Argentina: una elección con barbijo
Por Carlos A. Villalba para La tinta
Un año y medio después de que se trastornaran todas las actividades, las costumbres y los ritos de las distintas comunidades del mundo; a más de 570 días de que el barbijo, el alcohol en gel y las lavandinas ocuparan hasta el último resquicio de la existencia; cuando la principal preocupación giraba alrededor de vacunas, antivacunas, secuelas, Oxford, Sputnik, Sinopharm, primera, segunda, tercera dosis… el calendario electoral se incrustó en la vida de argentinas y argentinos.
Dos años después de la demolición peronista de la expectativa de Mauricio Macri de mantener durante otros cuatro sus políticas de ajuste, endeudamiento, desocupación y pobreza, las urnas llamaron de nuevo a la ciudadanía para que participe de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), que deben definir las candidaturas de cada partido en las generales del próximo 14 de noviembre.
Sin un virus arrasador acechando los comicios, los análisis del comportamiento electoral de mitad de mandato se apoyarían en dos premisas básicas:
—Los oficialismos son quienes ganan o pierden, y no la oposición que,
supuestamente, queda expuesta a las venturas o desventuras de las administraciones.
—El vector central de esa “opción” se construye a partir de la evaluación que las y los votantes hagan de la situación económica y sus perspectivas, que no es lo mismo que la coyuntura económica real y de la inserción propia en la misma. No es lo mismo estar bien (o mal) que sentirse de alguna de esas formas.
Sin embargo, la peste existe y, al cierre de esta nota, ya había causado más de 4.500.000 muertes en el mundo, 112.000 solo en la Argentina. Los números locales se asientan sobre una situación crítica generada entre 2015 y 2019 por el macrismo y las corporaciones que lo llevaron a la Presidencia, una crisis que se potenció, como en todo el planeta, durante la cuarentena, con caídas de la producción, destrucción de puestos de trabajo, falta de recursos familiares hasta para alimentarse…
El proceso de construcción del voto es complejo, multideterminado por variables objetivas y subjetivas. En el actual escenario, mucho más, donde el decurso personal, familiar y grupal del impacto de la pandemia juega un papel crucial sobre la “percepción” que se tiene de los hechos, incluso por encima de virtudes o defectos concretos de la “gestión de la pandemia” por parte de los gobiernos.
El uso del plural es inevitable para acercarse a un proceso que, en realidad, está compuesto por 24 comicios autónomos, uno por cada distrito, primero, para decidir candidaturas y, dos meses después, para elegir a los ocupantes de 127 de los 257 escaños de la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación y de 24 de los 72 escaños del Senado, en representación de las provincias de Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán.
Para los precios, no hay vacuna
Entre los elementos que influyen en el comportamiento electoral en tiempos “no epidémicos», sobresale “la economía” que, en verdad, constituye una relación entre el votante, su situación personal y las expectativas a mediano plazo. La destrucción económica que generaba la administración de Juntos por el Cambio se vivía en el día a día y en todos los sectores sociales, cada uno a su escala. La situación se trasladó de manera dramática a los resultados de los comicios.
A mitad de camino del mandato de los Fernández, la vida diaria del pueblo tiene un componente de mucho peso: los precios de los productos de mayor necesidad, en especial, los del rubro alimentación, con valores suizos para elementos tan básicos y típicos de la “argentinidad” como la yerba o el asado.
Las causas están en el desastre heredado y se complementan con el parate mundial y la inversión que debió realizar la administración actual para sostener desde los comedores populares donde comían millones de personas (incluso de los sectores medios) hasta las industrias y comercios, además de poner de pie un sistema sanitario destruido, ampliar las camas de terapia intensiva a la espera de los picos de contagios que, a la postre, se produjeron y abastecerlo del más básico insumo, importar respiradores (hasta que se pudieron fabricar nacionalmente) y, por último, comprar (al cerrar esta nota) las 49.300.024 dosis de vacunas anticovid que no caen del árbol de maná, sino que se pagan a precio dólar.
La mayoría de los “acuerdos” sectoriales jamás llegaron a los mostradores y las góndolas, los controles brillaron por su ausencia y, tal vez la madre del problema, una vez más y a pesar de ser peronista, un gobierno no se dedicó a analizar la cadena de valor de las diferentes producciones, mapear los márgenes de ganancias (siderales aún en pandemia) de supermercados, agroexportadores, productores y distribuidores de servicios energéticos, alimentarias, laboratorios farmacéuticos… y fijar reglas que beneficien al conjunto y no solo a quienes se aprovechan de posiciones dominantes.
La foto final, que se puede registrar a diario en cada punto de venta, es la de mujeres y hombres espantados por litros de leche a más de $85, que trepan por encima de los $100 en los comercios de cercanía a los que los cuidados les confinan o asados que van más allá de los $500 y llegan a los $800 según calidad y territorio.
