Mal-tratada: ¿cómo se fabrica una loca?
El domingo pasado, se estrenó un docudrama ficcional basado en el relato testimonial “La mujercita vestida de gris”. Generó miradas llovidas, profundo silencio y muchos sentires en quienes estuvimos ahí. Es necesario hablar de la locura, contar la locura, discutir sobre la salud mental en las mujeres, desde el respeto y desde el arte. El teatro, una vez más, denuncia y nos transforma.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
La sala está completa y, aunque es la hora del corchazo dominguero, fui precavida, la tarde de domingo se pasa con amigas. El pasaje Pérez, el de los teatros, rebalsa de gente, como si hubiera pasado una pandemia y estuviéramos celebrando el reencuentro en cuerpo y alma. Birrita previa y charla profunda, así llegamos.
Dan sala. El espacio está dispuesto como una asamblea, todo indica que el escenario estará al centro. La escena se arma mientras ingresamos. Murmullos van tejiendo el texto.
Y la pregunta se posa sobre mis oídos y no me deja en paz en toda la semana: ¿cómo este sistema patriarcal, desde sus repetitivos y sistemáticos maltratos, nos enloquece?
Loca ella, loca yo, locas todas
Nosotras nos reconocemos locas, dicen las actrices, y yo no puedo más que cruzar miradas con mi amiga para entender lo que estamos sintiendo. Loca, intensa, histérica, desquiciada, enferma, nos suenan a menudo. ¿Les suenan?
Nacimos con el título de loca, por ser mujeres, por no entrar en las reglas, por quejarnos, por mostrar incomodidad, por no conformarnos.
La cosa se pone cada vez más profunda, circulan los pañuelos por las butacas. El silencio cala hondo.
“Soy insana porque no me conformo. Lloro con frecuencia, estoy insana. No puedo dormir, me percibo insana. Me doy cuenta que no alcanzo a cumplir con lo que llaman responsabilidad de madre, me percibo insana. Soy sana porque tomo bajas dosis de clonazepam”, escuchamos desde nuestro lugar de público aparentemente pasivo, pero profundamente conmovido. “Estuvimos pensando en cómo se fabrica una loca”, concluyen en la primera escena.
Mal-tratada es un docudrama ficcional basado en el relato testimonial “La mujercita vestida de gris” de Rosa López, Natalia Monasterolo y Marina Pérez, editado por Eduvim. Cuenta el caso de Marina que, desde mayo de 1988 y hasta 2014, transcurrió su vida entre neuropsiquiátricos y casas de medio camino tras una decisión judicial dada en el marco de la muerte que provocara a tres de sus cuatro hijos. Este relato identifica los momentos de vulneración de derechos y sometimiento a todo tipo de violencias que atravesaron su vida y confluyeron en su padecimiento mental.
“Escuché decir que una loca se fabrica a fuerza de mucho desprecio. Eso es una loca, no un loco”, continúa la obra y reflexionan, mientras conmueven, en torno a: ¿cuándo nace una loca? Una loca nace el día que la medican, quizás el día que la abandonan o cuando es juzgada, cuando tiene un diagnóstico de sentencia, un juicio de normalidad deseada, esperable. Una loca nace cuando no entra en los moldes de nuestra cultura.
La historia de Marina fue el disparador para contar. Mal-tratada es un símbolo que permite denunciar el funcionamiento del sistema manicomial en nuestro país y deja sentada una postura crítica frente a ello pretendiendo hacer un teatro de denuncia.
“A través de un caso, nos aproximamos en forma fragmentada a la locura y al tránsito institucional por escenarios teñidos de punición y de encierro. ¿Dónde reside la locura? ¿De qué manera las conductas de una sociedad son responsables? El lado oscuro de nuestros placeres hedientos, la impronta política de asumirnos locas y el encuentro sensible con quien relató el extrañamiento como testimonio son la convocatoria a esta nueva asamblea”, dicen quienes ponen en escena cada domingo de mayo a Mal-tratada.
