“Como feministas, tenemos que denunciar las políticas de guerra”
Preparándonos para el 8M, conversamos con la militante feminista y educadora popular, Claudia Korol. Desde una mirada plurinacional, se refirió al reencuentro masivo en las calles, la coyuntura actual y los desafíos para y desde los feminismos.
Por Redacción La tinta
Para muchas activistas feministas, Pañuelos en Rebeldía y Claudia Korol en particular son fuente de inspiración. Desde el quehacer cotidiano, la formación política y el acuerpamiento feminista, las compañeras abren preguntas posibles sobre el conjunto de opresiones que nos atraviesan. “La denuncia no es solo para ponerle nombre, sino también para construir alternativas reales de resistencia a esos modos de destrucción de la vida”, dice Claudia.
—¿Cómo te encuentra este 8M y cómo ves que nos encuentra como movimiento feminista?
—Por un lado, estoy muy entusiasmada por volver a las calles, creo que va a ser una importante convocatoria en todo el país. Las últimas agresiones que vivimos como mujeres, como la violación colectiva a una joven en Palermo, despertó una furia muy grande. Nos genera mucha indignación y, como otras veces, tenemos las calles para gritar esa furia y esa indignación. Creo que va a ser una convocatoria bastante importante, que rompe con la lógica de parálisis y aislamiento por la pandemia, pero también con algunas formas de encarar la pandemia que se implementaron desde los gobiernos y desde el poder, basadas en el aislamiento social y no en el fortalecimiento de las redes comunitarias. Así que primero es eso, saludar y agradecer.
Lo segundo es que lo que sucedió en tiempos de pandemia debilitó a muchos colectivos, a muchos espacios y redes, y eso se va a notar también en la capacidad de movilizarnos. En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por ejemplo, va a haber dos actos, aunque se hacen en la misma plaza. Entonces, no podemos mirar para otro lado, habrá que encararlo, a nuestro entender, desde una mirada política, o sea, politizar las diferencias, ver en qué queremos profundizar y en qué momentos, y cómo hacemos para actuar en conjunto cuando se hace necesario.
Los sectores feministas siempre tuvimos diferencias y, a pesar de eso, en más de una oportunidad pudimos dar respuestas contundentes, como, por ejemplo, con la marea verde y con otras modalidades de lucha frente a los femicidios. Ahí hay un tema a trabajar desde la pedagogía feminista, desde los diálogos, desde los encuentros, para ver si lo que queremos es profundizar en las diferencias o abonar en la posibilidad de construir y sostener una lucha antipatriarcal, anticapitalista, anticolonial que nos permita seguir con mucha fuerza en las calles.
El tercer punto tiene que ver con que en muchos lugares no se tomó la consigna que habíamos ganado y construido colectivamente, la del Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, No binaries, y eso es un tema a hablar, porque la propuesta del paro internacional fue muy discutida en los feminismos y para nosotras es muy importante porque problematiza el lugar de la mujer en todas las dimensiones de la vida: el trabajo, el estudio, la casa. Todo lo que significan las tareas llamadas de cuidado, tareas que tienen que ver con sostener cotidianamente la división sexual del trabajo. El cuidado no solo de la familia, sino también de las comunidades y de los pueblos. Uno de los temas importantes en la pandemia es que las mujeres, lesbianas, travestis, trans, en muchos casos estábamos en la primera línea de cuidado. Esas compañeras que sostuvieron las ollas populares, los comedores, no tienen ningún tipo de reconocimiento, por ejemplo, en cuanto a un posible salario o una forma de sobrevivencia básica que permita sostener estas tareas que se van a profundizar y agravar por las lógicas que se imponen a partir de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Entonces, creo que hay que cuidar el lugar de las mujeres en todas estas dimensiones de la vida y visibilizarlo como lo hacemos a través de un paro donde se ve -incluso para nosotras- todo lo que hacemos por día, por semana, por mes, en distintos aspectos, es muy necesario profundizar como debate y como construcción política.
