Córdoba 2001: el sindicalismo y las luchas contra el neoliberalismo

Córdoba 2001: el sindicalismo y las luchas contra el neoliberalismo
13 diciembre, 2021 por Verónika Ferrucci

Comenzó diciembre y la memoria vuelve sobre el 2001. ¿Cuántos 2001 hubo? ¿Qué temporalidades estuvieron en juego? Al estallido del 19 y 20, se llega desde el entrelazamiento de procesos previos. En esta nota, conversamos con Elisa Arriaga, autora del libro “Hacia un 2001 sindical. Las contiendas contra la privatización de los servicios públicos en Córdoba”. La investigadora de la UNC nos invita a mirar el contexto local en diálogo con el nacional y pensar quiénes fueron los sujetos sociales de la resistencia a las privatizaciones y cómo llegamos al diciembre fatídico en nuestra provincia. 

Por Veronica Ferrucci para La tinta

Frente al avance neoliberal cristalizado en las políticas de privatización de los años noventa, en Córdoba, el Sindicato del Personal de Obras Sanitarias (SiPOS) y el de Luz y Fuerza (SLyFC) tuvieron una presencia activa como sujeto político contencioso y generaron la capacidad de resistencia a las reformas y ajustes del Estado articulando múltiples descontentos y conflictos provinciales contra el avance del neoliberalismo entre 1989 y 2001. Ambas experiencias son analizadas en el libro “Hacia un 2001 sindical. Las contiendas contra la privatización de los servicios públicos en Córdoba”, de la Doctora en Historia, Elisa Arriaga. Desde ese registro, conversamos con la autora para hacer memoria del camino que desembocó en diciembre de 2001.

“A lo que significó el 19 y 20 de diciembre de 2001, se lo suele llamar el Argentinazo, en términos de la expresión de la ciudadanía porteña con sus cacerolas frente a la Plaza de Mayo y al Congreso, diciendo basta. Un momento de ruptura con un sistema institucional degradado, con una incapacidad absoluta para resolver problemas como fue la gestión De la Rúa. Hay una amalgama de dos tipos de acciones en esas jornadas: los saqueos -en los días previos- y las cacerolas como reacción a la respuesta que el Estado ensaya contra los saqueos. Si hacemos memoria en clave cordobesa, el 2001 no necesariamente se rige por esa temporalidad. Porque el periodo 2001 estuvo mucho más activado desde su segunda mitad con un alto protagonismo sindical y con otras organizaciones movilizadas”, explica Arriaga. 

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(Imagen: Alberto J. Silva. Gentileza de Miryam Veléz)

Para la historiadora, es interesante pensar desde otra temporalidad que no es exclusivamente la acontecimental: la ruptura, el estallido, sino comprender que todo lo que sucedió el 19 y 20 no fue pura novedad ni espontaneidad. “Hay otra dimensión que tuvo que ver con una acumulación de aprendizajes en la resistencia al neoliberalismo, en esa clave de las experiencias aprendidas en la resistencia el neoliberalismo, hay una temporalidad de más larga duración y que podríamos pensarla, en Córdoba, desde el 89 en adelante con una fuerte impronta de algunos sindicatos”. 

—Los 90 tienen la marca de una profundización neoliberal con los procesos de privatización de las empresas de servicios públicos. ¿Cómo se dio particularmente ese proceso en Córdoba? ¿Y cómo fue la reacción sindical, en una provincia que tuvo una historia de peso y lucha sindical?

En Córdoba, hay una idea o una interpretación que sostiene que las privatizaciones y las reformas estructurales en la provincia no se llevaron a cabo hasta la segunda mitad de la década de los 90, vinculadas a la gestión de Mestre. En cuanto al impacto real y a la ejecución de privatizaciones concretas fue así. Pero es central traer a escena el protagonismo de los sindicatos -sobre todo estatales- durante la primera mitad de los 90 y de su capacidad de bloqueo de los procesos de reformas estructurales y privatizaciones. 

