Flaubert y su hilo de correspondencia
Aparece por primera vez en castellano una completísima selección de cartas escritas por el autor de “La educación sentimental” a amigos, colegas, amantes y rivales. “En su obra, el autor debe estar como Dios en el universo, visible por doquier y presente en ninguna parte”, le escribió a Louise Colet y sirve como motivación para adentrarse en su lectura.
Por Lucas Gatica para La tinta
La correspondencia de un autor puede formar parte de su obra. Para muchos críticos y biógrafos, lo epistolar no carece de valor, sino todo lo contrario. Gustave Flaubert (1821-1880), autor de Madame Bovary, cuya vigencia sigue siendo plena, fue un infatigable escritor de cartas. Se conservan al menos unas 4.500 y es probable que vayan apareciendo más. A través de este volumen nos podemos asomar a las señas de su experiencia vital.
A 200 años de su nacimiento, el libro “El hilo del collar” (Alianza editorial) recoge la mayor correspondencia del autor francés, por primera vez en castellano, en la que nos encontramos con cartas a familiares, simples intercambios de saludos, epístolas para amigos cercanos, confesiones, etc. No obstante, lo que predomina son ciertos ensayos y notas de algo que puede ser definido como diario íntimo.
La primera carta tiene la fecha de septiembre de 1833, cuando Flaubert tenía once años, y la última carta está fechada el 4 de mayo de 1880, pocos días antes de su muerte. En estas cartas, se pude atisbar que el francés tenía todo el tiempo del mundo para dedicarse a la escritura, que se acercaba a un perfil de obsesivo-perfeccionista y que podía dedicar una semana a escribir veinte líneas para luego reescribirlas o borrarlas de un manuscrito en una milésima de segundo.
Toda la tensión de intentar escribir una obra es desahogada en estas cartas escritas a pluma, es el espacio donde el autor vuelca sus dudas, extravagancias, opiniones, sus recuerdos de viaje, su vida amorosa, las angustias y toda una serie de manías que no podía permitirse escribir en sus libros. Igualmente a los sinsabores del amor y las decepciones de la vida, un conjunto de cartas llama la atención por su baja autoestima, ya que siempre se ha dicho que él se vendía como una personalidad a ocupar un lugar en el panteón literario francés.
Cartas a Colet
Las cartas a la poeta Louise Colet, que ya cuentan con edición previa independiente, son de ineludible atención. Con ella tuvo una relación amorosa atípica y en la cual el factor intelectual jugó el mismo papel que el factor erótico. Entre las cosas que le escribió a la poeta nacida en Aix-en-Provence, está esta: “Tú no eres una mujer, y si te he amado más y, sobre todo, más profundamente (intenta comprender la palabra profundamente) que a cualquier otra, es porque me pareció que eras menos mujer que las demás”. No es de sorprender que en las cartas de Flaubert nos encontremos con la misoginia dominante de la época. “Si alguna vez tomo parte activa en el mundo, será como pensador y como desmoralizador”, le escribió en otra carta a un amigo.
Flaubert nunca convivió ni quiso convivir con Louise Colet, siempre prefirió mantener la distancia. Sin embargo, en ella halló la interlocutora idónea con la que compartir sus dilemas literarios y sus preocupaciones intelectuales. Gran parte de su relación con Colet coincide con el momento de la redacción de “Madame Bovary” y, gracias a esta recopilación de cartas, podemos ver cómo discurren en paralelo ambos momentos, una especie de detrás de escena de la novela.
También asistimos a la relación que establece con el joven y futuro escritor Guy de Maupassant, de quien fue mentor. Flaubert no tuvo hijos, pero las cartas dejan ver que cuidó como tal a una sobrina y a Guy de Maupassant, quien era hijo de una amiga.
Otras cartas nos hablan de costumbres ya extintas: cuando terminó el colegio, se fue de viaje por el sur de Francia, pero no con sus compañeros, sino con un sacerdote y una pareja amiga de su padre. Que lo acompañara un cura no hizo efecto en el joven Gustave, ya que en Marsella tuvo sus primeros encuentros sexuales con Eulalie Foucaud.
Flaubert no vivió de la literatura, aunque le haya dedicado su vida. Presumía de no haber escrito nunca una línea por dinero y se negó a escribir en periódicos, pese a que no le faltaban invitaciones luego de su fama por “Madame Bovary” y “Salambó”.
Las cartas son literarias por definición propia. Dicen algunas cosas, deciden no decir otras. Suelen llevar el tono de la intimidad y la honestidad. Para Flaubert, el mejor momento de escribirlas era por la noche, luego de su jornada de escritura literaria. En ellas, con el resabio de ese trabajo literario, se confiesa, fantasea y divaga. “Si uno se empeña en un giro o en una expresión que no sale, se debe a que no posee la idea. La imagen o el sentimiento muy claros en la cabeza acarrean la palabra hasta el papel. Una procede de la otra” (30 de septiembre de 1853).
*Por Lucas Gatica para La tinta / Imagen de portada: Revista Penúltima.