Luis $encillo, locutor de oficio, con la sonrisa como arma: «Quiero mostrar otra forma de ser trans»
Luis es anfitrión de un bingo dominguero, le gusta la cámara y a la cámara le sienta muy bien su presencia, amante de la tele y los reality, ha construido un personaje poco pretencioso y que recupera un oficio vintage: ser animador. Ahí es donde desarrolla su personaje y suelta su voz para convidar a que el público la pase bien. Aprovecha, desde la animación, para mostrar su identidad trans, desde un lugar de disfrute y alegría.
Por Verónika Ferrucci para La tinta
Si te digo locutor, conductor, animador: ¿en quién pensás? Suena a un oficio vintage o a viejos vinagres que andan por escenarios de festivales, algunos casi en vías del olvido. Un oficio mayoritariamente masculino, hoy es reversionado desde el arte y las identidades de las nuevas generaciones, y rebautizado como host. A Luis $encillo, con quien charlé en una calurosa siesta citadina, con la Rueda del mundo de fondo, le gusta insistir y nombrarse como animador. Tiene 24 años, es trans y su pronombre es masculino. Es de Chile y vive en Córdoba -a quien le está súper agradecido- hace 3 años. No tiene drama en decir que llegó a esta ciudad por amor. Su condición de migrante lo atraviesa todo el tiempo, tener amigues que son su familia se lo recuerda permanentemente. Siente que la docta ha sido muy generosa con él: “Como me ha dado, yo doy. Es una ciudad que acoge y que, si uno le propone, te da o, al menos, conmigo ha sido así”.
“Luis $encillo, nacido en territorio $hileno y radicado en las Argentinas hace casi 3 años y, en Córdoba capital, 2 y un poquito más. Animador innato, entrevistador curioso, desagradablemente optimista, amigo de sus amigxs, amante del amor. ¿Se puede ser profeta en su tierra? ¿Hay que migrar para llegar a conocer(nos) más? Luis nace de la celebración al ridículo, de la risa constante, del querer hacer algo, cualquier cosa, desde bingos hasta este libro. El deseo de explorar todo lo que se vio por tantos años en casa: la tele. Tener su propio festival de Viña, hacer su gala, programas de entrevistas. La sonrisa como arma”.
Así se narra en su primer libro de micropoesías, Un halago certero, y eligió leérmelo. Editado y encuadernado a mano por La Bicha Trava, cumplió su deseo de presentarlo en marzo, en una gala con dress code de total black. “Quise hacerla a lo grande, porque siempre merecemos menos, porque todo tiene que ser con el poquito de plata que nos dan y me propuse que no sea así”. En esa apuesta llena de convicción, empezó a soltar el personaje que hoy amplía horizontes y escenarios.
Luis dice de sí que nació de la celebración al ridículo de sus amigxs, siempre fue extrovertido y, en el momento en que le empezaron a festejar mucho su presencia, sus bromas, sus animaciones, empezó a soltar la rienda. Desde siempre, vio mucho la tele y recuerda con entusiasmo cuánto le gustaban los programas de entrevistas. De modo que lo primero que hizo fue un programa en su canal de YouTube, se llamó “A corazón abierto con Luis Sencillo”. Luego, pasó al Instagram y empezó a subir historias que contaban su cotidianeidad, y así fue armando el personaje: “Quiero ser divertido, transmitir buena onda, no quiero hacerme el lindo o cool, quiero que me miren como yo estoy”. “Un día con Luis Sencillo” fue su reality en el que iba sumando seguidores, pero significaba mucho trabajo y nuevamente necesitaba de otras personas para generar el contenido y no tenía dinero para hacerlo. Después, llegó Luis y Pepe, que era él y su amigo Mostro de vacaciones, compartiendo lo que hacían. Y, de pronto, la gente lo empezó a consumir mucho, pero seguía en la misma trampa de contar con un equipo o personas que pudieran colaborar en la edición y el trabajo de producción. Entonces, se propuso hacer lo que tenía al alcance, aprovechar su casa y ese minipúblico que había conquistado y que tenía ganas de más. “Si 400 personas me ven las historias, al menos, 15 van a ir si hago un evento. Así empezó mi primer bingo en la terraza de mi casa”.
