Boxeo popular en la Isla Maciel: lecciones sobre cómo hacerle frente a todo

Boxeo popular en la Isla Maciel: lecciones sobre cómo hacerle frente a todo
11 mayo, 2022 por Redacción La tinta

Por Gastón Lippi para La tinta

En la localidad de Dock Sud, Avellaneda, Buenos Aires, un histórico barrio bonaerense cuenta con un proyecto deportivo y social, único en Argentina, que está dirigido a niños, niñas y adolescentes. El boxeo popular aparece como una posibilidad de acceder a derechos, aprender a protegerlos y fomentar la cohesión de la identidad trabajadora. Frente a un Estado impune por su silencio, una organización antifascista restaura los lazos sociales y realiza transformaciones concretas en la comunidad. La vida de toda una isla se enreda entre vendas y guantes para enseñarle al mundo que todavía le queda una oportunidad. 

En el corazón de una isla arrabalera, el boxeo acoge otros sentidos, una forma distinta de practicarlo, verlo y sentirlo. Es una búsqueda de identidad permanente. El espejo de un contingente de niños y adolescentes que estiran sus brazos por el aire al son de las chapas que crujen con el frío. La humedad trepa por el suelo y las paredes se descascaran. Todo parece escombro, pero nadie se desarma. La entereza y la lucha frente al dolor son parte de la dignidad de los trabajadores. Y en la localidad de Dock Sud, no hay bandera más alta que la de los obreros. La memoria del riachuelo se esconde en el compás de los pasos que avanzan, van hacia el costado y luego retroceden. Un espacio popular ubicado a media cuadra de la plaza del poeta José Hernández. Una soga resbala entre los pies y las guardias se levantan. Un sonido monótono de exhalaciones juntas hace eco en la mañana del sábado. Luego se filtra en los conventillos, resuena por las columnas del transbordador Nicolás Avellaneda y regresa para repetirle a cada uno de los vecinos del barrio: “Muy bien. Ahora vamos de nuevo”. 

“Sin prejuicio ni discriminación, otra forma de hacer deporte es posible”

Basta con posar la vista en una torre o en las paredes de los conventillos para encontrar alguna pegatina de Boxeo Popular que lleve esta consigna. En la Isla Maciel de Buenos Aires, cada sábado, alrededor de 150 niños y adolescentes se reúnen en el patio de un centro cultural para practicar boxeo. Detrás de este proyecto, una organización antifascista coordina los entrenamientos, reparte bolsones de alimentos y útiles escolares entre 50 familias, y foguea un espacio de encuentro donde la escucha activa es la prioridad absoluta. Indudablemente, en el barrio nadie se salva solo, pero tampoco basta con salvarse. Luchar se convierte en una actitud de vida indeclinable. 

Boxeo Popular surgió a mediados de 2018, durante los efectos devastadores de una crisis social, económica y política. “La idea era generar la opción del acceso al deporte de forma gratuita. Salir un poco del mercado, donde llegar al boxeo exige pagar. Primero, comenzamos en el club La Cultura del Barrio, en Villa Crespo. A partir de ahí, empezamos a cranear con Luis lo de llevarlo a los barrios. Ampliarlo y darle un enfoque social de laburo de bases. Nosotros siempre estamos trabajando esto, el apoyo mutuo y la organización. Con esa misma impronta, arrancamos, en febrero del 2019, en el Docke y después en la Isla Maciel”, comenta Laura Olivera. Ella coordina este proyecto desde el inicio y está acompañada de un vasto equipo interdisciplinario. Como militante antifascista y trabajadora social, está metida hasta el cuello en esto y convencida de que la idea puede fortalecerse aún más. 

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(Imagen: Proyecto Boxeo Popular)

La inclusión y la no violencia son aspectos centrales que se trabajan con los niños y adolescentes. Asimismo, apunta a despojarse de prejuicios y terminar con una lógica que hace del boxeo solo un deporte para varones. Laura comenta que esto último costó un poco, pero que ahora las familias se animan a inscribir con normalidad a las niñas. 

