La espesura del vestuario: el universo detrás de cada puntada

La espesura del vestuario: el universo detrás de cada puntada
16 noviembre, 2021 por Julieta Pollo

El vestuario es geometría, volumen, textura, contraste, color, composición, pero sobre todo identidad, profundidad conceptual y potencia expresiva. Esta tarde en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, las artistas Valentina Bari y Pheonía Veloz presentan el libro «Descubrir el vestuario en las artes espectaculares».

Por Julieta Pollo para La tinta

A Valentina Bari y Pheonía Veloz las unió la pasión por el vestuario y la docencia. Hace nueve años, después de una clase, se prendió una chispa: ¿Y si escribimos un libro? Así comenzaron un largo trabajo de investigación que hoy se ve materializado en Descubrir el vestuario en las artes espectaculares, un libro de 279 páginas que desmenuza este arte y la carga simbólica, narrativa y dramática que tiene el vestuario para desarrollar una identidad y potenciar el relato. El vestuario es un lenguaje, un arte aplicado y una obra en movimiento.

vestuario-artes-espectaculares-bari-velozLa pasión por la espesura del vestuario, la generosidad de abrir y compartir, el abordaje micro y macro que requiere, la profundidad conceptual que subyace y la transformación que posibilita un hecho escénico cargado de identidad son algunas de las claves que las artistas identifican en su recorrido profesional y que laten en cada página de este libro, editado por EUDEBA. El vestuario es también un texto, un cuerpo que interpreta, un público y muchos otros elementos que atraviesan esta disciplina e intervienen en la creación. 

Las autoras cuentan que cuando comenzaron a escribir el libro no había en Argentina un material situado que abordara la temática en profundidad, solo textos sueltos o materiales extranjeros que narraban un modo de pensar y crear vestuario un poco alejado de las prácticas en y desde este territorio. El libro se organiza en siete capítulos o escenas que combinan 350 imágenes entre fotografías y bocetos, con referencias históricas de nuestra cultura, conceptualizaciones, experiencias y reflexiones de las autoras y de 32 profesionales del campo escénico que aportaron miradas desde distintos puntos de Argentina. 

Conversamos con Pheonía y Valentina sobre su arte, oficio y recorridos. Hoy a las 19 hs. presentan Descubrir el vestuario en las artes espectaculares en el querido Cineclub Municipal Hugo del Carril y el jueves 18 lo harán en La Casa Grande, en Villa de las Rosas, Traslasierras. 

—¿Cómo fueron sus primeros pasos en el mundo del vestuario?

Valentina: Desde adolescente tuve relación con el teatro, pero siempre desde fuera de la vista del público. En el ’85 la carrera de escenografía no existía en Córdoba -sigue sin existir- así que me fui a vivir a Buenos Aires para estudiar eso en la Cárcova. Veía el vestuario de lado digamos, hasta que un día me llamaron a trabajar con una de mis maestras, Beatriz Di Benedetto, quien realmente me transmitió la pasión por el vestuario. Seguía haciendo escenografía y ambientación hasta que en un momento dije que todo lo que no entraba en un taxi no formaba parte de mi profesión y me dediqué enteramente al vestuario… algo absurdo porque tampoco entra en un taxi jajaja. Y después apareció la docencia en relación al vestuario que fue lo que nos conectó con Pheo. 

Pheonía: Yo un poco es al revés. Estudié escenografía en la Facultad de Bellas Artes de La Plata y después empecé a trabajar como ayudante. Muchos años fui docente y en paralelo empecé a trabajar en cine y teatro. Me interesa trabajar el espacio, el vestuario y el cuerpo en escena. Hace 20 años que doy clases de diseño de vestuario y esto abrió a una reflexión mucho más amplia.

—¿Cómo surgió la idea de crear este libro?

Valentina: Estábamos dando unas clases juntas y un día a la salida Pheo me dice: «¿Y si escribimos un libro? Estamos todo el tiempo diciendo que no hay nada, que solo hay cosas sueltas… escribamos algo”, y yo dije lo hagamos, ¿por dónde empezamos?

