Aportes por tareas de cuidado: “No es amor, es trabajo no pago»
La ANSES, a través del “Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Servicio por Tareas de Cuidado”, jerarquiza las tareas de cuidado y de crianza como un trabajo para completar aportes jubilatorios. Esta política de previsión social permitirá que más de 155.000 mujeres que se dedicaron a la crianza y cuyos aportes no fueron contabilizados accedan a una jubilación. Conversamos con Sol Minoldo para comprender el impacto de esta medida que repara una desigualdad estructural e histórica.
Por Verónika Ferrucci para La tinta
Si hay algo que a la generación treintañera nos queda lejano y poco asequible es pensar en nuestra jubilación, y no por una visión apocalíptica, sino por las actuales condiciones del mercado laboral: el reino del monotributo, la informalidad y la precarización. Sin embargo, nadie podría desconocer la historia inaugural en materia de previsión social en nuestro país, que por estos días suma una nueva medida destinada a las mujeres cuidadoras.
“Eso que llaman amor, es trabajo no pago”, dijo hace tiempo la filósofa y escritora feminista Silvia Federici, que ya en los años 70, en Estados Unidos, participaba del Comité de Salario para el Trabajo Doméstico, ingresando en la agenda política y mediática la visibilización y reconocimiento de las tareas domésticas y de cuidado como parte del ensamblaje de la maquinaria reproductiva capitalista. Un reciente informe elaborado por la Dirección de Economía y Género del Ministerio de Economía junto a UNICEF señala que “las mujeres a cargo de hogares con niñas, niños y adolescentes son las más afectadas por la crisis: enfrentan una peor inserción en el mercado laboral -mayores niveles de informalidad, mayor inestabilidad, salarios más bajos-, a la vez que experimentan una pobreza de tiempo profundizada por la pandemia”.
Con la fuerza y la persistencia de la potencia feminista de nuestro país, se cristaliza una política pública que reconoce un derecho que reivindica una lucha histórica. La Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) lanzó el Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Aportes por Tareas de Cuidado, que permite acceder a una jubilación a mujeres en edad jubilatoria que actualmente no tienen los 30 años de aportes registrados por dedicarse a la crianza. «El 44% de las mujeres entre 59 y 64 años no pueden acceder a un beneficio previsional por la inequidad en el acceso al mercado laboral formal. Se busca reparar parte de las desigualdades estructurales que sufren las mujeres a lo largo de su vida y que están derivadas, en gran medida, de la sobrecarga de las tareas de cuidado y de las inequidades del mercado de trabajo que se acumulan en el largo plazo», expresaron desde el organismo que dirige Fernanda Raverta.
Conversamos con Sol Minoldo, investigadora del CONICET y especialista en Previsión Social, para comprender el impacto de esta política pública y pensarla en la genealogía del sistema previsional del país. “Lo primero que hay que entender es que el sistema previsional, tal y como existe con las condiciones actuales, genera una brecha de acceso de género muy grande. Porque las mujeres tienen una densidad de cotizaciones mucho menor que los varones, especialmente cuando tienen hijes y cuantos más tienen, empeora. Las trayectorias laborales de las mujeres están afectadas por la forma en que se dividen los trabajos de cuidados y esto ha dificultado históricamente el acceso a la previsión social”, expresó Minoldo.
Las tareas de cuidados son un trabajo
“Esta política pública es una reparación histórica; al acreditar años de aporte por hije, se está asumiendo que la dedicación al cuidado y la crianza es algo que hay que reconocer como un trabajo. Para acceder a un derecho laboral, también vale si te dedicaste a las tareas de cuidado. Es el reconocimiento a un trabajo que, tradicional e históricamente, ha sido realizado por mujeres y ninguneado en términos de derechos laborales. Y que, desde la autonomía económica, se daba por sentado que estaba bien que fuera no remunerado. La forma en que se organizan las familias, cómo se divide el trabajo y cómo se distribuye en el sistema en el que vivimos impide mayoritariamente a las mujeres insertarse en el mercado laboral”, aclaró la socióloga, para quien esta política tiene la ventaja de jerarquizar las tareas de cuidado al reconocerlas como trabajo. Es un gran avance que permitirá que muchas mujeres accedan a este nuevo beneficio.
En el 2004, comenzó un plan de Inclusión Jubilatoria, por el cual, en 2005, se oficializó en el Decreto 1.454 de una moratoria para la jubilación por ama de casa, que permitió el acceso sin tener que acreditar -30 años como mínimo- una situación de trabajo formal y mercantil. Con esa moratoria, mediante una declaración jurada y saldando la deuda con descuento sobre el haber durante 5 años, se accedía a una prestación. “En los hechos, era un acceso universal no contributivo, pero tenía la desventaja de ser una medida con fecha de vencimiento, que se aplicaba a las personas que estaban en edad jubilatoria. A medida que las mujeres más jóvenes se iban haciendo más viejas, el alcance de poder acreditar en esos años se iba achicando. Fue una solución provisoria”, explica la especialista.
