Talamanca, y el eurodiputado Marc Tarabella. En los allanamientos, se encontraron más de 1,5 millones de euros. El periódico belga Le Soir señaló recientemente que podrían haber hasta sesenta personas, vinculadas directa o indirectamente con el europarlamento, involucradas en la causa. La investigación continúa y no se descartan nuevas detenciones.
Tres días antes de que el seleccionado argentino se convirtiera en campeón del mundo, Francesco Giorgi confesó, en sede judicial, haber recibido sobornos de manos de altos funcionarios cataríes con el objetivo de mejorar ante la UE la imagen de los emires del gas. Prueba de ello sería la comparecencia de Eva Kaili, todavía como vicepresidenta del europarlamento el pasado 22 de noviembre, donde declaró públicamente que “Qatar está a la cabeza en derechos laborales en el mundo. Asumiendo retos que incluso empresas europeas se niegan a reforzar mediante leyes. Han optado por comprometerse con esa decisión y se han abierto al mundo”, dijo a su regreso de la inauguración del Mundial de la FIFA y tras entrevistarse con el ministro de trabajo catarí, el emir Alí Bin Salij al-Marri.
No resulta extraño que hayan sido especialmente diputados socialistas, sindicatos y ONG pro derechos humanos los involucrados en el escándalo, al fin y al cabo, las fuertes críticas que recorrieron el mundial de principio a fin iban especialmente en ese sentido: contra el régimen de esclavitud en que viven quienes trabajan en Catar, la falta de libertades civiles y sociales, la represión de mujeres y disidencias sexogenéricas. Tras conocerse las detenciones, la representación diplomática catarí en Europa emitió un comunicado donde rechaza «categóricamente cualquier intento de asociarlo con acusaciones de mala conducta” e insistió en que “cualquier asociación del gobierno de Qatar con las afirmaciones denunciadas es infundada y está gravemente mal informada. El Estado de Qatar trabaja a través del compromiso de institución a institución y opera en pleno cumplimiento de las leyes y regulaciones internacionales».
La pista marroquí
El escándalo de Catargate implica un terremoto político en el seno de la UE, cuyas consecuencias han tensionado la ya de por sí maltrecha imagen de la Unión. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, y el responsable de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, se pronunciaron condenando el suceso y se mostraron “preocupados por estos hechos gravísimos”. Tras estas declaraciones, la Defensora del Pueblo de la UE, Emily O’Reilly, criticó a Von der Leyen por “la falta de progreso en la investigación, tras su promesa de que la transparencia sería una parte central de su mandato cuando se convirtió en presidenta de la Comisión Europea”. En ese sentido, O’Reilly pidió que se cree un organismo con verdaderos poderes de investigación y sanción.
Las declaraciones, sin duda, más jugosas en este escándalo fueron las del ex eurodiputado italiano y presidente de la ONG Fight Impunity, Pier Antonio Panzeri, quien reconoció la trama de sobornos que incluían “regalos provenientes del embajador de Marruecos”, que fueron transportados hasta Polonia por su esposa Maria Colleoni y su hija Silvia Panzeri. Ambas permanecen detenidas en Bélgica. Según el matutino alemán Der Spiegel, el período en que Panzeri recibió estas dádivas coincide con el momento en que era miembro de la subcomisión de Derechos Humanos de la UE y de la delegación responsable de las relaciones con los estados del Magreb.
*Por Santiago Torrado para La tinta / Imagen de portada: Lionel Bonaventure / Getty Images.