Bordadoras en el Museo: desear en colectivo

Bordadoras en el Museo: desear en colectivo
22 octubre, 2021 por Inés Domínguez Cuaglia

Bordadoras en el museo es un colectivo de mujeres que se encuentran, entre hilos, agujas, bastidores y palabras, cada sábado desde 2016 en el Museo de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra. El museo se transforma en una plataforma de encuentro, en un espacio que alberga el hacer de todas.

Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta

Hace una pandemia que no piso un museo. Barbijo, alcohol y temperatura, check

Puedo escuchar de lejos un bullicio que me es familiar, podría ser de los aquelarres que armamos con mis tías y hermanas, o una de esas juntadas de amigas donde siempre es más lo que hay para decir que el tiempo con el que contamos. 

“Bordo para que se cumpla”, dice lo primero que veo cuando ingreso al salón Billar, histórico espacio destinado a los hombres de este palacio, hoy Museo de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra. 

Las mujeres ya están en acción. En la terraza que da al parque del museo, una mesa larga alberga hilos de colores, agujas, imágenes y bordadoras a su alrededor. Las conversaciones se dan en simultáneo, los temas son miles; lxs hijxs y nietxs, los anhelos, los recuerdos de la infancia, la luna, el horóscopo. Conversan también sobre hilos y agujas, técnicas y abuelas, historias y vivencias. Todas hablan a la vez, se cuentan cosas y ninguna suelta ni las agujas ni los bastidores. Esa virtud de las mujeres de hacer mucho al mismo tiempo, propia de la carga mental que naturalizamos…

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(Imagen: Diana Segado para La tinta)

El colectivo de Bordadoras en el Museo comparte en su dinámica un nivel de intimidad, de cotidianidad que nos es común a las feminidades: “Cuando yo entré, lo que me gustó fue que hay mucho acompañamiento de vida, a medida que se va atravesando a través del bordado. Y eso es hermoso. Si pasa algo malo, se llora todas juntas, se escucha. Si pasa algo bueno, se celebra y es todas juntas. Se conversa y se acompaña mucho”, expresa una de las integrantes del grupo.

Se trata de hacer, pensar y producir con otras.

¿Es posible desear en colectivo?

El arte abre espacio a las preguntas, a las profundidades. Una de las mujeres borda palabras. Borda preguntas. ¿Es posible desear en colectivo?, dice con hilo y aguja. 

Todas bordan deseos. 

El tema que moviliza la producción de este año es el deseo.

“A Lorena se le ocurrió lo de los deseos. Ella estuvo muy mal con el coronavirus el año pasado, estuvo internada y en el hospital bordaba. Cuando estuvo en terapia, pidió que le llevaran el bordado y le enseñó a bordar a la chica del lado de su cama. Cuando nos volvimos a encontrar, propuso que este año bordemos otra cosa, cosas lindas, alegres, bordemos los deseos que tenemos”, explica Laura, integrante de Bordadoras.

Desear en colectivo, desear con otras, bordarse una red

¿Cómo deseamos las feminidades cuando podemos desear? ¿Cómo entramamos nuestro deseo? ¿Es que aún deseamos cuando entramos a la maternidad, a la cotidianidad del hogar? Feminidades deseantes, madres deseantes, trabajadoras deseantes por fuera de unx otrx que demanda cuidados. En esto, el rol de los colectivos de mujeres son todo lo que está bien, como sostén, como red. Puedo sentir con total claridad cómo este espacio, este rato de sábado a la tarde, simboliza para las bordadoras un espacio propio, singular y para desear para sí mismas.

¿Qué deseás para vos? 

“Deseo viajar en avión”, dice Andrea, una de las mujeres que es parte del colectivo desde sus inicios y que pisó por primera vez un museo al integrarse a las Bordadoras. Un avión va apareciendo en forma de puntadas dentro de su bastidor.

“Mi deseo es bordarme, seguir bordando la mujer que descubrí en este proyecto”, desea Laura en voz alta, trabajadora del museo y una de las primeras integrantes de Bordadoras.