En 2016, en el marco de un retroceso de impronta neoliberal, se crea con la Ley 27.260 el Programa Nacional de Reparación Histórica que crea un un nuevo tipo de acceso no contributivo a la previsión, llamado Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM), pensada como una jubilación para personas que no accedieron a una jubilación contributiva, es una prestación de menor calidad.
Minoldo nos explica que la política actual, respecto de la PUAM, vuelve a trabajar para que las mujeres puedan acceder a una jubilación contributiva, en igualdad de condiciones con respecto a otres que se jubilan por cotizaciones y accediendo a una mínima más alta y a todas las ventajas, incluyendo dar derecho a pensión a las personas dependientes. “Es un avance y recupera el espíritu de la moratoria, aunque es más limitada, ya que es una determinada cantidad de años que se reconoce por cada hije. Por ejemplo, si a una mujer le faltan más años y tuvo dos hijes, y no sólo le afectó 6 años de su trayectoria laboral, sino que la afectación fue plena porque se insertó informalmente, de manera intermitente, no pudo seguir una carrera, por lo que sea. En algunos casos, va a ser insuficiente, a diferencia de la moratoria, que permitía un acceso plenamente no contributivo”.
Es innegable el protagonismo del movimiento político feminista de nuestro país, dice convencida Sol: “Desde algunos sectores políticos, supieron tomar las demandas desde los feminismos y, durante la gestión kirchnerista, la aplicación de la moratoria tuvo un impacto de género muy grande. De alguna manera, podemos inscribir esta nueva política en esa línea que se abrió por aquel entonces. Y también, tomar en cuenta que en esta gestión hay actrices que están trabajando desde adentro. Como, por ejemplo, la incorporación en el Ministerio de Economía de una Unidad de Género de análisis o el nuevo Ministerio de las Mujeres y Diversidades, y la Dirección de Cuidados Integrales del Ministerio de Desarrollo Social. Hay una intención de incorporar la perspectiva transversal de género, que llevó a pensar el problema histórico de acceso a la seguridad social por parte de las mujeres para tomar acciones”.
Si bien estamos avanzando, ya que es una política, una reforma que se queda y no es solo para una cohorte, según la especialista, debemos prestar atención en algunos riesgos hacia el futuro. “Hay que festejar el acceso de las mujeres a la prestación así como la jerarquización del trabajo de cuidados. Pero existen dos limitaciones: la primera es que no termina de resolver el problema del acceso de muchas otras mujeres, en algunos casos, las trayectorias laborales de las mujeres están impactadas por asumir las tareas de cuidado a un nivel que excede los primeros tres años de crianza de cada hije, entonces puede ser insuficiente. La segunda limitación es que, si bien resuelve la brecha de acceso, no resuelve la brecha de ingresos, porque se sigue calculando el haber jubilatorio en función de los niveles de ingreso en la vida activa y la brecha salarial entre mujeres y varones tiene mucho que ver con la desigual asignación de tareas de cuidados”, detalló la entrevistada.
En este momento, implica una mayor inclusión, porque actúa sobre una realidad dada, porque, en efecto, las mujeres se ocupan de las tareas de cuidado. “El riesgo es estar generando incentivos para que esa realidad no cambie o se refuerce la reproducción de la misma, si doy por sentado que son las mujeres las cuidadoras. Eventualmente, cuando empiecen a cambiar las cosas en términos culturales y haya una mayor redistribución del cuidado al interior de las familias entre géneros, se deberá plantear quién resigna su carrera profesional o sus horas de trabajo en el momento de la crianza. Sería deseable que los varones también se ocupen del cuidado. Los incentivos, cuando se trata de jubilaciones, son muy débiles, muy pocas personas hacemos planes y tomamos decisiones sobre lo que va a ocurrir durante nuestra vejez. No es grave, pero es una alerta para el camino que viene, es una solución para el mientras tanto. Hoy festejamos, pero hay que seguir pensando en soluciones y cambios de fondo que garanticen el acceso sin brecha de género y que no reproduzca realidades que necesitamos y queremos que se transformen”, dice Minoldo y arroja nuevos desafíos para pensar un futuro previsional más lejano o cercano.
Estamos ante una política de reparación histórica, un continuum de medidas gestadas al calor de las calles y las demandas de nuestros feminismos. La memoria de la Norma Plá, referente y pionera luchadora por los derechos de jubilación, sigue siendo un faro de lucha.
Para información sobre cómo acceder al beneficio, consultá aquí.
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*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Greta Rico.