¿Cuál de cada uno de todos esos aspectos impregnará con más fuerza la decisión de los domingos 12 de septiembre y 14 de noviembre? En un país con una relación equilibrada entre los poderes del Estado y con medios de comunicación limitándose a “informar”, sería difícil arriesgar una respuesta; en este, con un sistema privado de propaganda de las corporaciones económicas instalado y con rating, es mucho más complicado: antes de convertirse en “votantes”, las personas desayunan, almuerzan, cenan y duermen, rodeados de tergiversaciones, agresiones y prejuicios.
De campaña, ni hablar…
Estrategas y dirigentes vuelven a exprimir sus inventivas para capturar y, también, “direccionar” el pensamiento de diversos inasibles: los múltiples determinantes del proceso de construcción del voto, el territorio vacuo de “los indecisos” y el grupo ya instalado de quienes optan por “lo menos malo”, categoría generalmente definida por los medios afines a las simpatías particulares.
Como hace dos años, hay franjas consolidadas de “voto en contra” (el peronismo o el macrismo) y, a diferencia de 2019, el “voto indeciso” se corrió hacia la “confusión electoral”, motivada por la inclusión de la elección en un amenazante escenario pandémico. Esta etapa de aislamientos, falta de contactos, trabajo a distancia o falta de trabajo, escolares en las casas… generó una sensación general de “suspensión del tiempo” que facilita la superposición y confusión de las secuelas del macrismo con la gestión de la epidemia por parte de Fernández.
Las campañas de estas “primarias” (que, una vez más, el Frente de Todxs, en general, esquivó) no están vertebradas, el oficialismo luce por su ya reiterada incapacidad de comunicación y la oposición cambista por su reconocido (y planificado) apego a la nada, las pizzas, la cabellera de algún candidato y, lo principal, el descaro para decir que no hizo lo que hizo y que hará lo que no va a hacer.
En ese desierto argumental, la sinonimia del verbo fornicar o el racismo barrial del lugar en el que se consume un cigarrillo de marihuana pasan a ser piezas estelares del discurso y de la agenda comunicacional. Aseguran las repetidoras de esos arenales que, a partir del lunes 13, llegarán las propuestas, planes y programas.
Para ese momento, el alcalde de la ciudad con autonomía de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, encargado de pintar disimulos sobre la gestión tan mala como piantavotos de su mentor Mauricio Macri y vestido de apuro con traje de aspirante presidencial, hizo preparar a las “fundaciones” del sector un documento, modesto, sobre las “problemáticas actuales de la Argentina y sus posibles soluciones», para que sean tenidas en cuenta por las y los “ya” candidatxs de noviembre.
En 2019, bajo el influjo de Jaime Durán Barba y la coordinación del entonces jefe del Gabinete, Marcos Peña Braun, la Alianza amarilla redactó y desarrolló los preceptos de un “manual de campaña” que reclamaba al discurso propio que solo transmitiera “sentimientos y emociones positivas” como “esperanza, cercanía y equipo” y que no se produjesen “definiciones claras” sobre políticas públicas ni sobre situaciones concretas que pudiesen ser conflictivas.
El papel actual es más fuerte por el marco discursivo que plantea que por la letra que propone a las áreas de Ambiente, Educación, Justicia, Política Exterior o Trabajo. De hecho, el mascarón de proa de la actividad proselitista, María Eugenia Vidal, ya aplica a rajatabla las instrucciones, con hincapié en las acusaciones contra Alberto Fernández por los decesos producidos por el coronavirus.
Los otros puntos del conjunto de hojas que, una vez más, cuentan con el aval de la UCR macrista ponen en el ojo ajeno algunos de los peores indicadores de la gestión Macri, en gran parte, causante de los valores actuales: inflación, desocupación, pobreza e indigencia.
De los abstractos «esperanza», «cercanía», «felicidad” y «equipo», solo perdura este último, en el único que se acuerda del viejo libreto, el hombre que se extirpó el nombre para tratar de presentar la “cercanía” del apelativo “Colo” y cruza la General Paz con avionetas que vocean su nueva identidad “bonaerense”. Aunque, cabe señalarlo, en el tema de los “cruces” de distrito, no hay santacruceño ni santacruceña que pueda tirar la primera piedra.
Como cualquier “oficialismo nacional”, el principal elemento de influencia del Frente de Todxs sobre el electorado, para bien o para mal, es su propia gestión. Además de aciertos o errores, debe romper la manta virósica que opaca la vida de potenciales seguidores o contreras. Por eso, su pieza publicitaria más escuchada repiquetea con el verbo “salir”.
