Se aprobó la comercialización del trigo transgénico, el pan veneno nuestro de cada día

Se aprobó la comercialización del trigo transgénico, el pan veneno nuestro de cada día
20 mayo, 2022 por Redacción La tinta

A pesar de la lucha y resistencia durante años de organizaciones sociales, campesinas y científicas para detener el avance del trigo HB4, el Gobierno hizo caso omiso. El pasado jueves, se firmó la Resolución 27/2022, que autoriza la comercialización del trigo transgénico de la empresa Bioceres aprobado en el 2020. Desde La tinta, conversamos con Guillermo Folguera, quien nos comparte el mapa de situación acompañado de un análisis crítico y plantea el gravísimo escenario que esto trae aparejado.

Por Redacción La tinta

En octubre de 2020, a pesar de la resistencia de más de mil científicxs y de diferentes espacios y organizaciones, Argentina aprobó la semilla IND-ØØ412-7, sus productos y derivados, brindando aprobación también al peligroso agrotóxico glufosinato de amonio, 15 veces más tóxico que el glifosato. A las claras, con la intención de profundizar en un modelo agroproductivo más interesado en generar divisas que alimentos, dejando territorios, poblaciones y ecosistemas devastados. En aquel momento, más de 1.000 científicxs del CONICET y 30 universidades públicas pusieron en cuestión la decisión y rechazaron -en una carta abierta al Gobierno nacional- la autorización al HB4, producto del equipo de la bioquímica Raquel Chan de la Universidad Nacional del Litoral y la empresa Bioceres-Indear.

Como especificaban lxs científicxs en su carta, el glufosinato de amonio es un herbicida 15 veces más tóxico que el glifosato, ampliamente cuestionado y prohibido en muchos países por su toxicidad aguda y sus efectos neurotóxicos, genotóxicos y alteradores de la colinesterasa. El compuesto es letal para organismos que contribuyen naturalmente a mantener la dinámica de los agroecosistemas, deteriora enormemente la calidad del agua dulce acelerando procesos de eutrofización y penetra hacia napas subterráneas.

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(Imagen: Pascal Rossignol / Reuters)

A pesar de saber todo esto, el jueves pasado, se firmó la Resolución 27/2022, un gancho que autoriza la comercialización del trigo transgénico de la empresa Bioceres. El trigo HB4 es rechazado por productorxs del trigo, empresarixs del sector y científicxs, quienes denuncian la falta de transparencia en el procedimiento de aprobación de este transgénico, la contaminación que producirá sobre otros trigos no transgénicos y el aumento del uso de agrotóxicos que supondrá su cultivo.

La luz verde a la empresa Bioceres para comercializarlo, que cotiza en la bolsa de Nueva York y cuenta con accionistas millonarios como Grobocopatel y Sigman. La empresa desarrolló el trigo transgénico asociada con Raquel Chan, científica del CONICET y la Universidad Nacional del Litoral. 

Mientras tanto, la Fiscalía Federal y la Defensoría Pública Oficial pidieron al Poder Judicial suspender esta medida con urgencia, poniendo sobre la mesa que la aprobación del HB4 viola normas del cuidado de la salud y el ambiente, la Ley General del Ambiente y el artículo 41 de la Constitución Nacional. Por su parte, las cámaras de productorxs y exportadorxs de cereales dicen que todo esto supone un grave riesgo comercial porque los países que compran no aceptan el HB4.

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(Imagen: Tiempo Argentino)

La gravedad es extrema: pronto, el trigo transgénico estará en nuestros alimentos a través de panes, pizzas, facturas y todos los derivados de la harina de trigo, base de la alimentación de la población argentina, y es, como está comprobado, de alto impacto en nuestros territorios con un modelo de fondo que solo beneficia intereses económicos, que nos enferma y destruye nuestra tierra. 

Desde La tinta, estuvimos en comunicación con Guillermo Folguera, biólogo, filósofo, investigador de CONICET y militante socioambiental, especialista en la materia, quien hace hincapié en que recordar algunas cuestiones nos ayudará a comprender de qué se trata y por qué la necesidad de evaluar críticamente lo que se acaba de aprobar la última semana y su liberación comercial: “El trigo HB4 es un transgénico. Los transgénicos son organismos, en este caso, es un vegetal al que se le insertan genes para conferirle ciertas características. En este caso, las características asociadas son dos: por un lado, la tecnología HB4 le confiere, en función de las promesas de los propios actores involucrados, la resistencia al estrés hídrico, o sea, se puede producir y cultivar en condiciones de poca humedad ambiental. Por otro lado, tiene asociada la resistencia a un herbicida, el glufosinato de amonio, un herbicida que se usa actualmente en Argentina, pero que, a partir de esta aprobación, va a incrementar su uso”, explica el investigador.

