Violencia de géneros: aumentan las llamadas al 144

Violencia de géneros: aumentan las llamadas al 144
24 junio, 2021 por Redacción La tinta

En el primer trimestre de 2021, aumentaron un 13% las llamadas a la línea nacional por violencia de géneros respecto del mismo periodo del año pasado. La situación es alarmante. Para profundizar en esta problemática, conversamos con una trabajadora del Polo Integral de la Mujer y una activista, Clara, de Casa Comunidad – Espacio de No Violencia de Géneros.

Por Redacción La tinta

“Me siento un poco boba llorando frente a la pantalla que reproduce el amor, la rabia y la dignidad que nos sostiene frente al dolor de las pérdidas que no cesan, frente al cartel que dice que, en lo que va del año, nos quitaron a 127 y que Tehuel sigue sin aparecer, y que son cada vez más las infancias huérfanas, las madres huérfanas de hijas, las injusticias que nos destrozan, aunque algunas siguen respirando”.

Cecilia Solá

La Línea 144 fue creada en 2013 a partir de la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres. Desde allí, un equipo dependiente del Estado nacional brinda asesoramiento en situaciones de violencias de géneros. Según informó el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, en el primer trimestre de este año, recibieron 27.357 llamados. Hubo 3.522 atenciones más que en el mismo periodo del año pasado. 

La mayor cantidad de llamados fueron de la provincia de Buenos Aires, (53,7%), seguidos por Ciudad Autónoma de Buenos Aires (20%) y Santa Fe (4,5%). De Córdoba, se registraron 170 comunicaciones de enero a marzo de 2021 (2,6%).

Algunos datos relevantes

Cuando se publican estos informes, no podemos dejar de pensar en las miles de personas y de historias detrás de los números fríos. Números que, aun subestimando muchas situaciones que no llegan a ser denunciadas, dan cuenta de una realidad escalofriante.

El 93% de los llamados corresponde a la modalidad violencia doméstica, mientras que el 2% a situaciones de violencia institucional y un 1% laboral. Un 4% del total corresponden a otras modalidades como violencia contra la libertad reproductiva, violencia obstétrica, violencia mediática, violencia pública-política, entre otras.

En relación con los tipos de violencia registrados, el 96% manifiesta haber atravesado violencia psicológica, mientras que el 67% refiere el ejercicio de violencia física y el 15%, violencia sexual. En el 13% de los casos, se utiliza un arma (de fuego o punzocortante).

El 97% de las personas que se comunicaron son mujeres. El 61% tiene entre 15 y 44 años, el 2% se encontraba cursando un embarazo y el 3% tiene algún tipo de discapacidad. Respecto a las personas agresoras, en el 46% de las situaciones, se trata de una ex pareja; en el 36% es la pareja actual y en el 2% es el padre, padrastro o tutor.

La mirada estatal

Desde La tinta, tuvimos diálogo con Clara, integrante de Casa Comunidad, un proyecto de la organización social Encuentro de Organizaciones (EO) que surge para acompañar a personas que transitan situaciones de violencia. Nos comparte que la mirada estatal es muy individualista, aísla a la persona en situación de violencias aún más de lo que ya lo está, proveyendo ayudas sin ningún soporte para que efectivamente le sirvan. “Por ejemplo, la ayuda de alquiler para personas en situación de violencias, con hijes quizás a cargo, sin posibilidad de moverse y buscar, sumándole el mercado de alquileres que es super hostil, suele ser, más que una solución, un problema”, sostiene Clara. 

Una trabajadora del Polo de la Mujer, cuya identidad prefiere resguardar por miedo a represalias en medio de conflictos laborales históricos, comenta que, si bien existe una institución específica para el abordaje de las violencias de géneros, el actual Ministerio de la Mujer provincial entiende que son insuficientes las estrategias frente a la complejidad de la problemática. Y se pregunta “¿cómo es posible terminar con los ciclos de las violencias sólo con un botón antipánico y una ayuda económica si no se acompaña a la persona a desandar las multiplicidades de violencias, considerando que es una problemática estructural dentro de un sistema que la perpetúa sistemáticamente?”

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(Imagen: La tinta)

En febrero de este año, el Gobierno de la Provincia de Córdoba anunció un aumento en el presupuesto destinado a las políticas contra la violencia de géneros del Ministerio de la Mujer, asignando 600 millones de pesos a programas de asistencia a personas que transiten estas situaciones. Para Clara, eso evidencia un aumento monetario en las ayudas que se brindan, pero “sigue siendo insuficiente y revela el problema de la falta la estructura de soporte para esa persona”. 

