Dragon Ball: cancela, cancela que nada quedará
¿Es la cancelación la solución ante la demanda de revisar consumos culturales violentos? ¿O es una respuesta institucional simplista que anula cualquier debate? ¿Qué otras alternativas hay al camino punitivo? ¿Cómo salimos de la oferta mediática que reproduce estereotipos, sexismo, racismo y heteronorma?
Por Natalia Arenas para Cosecha Roja
“No se metan con Gokú”, “peronismo feminazi”, “es censura”, “el Ministerio se ocupa de estas cosas mientras hay un femicidio cada 40 horas”. La denuncia que hizo el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires ante la Defensoría del Público, y que tuvo como consecuencia inmediata que el canal Cartoon Network levantara la totalidad de la serie Dragon Ball, tuvo de las más variadas repercusiones. Desde las más insólitas hasta las un poco más sensatas.
¿La censura -en estos tiempos llamada cancelación- es la solución ante la demanda de revisión de una escena violenta? ¿O es una manera políticamente correcta que asume una empresa para terminar con el conflicto puntual y que no se hable más del tema? ¿Todos los conflictos, las violencias, las opresiones llevan al camino del castigo punitivo?
“La escena que causó el revuelo me resultó muy violenta, pero eso no quiere decir que me parezca que la medida tomada me parezca una solución”, dice a Cosecha Roja Mariángeles Camusso, licenciada en Comunicación y actual secretaria de Género y Sexualidades de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario.
“Cuando lo sacamos de circulación, el material sigue circulando por espacios donde no podemos seguir observándolos y en los cuales los niños, las niñas y adolescentes son expertos en encontrarlos. Y donde están muchos más solos y solas que siendo audiencia de los medios masivos. A los espacios que están por fuera del circuito de medios más tradicional no llegan ningún tipo de discursividades vinculadas a derechos”, dice Camusso.
Para la comunicadora, la cultura de la cancelación tiene que ver con un modo de proceder cuando aparecen cuestiones que son sexistas, que reproducen estereotipos y violencia. “Lo cancelamos y lo sacamos de nuestra mirada, como si ese consumo nunca hubiera existido cuando deberían aprovecharse este tipo de cuestiones para hacer otro tipo de abordajes. Sin ir más lejos, este era un caso perfecto para tomarlo en las clases de ESI que deberían ser transversales”.
Sí: la Educación Sexual Integral sigue siendo la mejor herramienta en todos los niveles. “El problema es que, pese a los esfuerzos que hacen un montón de docentes, asambleas y organizaciones vinculadas a la ESI, masivamente no hay una internalización de la formación. No hay una apropiación de los contenidos y de la producción de conocimientos en torno a los géneros y las sexualidades. También hay una escasa formación en lo referido a las narrativas mediáticas. Eso es tan preocupante como el hecho de no tener una mirada con perspectiva de género”, agrega.
El Ministerio bonaerense informó que el capítulo en cuestión “reproducía el ejercicio de violencia sexual por parte de un mayor hacia una menor, en un contexto de aceptación social, en el que se naturalizaba la vulneración de una niña”.
En este episodio, el personaje del Maestro Roshi le pide a uno de sus alumnos que le permita utilizar los servicios de una de sus mascotas mágicas, la cual puede transformarse físicamente. Allí le aclara que lo que quiere es “que se convierta en una hermosa jovencita”. Y se justifica diciendo “mi punto débil son mis pensamientos pervertidos que deseo superar”. Mientras tanto, Woolong (un cerdo) hace un raconto de otras situaciones de abuso que sufrió por parte del hombre.
Desde el Ministerio bonaerense, dijeron: “El episodio en cuestión escenifica una multiplicidad de detalles morbosos: la adolescente encerrada con el adulto Maestro Roshi diciendo que no reiteradas veces y tratando de escapar –dando claras muestras de que no hay consentimiento-; el Maestro, en su lugar de poder, diciendo que no puede detenerse, que es más fuerte que él; mientras que los demás personajes miran desde afuera no interviniendo en la situación”.
En estos días, muchos de los comentarios que surgieron de televidentes sobre el comunicado y la posterior cancelación que hizo la empresa fueron en relación a que, en la infancia, el consumo de Dragon Ball había sido una de las formas de la educación sexual integral que en las escuelas no existía.