Finalmente, quisiera señalar el tema de la guerra, porque estamos ante un escenario mundial de guerra y muchas de las explicaciones que se dan desde las organizaciones políticas y desde los Estados tienden a ubicarse de un lado o del otro en esa guerra. Como feministas, tenemos que denunciar las políticas de guerra como parte de las políticas imperialistas contra los pueblos y exigir que se bajen las armas y que hablen los pueblos, y que los pueblos puedan construir alternativas propias. No solo las guerras, sino también a las invasiones, al militarismo, a las distintas maneras de represión que hay en los territorios. Se habla a veces exclusivamente del conflicto entre Rusia y Ucrania, y no se menciona a los territorios invadidos como Palestina, no se mencionan los ataques de Turquía a los pueblos de Kurdistán. Ni que hablar de los ataques que vienen recibiendo hermanos y hermanas de comunidades mapuche o de otros pueblos originarios en todo el Abya Yala, y las injusticias que se relacionan con eso en territorios donde las mujeres, en particular, en muchos casos, están en la primera línea de defensa de la vida.
Todas las políticas de guerra, de muerte, de militarismo, colocan a las mujeres en esa situación de ser víctimas de agresiones. En estos días, recordábamos a Berta Cáceres, pero no podemos olvidar que el 8 de marzo mismo es el día del crimen de las niñas en Guatemala. No nos podemos olvidar de la violencia que recibieron y siguen recibiendo la familia Villalba con las niñas de 11 años asesinadas en Paraguay, con Lichita desaparecida hace más de un año, con la prisión de Carmen, de Laura Villalba, los crímenes contra los defensores y defensoras de la vida en Colombia, de muchas mujeres que defienden la semilla, el territorio. Ese es un tema central para nosotras, relacionado absolutamente con las políticas extractivistas, de destrucción de la naturaleza y de los pueblos.
Nosotras, este año, desde Pañuelos en Rebeldía junto con muchas otras organizaciones, estamos promoviendo un juicio ético-popular a los ecocidas, porque pensamos que ecocidio y genocidio van de la mano, y tienen que empezar a nombrar quiénes son los responsables de estos crímenes, sean empresas, sean gobiernos, sean Estados. Y la denuncia no es solo para ponerle nombre, sino también para construir alternativas reales de resistencia a esos modos de destrucción de la vida.
—Pensando en este mapeo de violencias en el gran territorio Abya Yala, ¿cuáles son hoy los hilos comunes y los desafíos de las luchas feministas, y qué particularidades aparecen más claramente por región?
—En todo Abya Yala, las políticas extractivistas, imperialistas, de los grandes capitales trasnacionales han avanzado en un reparto de territorios que expulsa a las comunidades, a las poblaciones de esos lugares y que destruye los bienes comunes. Un ejemplo es el tema de la defensa del agua, en lugares donde el saqueo y la destrucción es tremendo, esa es una tarea común de todos los pueblos. Ni hablar lo que hemos vivido en Argentina, pero también en otros países, con los incendios forestales que liquidan o buscan liquidar los bosques y los entregan al negocio inmobiliario o a otras formas de economías, como la sojización del país o el control y acaparamiento de las semillas, la destrucción de la semilla nativa en la búsqueda de imponer la semilla transgénica. Podríamos seguir con todo lo que significa la minería y otras modalidades de explotación, del petróleo, de bienes de la naturaleza, que tiene que ver con la energía. Esto va generando muchos territorios devastados donde no sobreviven ni las personas ni los animales ni las plantas ni las distintas maneras de vida.
Hace seis años, Berta Cáceres nos decía: “Despertemos humanidad, ya no hay tiempo”. Ahora eso se pone más exigente que nunca porque, si ya en ese momento no había tiempo, ahora se ha avanzado mucho más sobre los territorios y sobre la vida de las comunidades. También sobre los modos de organizarse, de relacionarse, de vincularse. La Justicia patriarcal está avalando los crímenes y los femicidios, y las distintas formas de atacar a las mujeres que están en la primera línea de la lucha en defensa de territorios y cuerpos, y también de las muchas maneras de femicidios con las que se busca disciplinarnos, domesticarnos, ponernos de nuevo en el corralito de la subordinación a las lógicas patriarcales.