Folguera agrega, con la intención de complejizar el análisis, que “las instituciones que están involucradas en su elaboración o que estuvieron involucradas en su elaboración son, por un lado, CONICET; por el otro lado, aparece la Universidad Nacional del Litoral y, por otro, Bioceres, que es una empresa de capitales locales, pero con algunos actores muy fuertes en diferentes temáticas y asociados a diferentes cuestiones, tanto a los agronegocios como a otros rubros. Entre ellos, se puede mencionar a Huergo, que es uno de los responsables de la parte rural del grupo Clarín ni más ni menos y Grobocopatel, el afamado rey de la soja, que hace poco tuvo una aparición pública muy significativa en la Universidad Nacional de Córdoba. En tercer lugar, el conocido Hugo Sigman, el sexto millonario de Argentina con fuerte presencia a partir de sus emprendimientos empresariales con el grupo Isu del grupo Elea, Biogénesis Bagó, entre otros”. 

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(Imagen: Daniel Acker/Bloomberg)

El especialista dice que la aprobación del trigo transgénico es algo a ser comprendido en su totalidad y marca varios de los problemas que se han señalado desde diferentes actores, tanto científicxs como de comunidades locales: “En cuanto a los riesgos que tiene, algunos se relacionan con las características propias del trigo transgénico y otras tienen que ver con las experiencias recuperadas con otros organismos genéticamente modificados en nuestro país y que han tenido roles claves en los denominados agronegocios. En relación a las características asociadas, por lo pronto, se puede derivar que el paquete tecnológico involucrado con el glufosinato de amonio lo único que promete es la multiplicación de agentes químicos ambientales. Agentes químicos que -recordemos- Argentina y algunos de sus valores realmente son impresionantes en cuanto a que es el país en el que se consumen mayor cantidad de agroquímicos por habitante, del mundo. Esto no solo tiene que ver con la multiplicación del glufosinato de amonio, sino tiene que ver con la multiplicación de efectos sinérgicos, efectos en los cuales muchos químicos en el ambiente empiezan a actuar ya no solo de manera aditiva, sino multiplicándose bastante en cuanto a su toxicidad”.

En relación a la tecnología HB4, Folguera explica que merece detenerse en el análisis. “Estamos hablando de una tecnología que incide fuertemente sobre la posibilidad de cultivar en ambientes de estrés hídrico. Ambientes de estrés hídrico son ambientes muy frágiles y someter esos ambientes frágiles al cultivo tanto de soja HB4 como de trigo HB4, en este caso, significa lo que han marcado muchos sectores como pampeanización de los suelos, tratar a todo el territorio argentino como pampa húmeda. Esto que, evidentemente, ya de por sí puede ser pernicioso para la propia pampa húmeda, en otros ambientes de situaciones de ecosistemas débiles, puede ser extremadamente peligroso y, de hecho, ha generado en nuestro país la denuncia de muchos sectores de pérdida de nutrientes del suelo, situaciones de inundaciones, situaciones de sequías etc. Pero, además, la propia presión de lo que significa hacia los desmontes, hacia la deforestación en un país que ya presenta, desde la aprobación de los transgénicos, marcado por muchos sectores, estar más o menos entre los 10 países del mundo más deforestados, lo cual, evidentemente, lejos de tratarse de una buena noticia, involucra una serie de factores muy complejos a ser considerados”.


Folguera continúa reflexionando y focaliza en que “la multiplicación de agentes químicos no solo involucra un efecto de los denominados pueblos fumigados -que actualmente están tratando de frenar la multiplicación de agentes químicos que les vienen directamente a su cuerpo-, sino, además, en función del propio consumo que se da en nuestro país del trigo. Muy probablemente incremente la toxicidad de los propios alimentos que llegan cotidianamente a los centros urbanos, con lo cual veremos cómo eso incide directamente a partir de su aparición en diferentes harinas para hacer pan, para pizzas, sandwiches, etc. Y como sabemos, en primer lugar, incide sobre los sectores de menores recursos”. 