—¿Por qué un bingo?
—Porque mi familia, y particularmente Chile, es muy del bingo, allá le decimos lota y es del 1 al 90. Se juega mucho y yo, desde chico, lo jugué mucho con mi abuela. Ser animador de bingo era, de pronto, tener lo mejor de todos los mundos: gano un poco de plata, tengo mi momento de fama absoluto porque yo soy quien da los números y solo me escuchan a mí (se ríe). Todes saben que voy a ser yo el protagonista y no la tengo que caretear.
En la primera cita de lota, fueron 15 personas y algunas quedaron afuera; a las dos semanas, lo repetí. Ya llevo hecho 8 bingos este año. Es una propuesta para toda la familia, a la tarde, de matiné, de 17 a 20 y sin alcohol, con las puras ganas del encuentro. Yo no escabio y no me gusta promoverlo, es una movida súper familiar pa’l domingo.
Al principio, usaba el dinero que ganaba para comprar los premios, cositas como luces de Navidad, tacitas de cerámica, que sé que a mis amis les gustan. Comencé más que para ganar plata, para confirmar que podía hacer mi evento, algo que me gusta. Después, vino un bingo a beneficio por Iñaki, un compañero trans que tiene un problema de salud y fue en Villa Fuega con muchas más personas. Y así siguió creciendo, como un espacio de sana diversión, cachai, donde divertirse, comer rico, ganar un premio y yo hago mi show y gano algo de dinero. La propuesta es linda, hace poco fueron 3 mamás de amigos y una de ellas dijo: «Hace años que no me reía tanto», y eso es emocionante para mí. Me gusta que sepan que pueden llevar a la mamá a un espacio totalmente homosexual y que la van a pasar bien.
—¿Cuándo aparece el Luis animador?
—No es que de chico me imaginara ser animador, pero era muy extrovertido. Mi mamá ponía “Hijo de la luna”, de Mecano, al palo y yo estaba bailando y cantando. Quise estudiar teatro, pero no pude. Me encanta la tele y los realitys, y quizá desde ahí algo ya traía. En Chile, hay muchos animadores, por ejemplo, ahora que fui de visita, me llegué hasta una feria -como del estilo de la feria feminista de acá- y, durante todo el tiempo que duró, hubo animador, cachai. Y acá no es así, entonces pensé: no hay nadie que haga esto, no tengo competencia y, si soy bueno en esto, voy a empezar a generar una necesidad en la gente y voy a ser el mejor.
Mi primer evento fue en el 2020, pero la explosión del personaje fue en el 2021, ahí me propuse darle con todo. Me invitaron al Festi Feroz, realizado el año pasado en el Teatro Griego, organizado por En Trans-e Producciones en articulación con otras organizaciones. Era mi segundo evento, fui de animador y me sentí muy cómodo, tanto que, de repente, le estaba haciendo hacer la ola al público. Lo viví como un acontecimiento súper especial y ese día, cuando me di cuenta de que no me temblaba ni media pierna, entendí que ese era mi lugar, que me gusta el escenario, que la gente me vea hacer algo y generar algo en quien está del otro lado.
—A tus 24 años, apostás por el oficio de la animación, pero, ¿qué tipo de animador querés ser?
—Me dan ganas de hacer una fusión, la voz profunda del locutor histórico de los eventos que dice: «¿Dónde están las mujeres solteras?». Cuando hay señora es cuando el personaje más se desarrolla, nada mejor que coquetearle a una señora, se pone roja, no sabe qué hacer. Y me doy cuenta que tengo mucho del Festival de Viña del Mar. El mismo animador estuvo 50 años y yo me crié con él, y siento que tengo incorporadas sin darme cuenta: el manejo, la voz, la soltura muy de chabón que choca con mi identidad, que es otra construcción de masculinidad. Pero que aprovecho para reírme y jugar. Darme visibilidad, para, de repente, aparecer y generar la pregunta de quién soy. Es una forma de hacer pedagogía de lo trans sin tener que explicarme.