Entonces, recuperar el poder feminista, popular, la capacidad de interpelación a todas las instituciones del Estado, ir más allá del Estado, ir más allá de las fronteras. Como feministas del Abya Yala, hablamos de romper las fronteras desde Abya Yala hasta Kurdistán porque también nos ubicamos en la perspectiva de la necesidad de revoluciones, que no se trata solo de cuidar un territorio de manera defensiva, sino que, para poder cuidarlo realmente, vamos a tener que concretar revoluciones antipatriarcales, anticapitalistas, anticoloniales y eso requiere una fuerza organizada mucho más potente de la que hoy tenemos.
Tenemos que poner en debate el objetivo que tenemos no solo para el 8 de marzo, sino como perspectiva de los feminismos. Hablemos en serio si queremos solamente buscar un cupo dentro del sistema de destrucción, opresión, contaminación de la vida o si lo que queremos es poder pensar en una transformación revolucionaria y generar las fuerzas para eso, lo que implica también defender los intentos de las compañeras que están buscando cómo hacer revoluciones en sus territorios y en sus actividades cotidianas.
—Estuviste en Ludueña, Rosario, en el Carnaval Cumple de Pocho. ¿Cuáles han sido los debates sobre el panorama represivo actual y cuáles creés que son los debates necesarios que debemos darnos como feministas?
—Entre los distintos modos de represión que hay hoy, por un lado, están los femicidios políticos, territoriales, que nos han arrebatado vidas de compañeras. Enfrentar el femicidio político me parece que es una de las prioridades, entendiendo que no es a partir del momento en que se concreta el femicidio, sino que el poder tiene un guion para destruir a las compañeras, incluso muchas veces para sacarlas del camino intentando cooptarlas u ofreciéndoles distintas formas de poder, con el desgaste en cuanto al ataque a los hijos, hijas, familia, tratando de aislar a las compañeras.
Hay muchas defensoras que tuvieron que salir de sus territorios y de sus países. El caso de Lolita Chávez en Guatemala, por ejemplo, y que sabemos que salir de los territorios para mujeres de la tierra, mujeres de las comunidades, genera enfermedad, dolores… Distintas maneras de golpearlas que, si no se logra avanzar con todo eso, quedan los mecanismos de la violencia femicida y también la impunidad para quienes los cometen. De hecho, ya fue identificado el rol de David Castillo en el crimen de Berta Cáceres, pero todavía no hay sentencia, faltan varios meses y pasaron años.
Por otro lado, está lo que tiene que ver con los femicidios y violencias patriarcales sobre los cuerpos y vidas de las mujeres con la intención de la domesticación, de generar una manera de estar en la vida, tratando de generar miedo, terror y, desde ahí, es complejo porque pensemos también en el caso de las violaciones, de la violencia sexual, pensemos en la situación de Higui que está frente a un próximo juicio. Hay muchos elementos para tratar de escarmentar en los cuerpos de mujeres o lesbianas, travestis, trans; estamos también a un año de la desaparición de Tehuel. Se busca generar miedo, impotencia y rabia, pero los mecanismos de cuidado del Estado y los organismos públicos son absolutamente insuficientes.
Necesitamos construir redes, ese es uno de los grandes desafíos que tenemos por delante, para no depender solamente de un refugio, por ejemplo, para una persona que está siendo agredida, porque la gente no puede vivir escondida toda la vida. Tenemos familia, tenemos vínculos comunitarios que necesitamos ver cómo se sostienen, no desde el aislamiento, sino desde la construcción colectiva. En esa misma dirección, todo lo que tiene que ver con esas redes de explotación sexual, de desaparición de mujeres, lesbianas, travestis, trans, de violencias que son absolutamente invisibilizadas. La situación de las mujeres hoy en las cárceles. Nos faltan muchas compañeras y compañeres travestis trans que están siendo castigadas, por ejemplo, en el caso de muchas de ellas, por tráfico de drogas, siendo el último eslabón que es utilizado por el patriarcado de narcos para llevar una sustancia. Las cárceles están pobladas de esas compañeras y compañeres, e incluso, digamos, muchas de ellas y muchos de ellos son migrantes porque es más sencillo tener encarceladas, encarcelades a personas migrantes porque no tienen la inmediatez del apoyo familiar. Entonces, las cárceles son grandes depósitos de mujeres y disidencias empobrecidas por las lógicas capitalistas que, cuando encuentran una salida desesperada en algunos modos de sobrevivencia, tienen esa respuesta: la cárcel y la invisibilidad total del aislamiento.