Pheonía: Teníamos una estructura para dar clases, pero no es lo mismo que escribir un libro. Una generalmente tiene una referencia, cita a alguien, elige dónde pararse en función de lo que hay. Y realmente cuando empezamos hace 9 años, no había material, solo cosas sueltas.  

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—El libro se nutre de más de 30 entrevistas a profesionales del diseño, la interpretación, la dirección, ¿qué le aportaron estas voces al libro?

Valentina: Las entrevistas no son sólo un diálogo en torno a la especificidad de la vinculación del diseño de vestuario con todas las áreas, sino que además son un reflejo de un modo de hacer, pensar y crear. 

Pheonía: Nos interesaba rescatar algo de esta idea de las diferentes regiones, pero hay algo de lo diverso que nos interesaba, hay algo monolítico de creer que fundamentalmente el cine se hace de un modo. Lo cierto es que hay múltiples modos de hacer, gestionar tiempos, colores, formas, escribir, diseñar, que tienen particularidades según cada zona, y no es por pintoresquismo que nos interesaba, sino por tratar de recuperar esas voces y revalorizar que hay ciertos modos que hacen a la particularidad de esa región y a lo diverso de cómo creamos en un territorio como el nuestro. 

En el libro hay muchísimas fotografías y bocetos que acompañan el texto, ¿cómo fue el proceso de recopilación de estas imágenes?

Valentina: En el libro hay unas 350 imágenes que son una selección de unas 4000 más o menos. En realidad como nuestro trabajo de diseño de vestuario se basa en traducir o trasladar textualidades a imagen, es como un constante cambio de lenguaje lo que hacemos, el libro se construyó y se concibió de la misma manera. Terminó funcionando de la misma manera en que funcionan nuestros procesos de diseño. La idea era que la imagen no ilustrara sino que tuviera un discurso propio porque hablamos todo el tiempo de que la imagen tiene un discurso propio en cada una de las artes espectaculares. 

Pheonía: Mecanismos que ponemos en juego para abordar la profundidad de ese texto y cómo eso nos habilita a buscar una imagen con su propia importancia e identidad, con una narración que sea una capa diferente a ese texto, que tenga su propio recorrido. 

—¿Cómo dialoga el vestuario como parte de un proyecto creativo mayor?

Valentina: El diseño de vestuario es un arte aplicado, no tiene existencia individual por sí mismo. Es un trabajo colectivo que se hace en función de una necesidad de conjunto y de la necesidad de generar un discurso común. Y del mismo modo, se toma un posicionamiento en cada diseño, hay una impronta muy personal: una intención, un aporte, una mirada actual que revisa paradigmas.

Pheonía: Sobre un mismo texto, 30 estudiantes hacen 30 proyectos diferentes, hay una decisión muy personal en la lectura y en las posibilidades narrativas que cada cual aporta. Como diseñadoras de vestuario aportamos a intencionar, a negar, a aportar nuevos sentidos, qué parte del cuerpo en esa totalidad de movimiento dejamos con menos desarrollo y en cuál extendemos, generamos un punto de fuga. El vestuario es una obra en movimiento.

En los últimos años creo que hay más interés y desarrollo del vestuario en espectáculos que antes no le prestaban demasiada atención, como en conciertos musicales por ejemplo. ¿Les parece que esto es así? ¿A qué responde este cambio?

Valentina: Creo que en general se ha hecho consciente el nivel de carga simbólica y de sentido narrativo y dramático que tiene el vestuario en los últimos tiempos. No es que antes eso no existiera, pero tanto para hacedores como para espectadores era algo del plano más de lo inconsciente. Ha habido un cambio muy importante en la revalorización del valor comunicacional del vestuario, entonces si bien en teatro o cine existía naturalmente esa ponderación, en los últimos años se ha empezado a magnificar de a poco. Es entender que hay una herramienta para manipular -en el buen sentido- el poder comunicacional, su potencial, es hacer consciente ese valor potencial para poder usarlo a favor del relato. 

