Sed, la insaciabilidad del deseo
Por Manuel Allasino para La tinta
Sed es la nueva novela de la escritora Amélie Nothomb, recientemente publicada. La autora belga recrea con maestría literaria la crucifixión de Jesucristo; se atreve a dar voz al protagonista y es el propio Jesús quien nos narra su pasión.
Sed es una obra donde aparece todo lo que ya conocemos sobre Jesús: los milagros, Poncio Pilatos, la crucifixión, los discípulos de Cristo, María Magdalena, el traidor Judas, la muerte y resurrección; pero desde una mirada moderna y filosófica con dosis precisas de humor. Hay una humanización de Jesucristo que lo muestra reflexivo en torno al amor, el deseo, el dolor, la decepción y la duda.
“Siempre supe que me condenarían a muerte. La ventaja de esta certeza es que pude centrar mi atención en lo que la merece: los detalles. Creía que mi juicio sería una parodia de justicia. Y efectivamente lo fue, aunque no del modo que había creído. En lugar del trámite apresurado y formal que había imaginado, sacaron la artillería pesada. El fiscal no dejó nada al azar. Uno tras otro, los testigos de cargo fueron desfilando. No di crédito cuando vi llegar a los recién casados de Caná, los beneficiarios de mi primer milagro. -Este hombre tiene el poder de transformar el agua en vino -declaró, muy serio, uno de los cónyuges. Sin embargo, esperó al final de la boda para ejercer su don. Se complacía con nuestra angustia y humillación cuando podría habernos ahorrado ambos perfectamente. Que el mejor vino se sirviera después del mediocre fue culpa suya. Fuimos el hazmerreír de todo el pueblo. Miré con calma a los ojos de mi acusador. Me sostuvo la mirada, convencido de tener la razón. El funcionario real también hizo acto de presencia para describir la mala fe con la que había sanado a su hijo. – ¿cómo está ahora su hijo? -no pudo evitar preguntarle mi abogado, el menos eficaz de los abogados de oficio que uno pueda imaginar. -Muy bien. ¡Menudo mérito! Con su magia, le basta una palabra. Uno a uno, los treinta y siete beneficiarios de mis milagros fueron sacando sus respectivos trapos sucios. El que más gracia me hizo fue el exposeso de Cafarnaúm: -¡Desde el exorcismo mi vida es de lo más banal! -El antiguo ciego se quejó de lo feo que era el mundo; el antiguo leproso declaró que nadie le daba ya limosna, el sindicato de pescadores de Tiberíades me acusó de haber favorecido a una cuadrilla frente a las demás, Lázaro contó hasta qué punto le resultaba odioso tener que vivir con el olor a cadáver impregnado en la piel. Obviamente, no fue necesario sobornarles, ni siquiera exhortarles. Cada uno acudió a declarar en mi contra por su propia voluntad. Más de uno manifestó hasta qué punto le aliviaba poder desahogarse por fin en presencia del culpable. En presencia del culpable”.
Sed es una novela sobre la pasión de Cristo que comienza con el juicio de Poncio Pilatos: Jesús, en las horas previas a su crucifixión, recuerda sus milagros, pero también padece el terror y logra cierto consuelo en la memoria del placer que obtuvo con su amante, María Magdalena.
Está narrada en primera persona y el hijo de Dios que imagina Nothomb no es un Jesucristo Superstar, sino uno más mundano que tiene deseos, comete errores, le gusta dormir, descubre el miedo y no le gusta el matrimonio.
