Charly y Lanata

Charly y Lanata
24 octubre, 2022 por Redacción La tinta

Como todo buen clásico, la conversación televisada entre Charly García (que cumplió años por estos días) y Jorge Lanata, con los años, se pone más interesante. Tensión, picardía y genialidad en los albores del milenio.

Por Julia González para Revista Plaza

Era el año 2000. Nos dijeron que se acababa el mundo. Charly García presentaba Sinfonía para adolescentes y Jorge Lanata hacía rato se había colgado la cucarda de periodista mordaz. Entre ellos: la picardía y el juego, la ironía y la burla. En aquel hito, el periodista quiso emboscar al artista, que lo pescó en el aire y lo estampilló. Así empezaba a ponerse tensa aquella conversación:

—El arte está arriba de la política, suponiendo… que hagas arte —dice Jorge Lanata, socarrón. Esos puntos suspensivos que, en la oralidad, reflejan un silencio, en mi barrio, significan provocación.

—¿Sabés lo que es el arte? —responde Charly García.

—No, ¿vos?

—Sí, cagarte de frío —dice Charly, y despliega el primer momento de magia en la conocida entrevista con el conductor de Periodismo Para Todos. Con un juego de palabras, el músico esquiva el primer veneno que Lanata lanza de su lengua bífida. Charly tiene razón, “helarte”, en criollo, es “cagarte de frío”.

Tal vez el periodista que hizo del gesto de Fuck You su marca registrada no contaba con el talento, la picardía y la rapidez de García. A la ironía, se ve, se la combate con aptitud. No es necesario ser amigo de Charly para saber que le divierten los juegos de palabras y es ducho en la literalidad y la retórica. Los centros que le lanzan son devueltos con una elocuencia que retoza en su cabeza a una velocidad que algunos agarran al vuelo.

Como cuando Susana Giménez le preguntó, en una de las tantas notas que Charly le concedió y en las que juntos hacían explotar el rating, si la fama lo había cambiado y él contestó que sí, que le había cambiado los pantalones. La diva de los teléfonos se rió, acaso por compromiso, y quiso ahondar un poco más. Entonces repreguntó, jugando a tonta: “¿Cómo eras antes?”. Y el músico le dijo que igual, pero con los pantalones más pobres.

Así siguió aquella entrevista:

—No, no es solo eso, hay un montón de gente que se caga de frío… —seguía Lanata trayéndolo a su emboscada, reticente a escuchar la respuesta del músico; aunque no pudo terminar la frase porque la risa de Charly fue más fuerte.

—Ay, ay, ay. No sé, ¿a vos te parece que yo soy artista?

—No lo sé, ¿te digo en serio? No lo sé. Yo creo que hiciste grandes cosas y que después te empezaste a copiar a vos y te das cuenta.

—Yo pienso que vos sos un pelotudo.

—Gracias.

—De nada —dice el músico. Termina el vaso de lo que fuera que estaba tomando, lo apoya con fuerza en la mesa y agrega, sin dejar de mirar al interlocutor—, pero bien.

—¿Y cómo es un bien pelotudo?

—Y no sé, sale por televisión.

Ese año, Charly presentaba Sinfonía para adolescentes, el cuarto y último disco de Sui Generis. Tres años más tarde, en una entrevista a La Nación, declaró que se identificaba más con alguien de quince años que con una persona de su edad (52, en ese momento). “Para mí, la gente de mi edad está muerta”, dijo. Estos raptos lúdicos no hacen más que apoyar sus testimonios. Los viejos vinagres no saben jugar.

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(Imagen: Pepe Mateos)

Charly nos entregó innumerables momentos de lucidez; los videos de recopilaciones de entrevistas en YouTube no nos dejan mentir. Y dentro de estos destellos, hay quienes pueden seguirlo y quienes se quedan en la mitad del cuento. En una nota que le hizo Jorge Guinzburg, queda de manifiesto que resulta mejor jugar para el equipo de Charly. Ya sabemos quién va a ganar. En aquel tête-à-tête, el músico, sencillamente, se muestra encantador.

Teñido de rubio en homenaje a Kurt Cobain, quien recientemente se había suicidado, se pasaba graciosamente la pelota con Guinzburg en Peor es nada, el programa que conducía junto a Horacio Fontova y que emitió Canal 13 entre 1990 y 1994 (hubo una segunda versión en 2001). El encanto de Charly esa noche podría atribuírsele a las mieles de Guinzburg, que hizo del género entrevista su hogar. Al volver del corte comercial, el periodista le dijo que era un tipo brillante, “no solo en la música, sino también en la conversación”.