El científico recupera las experiencias de 25 años a esta parte en relación a los transgénicos y enfatiza en que todo este escenario en torno a la tecnología HB4 y al paquete del glufosinato de amonio, además, debe acompañarse de lo que significa la experiencia dada por los propios transgénicos, a 25 años de aprobados en nuestro país. “Ya tenemos elementos para pensar críticamente mucho de lo que han implicado. Uno de los segmentos más marcados tiene que ver con la concentración en propiedad y uso de la tierra. Cuando fueron aprobados los transgénicos, de alguna manera entraron con una promesa que, lejos de cumplirse, significó lo contrario, que es el encarecimiento de los costos de los campos, que, como se sabe, eso, a la larga, termina incidiendo en un aprovechamiento de los grandes productores respecto a los pequeños. Esta concentración en propiedad y uso de la tierra hace desaparecer a los pequeños agricultores de nuestro país y, junto con ellos, la propia interacción con la multiplicación química que generó -por ejemplo- la desaparición de un montón de apicultores y una merma en general en la cantidad de colmenas, tal como denuncia la Sociedad Argentina de Apicultores, en valores que van entre el 25 y el 50% en este mismo periodo. Estamos hablando de valores muy altos que, además, va acompañado a una degradación de la matriz productiva”.

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(Imagen: Tranquera)

Por último, Folguera invita a reflexionar sobre la manera en la que instituciones sumamente significativas para la ciencia en nuestro país han naturalizado esta situación, como algunos sectores de CONICET y la UNL, funcionando como empresas privadas: “Invito a las personas que están siguiendo esto a que contrasten el discurso de una de las investigadoras a cargo del proyecto, que es Raquel Chan, con el propio discurso que tiene, por ejemplo, el CEO de Bioceres, Federico Truco. Me resulta sumamente significativo que el discurso de la investigadora de CONICET -que debiera defender la institución pública y, en este sentido, defender no solo la parte productiva, sino el cuidado del ambiente y el cuidado de las comunidades- soslaye muchos de los riesgos asociados a la liberación de este trigo transgénico tal como hace exactamente la empresa Bioceres. Esta simultaneidad de discursos refleja a las claras el triunfo de una idea particular, de pensar al Estado en combinación con las empresas y cuyo único objetivo parece dirigido a la multiplicación de divisas y no al cuidado de la salud de las comunidades y de la naturaleza. Creo que tenemos que repensar críticamente cuál es el rol de instituciones públicas, instituciones profesionales, qué rol están teniendo las universidades nacionales en muchos de los elementos que se están discutiendo en la actualidad y cómo se vinculan con las propias denuncias, en este caso, de los pueblos fumigados que están señalando el modo en el cual muchos de sus hijos e hijas pasan por el Hospital Garrahan, el modo en el cual las enfermedades crónicas y agudas se multiplican, etc., y el modo en el cual la pérdida de pequeños agricultores, de los apicultores que he mencionado, la pérdida de diversidad productiva se puede involucrar con dos factores que se expresan en nuestro país de manera muy dramática”.

Guillero Folguera se detiene para hablar sobre estos factores y señala, primero, la densidad poblacional en aumento, que llega en la actualidad a un 94% en los centros urbanos y del considerar que son procesos que inciden fuertemente en la desigualdad social: “Estamos hablando de un país que cerca de la mitad de la población está debajo de la línea de la pobreza y estos proyectos, lejos de generar equidad social a pesar de sus promesas, tienden otra vez a incrementar la desigualdad social a partir de la concentración -por ejemplo- de la propiedad y uso de la tierra, y de la distribución del capital. Por todo esto, creo que se trata de un elemento muy fuerte que obligaría una discusión general que no se ha dado en nuestro país y que se presenta con otros elementos que no he señalado, pero que también es importante marcar, como la capacidad que tiene el trigo transgénico de contaminar (y que, evidentemente, va a traer fuertes problemas directos con aquellos productores de trigo no transgénico). Hay una imperiosa necesidad de dar una discusión seria respecto de cuáles son las políticas públicas en nuestro país, qué sectores se ven beneficiados y qué sectores se ven directamente perjudicados con ellas”, concluyó el especialista.

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Ámbito.

Palabras claves: Guillermo Folguera, transgénicos, trigo

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