La trabajadora del Polo coincide en que se brinda asesoramiento y asistencia, incluyendo acceso a programas económicos a través de profesionales que se encuentran en condiciones indignas de trabajo. “Intentan responder a una demanda que suele estar muy por arriba de la capacidad de cubrirla, si se pretende un trabajo integral” -expresa y agrega: “Demanda que, con el tiempo, aumenta y trae como consecuencia la imposibilidad de realizar y ofrecer un proceso real de acompañamiento de salida a las violencias. En ese sentido, se ha contratado más personal, pero ello tampoco garantiza la salida real de las violencias. Se termina cubriendo cantidad y no garantizando calidad”.  

Un punto que resulta interesante es que, según la trabajadora del Polo, “en parte, la demanda va en aumento porque las mujeres y disidencias ya no solo denuncian y hablan de violencia física, sino que se animan a identificar y denunciar la diversidad de violencias psicológicas y, en ese sentido, es necesario ampliar los márgenes de intervención”. 

Violencias y pandemia

“Se me hace cuesta arriba, hermanas, esta calle vacía de manada y llena de injusticias.
Se me hace amarga la voz en soledad, aunque las escucho con la oreja del alma, gritando los nombres de nuestras muertas.
No miro fotos ni escucho los audios de las viejas marchas. En vez de eso, nos escribimos, nos mandamos carteles, documentos, enlaces, nos decimos que nos queremos y que la vamos a seguir batallando desde donde se pueda, porque desde donde se debe, lo hemos hecho siempre”. 

Cecilia Solá

“Nuestra mirada es comunitaria, es decir, apostamos a un acompañamiento en colectivo, que sea la comunidad la que genere el soporte y las herramientas para visibilizar y salir de la situación de violencias. La pandemia nos ha hecho ‘quedarnos en casa’. No podemos vernos, escucharnos, acompañarnos y eso hace que algunes no se animen a hablar y salir de las situaciones, sumado a la gran crisis económica y la incertidumbre”, aporta Clara. 

La trabajadora del Polo se refiere a las condiciones socio-económicas, habitacionales y sanitarias que dejó y deja el contexto de pandemia: “No afecta de la misma manera en mujeres y disidencias, sumado a su situación de violencia. Desde el año pasado, gran parte de la demanda gira en torno al acceso a programas económicos y, si bien hubo aumento de presupuesto para el acceso a becas, es posible ver que el dinero solo no es suficiente. La plata se termina y las personas vuelven a estar en la misma situación”.

El rol de la comunidad

“Se individualiza la problemática, se proponen estrategias en el corto plazo y no en el mediano y largo. Considero que es necesario conocer más a la población con la que se trabaja. Se bajan programas desconociendo las singularidades. Se tiende a crear un modelo estándar único e inamovible de una persona en situación de violencia, lo que dificulta la posibilidad de ver otros aspectos y atravesamientos más allá de la violencia. Poder ver y comprender que es una persona, con todo lo que ello implica, y no sólo una situación de violencia”, agrega la trabajadora del Polo. 

Clara complementa que la mirada de Casa Comunidad es comunitaria. “Entendemos a la violencia como un problema social, generado por el entrecruzamiento del patriarcado con el colonialismo y el capitalismo. Por eso, es imposible salvarnos soles”, señala. “Nos necesitamos, abrazando una salida colectiva para un mundo más justo y humano. Necesitamos de redes feministas, de cuidados comunitarios y de ayudas colectivas. Nacemos de la experiencia de nuestras compañeras en los barrios acompañándose en situaciones de violencias y que nos enseñaron a generar herramientas comunitarias de acompañamiento y apoyo. Necesitamos que el Estado entienda esta mirada y trabaje codo a codo con las organizaciones territoriales. No en discurso, sino en la práctica: descentralizando las herramientas del Polo de la Mujer y apoyando económicamente a las organizaciones que acompañamos”, concluye.

“Y así, aisladas, pero no en soledad, encontrando otros modos de sacar la voz, prometiéndonos el reencuentro y no abandonar la lucha, así voy andando este #3J , igual que ustedes, manada nuestra que están en la tierra, en el barrio, en la pantalla, en los hospitales, en las escuelas, en donde sea, porque sabemos que la única chance es estar para nosotras”.

Cecilia Solá

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Carina Ambrogi.

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