Vacunación, buena gestión de las internaciones durante los picos (sin las imágenes del Brasil desbordado o la ¡Nueva York! acumulando cadáveres en contenedores), recuperación industrial, sostén a todos los sectores (hasta muchas corporaciones embucharon subsidios), sostén del poder de compra de alimentos de los sectores más empobrecidos, negociación del pago de la deuda 2021, medicamentos gratis para afiliados del PAMI, Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), forman parte del repertorio que toca los órganos sensibles de las mayorías.
Son medidas que pelean contra los medios con poder de agenda nacional y contra fallas groseras como las reuniones sociales en la Quinta de Olivos, que ese es el pecado y no la difusión de las fotos del momento.
En campaña, se usan herramientas formales de comunicación; sin embargo, no es un juego de pura tecnología a través de medios y “redes”. La real realidad y sus efectos sobre los votantes, hijos y nietos juegan un papel determinante en el comportamiento en el cuarto oscuro. Septiembre y octubre verán si la memoria del desastre vivido en el país entre 2015 y 2019, con secuelas que sobrevivirán a esta y muchas más administraciones, logra imponerse sobre las secuelas de la pandemia.
De encuestas… menos
El conjunto de elementos, desordenadores y contradictorios, que confluyen en la decisión electoral hacen prácticamente imposible definir las tendencias del voto. Sin embargo, a primeras horas del lunes 13, los jefes de los medios más influyentes del país construirán los títulos que van convertir los resultados de un conjunto de “internas” legislativas en un resultado “nacional” que les permita estampar la palabra “Triunfo” en la agenda inmediata y marque el comienzo del tramo final de la disputa.
Ese artilugio ofrece opciones como “quién acumula más votos” en una cuenta imposible, cuántas diputaciones o senadurías suma cada quien o qué cantidad de distritos simpatizan con las diferentes opciones.
A pesar de las dificultades y los imposibles, las consultoras hacen su trabajo. Del doble juego de informes de encuestas que elaboran, los clientes se reservan el “verdadero” si no les satisface y “filtran” los números de fantasía por los que también pagan. Sin embargo, la media de los datos registrados por más de una decena de empresas que tratan de leer con rigurosidad en el barro del contexto que ya se describió marca 5 puntos de diferencia en favor del FdT sobre el Cambio que abandonó al Juntos, con un agregado que puede sumar algún poroto al “favorito”: la diferencia se amplía a 8 puntos cuando se pregunta sobre qué espacio político tendrá el mejor resultado.
La numerología, una vez más, pone en el centro del dispositivo de dudas al porcentaje de participación; el ausentismo es una pésima señal para la calidad del juego institucional y puede indicar un renovado hartazgo de la ciudadanía hacia sus dirigencias, en un país que ya sufrió su “que se vayan todos”, un concepto que socava la intermediación política entre los actores sociales, básicamente, el pueblo y las corporaciones económicas.
En las 4 elecciones que se realizaron durante 2021, hubo menos concurrencia que en años anteriores. La última de ellas, en Corrientes, a pesar de que se peleaba la Gobernación, la merma fue del 66% contra el 70% de las provinciales de 2019 y el 81% de la elección de diputados nacionales de aquel año.
En las provinciales de Misiones, con 59,53% del padrón, la caída fue de 19 puntos; en Jujuy, el 70,68% de presencialidad significó una caída de 8 y 10 puntos porcentuales en relación con las elecciones de gobernador y diputados provinciales de 2019 (78,69%), y en Salta, el 60,21% de concurrencia implicó una caída de 11 puntos contra el 71,39% de 2019.
Es una tendencia que puede ser revertida en los distritos de mayor peso y con enfrentamientos más decisivos. Sin embargo, de los dos lados de la raya, ya se especula en un máximo del 65% de participación.
Temor al contagio y decisión de “seguir cuidándose”, algo que se pregona desde hace 18 meses, pueden empujar hacia una baja histórica. Descontento con “la política”, otro concepto sobre el que los medios martillan 24×7 y campañas vacías pueden desmotivar. El FdT tiene un agravante en esa dirección dado por la inmensa mayoría de jurisdicciones en las que no hay competencia interna; un estímulo menos ya que no hay que ganarle a nadie.
Juventud divina votante
El 20 por ciento del padrón está compuesto por jóvenes de entre 16 y 24 años, que manifiestan niveles más altos de indecisión que la media. Si se elige la franja etaria de 18 a 30 años, la cantidad asciende a 9 millones, más de la cuarta parte de un padrón electoral de 34.332.992 habilitadxs para votar. Los del Cambio apelan a ellos desde las redes sociales, un mar de mensajes donde abundan falsedades, confusiones y diatribas, pero que es el manantial en el que, cuando más joven, más se abreva.
