¿Puerto Rico o Puerto Pobre?
En pleno siglo XXI, Estados Unidos sostiene la colonización de Puerto Rico como una forma de control territorial y social contra América Latina.
Por Hedelberto López Blanch para Rebelión
¿Cómo se puede concebir que Estados Unidos cite en forma unilateral y arbitraria a una cumbre por la democracia, cuando mantiene en el Caribe la colonia más antigua del mundo: Puerto Rico?
La desatención que Washington mantiene sobre esta colonia, llamada eufemísticamente desde 1952 Estado Libre Asociado (ELA), ha llevado a que el 52,3 por ciento de sus 3,2 millones de habitantes se encuentren en la pobreza, según un informe divulgado por la Comisión para la Erradicación de ese flagelo, que depende del senado puertorriqueño.
Basado en audiencias públicas, la jefa de la comisión, Elizabeth Rosa-Vélez, explicó que esa peyorativa cifra es consecuencia de varios factores, como la pandemia de coronavirus, los tres huracanes y el terremoto que azoló la isla.
A Rosa-Vélez, del gobernante Partido Nuevo Progresista (PNP), que apoya convertir a Puerto Rico en el estado número 51 de Estados Unidos, se le olvidó decir que la desidia de la metrópolis con ese pueblo resulta el principal factor de esa situación.
El escenario se estresa más entre infantes y mujeres. En otro documento, el Instituto del Desarrollo de la Juventud (IDJ) denunció que el 58 por ciento -o sea, seis de cada diez niños puertorriqueños- viven en el nivel de pobreza. Añadió que el 38 por ciento de ellos sobreviven en la extrema pobreza.
El informe indica que las mujeres enfrentan una brecha en la paridad de género que refleja bajos niveles de féminas en puestos de dirección o liderazgo, el estancamiento de los salarios y la poca participación en la fuerza laboral.
Para la presidenta de la Oficina para el Desarrollo Socioeconómico y Comunitario de Puerto Rico (ODSEC), Thais Reyes Serrano, en su país, “muchas mujeres se enfrentan a situaciones adicionales que las colocan en desventaja para potenciar su desarrollo profesional, económico y autosuficiencia, como la dependencia económica y la estructura y mentalidad corporativa”.
Un ejemplo del desprecio con que trata Estados Unidos a los pobladores de esa nación caribeña lo dio el ex presidente Donald Trump después de que los huracanes Irma y María (los dos en septiembre de 2017) arrasaron la colonia.
A 13 días del paso del último fenómeno atmosférico, el ex mandatario llegó a San Juan y, en vez de otorgar apoyo económico y financiero, lanzó paquetes de papel higiénico a varias personas reunidas en un mitin preparado por las autoridades.
Asimismo, Trump quiso vender Puerto Rico, o cambiarlo, por Groenlandia, porque este territorio estadounidense en el Caribe era “sucio y pobre”, afirmó a la cadena MSNBC, Miles Taylor, en ese entonces jefe de gabinete en el Departamento de Seguridad Interior (DHS).
Los habitantes de esa isla del Caribe padecieron y aun afrontan inmensas necesidades por los estragos de los ciclones, que provocaron más de 3.000 muertos y heridos, destruyeron viviendas, incrementaron la falta de agua potable y alimentos, y colapsaron el sistema eléctrico.
Medio año antes del paso de los huracanes, la colonia ya padecía una enorme crisis económico-financiera que Washington no ayudó a resolver y el país se declaró en una especie de quiebra, pues la deuda exterior se fijaba en más de 73.000 millones de dólares.
Ante la profunda crisis, Washington le impuso al país una Junta de Control Fiscal (JSF, por sus siglas en inglés), que aprieta el cinturón a los puertorriqueños y cobra más de 300 millones de dólares por sus “servicios”. En concordancia, el régimen colonial y la JSF establecieron recortes por cerca de 2.000 millones de dólares al gasto público anual hasta finales del 2020 (cerca del 20 por ciento del presupuesto actual) y de 2.500 millones hasta 2025.
Se disminuyeron las prestaciones sociales, beneficios laborales y derechos adquiridos; fueron cerradas decenas de escuelas y aumentó el coste de la universidad pública. Solo el 40 por ciento de la población adulta trabaja o busca empleo (el resto no aporta o lo hace en la economía sumergida). La inversión cayó un 20 por ciento y los activos bancarios en 40 por ciento.
Mientras la pobreza se ensaña con los puertorriqueños, las organizaciones sociales afirman que, en la última década, las subsidiarias norteamericanas han extraído del país 380.000 millones de dólares, prácticamente sin pagar impuestos. A los empresarios nacionales se les hace muy difícil competir con los consorcios transnacionales.
Las amarras que tiende Washington sobre la isla caribeña se tornan asfixiantes, pues solo se le permite tener a un comisionado en el Congreso de Estados Unidos, que tiene voz, pero no posee derecho a voto, aunque se trate de alguna cuestión relacionada con su país. Aunque son reconocidos como ciudadanos estadounidenses, no pueden ejercer el voto en las elecciones de esa nación.
Sin poder decidir sobre la economía (depende en gran medida del presupuesto que otorga la metrópolis), las finanzas, relaciones exteriores, es decir, sin tener independencia política ni soberanía, Puerto Rico se cuenta entre las 18 colonias que aun existen en el mundo.
Claro, lo que sí tienen autorizados sus ciudadanos es que pueden servir en el ejército de Estados Unidos, como lo han hecho en Irak, Siria, Afganistán y otras decenas de lugares en donde muchos han perdido la vida.
No cabe duda de que el Estado Libre Asociado es sinónimo de una forma de colonización en estos tiempos.
*Por Hedelberto López Blanch para Rebelión / Foto de portada: Jorge Muñiz – EFE.