Tenemos una historia que contar

Tenemos una historia que contar
19 diciembre, 2022 por Redacción La tinta

Por Gonzalo Reyes, desde Qatar, para La tinta

¿Se dieron cuenta de que todas (o casi todas) las canciones que alientan a la Selección Argentina quedaron desactualizadas? «Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar / quiero ganar la tercera / quiero ser campeón mundial / Y al Diego, en el cielo lo podemos ver / Con don Diego y con la Tota, alentándolo a Lionel». Ya logramos la tercera y somos campeones del Mundo. Incluso, los pibes de la Scaloneta, ya en el avión de regreso, consensuaron una modificación del tema que fue furor:«Muchachos, ahora solo queda festejar / Ya ganamos la tercera, ya somos campeón mundial / Y al Diego, le decimos que descanse en paz / con don Diego y con la Tota, por toda la eternidad».

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Es que estamos en presencia de esos momentos de la historia en donde la historia necesita escribirse. El relato de lo que pasó el 18 de diciembre de 2022 será performático para el futuro y las próximas generaciones. El 60 por ciento de las y los argentinos no habíamos visto a Argentina ser campeón del mundo y vivimos por años del recuerdo de nuestros progenitores o aquellos privilegiados que habían visto a Kempes en el 78 o a Maradona en el 86. «¿Y vos, dónde estabas cuando Diego les hizo el gol a los ingleses?». «¿Cómo fueron los festejos del 78?».


Ahora tenemos una historia que contar. Fuimos testigos de un hecho que, además de excepcional -hacía 36 años que no ocurría-, es popular. Tan popular que posiblemente no volvamos a ver a tantas personas, tan diversas, reunidas en tantos lugares públicos. En esos sitios donde se reúne el pueblo para manifestar su alegría o su bronca. Ayer, alegría. Es la transversalidad social del fútbol la que quedó, una vez más, en evidencia. Y a eso lo vamos a tener que contar.


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Ezequiel Fernández Moores recuerda, en su libro «Juego, luego existo», haber leído alguna vez que «cualquier partido, por más miserable que parezca, tiene una complejidad shakespereana». El guionista de la final mundial que vivimos el domingo se guardó las mejores líneas para el último baile de Lionel Messi. No es porque somos argentinos, para nada, pero fuimos testigos de la mejor definición del deporte contemporáneo, como lo tuiteó el periodista Pablo Varsky («La más extraordinaria de la historia de los Mundiales») o el mismísimo diario inglés –“La mayor final del mundo… desde 1966”-.

Al baile del primer tiempo, le siguió el capítulo del empate inesperado; a eso, le siguió el dramático suplementario y el gol de Messi que parecía el de la consagración; pero vino otro empate de la mano de Kylian Mbappé, el perfecto villano. Los cardíacos penales y, una vez más, la aparición del héroe de reparto: Emiliano Martínez. Porque, casi siempre, la estocada final no es la del personaje principal, proviene de alguno de esos personajes que rodean al protagonista, como el «Dibu» o Gonzalo Montiel y su penal. Esos papeles que son necesarios para que la figura central gane, sea feliz y lo haga en equipo.

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El escritor mexicano Juan Villoro dice que «el fútbol ocurre dos veces, una en la cancha y otra en la cabeza de los hinchas«. En cada persona, ayer, ocurrió un partido, una final, que merece ser contada. Con sus cábalas, con sus promesas, con sus santos paganos, con sus pensamientos más pesimistas en los momentos de miedo y sus llantos más alegres en los momentos de goles y atajadas. Cada uno vivió una película y también la vivió con otros.

En la larga espera desde Croacia, muchos recordaron a Alejandro Dolina pidiendo tener fe poética. Esa interrupción de la incredulidad que se necesita para vivir el arte, el teatro, las películas y esos partidos de fútbol que suceden en nuestras cabezas. Tomás Rebord señaló algo de eso también en estos días o, al menos, alimentó esa fe de que algo grandioso en nuestras historias podía ocurrir, aunque el mundo siga girando igual: «Esto sería una prueba indisoluble de creencia. Se nos daría una base, un puntal, un lugar en el cual pisar cuando todo se torne más difícil. En los peores días, diremos: pero bien que ese día pasó lo que tenía que pasar«. El tiempo dirá si este artilugio romántico y crédulo sirve para esos futuros días difíciles.

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Antes de iniciar este viaje hacia Medio Oriente, desde donde escribo estas palabras, me topé con una frase de Guillermo Vilas sobre la felicidad, en la que decía algo así como que quizás no sabía cómo ser feliz, pero sí sabía que podemos hacer cosas que, al recordarlas, nos hagan felices. 

Para recordarlo, tenemos que contarlo. Preguntarnos cada tanto, en algún asado o juntada, si «te acordás de la atajada del Dibu». Nos reiremos y quizá seamos felices un ratito. Con los años, nos lo preguntarán los que aún no nacieron: «¿Y qué pensaste cuando nos empataron? ¿Con quiénes estabas ese día?». Por eso, para ser felices y seguir creyendo que esto nos cambió la vida, hay que contarlo.

Tenemos una historia que contar. ¿Cuál es la tuya?

*Por Gonzalo Reyes, desde Qatar, para La tinta / Imágenes: Fernando Bordón, Iván Brailovsky y Eloísa Molina para La tinta.

Palabras claves: Mundial de Qatar 2022

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