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(Imagen: Diana Segado para La tinta)

Desear para otras

“En el 2020, que fue el año de la pandemia, nosotras empezamos a tener una presencialidad en las redes sociales que antes no habíamos visto. Ese año, hicimos contacto con varios artistas cordobeses y argentinos que también usaban el bordado como lenguaje en sus expresiones. Este año, viendo que la pandemia continuaba, dijimos bueno, hay que darle continuidad a eso que hicimos con las redes y esta vez tenemos que contactarnos con algún otro colectivo de bordadoras. Y ahí surgió que conocimos a las chicas del Enredo que son apoyadas por la ONG Mujeres tras las rejas y empezamos a hacer contacto con ellas”, cuenta Laura y continúa: “El Enredo es un proyecto, un colectivo de bordadoras que trabaja en el penal. Ellas van y hacen talleres con las presas, talleres de bordado. Así conocimos el trabajo de las chicas del penal 5 de Rosario”. 

Durante este año, Bordadoras en el Museo trabaja desde la temática del deseo atravesando todas sus producciones. Me cuentan que, al ponerse en contacto con El Enredo, pensaron en hacer un intercambio de deseos bordados. “Nosotras les mandamos deseos, ellas los bordan. Ellas nos mandan sus deseos y los bordamos nosotras. Hay deseos muy fuertes de parte de las chicas de allá. Deseos que realmente te atraviesan. Por ejemplo, uno de los deseos de las chicas era ‘deseo que agradezcas la vida que tenés’. Eso nos puso a nosotras en una situación de decir ¿qué les deseamos nosotras a ellas? Porque también es ponerse en la postura del otro, pensar qué le desearía yo a una mujer que está privada de su libertad. La consigna es muy fuerte y eso estamos bordando ahora”, explican desde el colectivo. 

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(Imagen: La tinta)

Nutrir las prácticas, construirse deseantes

Bordadoras en el Museo se origina en el Proyecto Vaivén. “El proyecto Vaivén surge en el año 2013. La idea era ir a los barrios más carenciados y crear museos, espacios en el barrio. Llevábamos actividades culturales, sobre todo para los niños y los jóvenes. Pero después empezamos a ver cómo se interesaban las mujeres. Vimos esta realidad: las mujeres casi no salían del barrio o de sus casas. Eran mujeres muy aguerridas, muy creativas, y empezaron a acercarse. Así comenzamos con propuestas de mosaiquismo y de bordado. La idea era sacarlas de ahí y traerlas acá para el museo, y se instalaron acá. En esta idea de salir del rol que tenemos por ahí las mujeres de que la casa y la maternidad nos absorbe, crear este espacio para ellas”, explica una de las fundadoras del colectivo.

Mariana Del Val, la directora del Museo, cuenta que en uno de los cierres de año en los barrios a los que asistían con el proyecto Vaivén surge una conversación con Mika, una de las participantes de ese entonces. “Cuando hacíamos el cierre del año en los cortaderos de ladrillos, Mika me dice ‘Yo no sirvo para nada’. ‘Yo no te creo nada’, le dije. Se mete a una casa y me trae una obra de arte que era un traje de murga todo bordado a mano por ella, y le digo: ‘¡Vos sos espectacular! Esto es una obra de arte’. El año que viene quiero que le enseñes a otras mujeres. Cuando me nombran acá, la llamo a Mika y le dije ‘Vení al museo, le vas a enseñar a otras mujeres’”. Así relata Mariana el nacimiento de las Bordadoras en el museo.

Bordadoras surge como un taller en el museo para aprender a bordar con canutillos, pero con el tiempo da un giro y se transforma en un espacio de pensamiento y producción colectiva de arte. “Ese fin de año, yo las llevé a ver una obra de Fernando Fader donde hay mujeres que bordan y les conté que a ese artista tan famoso le habían parecido tan valiosas esas mujeres bordando que las había usado como su objeto de representación. Y me dice Andrea: ‘¡No! Hay una diferencia entre esas mujeres y nosotras. Ellas están ahí por trabajo y nosotras estamos acá por arte’. A partir de ese momento, cuando Andrea lo nombra arte, el proyecto tiene un giro. Dejamos de aprender como un aprendizaje técnico y empezamos a producir como artistas”, cuenta Del Val.

La directora del museo también cuenta que la idea es nutrir las temáticas desde diferentes miradas, por eso siempre buscan profesionales y artistas que compartan con ellas posicionamientos teóricos o del campo de la producción creativa. 