La historia de Ella, como deciden nombrarla en escena, transcurre por distintos momentos de la asamblea. El orden del día nos comparte climas profundos, un viaje a la tristeza del abandono, a la crueldad de los instintos, a la búsqueda humana.
Mientras relata una justicia injusta, un sistema que oprime y señala, la dejadez y el olvido sistemático sufrido por aquellxs que no entran en lo que se espera.
“Mal-tratada” es un relato crudo, pero contado con increíble amorosidad y cuidado. Las luces acompañan un clima que se tensiona y respira, una y otra vez, en absoluta armonía, mientras la asamblea sucede.
Hablar de salud mental como derecho
¿Cómo nos atraviesa la locura, cómo llegamos ahí? ¿Qué cosas nos pasaron y cuales debían pasar y no pasaron? ¿Cómo una mujer llega ahí, cómo se llega a ser Marina? ¿Qué presencias fueron ausencias? ¿Qué es estar loca, qué es estar cuerda? ¿Qué de la realidad es real y qué delirio? ¿Cuál es la norma, qué es lo normal? ¿Cuán adentro y cuán afuera estamos? Así como estas preguntas, tengo muchas otras que rondan en mi cabeza desde el domingo a la noche. Es necesario hoy y siempre hablar de salud mental. Que no sea privilegio, que no esté obstaculizado su acceso, que no se estigmatice, que se acompañe de verdad, sin desigualdades, sin violencias. Pero antes, mucho antes, que haya presencia, que haya oído atento, que haya red. Que las mujeres no estemos más solas y que no nos transformemos en casos, en frías historias clínicas.
“Es súper sanador y necesario para mi hablar de salud mental, sobre todo, de las mujeres. Porque no es lo mismo para nosotrxs hablar de una loca que de un loco, como decimos en la obra, acá estamos hablando de las mujeres. También hay una crítica a los espacios de salud, a los manicomios, a la justicia, desde una mirada feminista. Y una intención de que el espectador se ponga a preguntarse, que salga pensando: ¿cómo estoy yo en el aquí y el ahora con respecto a todas estas preguntas que se hacen estas tres actrices y la directora”, dice Micaela Franchino, directora de la obra, en comunicación con La tinta. Además, relata una historia de vida atravesada por la complejidad de “Mal-tratada”, cuenta el nacimiento del padre y posterior fallecimiento de su abuela en Oliva, y cómo esto marca sus preguntas e intereses. Recuerda con emoción cómo fue conocer Oliva y cómo esa experiencia marca el ritmo y la armonía de la obra. “Había algo en ese camino, en esos pinos, que no lo puedo poner en palabras, pero estaba en el aire, era hermoso y, a la vez, contradictorio. Mi abuela estuvo ahí y al menos había pinos, había aire, había cielo más allá del encierro. Eso fue lo que inspiró a que la obra tenga ese color, ese ambiente, esa tensión, lo que se respira en la obra es lo que yo respiro y sigo respirando en este tiempo”, concluye Franchino.
“Ella vivía en el manicomio o en una casa de medio camino, al final, parece que fueron lo mismo. Ella dijo que estar en el manicomio era peor que una condena, porque en el manicomio estás para toda la vida; En cambio, en la cárcel, al menos se cumple una condena y se sale. En el manicomio, no. No salís si no hay un familiar que te pueda sacar”, se escucha en la sala y el corazón se me retuerce.
Mal-tratada fue ganadora del FEATEC 2019-2022 y se presenta los domingos de mayo y junio a las 21 h en Espacio Blick (ex pasaje Pérez 11).
En escena: Valeria Beltramo, Cintia Morales, Micaela Franchino
Dirección: Micaela Franchino
Dramaturgia: Natalia Monasterolo y Ana Yukelson
Diseño y realización lumínica: Fernanda Albornoz
Diseño de escenografía: Kirka Marull
Música original: Cruz Zorrilla
Diseño y realización de vestuario: Yanina Pastor
Colaboración artística: Carina Baldo
Fotografía: Diego Vallarino
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: Diego Vallarino.