El lugar se ubica en la calle Montaña al 137 y pareciera ser el esqueleto de un galpón que perdió su coraza en algún momento recóndito de la historia argentina. Sin embargo, lo que podría ser un pequeño elefante blanco cobra vida cada semana con la presencia de los chicos. Sus paredes repletas de grafitis y un colectivo abandonado corren suerte de decoración. Acompañan a tres principios fundamentales que están ilustrados en el frente de una casilla: “Organización de base –  Apoyo mutuo – Generar alternativas”. Los chicos los miran, piensan y luego lanzan una combinación de golpes al aire mientras el técnico les indica un número. 

La famosa Isla Maciel

Luis Tabera integra junto a Laura la organización Acción Antifascista Buenos Aires que surgió en plena convulsión del año 2002. Por aquel entonces, tras el paso de Menem y el estallido delarruísta, se agruparon bajo las columnas masivas de los desocupados de la zona sur. Sus primeros pasos fueron en el partido de Avellaneda y luego inauguraron un comedor en la Isla Maciel. “Teníamos 20 años básicamente. Éramos jóvenes e idealistas. Hacíamos todo más por hacerlo que por un fin real. Hoy el proyecto es más amplio, llega más gente y está mejor planteado, pero viene de la lógica que teníamos en ese momento como movimiento de desocupados”, señala Luis. 

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(Imagen: Proyecto Boxeo Popular)

La Isla Maciel ha sido históricamente asociada por los porteños a un lugar jodido donde la prostitución fue la gran protagonista de los conventillos del siglo XIX que hoy la caracterizan. No obstante, la realidad indica que este prejuicio encubre el resultado de un perpetuo abandono estatal. El trabajo sexual no ha sido todo y aún menos la responsable de la falta de servicios esenciales, el deterioro de las estructuras edilicias y la inacción de las gestiones gubernamentales. Pese a que la situación pareciera incitar a que el barrio toque la lona, quienes lo habitan y transitan a diario hacen de cada una de sus partes un ícono identitario. El Trasbordador del Riachuelo Nicolás Avellaneda, inaugurado en 1914, es un estandarte que aparece en las remeras de los niños de boxeo popular y en la piel tatuada de varios vecinos. El puente tiene una avenida de dos nombres que une al barrio bonaerense con su mellizo turístico de la capital, La Boca. Allí, donde las cámaras de televisión solo ingresan para la búsqueda de un policial, se vive en una comunidad de resistencia permanente. 

Una red de contención

En Boxeo Popular, convergen de la mano el deporte y un fuerte compromiso social. Laura explica que se genera una red de contención que promueve el entretenimiento y las instancias de diálogo con las familias. A la iniciativa, acceden niños, niñas y adolescentes de 8 a 18 años. Se brinda apoyo escolar y hay momentos recreativos con juegos de mesa, dibujo y música. Esto último es clave para generar un vínculo de confianza que permita ir más allá de lo deportivo. Calar en lo humano. 

“Tratamos tender una red articulada con las organizaciones de la isla. La salita, la escuela primaria y secundaria, la fundación del padre Paco que es un lugar de referencia muy importante a nivel territorial y con la gente del museo de la isla. Por ejemplo, si una mamá no tiene los DNI de los pibes o las partidas de nacimiento por la razón que sea, ya sea porque los perdió o en medio de una situación de violencia de género su ex pareja se quedó con los documentos de ellos, gestionamos todo de vuelta. Cuando se vulnera un derecho, se empieza a deteriorar el resto. Si el pibe no tiene su partida de nacimiento o no está escolarizado, la mamá no puede cobrar la Asignación Universal por Hijo que suele ser uno de los pocos ingresos estables al mes. Si tenemos en cuenta que la gran mayoría de las familias de la isla trabajan como changarines o informales. Se labura mucho con la gente de la salita para garantizarles los remedios y turnos médicos a las familias que los necesitan. Hablamos con la gente de las escuelas para hacer un ida y vuelta porque ellos tienen mucha referencia con el espacio de los sábados. Las mismas directoras, maestras o los equipos técnicos nos llaman: “Che, ¿cómo estás viendo a tal?”. Además, coordinamos seguido con la fundación del padre Paco y trabajamos fuertemente cuando la familia tiene una situación grave, como cuando se les incendia la casa y necesitan volver a recuperar los muebles. Eso es un recurso que la fundación tiene o puede conseguir”, comenta Laura. 