La precarización laboral de todas las trabajadoras y trabajadores se va a profundizar porque se profundizan las situaciones de falta de salud, de educación, de vivienda. No hay reconocimiento del trabajo de las mujeres cuando es comunitario. Muchas de esas mujeres, con las tareas de cuidado, son las que llevan buena parte de la lucha para acompañar o exigir justicia por sus hijas, hijes, frente a la violencia policial. Me parece que esto es algo muy doloroso porque ha crecido la criminalización, la represión que, sobre todo, se constituye en las barriadas empobrecidas. No digo pobres, digo empobrecidas por las políticas hegemónicas de precarización de la vida y donde, muchas veces, esas mujeres que trataron de salir incluso de las violencias de sus parejas empiezan a sufrir violencias de otros familiares porque están arrasadas las subjetividades en esos territorios.
Entonces, hay un montón de temas que necesitamos charlar, cómo hacer para enfrentar desde las guerras hasta las pandemias y la precarización en el marco de las políticas que se vienen, de ajuste, de empobrecimiento de la vida. Tenemos que pensar cómo hacerlo desde un lugar que nos permita consolidar el poder feminista y popular en los territorios, la autonomía en los territorios, la capacidad organizativa y política, la formación feminista. Estamos frente a un cúmulo de tareas y desafíos muy grandes.
—En un momento donde las propuestas de muchos espacios organizados proponen ocupar espacios institucionales, en este panorama que estamos viviendo, ¿cuál es el desafío de la construcción de poder popular hoy?
—Nosotras no cuestionamos a quienes piensan que las transformaciones se hacen desde el Estado, pero apostamos a la auto-organización, a la autogestión y a la autonomía para no ceder la capacidad de decidir sobre nuestras propias vidas, individual y colectivamente. Sabemos que las políticas públicas, por un lado, pueden dar algunos elementos que se exigen y seguimos exigiendo, pero también condicionan a determinadas formas de construcción. Y como feministas populares y comunitarias, para nosotras es muy importante que la base de la construcción sea la comunidad, sea el territorio, sea el barrio, sea la capacidad de organización de acuerdo a los intereses y no a lo que nos ofrecen.
Hay todo un desafío de pensar, en este contexto, la autonomía, la autogestión y los modos organizativos. Si se exige algo al Estado, también pensar cómo se recibe eso. En el año 2001, 2002, había organizaciones que lucharon por no recibir de modo individual los aportes del Estado, sino de modo comunitario, colectivo, como organización. Eso fortaleció algunos proyectos que se podían sostener.
Las compañeras campesinas han hecho una tarea muy importante de cuidado de semillas, frente a lo que es la política oficial de semillas transgénicas; de cuidados de territorios y de modos de cultivo que no tienen que ver con los agrotóxicos, por ejemplo. También hay muchos sectores que se están organizando frente a la falta o ineficaz respuesta del Estado, por ejemplo, para apagar los incendios, para cuidar los territorios, para denunciar a quienes están en una trama muy compleja de desmonte de los bosques, de represar los ríos.
Las poblaciones con una gran presencia de mujeres están organizándose y caminando para defender esos territorios. En estos días, se dio la marcha de la Asamblea El Algarrobo, allá en Catamarca, en Andalgalá, hasta Buenos Aires.
En ese camino, el Carnaval Cumple de Pocho, que es también una maravilla de respuesta organizada a lo que fue el crimen de Pocho Lepratti y de otros compañeros y compañeras en el 2001, en las jornadas de diciembre. Ahí también hubo encuentro y diálogos entre los compañeros y compañeras que organizan esa respuesta a la represión en el barrio, en los territorios, que cuidan a los pibes y pibas, que también están atravesando por estas situaciones y que están cuidando de la vida y de la naturaleza, de la casa común, donde se dan todas estas batallas.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: A/D.