Estoy un poco harto de que la representación del ser trans sea contar tu vivencia entre lágrimas, como un mundo re duro y difícil. Es real que, como colectivo, tenemos muchas cosas que son una mierda, como el acceso a la salud, a las hormonas o diversas violencias. Pero también tenemos una vida de placeres y buenos momentos. La intención de Luis $encillo no es ser pretencioso, me costó darme sentido, pero este año entendí que yo quiero mostrar otra forma de ser trans, que no hay una forma única y donde todo es sufrimiento y tristeza. Estoy lleno de amigues, hago eventos para elles, voy a fiestas, me divierto.
—En la reciente visita de la Claudia Rodríguez, la interpelación que hizo en su presentación fue: “¿De qué tenemos que hablar las travestis?”, y te traslado esa pregunta a vos.
—Somos una generación que, si nos comparamos con la Claudia Rodríguez -y la verdad-, yo no estoy pasando miedo en la calle, aunque aún sigan existiendo algunas situaciones así, hay que poder marcar esas diferencias. Somos una generación que no a todos nos echaron de la casa o tu hermano te trató mal. Mis hermanos, mi mamá y mi papá me bancan. No me pegaron por ser lesbiana en su momento y ahora trans. Mi mamá ahora me dice que los hijos de sus amigas son lesbianas o gays, y ella les dice, en tono de risas, yo tengo un hijo trans. Vivimos en otro momento, hay más gente que está pudiendo expresar su identidad, ¿cachai? Argentina, particularmente, es un país que tiene un montón de leyes que, en Chile, aún no pasa, ni cerca; mis amigos cortan el tratamiento porque no tienen plata, es muy caro, la mitad de un alquiler. Yo aquí puedo tener mis hormonas gratis sin tener mi DNI y siendo migrante. Es una mierda cuando hay escasez, pero que el Estado te lo garantice por ley me parece muy piola y un avance.
Además, podemos hacer otras cosas, salir mucho más tranqui a la calle, expresarse, decirle a la familia, de hecho, siento que ya dejamos un poco de lado la idea de odiar y abortar a la familia; si te podés llevar bien con ella, mejor. ¿Por qué va a estar todo mal con todo el mundo? Es desgastante, si puede estar tranqui, qué mejor. Yo no me vinculo casi con varones heterocis y la mayoría de mis amigos son trans, elegí cuidarme de ciertas identidades que me generan ruido o me violentan, que no las puedo evitar en la calle, pero elijo no tenerlas cerca y, entonces, mi vida es piola.
Tenemos más libertades y pudimos empezar a adueñarnos de cosas que no se creía que podíamos, ¿por qué no podemos tener nuestra propia gala? Como no nos casamos, entonces: ¿qué hacemos para tener estas fiestas que los heterosexuales tienen todo el facking tiempo? No trabajamos en empresas y no tenemos una fiesta de fin de año, entonces, ¿cómo la gestionamos? Estamos en la calle sin vivir ciertas cosas, entonces, ahora es como empezar a querer lo que queremos tener y no lo que podemos tener. No cerrar la cabeza en cuanto a lo que podemos desear.
—Para finalizar y ya que a vos te gusta preguntar, ¿qué le preguntarías a Luis $encillo?
—¿Qué tiene entre las piernas Luis? Y puedo sumar una opción B de pregunta: ¿Hay que migrar para llegar a conocer(nos) más?
Vayan al bingo, conozcan a Luis, el tiempo se suspende entre su verborragia, su tonada chilena y su forma de alojarte entre las risas que te genera.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Fotografías: Ana Medero para La tinta.