Sol de un día

Las conocí el mismo día
que la muerte conoció a Sol.
Me llega la noticia indirectamente directa
al estómago, a las tripas, al dolor.
Lavo las tazas, transito la galería, reacomodo
las plantas que habíamos movido como parte
de la escenografía.
Sus colores quedaron rondando la casa,
lloro sin consuelo, lloro sin pausa, y sin cielo.
Al menos, pienso después, nos despedimos
con gracias, y con abrazos apretados que
prometían encuentros, sino en este,
al menos, en otros planos.
Perra muerte, perra vida, y un
deseo: que sigas pintando colores
adonde sea que vayas.

*Por Lucca Aromando / Imagen de portada: La tinta.