Según los informes de noticias digitales 2020 y 2021 del Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, realizado en Europa, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, México, Chile, Kenya, Sudáfrica y Asia, el 78% de argentinas y argentinos elige las redes sociales como fuente de información principal y el 90% consume medios digitales. Esas tendencias se acentúan a medida que disminuyen las edades [1].
Puede que algún dirigente se asuste, incluso que ni conozca sus existencias, pero 8 de cada 10 de sus potenciales votantes solo atienden aquello que les llega a través de Facebook, Twitter, WhatsApp. Facebook, Messenger, Instagram, YouTube, Pinterest, Linkedin, Snapchat, Google+ Twitch, Tik Tok y sigue un largo etcétera… digital.
Una agenda invisible
En el inicio mismo del ciclo electoral, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner trataron de impulsar el debate alrededor de distintos ejes. Algunos de los temas que barajó el mandatario giraron alrededor de la problemática del trabajo, los pilares de un “modelo social más igualitario», las economías regionales, los bienes estratégicos y la integración latinoamericana. La ex presidenta apuntó con fuerza a discutir sobre una reforma integral del sistema de salud y a las decisiones frente al pago de la deuda externa contraída por Macri, impagable en los términos habituales del FMI. El titular de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa, machacó con la creación de “trabajo genuino”, un reclamo esencial de los movimientos populares de los que él trató de diferenciarse.
El temario no encontró eco en sus contendientes y los encuestadores no profundizaron en el potencial impacto del mismo en la opinión popular. El Centro Estudios Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) [2] se atrevió a recorrer el camino del posible impacto de esa agenda en la opinión de sus encuestados. El resultado arroja señales que no necesariamente se reflejarán en las urnas, pero que son indicadores de la posibilidad de pensar alrededor de determinados temas cuando se sale del termo comunicacional binario, prejuicioso, financiado y parcializado que domina en el país:
—GESTIÓN DE LA VACUNACIÓN: positiva 42,7% (56,2 si agrega el “regular bien”) / negativa 31,7% (43,8% si agrega el “regular mal”)
—REFORMA DEL SISTEMA DE SALUD: 56.6% a favor / 40,01% en contra
—FMI: 69,9% de imagen negativa / 20,5% positiva
—PAGO DE LA DEUDA: 64,6% a favor de exigir diferirlo / 25,2% a favor de pago en 10 años
—“CEPO” AL DÓLAR: 49,9% A FAVOR / 43,7% por la flexibilización de las restricciones
—CORTE SUPREMA: 75,3% de imagen negativa / 18,0% positiva
—IDENTIFICACIÓN POLÍTICA: Peronismo 32,2%; ninguna 23,09%; Radicalismo 10,08%; Macrismo 10,02%; Derecha 8,6%; Izquierda 7,3%; Liberal 4,5%
—ESPACIO POLÍTICO AL QUE VOTARÍA: Frente de Todos 43,3% / Juntos por el cambio 38,1%
—IMAGEN DE ALBERTO FERNÁNDEZ: negativa 53,2% / positiva 46,0%
El panorama general que se desprende del estudio se acerca de manera significativa al ideario propuesto por el gobierno nacional, salvo en lo que respecta a la imagen presidencial que, si bien registra un importante positivo, es superado por la negatividad.
La coordinadora del área de Comunicación Pública del Centro, Gisela Brito, entrevistada por AGENDASUR [3], al repasar el trabajo, consideró que en la elección “serán clave la cuestión económica de las y los argentinos, hoy claramente la principal preocupación en sus distintas variantes”. El registro señala que los primeros tres “problemas económicos del país, en base a doble mención, son: Inflación 49,6%; Desempleo 38,8% y Pobreza 38,2%».
Hasta aquí, los múltiples componentes del tablero electoral, importantes incluso por encima de las candidaturas. El domingo 12 de septiembre seguramente no traerá a la política argentina el terremoto electoral del 11 de agosto de 2019, cuando quienes llevaban cuatro años en una intemperie de hambre, frío y sed hablaron y transformaron las PASO en una primaria que sentenció el resultado de las generales de octubre [4].
Esta vez, aquellos despojados, ahora con barbijos y sin la “presión” de tener que definir quién va a presidir los destinos de su país, van a opinar, hacia el interior de sus espacios y mirando al escenario nacional, sobre cuarentenas, vacunas, precios, errores y aciertos. En el minuto que transcurra en el cuarto oscuro, pasarán las mil imágenes de este tiempo dramático de la peste.
*Por Carlos A. Villalba para La tinta / Imagen de portada: Agencia Xihua.
[2] Panorama Político Y Social Argentina (CELAG) (https://www.celag.org/wp-content/uploads/2021/08/encuesta-argentina-agosto-2021.pdf)
[4] Panorama Político Y Social Argentina (CELAG) (https://www.celag.org/wp-content/uploads/2021/08/encuesta-argentina-agosto-2021.pdf)