Pugliese: el santo ateo
El 2 de diciembre de 1905 nacía Osvaldo Pugliese en el barrio porteño de Villa Crespo. Pianista, compositor y director de orquesta dedicado al tango, Pugliese tuvo un compromiso militante que sostuvo toda su vida. Por su legado como músico, militante comunista, pero ante todo «buen tipo», Pugliese permaneció en la memoria colectiva como símbolo de buen augurio. Un repaso por la vida y obra del «antimufa», el santo ateo.
Por Ramiro Giganti para ANRed
«Nunca me considero un artista, sino un laburante de la música. Y un laburante bastante cómodo, porque trabajar, trabajan los de las fábricas, el puerto. Pero digo que siempre me sentí uno más».
Olvaldo Pugliese nació el 2 de diciembre de 1905 en el barrio porteño de Villa Crespo, en el seno de una familia trabajadora con afición a la música. Su padre Adolfo era un obrero del calzado que tocaba la flauta en conjuntos de barrio. Sus dos hermanos mayores, Vicente Salvador y Alberto Roque tocaban el violín. Fue su padre quien lo alentó a dar los primero pasos en la música al regalarle un violín e inscribirlo en el conservatorio Odeón del barrio, donde Osvaldo descubrió el piano y decidió cambiar el violín por el instrumento que lo acompañaría el resto de su vida y con el que se destacaría como pocos.
Tras formarse en distintos conservatorios de barrio y tomar clases con maestros del piano como Vicente Scaramuzza (maestro de Martha Argerich, Horacio Salgán y Atilio Stampone) y Pedro Rubione. Dio sus primeros pasos profesionales a los 15 años en el llamado Café de La Chancha, así bautizado por los parroquianos en alusión a la poca higiene del dueño y del lugar. Poco después, ya en un conocido café del Centro de Buenos Aires, integró el conjunto de la primera mujer bandoneonista que tuvo el tango, Paquita Bernardo también conocida como La Flor de Villa Crespo.
Ascendiendo en su carrera, Osvaldo se incorporó al cuarteto de Enrique Pollet, mas tarde formó parte de a la famosa orquesta de Roberto Firpo, y en 1927 ya era pianista de la orquesta del bandoneonista Pedro Maffia, de la que se desvinculó, junto al violinista Elvino Vardaro, para formar un conjunto Vardaro-Pugliese, con el que debutaron en el café Nacional, para emprender luego una extensa gira por el interior del país. Luego Pugliese se asoció con otro violinista, Alfredo Gobbi, formando un conjunto, en el que uno de los bandoneonistas era un muy joven Aníbal Troilo.
En 1936 creó un sexteto junto a Alfredo Calabró, Juan Abelardo Fernández y Marcos Madrigal (bandoneones), Rolando Curzel y Juan Pedro Potenza (violines), Aniceto Rossi (contrabajo), del cual era su director. Debutaron en la famosa Avenida Corrientes, en el Germinal. Este fue el punto de partida de su orquesta, presentada en el café El Nacional el 11 de agosto de 1939, con la dirección de Pugliese desde el piano y Enrique Alessio, Osvaldo Ruggiero y Alberto Armengol en bandoneones, Enrique Camerano, Julio Carrasco y Jaime Tursky en violines, Aniceto Rossi en contrabajo y, como cantor, Amadeo Mandarino, orquesta que, aunque con los lógicos recambios, lo acompañó durante 55 años. Así, por ejemplo, a fines de 1943 Oscar Herrero se incorporó como segundo en la fila de violines y estuvo en la orquesta 25 años y trabajó junto a Emilio Balcarce (que reemplazó a Tursky) y Francisco Sammartino (viola).
En esos años, Pugliese compuso más de 150 temas, algunos muy famosos como Recuerdo, La Beba, Negracha, Malandraca y su himno La yumba. Además grabó más de 600 temas de otros autores.
Pugliese también es recordado por su compromiso social. En 1935 impulsó el Sindicato Argentino de Músicos del que fue el afiliado número 5. Allí empezó una lucha «donde el trabajo sea una dignidad personal y no un castigo». Pero su activismo no pasó desapercibido para la Cámara Patronal de los cabarets, de donde provenían los principales ingresos de músicos y afines. Terminó en una lista negra y fue perseguido. Se le hizo imposible conseguir trabajo en un local nocturno.
En 1936 se afilió al joven Partido Comunista Argentino. Esto y sus ideas provocaron que fuera perseguido, censurado y encarcelado durante el gobierno de Juan Domingo Perón y luego durante el gobierno de facto conocido como la autodenominada Revolución Libertadora. Pero durante el tiempo que duraron sus penurias, su orquesta no dejó de tocar, aunque huérfana de su director. Fue en los años 50 que la orquesta del maestro Pugliese animó las milongas del Club Atlético Palermo, que por entonces era un reducto opositor a las políticas oficiales de gobierno, en tanto su orquesta estaba prohibida en radiodifusión.