Resulta fácil pensar que Charly y Guinzburg hablaran el mismo idioma: doble sentido, oxímoron, travesura, humor. Por eso no les cuesta seguirse el hilo; ninguno de los dos, nunca en ese encuentro, queda en off side. En un momento, Charly le dice que no le gustaba hacer inversiones financieras porque él prefería tener todo el dinero junto en una bolsa marrón. Entonces Guinzburg le pregunta si de ahí viene eso de “entregá el marrón”. La tribuna reidora estalla. Charly asiente y remata: “Yo le entrego el marrón y me quedo con el dinero”.

Hablando de inversiones financieras y volviendo al contexto del hito que nos convoca, en el 2000, todavía faltaban ocho años para que Lanata refundara Crítica, el diario en el que muchos y muchas de sus colegas querían escribir. Reconocidas plumas y también jóvenes promesas dejaron sus trabajos para seguir a quien había creado Página/12 y desnudara luego en DDT, el programa que salía por Canal 26 en 2010, el obsceno mapa de medios de Clarín.

En 2008, Lanata tuvo en sus manos un diario que superó la media. Se diferenció y, con contenidos de calidad, escaló en la progresía. A dos años de haber inaugurado Crítica, lo cerró, dejando sin trabajo a sus colegas empleados, sin indemnizaciones y debiéndoles cuatro meses de salario. Así se refirió Alejandro Bercovich, a propósito del cierre de Tiempo Argentino durante el Gobierno de Mauricio Macri: “Muchos de esos periodistas de Tiempo Argentino eran compañeros míos en Crítica de la Argentina, donde nos dejaron debiendo todas las indemnizaciones y los últimos cuatro sueldos. Esa realidad no lo conmovió a Lanata”.

El año pasado, el conductor de Periodismo Para Todos habló del famoso cruce con Charly que, como todo clásico, mejora con el tiempo. En un programa de Canal 13, que después el diario Clarín refritó en la web, puso en contexto lo que le estaba pasando en aquellos 2000, un año antes de la crisis que le costó la renuncia a Fernando De la Rúa. Podría decirse que la grieta era leve, desdibujada, no era feroz como con el kirchnerismo ni como en el 55 cuando los bombardeos a Plaza de Mayo. Y que Lanata aún no había empezado su imperio en el monopolio.

Dijo que, por aquel entonces, era amigo de Fito Páez y de Cecilia Roth, “desgraciadamente esto después se rompió porque Fito se hizo K y nos separamos. En aquel momento, yo me había ido de vacaciones a Nueva York con Fito, Cecilia, un hermano de ella que venía de Madrid y su pareja… éramos como seis. Y García estaba receloso de Fito a nivel profesional, cosa que era una estupidez porque García es más que Fito», dijo.

Agrega también que tenía un trauma con el arte y la visión de qué es ser un artista. «Yo estaba con ese rollo en la cabeza, entonces le pregunté eso y él me dijo lo de pelotudo. Pero no fue una cosa agresiva, acá lo cuentan como algo agresivo. Nada que ver, después de eso, yo lo he visto como cuarenta veces más», compartió Lanata. Al finalizar, reconoció el talento sin dejar de echarle tierra: «A mí me encanta García, es un tipo súper talentoso que se destruyó a sí mismo», dijo.

Último round:

—Sos un artista, García —reconoce el periodista.

—Bueno, y además soy un artista muy bueno.

—Y aparte sos alto y estás más lindo que antes, ¿tenés tubo? —bromea. Pero Charly tiene preparado un nuevo uppercut:

—Y aparte nunca me traicioné, por ejemplo.

—Este pelotudo tampoco.

—¿De quién hablás? —ya lo tiene en el piso.

—De mí —balbuceó, rendido.

—Ah —dice Charly, saboreando el plato frío, and says no more.

La torpeza de Lanata quedará impresa en cientos de videos, pero si hay uno que es hermoso y contundente, es este. Sarcástico y avivando el incendio, lustrando la cucarda, Lanata termina boqueando en el piso. El arte es comunicar a través de un hecho estético, entre acepciones más floridas. Quien dude del ejercicio del arte en Charly García, duda de la belleza del mundo. Hay que ser torpe. El periodista, entonces, sella la conversación dándole la razón al artista cuando se reconoce un pelotudo. Mientras, Charly esgrime el ingenio de la palabra, como para que no hubiera dudas de que la vanguardia (y el arte) es así.

*Por Julia González para Revista Plaza / Imagen de portada: Pepe Mateos.

Palabras claves: Charly García, Jorge Lanata

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