Pheonía: Y para pensarlo en la historia, el traje de tango por ejemplo, si bien originalmente era la ropa de uso común de los años 20 o 30, es una vestimenta que después está asociada claramente a ese tipo de música. Algo más actual pienso en Tonolec, que hace música folklórica con techno, e hizo un diseño de vestuario que desarrolló una propuesta diferente. El vestuario acompaña cualquiera de las formas escénicas incluso cuando no están pensadas como vestuario. Son vestuario y marcan una dirección, un eje.

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—¿Pueden identificar algún hito de la historia cultural argentina que marcó un quiebre, una transformación en la manera de concebir el vestuario?

Pheonía: Uno de los primeros hitos más bien conocidos a nivel nacional que generó un recorrido desde el diseño de vestuario no tan símil naturalista fue Nazareno Cruz y el lobo de Leonardo Favio. Eduardo Lerchundi fue el vestuarista y desarrolló todo el mundo del infierno, el diablo, la brujería… un diseño que es realmente ficcional y en pos de contar algo de esa historia en particular. Soñar, soñar también reitera ciertos tipos del mundo del circo, el mundo del boxeo. Lo otro que para nosotras es un hito es el Nuevo Cine Argentino -en los 90, post dictadura y en pleno menemismo-. Fue otra forma de componer colectivamente un hecho cinematográfico. Las primera películas y sobre todo las de Lucrecia Martel, no tanto en el vestuario en sí, sino en el nuevo modo de gestionar el vestuario. La idea de lo crudo, ¿no?

Valentina: Y destacar que el hecho de que Lerchundi haya diseñado lo que diseñó para Nazareno Cruz y el lobo no es porque a él se le ocurrió en la nada, sino porque la narración de Favio lo pedía: él planteó un tipo de contacto con el público, una serie de ideas y maneras de contar, que fueron un lugar para que Lerchundi usara a favor toda la especificidad del vestuario para ponerla al servicio de esa narración que Favio estaba abriendo. vestuario-veloz-bari

—Dedican el libro a sus estudiantes y también a sus maestras «por enseñarnos a mirar y descubrir la espesura del vestuario». ¿Qué aprendizajes atesoran de ellas y qué otros aprendieron en el hacer?

Valentina: De mis dos maestras tengo clarísimo lo que me dieron, en términos profesionales pero también humanos… tal vez una mezcla de las dos. De Beatriz Di Benedetto, la pasión por la espesura, una pasión por descubrir y por defender hasta el último botón y la última puntada. Y de Renata Schussheim, la generosidad de compartir, de abrir, de darme espacio, de hacerme pensar, de dejarme armar mi propia historia al ir trabajando con ella. Y una de las cosas que yo particularmente he aprendido en el hacer es que el vestuario tiene una mezcla simultánea de una cosa muy micro y muy macro a la vez. Es como que oscila permanentemente entre algo que requiere de un detalle, un tesón, y al mismo tiempo requiere de una mirada muy global, conceptual, de equipo. Creo que eso refleja gran parte de lo que es hacer vestuario.

Pheonía: Yo de mi maestra, Viviana Serafini, rescato la profundidad conceptual, la abstracción. Si bien vamos a llegar a una prenda, algo figurativo, hay un concepto, un modo de abordar una textualidad y hacer una traducción de eso. Y algo que aprendí en el hacer es la transformación que es una palabra muy grosa en todo sentido: la transformación de un cuerpo en un personaje, en algo escénico cargado de identidad por quienes lo gestan. 

Descubrir el vestuario en las artes espectaculares. Se presenta hoy martes 16 a las 19 hs. en el Cineclub Municipal Hugo del Carril y el jueves 18 en La Casa Grande, en Villa de las Rosas, Traslasierras. El libro también puede conseguirse en EUDEBA y en las librerías cordobesas El Espejo y Séptimo Arte.

*Por Julieta Pollo para La tinta.

Palabras claves: Artes escénicas, Cine, Teatro, vestuario

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