Siempre es difícil volver a casa
Por Juan Di Loreto para Revista Panamá
«Todo es una cruz”
Del tango Nada de Dames y Basterra
En este mismo momento hay alguien haciendo las valijas para la vuelta. Mira con cierta nostalgia el termo sucio de arena. En sus ojos se lee el fin de ese idilio que son las vacaciones. Se dice que luego del descanso se vuelve a “la realidad”. No hay que tener muchas luces para darse cuenta que, cuando se habla de la realidad, siempre nos referimos a algo que no termina de agradarnos.
Una segunda evidencia: las vacaciones no son reales (o son una realidad que no podemos asir). Es pura proyección, la fantasía de “Qué lindo sería vivir en este pueblito de la costa”. La realidad asfaltada construye utopías en las licencias de los trabajadores. Ayer mismo la mayor preocupación era si venía el viento cálido del Norte o el viento Sur traía una brisa fresca. Hoy, ya hacemos fila en la parada del colectivo.
Pero las vacaciones, su fin o su principio, ponen de manifiesto la estructura temporal que, como “telaraña que teje el yuyal”, nos atrapa día a día. La historia de eso que se llama “ser humano” es también la historia de la administración de su tiempo. Desde su edad temprana donde todo era “aquí y ahora”, el presente de la animalidad, hasta la administración total del tiempo que imponen las burocracias del mundo. Diferente figuras según pasan los años: el esclavo que no tenía otro tiempo que el de sus amos, el trabajador que vende su tiempo por dinero, el dueño que administra el tiempo de los otros entregando su propio tiempo, el poeta que sufre el tedio.
Por eso, en las vacaciones el tiempo parece más nuestro. “En el año”, en “la realidad”, estamos atados a horarios, citas, demandas que las vacaciones parecerían diluir. Es la máquina social, diría Deleuze, que tritura tiempo y deseo, que quizás sean la misma cosa. Pero nuestro tiempo se ha vuelto más complejo. La sociedad también quiere colonizar el ocio, porque la tecnología ha potenciado la conexión, es decir, la posibilidad de demanda sobre el individuo. Consultas fuera de agenda, el uso de las aplicaciones que piden reseñas, valoraciones, comentarios. Ya no se puede pasar por un lugar sin que Maps te pregunte cómo estuvo o la billetera electrónica te consulte sobre tal negocio. A todo eso se le puede llamar feedback, Internet 2.0 o simplemente aturdimiento. Es un poco lo que el filósofo Byung-Chul Han llama disincronía, el estallido del tiempo lineal, un poco más ordenado, y ahora estallado en mil partes que desordenan las subjetividades contemporáneas y las hace maleables. Divide el tiempo y reinarás.
*Por Juan Di Loreto para Revista Panamá / Imagen de portada: Revista Panamá.