Guatemala y el desafío de un proceso constituyente
Comunidades indígenas y campesinas promueven procesos de cambios estructurales para crear un Estado plurinacional que posibilite el Buen Vivir para todos y todas.
Por Ollantay Itzamná para ALAI
Sectores urbanos y rurales de Guatemala nuevamente salieron ayer a las calles para realizar un paro nacional, exigiendo la renuncia de la Fiscal General, Consuelo Porras, y del presidente de la República, Alejandro Giammattei, por “actos de corrupción”.
El acumulado fastidio social se reactivó con la injustificada destitución del fiscal anticorrupción Juan Francisco Sandoval, que estaba “a punto de probar” responsabilidades penales de varios actores políticos en ejercicio en el país.
Un Estado criollo que enriquece a pocos
Para ningún visitante en el país es imperceptible la indignante desigualdad social y económica que impera. Mientras existen pocas familias que poseen y derrochan riqueza, cual si fuesen dioses en tierras mayas, las grandes mayorías sociales mueren en la exclusión y en la pobreza, desesperados en agenciarse de medios de vida.
El bicentenario del Estado nación criollo guatemalteco, que desde su origen y en su historia fue tremendamente excluyente y violento con las grandes mayorías, jamás logró constituirse y/o expandirse en todo el territorio nacional como facilitador de bienestar para su población.
Por el contrario, dicho Estado fue diseñado y opera como una herramienta legitimadora del enriquecimiento inmoral de las élites, y como un aparato de colonialismo interno contra los pueblos indígenas y campesinos del país.
Entonces, ¿por qué los sectores populares se indignan ante la destitución de un fiscal?
Según la lógica de Hegel, las relaciones de dominación perduran en el tiempo en la medida en que el “esclavo ama y defiende al amo”. Algo parecido ocurre con los sectores populares de Guatemala con relación al Estado-nación del cual no son ni nunca fueron parte. Para existir social e individualmente, necesitan afirmarse como parte del Estado criollo que les hace mucho daño.
Este sentimiento de falsa pertenencia al Estado criollo, promovido e irradiado por agentes de las instituciones estatales (en su gran mayoría, mestizos escolarizados), hace que las “víctimas” terminen siempre defendiendo y clamando por la restauración del aparato estatal que los excluye y coloniza.
Al parecer, en un buen porcentaje de los sectores populares, que ahora nuevamente salen a las calles exigiendo la renuncia del presidente y de la fiscal de turno, como ocurrió en 2015, para “evitar que el Estado caiga o colapse”, prima más la neofobia (miedo al cambio) y el instinto existencial de “vale más un referente conocido que un proyecto desconocido por construir”.
Esta es una de las razones del por qué “víctimas o esclavos”, incluso escolarizados, ahora en protesta callejera, se niegan a la posibilidad de debatir y promover un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional para Guatemala.
Estas protestas sociales destituyentes, consciente o inconscientemente, lo que hacen es afianzar/oxigenar al Estado criollo y evitar o postergar la posibilidad de habilitar procesos constituyentes para crear el Estado Plurinacional mediante un consenso ampliado y plural entre todos los pueblos y sectores del país.
Se dice protestar contra la corrupción en el aparato estatal, pero se sabe que el Estado criollo fue creado por élites corruptas para evitar pagar impuestos a la Corona Española y saquear los territorios de los pueblos originarios. Esas élites corruptas, o sus herederos, hoy tampoco pagan impuestos al Estado.
En dos siglos de República, se demostró que los Estados criollos en Abya Yala son consustanciales a la corrupción y la corrupción pública se premia con la impunidad. ¡Si queremos superar la corrupción pública, debemos diseñar un nuevo sistema político jurídico que prevenga y castigue la corrupción!
Esto implica crear un nuevo Estado con la participación decisiva de todos los pueblos y sectores, mediante un proceso de Asamblea Constituyente Popular Plurinacional.
Sujetos y propuestas constituyentes indo-campesinas
Ante la “esclavitud mental y conductual” de los sectores sociales con mayor grado de escolaridad que se resisten a cambios estructurales, y promueven la “restauración del Estado criollo colonizador”, comunidades indígenas y campesinas, organizadas en “resistencia” desde diferentes territorios del país, proponen y promueven procesos de cambios estructurales mediante una Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional para crear un Estado Plurinacional y posibilitar el Buen Vivir para todos y todas.
Dichas propuestas están escritas y publicadas (accesibles incluso en internet) en el idioma castellano. Pero la “ciudadanía indignada” y movilizada ante la corrupción pública se resiste a leerlas y promoverlas.
Desde 2012, las comunidades en resistencia en el área rural no pierden ni tiempo ni ritmo en debatir y socializar los posibles cambios estructurales que debe contener la nueva Constitución Política del país.
Realizaron y realizan diferentes acciones colectivas de calle, proponiendo y exigiendo la convocatoria a un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional, pero casi no encuentran eco en los sectores sociales con “mayor grado de escolaridad”. Mucho menos en la endeudada clase media que vive de la función pública estatal. ¿Por qué? ¿Racismo? ¿Miedo a perder privilegios, incluso culturales?
Lo cierto es que ahora salen los sectores sociales “exigiendo la renuncia del presidente y de la Fiscal General de turno” para restaurar al Estado criollo que no pudo ser y cuyas instituciones se caen a pedazos, fruto de su putrefacción. A la siguiente semana, sale el sector indígena rural y urbano exigiendo la instalación de un gobierno transitorio que posibilite la convocatoria a un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional. Un contraste de protestas callejeras similares a las de 2015. Veremos si Guatemala (víctima de su racismo o ignorancia) continúa desoyendo esta propuesta que, como método, actualmente orienta el caminar de los pueblos en las bicentenarias repúblicas neoliberales de Chile y Perú.
*Por Ollantay Itzamná para ALAI / Foto de portada: A/D