Taylor Swift y por qué deberíamos amarla
El objetivo de este artículo no es defender la música de Taylor Swift, el autor sostiene que «su música se defiende solita». Acá, repasa la controversia con su discográfica y cómo Taylor marcó un precedente en el mundo de la industria musical.
Por Pablo Vecco para La tinta
Taylor Swift es una de les artistas más influyentes de la última década. No todes la quieren y mucha gente directamente la odia, pero casi todo el mundo sabe quién es. Ha vendido millones de discos y, a esta altura, debe tener un depósito de Grammys. Yo, particularmente, la ignoré a conciencia durante mucho tiempo, sobre todo, porque solía hacer música country, que, como dirían en Estados Unidos, no es mi taza de té. Eventualmente, hizo pop y, al poco tiempo, ya estaba escuchando “Blank space” una y otra vez. En mi opinión, es una gran artista, aunque su música no sea para todes.
Sin embargo, mi objetivo no es defender su música. Su música se defiende solita (ejem, shake it off). Mi objetivo es contarles un poquito sobre la controversia por su batalla con su discográfica, Big Machine, por los derechos al uso de su música y cómo su decisión de regrabar sus primeros 6 discos de nuevo han marcado un precedente en el mundo de la industria musical.
Primero, ¿qué onda la propiedad intelectual cuando hablamos de canciones?
En la industria musical de Estados Unidos, existen varios tipos de propiedades intelectuales. Por un lado, tenemos lo que se llama “master”, que es la grabación de una canción en particular; y por otro lado, están los derechos de autor de la composición (letra y música). Si bien el compositor, por lo general, es dueño de los derechos de la composición, eso no le lleva muy lejos si no tiene los recursos para producir, grabar y promocionar su música. Y aquí es donde entran las discográficas. Estas empresas firman contratos con artistas (muchas veces adolescentes talentoses, pero medio giles) en donde se incluyen cláusulas que otorgan a la empresa el control de los masters.
Uno de los casos más conocidos de artistas completamente explotados es el de TLC. TLC estaba conformado por Tionne Watkins, Liza Lopes y Rozonda Thomas. Este grupo la rompió en los noventa con temas como “Waterfalls” y “No Scrubs”.
Sin embargo, mientras las pibas vendían millones y millones en todo el mundo, solo llegaron a ver un ínfimo porcentaje de esas ganancias, al punto que eventualmente tuvieron que declararse en bancarrota. No digo que todas las discográficas sean criminales chupasangre, peeeeeero… sí que hay personas en el mundo de la música que están a la espera de algún “pichón” (y si no me creen, pregúntenle a Paulo Londra).
En el caso de nuestra querida Taylor –quien, como muches, firmó su primer contrato discográfico a los 15–, es dueña de los derechos de la letra y música de sus canciones, mientras que Big Machine tiene los derechos de los masters de sus primeros seis discos. Es decir, Big Machine, y no Taylor, tiene la última palabra en lo que respecta al uso de las canciones grabadas de la artista, ya sea en películas, series, publicidades, etc.
El conflicto empezó cuando el ejecutivo Scooter Braun compró Big Machine. Swift ya había tenido conflictos con Braun en el pasado, por lo que esta compra no le copó ni un poco. ¿Y quién puede culparla? Imaginate que tu música, tu trabajo, tu legado queda en manos de alguien llamado “Scooter”, ¡un escándalo! Entonces, la artista decidió no renovar contrato con Big Machine y la discográfica, en una jugada que, en términos legales, podríamos denominar “mala leche”, restringió el uso de Swift de sus canciones. La artista también intentó comprar los masters, pero Braun se rehusó. O mejor dicho, Braun intentó negociar un acuerdo que impedía a Swift decir nada sobre él. Mi chiquito, ingenuo hijo del verano, ¿en serio vos creés que podés impedir que Taylor Swift le saque el cuero a un hombre?
Por supuesto, ella rechazó la oferta y, acto seguido, decidió regrabar todos sus primeros seis álbumes. Al fin y al cabo, ella es dueña de las composiciones y ahora cuenta con los recursos para pagar estudio, músicos, ingenieros de sonido, etc. Así que eso es lo que hizo: regrabar todas sus canciones hasta el álbum “Reputation”, exactamente iguales a las originales, pero mejores, tanto desde el punto de vista musical como vocal. El 9 de abril de 2021, la artista sacó Fearless (Taylor’s versión), regrabación de su disco Fearless del 2008. Este fue muy bien recibido por la crítica, que alabó la producción de esta meticulosa réplica y la madurez artística de Swift, y alcanzó el puesto número 1 de muchas listas. Y no solo eso: estas nuevas versiones también afectan a las originales. A modo de ejemplo, la publicación de Fearless (Taylor’s versión) hizo que las ventas del original disminuyeran en un 19% y hasta lo pateó afuera de la lista Billboard 200.
No creo poder expresar en palabras mi admiración por Taylor Swift. La loca, LITERALMENTE, se superó a sí misma. Frente a jugarretas mala leche por parte de ejecutivos, dijo: ¿así que no me querés vender los masters de mis canciones? Mirá como regrabo los míos y, ya que estamos, diluyo el valor de los tuyos. ¿Qué más se puede decir? Una grosa.
*Por Pablo Vecco para La tinta / Imagen de portada: A/D.