“La noche desde la cual escribo no existe. Los Evangelios así lo ratifican. Mi última noche de libertad transcurre en el Jardín de los Olivos. Al día siguiente, me condenan, y la sentencia es inmediata. La interpreto como una forma de humanidad: hacer que alguien espere multiplica su suplicio. Y sin embargo existe esa dimensión inexplorada que no tengo la impresión de haberme inventado: un tiempo diferente que he introducido entre la muerte y yo. Soy como los demás, tengo miedo de morir. No pienso que gozaré de un régimen de favor. ¿La elección ha sido mía? Eso dicen. ¿Cómo puedo haber elegido ser yo? Por la razón que explica la inmensa mayoría de las elecciones: por inconsciencia. Si fuéramos conscientes, elegiríamos no vivir. Eso no impide que mi elección fuera la peor de todas. De modo que la mía fue la mayor de las inconsciencias. Menos mal que no ocurre lo mismo con el amor. Es lo que sabes cuando estás enamorado: que uno no elige. Los seres con un ego demasiado grande no se enamoran porque no soportan no ser ellos los que eligen. Se prendan de una persona que han seleccionado previamente: eso no es amor. En el inconcebible momento en que elegí mi destino, no sabía qué implicaría enamorarse de María Magdalena. De hecho la llamaré Magdalena: los nombres compuestos no me entusiasman y me fastidia llamarla María de Magdala. En cuanto a llamarla María a secas, ni se me pasa por la cabeza. Es poco recomendable confundir a tu amada con tu madre. La causalidad amorosa no existe, ya que uno no elige. Los porqués se inventan a posteriori, por pura diversión. Me enamoré de Magdalena solo con verla. Podríamos elucubrar: si el sentido de la vista fue el que desempeñó el papel principal, podría considerarse como causa la extrema belleza de Magdalena. En realidad, estaba callada y la vi antes de oírla. La voz de Magdalena es todavía más hermosa que su apariencia: si la hubiera conocido a través del oído, el resultado habría sido el mismo. Y si aplicara esta argumentación a los otros tres sentidos, llegaría a conclusiones impúdicas. No hay nada sorprendente en el hecho de que me enamorara de Magdalena. Que ella se enamorara de mí, en cambio, sí resulta extraordinario. Y eso fue lo que ocurrió en el instante en que me vio. Nos hemos contado mil veces esta historia, sabiendo siempre que algunos detalles de esta ficción se nos habían escapado. Hicimos bien: nos proporcionó un placer infinito. -Cuando vi tu rostro, no podía creérmelo. No sabía que fuera posible tanta belleza. Y luego me miraste y la cosa fue a más: no sabía que se podía mirar así. Cuando me miras, me cuesta respirar. ¿Miras igual a todo el mundo? -No creo. No es por eso por lo que me conocen. Pero es como si el muerto se asustase del degollado. Tu mirada es famosa, Jesús. La gente acude para que tú los mires. -No miro a nadie como te miro a ti. -Eso espero. El amor concentra la certeza y la duda: estás seguro de ser amado y al mismo tiempo lo dudas, no sucesivamente, sino con una desconcertante simultaneidad. Intentar librarse de esta vertiente dubitativa haciendo mil preguntas a la amada equivale a negar la naturaleza radicalmente ambigua del amor”.
Sed de Amélie Nothomb es una novela que filosofa sobre el cuerpo, el amor, la ingratitud humana, el sufrimiento, la esperanza, la fe y la muerte. Es el Testamento según Jesucristo o el Testamento según Amélie Nothomb.
Sobre la autora
Amélie Nothomb nació en Kobe (Japón), en 1967. Proviene de una antigua familia de Brucelas, aunque pasó su infancia y adolescencia en Extremo Oriente, principalmente en China y Japón, donde su padre fue embajador; en la actualidad, reside en París. Desde su primera novela, Higiene de un asesino, se ha convertido en una de las autoras en lengua francesa más populares y con mayor proyección internacional. Estupor y temblores, Metafísica de los tubos, Cosmética del enemigo, El sabotaje amoroso, Biografía del hambre, Ni de Eva ni de Adán, Ordeno y mando, Una forma de vida, Matar al padre, Barba azul, La nostalgia feliz, Riquete el copete, Golpéate el corazón y Los nombres epicenos son hitos de una frenética trayectoria prolífera de historias marcadas por la excentricidad. En 2006, se le otorgó el Premio Cultural Leteo por el conjunto de su obra y, en 2008, el Gran Premio Jean Giono, asimismo por el conjunto de su obra.
*Por Manuel Allasino para La tinta / Imagen de portada: A/D.