El gobernador Angeloz, ya en su segundo mandato en el año 1987 con la reforma constitucional, aspiraba a avanzar en uno de los mojones de las políticas neoliberales que fue la descentralización administrativa de las políticas públicas, de los servicios sociales y administración estatal hacia las comunas y municipios. Se habilitó este proceso hacia fines de los 80 y principios de los 90 afectando particularmente al servicio de agua y saneamiento. Cuando Menem ganó las elecciones -recordemos que disputó esas elecciones con Angeloz, quien tenía una agenda neoliberal de ajuste fiscal y Menem no-, cuando Menem es electo presidente, Angeloz, que no está en desacuerdo con el plan de gobierno que empieza a implementar, se desmarca para proyectarse como contrincante nuevamente. Es la disputa jurisdiccional “Córdoba – Nación” -tan vigente hoy- lo que va marcando la impronta que se le va a dar en la provincia a las reformas estructurales y privatizaciones.  

Córdoba fue una de las primeras provincias en adherir a las leyes de reforma del Estado y emergencia económica menemista como centro de sus políticas neoliberales y lo hizo con la Ley 7.850 de Reforma Administrativa, Financiera y Económica de 1989, que encontró una altísima resistencia sindical. Si miramos la dinámica de la protesta sindical, el 89 es un año de alta conflictividad sindical. Es el sindicato de Obras Sanitarias de Córdoba quien estuvo a la vanguardia de resistir esa ley que pretendía privatizar los servicios de agua y saneamiento, y de electricidad, descentralizando de áreas para su futura concesión. Con la capacidad de confrontación, logran bloquear los avances parciales de Angeloz durante la primera mitad de los 90. En 1992, lo logra el sindicato de Luz y Fuerza ante el intento de privatización de la usina Francisco Bazan y, en 1994, lo logra parcialmente el SiPOS cuando se intenta privatizar el agua. 

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El sindicalismo cordobés y su capacidad de protesta colectiva generó la posibilidad de bloqueo. Y esto fue así porque la ley de reforma local, a diferencia de la nacional, resguardó algunos espacios para los gremios, mantuvo encuadramiento sindical y las convenciones colectivas de trabajo. Fueron recursos institucionales claves desde los cuales los sindicatos pudieron resistir y promover la acción colectiva, y negociar para frenar alguno de los procesos privatizadores.

—¿Cuáles fueron las consecuencias de esas luchas y resistencias desde los dos sindicatos que analizás durante el 2001 y en lo que vino después? 

—De los dos sindicatos estudiados, doy cuenta de cómo fueron construyendo y reconfigurando su forma organizativa, y amalgamando la tradición combativa del sindicalismo de liberación, resignificándolo en el contexto de enfrentar al neoliberalismo. En el libro, intento demostrar que una experiencia previa vinculada a un tipo de sindicato anti burocrático que aspira a la participación de las bases y una estructura organizativa que da capacidad deliberativa al cuerpo de delegadxs y a las asambleas se estructura con el control del proceso de trabajo como clave del poder sindical, que es propio de la tradición de Tosco. Ambas cuestiones tienen una incidencia muy fuerte en la configuración organizativa del servicio, de su administración y ejecución. Ese elemento de la tradición combativa, yo las sintetizó en tres pilares: la capacidad deliberativa y democrática hacia adentro, el peso y el control del proceso de trabajo, pero hacia fuera del sindicato, una capacidad de solidaridad con el resto de la clase trabajadora para garantizar la reproducción social van a ser los elementos centrales que se van a desarrollar mucho más en las campañas para resistir las privatizaciones durante la segunda mitad de los 90. El SiPOS no logra frenar el proceso de privatización que se ejecuta en 1997, sin embargo, planteó una fuerte resistencia. 

Cuando al Sindicato Luz y Fuerza de Córdoba le toca confrontar a Mestre en su intento de privatización, logró bloquearlo institucionalmente, pero también de la mano de la articulación con otras organizaciones sociales. Esto va dando cuenta de un modo de pensar la acción sindical, que va mucho más allá del repertorio clásico de la huelga y el paro. Y se empieza expresar en cabildos abiertos, en consultas populares, manifestaciones más expresivas y más amplias, caravanas y apagones. Formatos de protesta expresivos y mucho más solidarios y anclados en lo barrial, y en el compromiso de la ciudadanía en la defensa de la empresa, van a ser el eje que permite la resistencia al peor de los embates privatizadores, de la mano de De la Sota en el año 2000 con su proyecto de ley de nuevo Estado -que se terminó de sancionar a mediados del año 2000 en el medio de un escándalo de coimas- que va a llevar la conflictivad a un punto tal, que el Sindicato de Luz y Fuerza Córdoba va a estar muy movilizado entre el año 2000 y 2001. Esos procesos de lucha y resistencia sostenidos durante casi una década tienen consecuencias y permiten otros lentes para pensar la conflictividad social cordobesa en el 2001.