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(Imagen: Proyecto Boxeo Popular)

El proyecto trabaja con problemáticas que pueden atravesar a las familias. Por lo que la red de contención y las instancias de diálogo-escucha en el grupo son indispensables para identificar estas situaciones, ponerlas en palabras y accionar sobre las mismas.

Mano a mano con la pandemia

El período de marzo del 2020 hasta el final del 2021 fue aterrador para la mayoría de las organizaciones y espacios de encuentro de Argentina. Más allá de las limitaciones protocolares impuestas al deporte y la recreación, la calidad de vida cayó abruptamente y terminó por tirarle tierra encima a más de un 40% del país que ingresó a la pobreza. La cifra excede al número. Bajo ninguna forma empatiza con la realidad de las familias que apenas acceden al alimento y, cada vez más esporádico, al trabajo informal. Frente a esto, Boxeo Popular respondió de forma contundente, ya que hambre no encaja en los tiempos de la burocracia. En agosto del 2020, con lo deportivo aún frenado, el espacio comenzó a repartir entre 50 familias del barrio bolsones de mercadería, cada 15 días. 

“La pandemia generó que las familias que estaban en la lona pasaron a estar en el piso porque se quedaron sin trabajo y se cortó todo de una forma muy abrupta. No podían cubrir lo mínimo. Si bien es real que un bolsón de mercadería no salva el mes, pero sí les permitía administrarse. Esto hizo que pudieran acomodar su microeconomía cotidiana y, en vez de comprar comida, accedieran a otra cosa. Sería muy iluso y no de nuestra propia clase creer que, por el hecho de brindar una instancia deportiva, vamos a dejar de lado algo tan crítico como la falta de alimento. Así que arrancamos sin dudarlo. Nunca dejamos de estar con el boxeo popular. Cuando comenzó la pandemia, conseguimos los números de teléfonos de las familias, las escuelas y salitas. Empezamos a laburar más las cuestiones relacionadas a la asistencia y ayuda directa. “¿Qué están necesitando? Listo. ¿Cómo están ustedes?”, y mucha escucha. La verdad que las familias se encontraron en una situación de gran incertidumbre. Empezaron a estallar un montón de problemáticas que surgen cuando te quedás sin laburo y todo empieza a ir cuesta abajo. Entonces, era muy necesario un momento de escucha para los pibes, las pibas y para los referentes adultos de esas familias. En agosto, empezamos con la entrega de las mercaderías y, para cuando regresó el calor, en octubre, retomamos los entrenamientos con protocolos”, describe Laura mientras agenda en un cuaderno las actividades que no puede olvidar de la semana. 

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(Imagen: Proyecto Boxeo Popular)

Dadas las restricciones sanitarias, el regreso al espacio popular fue progresivo y a través de distintos turnos. De 8 a 12 años, volvieron a entrenar cada dos semanas porque son el grupo más grande. Y los adolescentes mayores retomaron la regularidad de los sábados. En medio de las actividades, barbijos, distancia, abrazos atragantados y una esperanza permanente de que los números de contagios disminuyeran. 

Laura le encuentra la vuelta a la situación cuando recuerda el comienzo de la pandemia. Lo analiza con cierto optimismo, aunque la realidad haya golpeado duramente la iniciativa y dinamitó la cotidianeidad de los vecinos de la Isla Maciel. Insiste en que fue un período clave para cultivar mayores lazos con las familias y posicionar al proyecto como un espacio de referencia en la zona. 

