Un futuro anterior, los vaivenes del amor

Un futuro anterior, los vaivenes del amor
5 mayo, 2022 por Redacción La tinta

Por Manuel Allasino para La tinta

Un futuro anterior es la nueva novela del escritor Mauro Libertella, recientemente publicada. El autor abre la caja negra de una pareja para tratar de entender cómo llegaron a ser lo que son, con todos los errores que cometieron, pero también con todos los aciertos que lograron. 

Se conocieron de jóvenes en una fiesta en Buenos Aires y el futuro era una tierra incógnita de promesas por descubrir. Pero al poco tiempo todo cambió, ella comienza a salir con un amigo de él y, entonces, pasan a tener una relación secreta que alcanza picos dramáticos y amenaza con destruir todo lo que toca. 

Con gran talento literario, Mauro Libertella combina narración y ensayo para entregarnos una indagación profunda por su propio pasado, y un réquiem por el tiempo y las amistades perdidas. 

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“Los tiempos se aceleraron y la relación entre Manuel y Leticia se consolidó. Era raro, había un punto incómodo en todo eso, y sin embargo estábamos todos contentos por él. Se pueden tener sentimientos contradictorios, en disputa; no solo es posible, es inevitable; casi todo la vida, de hecho, es eso: una batalla muda entre hipótesis encontradas que nos habitan, una guerra civil de bolsillo. Luego de esas semanas en las que había vivido fuera de foco, aproveché el nuevo escenario para volver a concentrarme en mi relación de pareja. Fueron años interesantes. Ya no éramos adolescentes, pero no nos sentíamos adultos, y en esa especie de vacío todo estaba más o menos permitido. ¿Salir hasta las cinco de la mañana un día de semana cualquiera? Claro, por qué no. ¿Cambiar de pareja, cambiar de carrera, cambiar de casa? Desde luego. Era la época previa a los grandes arraigos (la convivencia, los hijos, el trabajo en relación de dependencia) y esa volatilidad, que en otro momento puede ser la causa de terribles angustias, a los veintitrés años era un cheque en blanco que, si usábamos con un mínimo criterio, luego nadie nos cobraría. Mis amigos optaron por la modalidad de vivir en casas comunitarias y se mudaron de a cuatro o de a cinco a departamentos y PH que a las pocas semanas se convertían en salas de ensayo, en fumaderos, en cines clandestinos, en casinos en miniatura. El aire impregnado de un extraño delirio. Yo siempre tuve una inclinación más solitaria y, aunque los visitaba prácticamente todos los días, sabía que ese tipo de rutina, con picos de intensidad social cotidianos y una alta dosis de imprevisibilidad, no era tolerable para alguien de mi temperamento. Hoy, que ya han pasado más de quince años de todo esto, todavía me descubro, de tanto en tanto, añorando ese desparpajo, ese elogio de la improvisación. El grupo de amigos era una unidad férrea, en apariencia indestructible. Pasábamos juntos todo el tiempo que podíamos pasar: no estábamos más horas juntos porque el día tenía un límite. Vernos era parte de una práctica cotidiana, pero también de una especie de ética, un dogma privado de cómo estar en el mundo. Nos queríamos muchísimo. ¿De qué vivíamos? Juro que no lo sé. Hago un esfuerzo por reponer la información y creo que yo entonces trabajaba como freelance en revistas y suplementos culturales. Estaba empezando a escribir de manera regular y supongo que no hacía falta demasiado dinero. Vivía con mi madre, tenía todos los gastos básicos cubiertos por ella, estudiaba en una universidad gratuita y mis salidas eran espartanas. Un día cualquiera podía ser esto. Despertarse hacia el mediodía, encender la computadora, leer por arriba los diarios, los mails, las novedades. Hacia las dos de la tarde, un desayuno-almuerzo, y luego salir a buscar un café con una mesa libre contra la ventana (siempre es recomendable ver cómo se desplaza la calle mientras uno está quieto en una silla de madera) para trabajar un poco. Luego, hacia las seis de la tarde, una hora de colectivo hasta la facultad: clases, conversaciones en el pasillo, humo y café en vasos descartables de telgopor. Y a la noche, juntarse con amigos hasta las tres, hasta las cuatro de la mañana. Una auténtica Rueda de Virgilio, que pasaba del drama a la comedia, del sol furioso al silencio de la alta noche. Fue ahí, en esas casas compartidas, donde empecé a ver a Leticia cada vez más seguido. A veces iba con mi novia, aunque en general caía solo; ella siempre estaba con el suyo, que vivía en una de esas casas. Los primeros meses nos evitábamos, escapábamos uno del otro y si nos cruzábamos en la misma sala, en la misma mesa, un antiguo pudor postergaba cada frase que decíamos. Ella estaba empezando una nueva vida con él. Sin embargo, yo me daba cuenta de que estaba atenta a mis movimientos, a mis palabras, y por supuesto que a mí me sucedía lo mismo: no daba igual si ella estaba que si no. Manuel, reservado por naturaleza, no nos contaba demasiado sobre la evolución de su noviazgo, pero al año aquella ya era una pareja afianzada, sólida. También mi propia relación de pareja seguía su curso, pero algo no estaba bien. El aguijón ya estaba clavado y el veneno de Leticia llevaba un año esparciéndose por mi cuerpo, y es muy difícil estar en pareja con una persona cuando otra ya te dejó la marca de los dientes en el cuello”.