Para quienes sabemos poco y nada del animé japonés, Gerardo del Vigo, comunicador y miembro de la Red Iberoamericana de Investigadores en Animé y Manga, cuenta que Dragon Ball empieza a meterse en Latinoamérica a mediados de los 90, en una oleada de decisiones comerciales de pasar productos enlatados. Esto trajo un conflicto cultural: se importaban productos dedicados a jóvenes y adolescentes japoneses, de hace años atrás, con tópicos y una perspectiva de lo sexual que difiere de la occidental. Además, había un problema de base: lo que en Japón estaba dirigido a adolescentes, en Latinoamérica lo compraron canales infantiles, como Cartoon Network, que tiene un público de niñes de 4 a 11 años.
“Dragon Ball fue incorporando elementos de humor que acá en Argentina consideramos picaresco”, suma. Escenas de desnudos y violencias, incluso, fueron censuradas o intervenidas en otros países años atrás. “El personaje del Maestro Roshi, que enseña artes marciales a los protagonistas, cumple con el lugar del viejo verde que le gustan las adolescentes. Y este fue un gag recurrente dentro de las primeras emisiones de Dragon Ball”, explica.
Desde un punto de vista occidental, cuenta Del Vigo, siempre se tuvo reticiencia o dudas sobre si era una apología a la pedofilia o una exposición de las infancias. “Este es un debate que quedó abierto y que se dio hace 25 años en Argentina durante las primeras emisiones de Dragon Ball, donde se veía la desnudez como elemento cómico”, dice. “Las denuncias por apología de abuso o contenido no apropiado a menores es un fenómeno constante. La diferencia es que hoy se dan en un marco de políticas y discusiones que apuntan a una mayor comprensión de las problemáticas de género”, contextualiza.
Para Del Vigo, es una problemática que excede al manga y al animé, porque tiene que ver con nuestra educación mediática: “Seguimos siendo generaciones educadas en una matriz romántica binaria y heteronormada, y es muy difícil salir de eso. Y esto entra en conflicto con generaciones de niños que hoy tienen la posibilidad de poder educarse de otra forma, pero con productos mediáticos que siguen arrastrando esos discursos y se consumen día a día”.
Florencia Rovetto es doctora en Periodismo y Ciencias de la Comunicación, y secretaria del Área de Género y Sexualidades de la UNR. Ella también pone el ojo en la carencia de productos culturales destinados a las infancias locales que permitan contrarrestar los de multinacionales como Cartoon Network, Disney u otras señales. “Lo único que hay es Paka Paka, pero también está en un canal de cable. La televisión abierta no ofrece contenidos locales para las infancias”.
Rovetto recuerda que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales, que quedó en stand by, intentó democratizar las voces y ampliar las señales. “En un contexto muy crispado en términos políticos, es más fácil, operativo y mediático salir a discutir en términos de lo bueno y lo malo, cuando en realidad hace falta mucha más energía y trabajo para pensar en producciones alternativas más creativas que construyan otra cultura de consumo audiovisual y que sirvan para consumir otros productos”, reflexiona.
En la invitación de Cosecha Roja a reflexionar sobre los debates que abrió la denuncia y la posterior censura, Rovetto se pregunta: “¿Por qué el manga tiene 40 años de éxito y, hoy por hoy, sigue siendo consumido por las audiencias infantiles, adolescentes y adultas? ¿Qué es lo que hace de esa producción, una producción consumible, atractiva, deseada?”. En ese camino entre las quejas de madres y padres, la denuncia y la cancelación, ¿alguien le preguntó a las infancias? “Hace falta indagar qué es lo que atrae a los públicos infantiles. Las miradas siempre son muy adulto y clase media centradas”, plantea Rovetto.
¿Qué podemos aportar desde los feminismos? “Lo que hacemos siempre -dice Camusso-: dar batallas a partir de la visibilización y no del ocultamiento». Y plantea un debate hacia adentro de los feminismos: el de traspasar el límite de hablarnos siempre entre nosotres. “A mí lo que me preocupa es cómo hacemos con estas cuestiones que tienen tanto arraigo masivo para poder instalar la discusión en otros espacios que no sean nuestros espacios confortables. Sabemos que en estos temas hay un sector que va a reaccionar punitivamente y a querer prohibir, prohibir, prohibir. Hay otro gran núcleo que va a tomar la crítica como una agresión por parte de los feminismos. La lucha tiene que ser entonces por transformar los sentidos comunes, circulantes y hegemónicos”.
*Por Natalia Arenas para Cosecha Roja.