Luis asiente cada expresión del testimonio de Laura y suma: “Es muy difícil de poner en palabras lo que es la Isla Maciel. Nosotros tratamos de no ir como extraterrestres a imponer. Acompañamos un proceso que tarda. En estos años, tuvimos respuestas muy favorables, pero son cosas que todavía están madurando. Si tenemos que hacer un balance, es sumamente positivo porque se está entendiendo nuestra propuesta. Sigue muy adelante a lo que pensábamos que iba a ser. Lo de la cuarentena nos planteó todo de otra manera y supimos esquivarlo porque sabíamos que debíamos pasarlo. Hoy, nos encuentra en un momento muy bueno de poder organizar otras cosas y de trabajar alguna actividad en conjunto con distintas organizaciones del barrio. Seguimos con la intención de llegar a más familias en la búsqueda de apropiarnos de nuestra historia como clase trabajadora. Estas cosas se van dando y no tiene que ser de forma impuesta, sino natural. No estamos apurados. Hace 20 años que somos una organización que camina a paso de hormiga y vamos para adelante acompañados por el club La Cultura del Barrio. Sin la gente que hace al club, no podríamos realizar nada. Están muy presentes y hasta organizaron colectas para entregar kits escolares nuevos. Cada pibe lo recibió. Más allá de que estemos en contra del asistencialismo y de los punteros, hay cosas que son necesarias por demás. Son básicas”. 

Un club antifascista

En 2011, comenzó a gestarse la estructura de lo que sería La Cultura del Barrio, un club social y deportivo con personería jurídica que sostiene una bandera roja y negra “contra toda opresión”. Abrió sus primeras puertas en una típica casa chorizo de Villa Crespo. Entrenaban boxeo en un patio pequeño que, al crecer la convocatoria, exigió una mudanza. Allí fue que llegaron a la sede de Murillo 957, una fábrica abandonada que se convirtió en casona de dos pisos. La planta superior se dedica estrictamente a lo deportivo y la parte baja, a lo cultural y social. 

“Para nosotros, fue un logro increíble el reconocimiento como club social y deportivo. Veníamos peleando por la personería jurídica y llegar a esa instancia. Creemos que las instituciones son lugares que debemos tomar. Tenemos que hacer que las cosas cambien. Siempre sostuvimos esa imagen romántica de un club en el barrio, un espacio de encuentro, de paso y donde generar vínculos dentro del deporte, lo social y lo cultural. Tratamos de darle nuestra impronta a esa idea”, comenta Luis Tabera, que se encarga de administrar la institución. 

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(Imagen: Proyecto Boxeo Popular)

El club forma parte de la organización Acción Antifascista Buenos Aires y, a través de Boxeo Popular, se relaciona estrechamente con la Isla Maciel. No es menor que en Latinoamérica sea el único club antifascista de boxeo. A partir de una impronta internacionalista, el espacio sostiene lazos con proyectos símiles en Francia (del cual tomó inspiración para su logo), Brasil, Chile, entre otros países. 

La hora del miedo

La Cultura del Barrio fue noticia en 2018. No solo por su inauguración, sino por el hostigamiento que recibió por parte del Ministerio de Seguridad a cargo Patricia Bullrich y la AGC (Agencia Gubernamental de Control). En marco del G-20, el lugar fue allanado bajo la sospecha de “terrorismo” y se intentó clausurarlo ilegalmente. Sin embargo, la reacción de los socios y socias fue inmediata y determinante. Junto a vecinos del barrio y allegados, se gestó una acción muy simbólica: realizaron los entrenamientos de boxeo en la calle mientras el allanamiento terminaba de ser fallido. “Entraron buscando armas, terrorismo y demás. Y lo que hacemos es organización de base mediante estas actividades. Fue movilizante ver cómo se acercaron personas a bancarnos”, añade Laura. 