Mauro Libertella en Un futuro anterior bucea en la intimidad de una generación y la resume en una relación prohibida que devoró sus tinieblas y se iluminó en un amor cotidiano. 

Con una prosa cristalina y bella, cuenta historias de amor y rompe con uno de los grandes tabúes de nuestra época: el tabú de la sentimentalidad, como indica Martín Kohan en la contratapa.  

“Una noche, Leticia llegó hacia las once, sin avisar, a la casa donde aún vivía con mi madre. Silbó desde la vereda, pero la ventana de mi habitación, que daba a la calle, estaba cerrada y no la escuché, así que apeló a un recurso cinematográfico y arrojó piedras al vidrio. Aturdido por ese atentado, abrí la ventana esperando lo peor y ahí estaba ella, un piso más abajo, saludando, algo empequeñecida por la distancia. Vi en su cara un temblor particular, como si estuviera poseída. Abrí la puerta y la invité a pasar. Subimos a mi habitación. Estaba turbada, atravesada por una tormenta interior de la se oían los truenos, de la que se veían los resplandores. -¿Todo bien? –Sí, todo bien. Andaba por acá. (Mentira, obviamente). –Sentate. (Nos sentamos en el piso, que era alfombra marrón, con las espaldas contra la madera de la cama). –Quería decirte algo. Estuve pensando en todo lo nuestro y creo que tenemos que estar juntos. No da para más esto, me está matando. Tenemos que contarles a nuestras parejas, a nuestros amigos, y estar juntos bien, normal, sin escondernos, sin que sea tan complicado. Es obvio que tenemos que estar juntos. Hay que blanquear. (Me quedé en silencio. Miré para otro lado. No lo pude soportar). –Decime algo, ¿qué pensás? ¿No te parece evidente lo que te digo? Le dije que no sin decírselo. No me animé. Entre el coraje y yo se había producido un triste y resignado malentendido. Le quedó claro que, por el momento, no tenía sentido tratar de dar un paso de esas características. Yo no estaba listo, no podía, no quería. Para ella fue frustrante. Había recorrido la ciudad en trance y el resultado de esa peregrinación fue estéril. Luego de esa conversación nos dimos algún beso, pero fue un beso triste, desapasionado. Ella quedó herida, hubo un daño ahí. Cuando llegó a su casa, me mandó un mensaje diciéndome que era mejor que no nos viéramos más. Fue el primero de varios intentos por cortar esa red en la que estábamos atrapados”.

Un futuro anterior de Mauro Libertella es una novela que le da voz a una masculinidad que se deja atravesar por las emociones. Se aborda una historia de amor, pero también una transformación afectiva. Es un libro que ahonda sobre aquello que estamos dispuestos a sacrificar para alcanzar el espejismo de la felicidad. 

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(Imagen: Alejandra López)

Sobre el autor

Mauro Libertella (Ciudad de México, 1983) creció y vive en Buenos Aires. Es autor de los libros de narrativa Mi libro enterrado, El invierno con mi generación y Un reino demasiado breve, y de los últimos de no ficción El estilo de los otros y Un hombre entre paréntesis. Retrato de Mario Levrero. Su obra ha sido publicada en Argentina, España, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Holanda e Italia. Combina su trabajo de escritor con el periodismo cultural en medios de varios países. En 2017, fue seleccionado por el Hay Festival como uno de los 39 mejores escritores de ficción latinoamericanos menores de 40 años. 

*Por Manuel Allasino para La tinta / Imagen de portada: 

Palabras claves: Mauro Libertella, Novelas para leer

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