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(Imagen: Alberto J. Silva. Gentileza de Miryam Veléz)

Desde mediados del año 2000, el Sindicato de Luz y Fuerza va mostrando una enorme protagonismo público articulado con organizaciones del movimiento estudiantil universitario, con las organizaciones de derechos humanos (H.I.J.O.S. y familiares), con centros vecinales, vecinxs autoconvocadxs, múltiples actores del escenario cordobés en la coordinación de acciones de resistencia.  

Hay una cuestión distinta a la de orden nacional y es que las estructuras sindicales cordobesas, al menos la de los servicios públicos que estuvieron en la vanguardia de defender las empresas públicas de servicios como SiPOS y SLyFC, contaron con una legitimidad del espacio público y en 2001 se constituyeron en referentes, distinto a los sindicatos que apostaron a negociar y formaron parte de los procesos de ajuste y privatización. 

La dinámica de las organizaciones estaba mucho más territorializada y la organización de la protesta social estaba fuera de los espacios de la fábrica y el trabajo asalariado. Estaban anclados en lo barrial por las características de la crisis socioeconómica que vivíamos. Luz y Fuerza apareció como un actor que pudo transitar todos esos espacios sociales y ser un actor solidario, con una capacidad de articulación importante porque tenían los recursos organizativos y la presencia pública. 

Durante la segunda mitad de 2001, Luz y Fuerza se encontraba muy movilizado. El 28 de agosto, hizo una gran manifestación pública con 20 mil personas en la calle, que se conoce como la Marcha del enchufe o el enchufe de la dignidad, organizada con una multisectorial de organizaciones estudiantiles universitarias, con la mesa de trabajo por los derechos humanos, entre otras. Muchas personas para la época y profundamente performática esa acción, un enchufe gigante en el cual lxs estudiantes llevaban el enchufe y los sindicatos sostenían el mapa de la provincia de Córdoba, y se amalgamaban en la defensa de una EPEC estatal y pública. Eso fue mostrando toda una capacidad de articulación e innovación en la forma de movilización y protesta social. Desde entonces, todos los miércoles se hicieron caravanas en defensa de la empresa pública, en solidaridad con trabajadores de empresas privatizadas; Aerolíneas Argentinas, el Correo Argentino, etc.

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(Imagen: Alberto J. Silva. Gentileza de Miryam Veléz)

En septiembre, se modificaron los pliegos de concesión. De la Sota quería avanzar en la privatización, ya estaban los pliegos publicados, pero no había ofertas por la crisis económica. Luz y Fuerza fue clave logrando bloquear los procesos de venta de la empresa, deslegitimando los pasos institucionales que daba el gobierno para avanzar en la venta. Después de lo que fueron los estrepitosos resultados de las elecciones de octubre -con un altísimo voto bronca-, el gobierno cordobés decidió suspender las privatizaciones. Lo que será celebrado por el sindicato como un gran triunfo y realizando un festival el 5 de noviembre en memoria del aniversario de la muerte de Agustín Tosco. Estuvo dedicado al pueblo de Córdoba por la defensa de la empresa pública. 

Hay que mirar esos procesos de acumulación de experiencias de resistencia exitosa para pensar también en cómo eso potenció la capacidad de acción de otros colectivos en aras de decir basta a lo que se estaba viviendo y sostener propuestas alternativas, lo que va a ser lo que abre el 2001 hacia delante: esa potencia creativa para pensar, por ejemplo, procesos de fábricas recuperadas, la acción directa para revertir los procesos del neoliberalismo de mano de lxs trabajadores directamente. Hay que hacer memoria, pensando en cómo se encadenan estas cosas, cómo lo que se genera hacia adelante y con componentes nuevos viene de esas tradiciones previas, que dan cuenta de que fue posible hacerlo y, sin dudas, habilitó otras potencias.

*Por Veronica Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Gentileza de la Familia Tosco.

Palabras claves: 19 y 20 de diciembre de 2001, cordoba, sindicalismo

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