¿Cómo se sostiene semejante propuesta?

El proyecto de Boxeo Popular, con sus dos aristas (la Isla Maciel y el club), atraviesa mensualmente los escollos de la autogestión. Financiar las propuestas y actividades exige un desgaste agotador que solo se mantiene con una dedicación entera de las personas a cargo. Para esta causa, se realizan rifas, eventos, venta de indumentaria y kermeses que permiten recaudar algunos de los fondos necesarios. Sin duda, las principales necesidades están en la Isla que demanda nuevos bancos para el comedor comunitario, elementos de entrenamiento, vestimenta para los niños y adolescentes, y mercadería para los bolsones o kits escolares. 

La reconocida banda tropical, La Delio Valdez, ha sido uno de los grupos que brindaron su colaboración con el proyecto. Esto permitió difundir las iniciativas y salir en búsqueda de fondos. Sin embargo, con las limitaciones de la pandemia, esta capacidad se acotó y la propuesta corrió el peligro de desfinanciarse por completo. “Como siempre, el apoyo estatal y lo demás no existe. Eso ya lo entendimos. Este año, Lau se encargó de pelear con Desarrollo Social para que nos puedan bajar, mínimamente, cosas básicas y no alcanza. Tenemos como meta visibilizar más este proyecto, llegar a otros lados y que se sepa lo que estamos haciendo. Necesita replicarse”, concluye Luis. 

A la fecha

Actualmente, continúan los turnos de entrenamiento en la Isla Maciel y el club funciona con normalidad, aunque el fantasma del desfinanciamiento todavía muerde los talones. Laura comenta que a los adolescentes más grandes de la isla los becarán para ir a La Cultura del Barrio y allí tendrán una forma más profesional de aprender. La idea es que tres de los jóvenes puedan llegar a ser profesores de boxeo popular del primer turno y que, de a poco, asuman esa responsabilidad. 

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(Imagen: Proyecto Boxeo Popular)

Por otro lado, el trabajo con las familias continúa firme. Los bolsones de mercadería siguen repartiéndose y, a ellos, se sumaron los útiles escolares del ciclo 2022. Además, pronto reabrirá el merendero destinado a quienes van a Boxeo Popular. Para ello, urge conseguir el mobiliario. “Los bancos salen carísimos. Tratamos de armar un par, pero cuesta muchísimo. En las próximas semanas vamos a realizar fechas y rifas para juntar fondos. El 20 de mayo, uno de los profes de boxeo tocará con su banda Ron y Velas en un ciclo llamado “Embrujo Tropical”. Además, Ingobernables, Los atrevidxs y Desborde tocarán solidariamente en un encuentro que se hará el 2 de julio. Nos dan una mano increíble y estamos muy agradecidos.

Boxeo Popular es la muestra cabal de un proyecto 100% hecho a pulmón que permite revalorizar la identidad comunitaria y pone paños fríos a las deficiencias de un Estado ausente. En esta idea, el boxeo vuelve a sus raíces para aleccionar a los poderosos e inspirar a los oprimidos. En 5 años de arduo trabajo, se demostró que se pueden hacer las cosas sin apelar a la evangelización o la extorsión puntera. Desde el profesionalismo de quienes coordinan la idea, la búsqueda de la no violencia y la cero discriminación abandonan los plenarios universitarios. Dejan de ser teóricas y utópicas. Son una forma de vida que ponen en acción propuestas para mejorar la vida de quienes hacen a la Isla. En Dock Sud, el rojo y el negro copa las calles, cruza las plazas y los conventillos. Es un eco obrero que suena incesante y empodera a los niños, niñas y adolescentes. Una voz que les enseña a resistir y no bajar los brazos. A comprender que estar organizados siempre propone un sueño.

*Por Gastón Lippi para La tinta / Imagen de portada: Proyecto Boxeo Popular.

Palabras claves: Boxeo, Buenos Aires, populares

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