El bordado como expresión de las feminidades

El bordado es un trabajo de introspección paciente. Hilo y aguja que entran y salen de un soporte, van dejando huella, marcando líneas. Ir para adentro, en soledad acompañada, en ronda, en círculo, en la cocina, en el patio algún verano a la sombra, en las noches de insomnio. Se trata de saberes que se aprenden, de boca en boca, haciendo a la par, tramando con otras. 

Sabina Zamudio, integrante del colectivo, me explica que “el bordado es histórica y antropológicamente femenino. La mayoría de textiles de todas las civilizaciones del mundo han sido hechos por mujeres. Los lenguajes fueron cambiando, pero siempre fue femenino o en gran parte. El bordado estaba muy arraigado a lo chamánico también, las mujeres eran quienes bordaban. Se hacían bordados con fines rituales, con pelo, se engarzaban dientes. Los textiles siempre tuvieron que ver con un lenguaje en las distintas comunidades. También son conocidos los textiles de las sufragistas británicas. Ellas hacían las pancartas bordadas, eran verdaderos trabajos de arte. Yo siento que el bordado es muy femenino, es muy para mí y muy para otras”.

A esto, agrega Mariana: “Se sabe que las esclavas aprendieron a leer y escribir bordando porque podían hacer y deshacer, bordar y desbordar. Es una práctica que se la asocia a lo femenino. Ahora, en el arte contemporáneo, nosotras el año pasado nos juntamos con Chiachio y Giannone Peisino, que son artistas varones bordadores. Pero la diferencia es que nosotras somos un colectivo, un grupo que debatimos y pensamos, que consensuamos, y eso es lo difícil de conseguir. Decidimos, volvemos a decidir, es una cosa grupal, colectiva, de construcción solidaria”. 

Desde el colectivo también se cuestionan cómo está siendo la circulación del arte textil, cómo es que se entretejen los sistemas de poder en el mundo del arte y de legitimación de las producciones artísticas. A la vez que se muestran convencidas de la importancia de sostenerse como colectivo de mujeres.

Un cumpleaños y muchos planes

Un sol atípico de octubre, tan poco tibio que no termina de calentar la tarde, invita a entrar. 

Como en toda reunión, además de conversaciones solapadas, hay comida. Es que las bordadoras festejan cada encuentro, pero hoy es especial porque una de sus integrantes cumple años. 

Entre las charlas, comparten sus trabajos y anécdotas de un viaje a Buenos Aires, que repetirán el próximo año. En 2018, viajaron a exponer en Casa de Córdoba. También desde 2016 realizan exposiciones en el Museo. 

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(Imagen: La tinta)

Los relatos de esas experiencias se entrecruzan con miradas llenas de emoción y de simpleza. Lidia dice: “Venía gente de afuera que no nos conocía a ver y les encantó, nos felicitaron. Me gustó mucho eso, me emociona”. “A veces en la casa, te ven bordando para el museo y te dicen: ¿Qué hacés esa pelotudés? ¿Otra vez haciendo eso? ¡No te dan esa importancia! ¡Pero mi bordado estuvo en dos museos!”, agrega otra de las bordadoras, mientras soy testigo de cómo es que el museo y su salón Billar, históricamente destinados a los hombres y a la cultura para blancos y privilegiados, se transforman para ellas en un espacio de resistencia.

En diciembre, las bordadoras estarán exponiendo todo su proceso creativo anual, deseos bordados llenos de intención y diálogo con las mujeres del penal 5 de Rosario. Un libro y una manta de construcción colectiva como apropiación y reversión de la obra de María Martorell, “Centro de tensión”.

“Te olvidás del mundo, de lo que hay que hacer, me olvido de que tengo marido. Si estás enojada, te olvidás. Es como una terapia, un placer, te concentrás en eso y ya no estás pensando en otras cosas. Si estoy nerviosa o pasando un mal momento, bordar me baja varios cambios. Es como una obsesión que empezás y no querés parar”, explican las Bordadoras en el museo, mientras bordan para saberse deseantes.

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(Imagen: Diana Segado para La tinta)

*Por Inés Domínguez Cuaglia para La Tinta. Fotografías: Diana Segado para La tinta.

Palabras claves: Artes manuales, bordado, Museo Superior de Bellas Artes Evita

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