Los Zorzales de Maldonado: emblema del carnaval cordobés
Las comparsas de indios son un sello distintivo del corso tradicional cordobés. “Los Zorzales de Maldonado” es el nombre de una agrupación histórica de la zona sudeste de la ciudad, que por casi 60 años es parte de la cultura de carnaval local y provincial.
Por Anabella Antonelli para La tinta
En el sudeste de la capital cordobesa, se escuchan repiques y zurdos desde hace meses. Durante el verano pasan personas cargando trajes de enormes plumas y las sogas de barrio Maldonado exhiben ropas satinadas y coloridas, secándose para un nuevo carnaval. Se acerca el corso y en la zona se siente venir. La nostalgia por la prohibición de los grandes desfiles en el centro de barrio San Vicente convive con la alegría de saber que, en febrero y marzo, los indios andan por algún lado saltando, bailando y cuidando esa festividad.
“Esperamos esto todo el año, nos encanta, es parte de nuestra vida”, dice un indio de Los Zorzales, una de las comparsas más tradicionales de la ciudad. El corso invita a hacer un paréntesis de la vida que pateamos. Ser parte de una comparsa conjuga identidad con participación y organización popular. “Esto es una familia grande, nos ayudamos entre todos”, remarca un diablo.
No es casual, entonces, que los gobiernos han amenazado durante los 130 años de carnaval con cercarlo, ordenarlo, anularlo y controlarlo. Sin embargo, en la creatividad popular, los corsos se reinventan y las batucadas siguen siendo un espacio de construcción colectiva, convivencia y ayuda mutua. Algunos con apoyo estatal, otros autogestionados por les vecines, hoy se realizan en distintos barrios y localidades cordobesas.
El barullo de los indios
El lunes 14 de febrero, se realizó la novena noche del corso en el Paseo de Bulnes, esquina Avenida Patria. Cerca de las diez de la noche, comenzaron a llegar los cuatro colectivos con Los Zorzales de Maldonado, la comparsa histórica y la más antigua de su tipo. La calle se llenó de plumas, colores, maquillaje, ensayo de batucada. Faltaba al menos una hora para su desfile, pero el ritual había comenzado.
René Guzmán es un pequeño hombre risueño, uno de los fundadores de la agrupación. En ronda, el apache, algunos indios pampa, caciques y diablos nos contaron sobre la comparsa en la que participan hace décadas. “En 1963 la armamos, yo tenía 17 años, hoy tengo 76”, dice René para empezar la historia. Uno de los diablos que salía con la comparsa Los Laureles Cordobeses decidió abrirse y lo invitó a empezar otra formación. “Éramos poquitos, éramos 13, todos de Maldonado, 11 grandes y dos chiquititos, y desde entonces andamos. El corso era en San Vicente, pero antes íbamos a los bailes recorriendo por ahí”, narra.
René es apache, “en francés es delincuencia”, explica y muestra una llave gigante y un puñal, “porque somos ladrones”, se ríe. Está vestido de negro y rojo, con boina y un ramito de albahaca “para no pasparse, son los trucos del comparsero”, me explica el diablo.
Actualmente, Los Zorzales son unas 140 personas. Los más grandes de la agrupación tienen entre 53 y 76 años, y una trayectoria de al menos tres décadas en la comparsa. Llegaron de muy pequeños con alguien de su familia o de jovencitos, porque les atraía la propuesta. “El carnaval para nosotros es lo principal, esperamos todo el año con alegría, para eso es el carnaval, para divertirse”, dice uno de los caciques y el diablo agrega: “Nosotros llamamos a la inscripción y la gente se presenta dos meses antes, vienen las chicas, las hijas, las nietas, los chicos, es familiar”.
Una niña bailarina lleva a mi compañera fotógrafa para que la registre con diferentes personas de la comparsa. Mi otro compañero espera que una madre acomode a un niño de unos cinco años para que pose delante de la cámara. Es un momento valioso, que quiere ser registrado no solo por la memoria, sino con fotografías como señuelo para congelar lo importante.
Los hombres se van sumando a la ronda en la que conversamos. Con orgullo, enumeran los premios que Los Zorzales de Maldonado ganaron en sus 60 años de trayectoria: mejor disfraz, mayor cantidad de integrantes, la reina, “ahora ya no, pero cuando se competía, todo sacábamos”, dice el diablo.
Las presentaciones que vemos en febrero y marzo son solo una parte de lo que hacen. Durante el resto del año, convocan a ensayos en las fiestas y días patrios, y realizan acciones para autogestionarse. “Trabajamos todo el año, hacemos locro, empanadas, todo para juntar dinero -explica Raúl, el presidente de Los Zorzales-. El tema es mover la comparsa, son cuatro colectivos, entonces se necesitan fondos sí o sí”.
El incentivo estatal a la propuesta de carnaval es una demanda de las agrupaciones, que entienden que solo con corsos no se sostiene la fiesta popular, menos en contexto de crisis. “Hace falta que haya fondos, también para que los chicos se sigan entusiasmando con esto que es muy sano, un disfraz hoy está en 50 mil pesos”, cuenta uno de los caciques.
Olvidar la vergüenza
La batucada ensaya a unos metros y el movimiento de personas indica que es momento de calzarse las plumas y alzar el estandarte. Se van formando tras la valla preparando la salida. En los últimos momentos de espera, mientras se aleja desfilando la comparsa anterior, Gabriel me cuenta que es bailarín de Los Zorzales desde muy pequeñito, cuando su papá lo llevaba. “Carnaval es todo el año, todo el año es una fiesta, al que le gusta y lo disfruta lo vive todo el año”, señala.
Su ubicación es al final de las bailarinas bastoneras y las pasistas. “Lo bueno que tiene esta comparsa es que cada uno es libre de bailar como quiere, cada una baila a su estilo y se luce a su modo -explica-. Cada una es como es y disfruta como uno quiere y se luce como uno quiere”.
A su lado, están las hermanas Juli y Milagros, preparadas para bailar. “Al principio teníamos vergüenza, pero después le agarramos el gustito y nos gustó salir”, coinciden y resaltan el compañerismo y el sentimiento de igualdad entre las integrantes. “Me gusta bailar, me gusta disfrutarlo, me gusta moverme, se olvida la vergüenza, salgo y lo disfruto”, expresa Mili.
La comparsa se prepara, un indio pampa lleva el estandarte adelante, los caciques se ubican detrás. Comienza el desfile, con bastones y silbatos saltan por toda la calle en un galope acompasado. Al llegar al escenario, René Guzmán, en su rol de apache, comienza con el recitado de versos, seguido de indios y diablos de distintas edades.
Los indios pampa siguen la formación, yendo y viniendo a los saltos. Los silbidos se hacen cada vez más fuertes y la espuma completa la atmósfera festiva. Bailarinas de todos los colores llegan sobre altos zapatos, bailando al compás de la batucada que cierra la columna. La gente observa riendo detrás de las vallas. En el escenario, un comparsero habla de la historia de Los Zorzales que ya ocupan toda la pasarela del carnaval.
*Por Anabella Antonelli para La tinta / Foto de portada: Ana Medero – Fernando Bordón.