Cuando la orquesta actuaba con su director y pianista encarcelado el clavel rojo aparecía. Nadie tocaba el piano. La orquesta se presentaba sin piano. El clavel rojo estaba en reemplazo de Pugliese y representaba todo un símbolo, un mensaje. Y todo el mundo entendía ese mensaje. Gran parte de las detenciones se produjeron con el gobierno peronista, que iba obteniendo gran apoyo de las masas obreras y sin embargo, los peronistas adoraban a Pugliese sabiendo que era “contrera”. Pero lo seguían con pasión.
¿Cómo vivió Pugliese entre rejas sus años en prisión? Ni triste ni solo. Era él quien daba fuerza y esperanza a sus compañeros de desventura. Y los instaba a no aflojar pero también a no odiar a los carceleros. “También ellos son laburantes”, subrayaba, en una especie de absolución por el desgraciado rol que les tocaba desempeñar. “Ni triste ni solo”. Así lo homenajearon, años más tarde y en plena dictadura militar, el poeta Héctor Negro y el primer bandoneonista de su orquesta, Arturo Penón, dedicándole un tango con ese nombre, que en 1972 don Osvaldo estrenó, con la voz de Abel Córdoba.
Pugliese estaba allí con los demás detenidos siendo simplemente «uno mas», y cuando le tocó barrer los pisos, la gente le decía: “No”. Pero él decía: “Yo también”, y él también barría con todos los demás presos, y al otro día le tocó ir a la cocina a pelar papas. Y peló papas. A la tarde, en la hora de la siesta, la gente lo rodeaba a Pugliese, sobre todo muchos presos que eran obreros de Avellaneda, para hablar de la orquesta. Y le preguntaban cómo estaba organizada y él contaba que estaba organizada en forma cooperativa, donde todos los músicos ganaban lo mismo.
Por tangos como «Negracha» o «Malandraca» se lo considera como el precursor de la síncopa y el contrapunto, adelantándose a maestros como Horacio Salgán y Astor Piazzolla. Al punto que existe el registro que documenta la influencia de Pugliese en Piazzola quien ha interpretado su obra.
El patrono de los músicos
«Yo formé el sindicato nuestro en el año 35, porque hasta entonces los músicos populares no lo habíamos tenido. Fue un movimiento monstruoso, pero como consecuencia de la falta de experiencia de algunos, empezaron las divisiones. Sin embargo, recuerdo que todos demostraron siempre combatividad y finalmente se consiguió mejor salario, descanso semanal y finalización de la jornada laboral a las cuatro».
Hoy casi no hay músico popular que no tenga una estampita suya en el camarín, el estudio o el estuche de su instrumento. La leyenda del «antimufa» fue creciendo con el tiempo.
Existen muchos relatos de pequeños milagros que se le adjudican: que vuelva la luz en medio de un apagón en pleno concierto, que aparezca un instrumento perdido con sólo pronunciar el nombre del santo, o que se solucionen problemas informáticos (el técnico en grabación Sergio Paoletti afirma que cuando una máquina de su estudio se colgó y amenazó formatear todo el material, lo solucionó renombrando todos los archivos como Pugliese). Hay que pronunciar el nombre del santo antes de empezar un espectáculo tres veces: «Pugliese, Pugliese, Pugliese».
León Gieco dice «siempre mencionamos a Pugliese» en ese pastiche de canción que es «Los Salieris de Charly», hace referencia a esta cábala, también años después lo mencionó en «Los Guardines de Mugica» al decir que «llevan a Pugliese en tatuajes, credenciales, por los tiempos que se vienen» insistiendo en la necesidad de recordarlo como símbolo de buen augurio. No hay camarín que no tenga una foto de Pugliese.
Otro motivo posible de inicio de este «mito», fue hace muchos años antes de un recital de Charly García, una seguidilla de problemas al filo del show complicaban el sonido. Eso hasta que probaron el equipo con un disco de Pugliese. Santo remedio. Con algunas variaciones, pero siempre aludiendo al rock, así habría despuntado la leyenda de «Pugliese Talismán».
Mas allá de los mitos y ficciones, existe un sustento concreto de su memoria que lo presentó como «un santo terrenal». El recuerdo de Pugliese es el recuerdo de «un buen tipo», de un artista consecuente. Es el recuerdo de su integridad como ser humano, su rectitud. Y también su talento, pese al cual nunca intentó ponerse por encima de sus compañeros.
En tiempos difíciles donde el panorama coyuntural no se presenta alentador, resulta pertinente recordar estos personajes inspiradores y, sin delegar responsabilidades en la superstición, tomar su ejemplo como aliento. Y sí, por las dudas, no está demás alzar la copa en este fin de año, y decir tres veces «¡Pugliese, Pugliese, Pugliese!» para enfrentar dignamente el año venidero.
*Por Ramiro Giganti para ANRed.