Permacultura: transformar el agua de tu casa en alimento, belleza y medicina
Desde hace un par de décadas, la palabra permacultura revolotea dentro de una generación enamorada de la tierra, de los procesos comunitarios y las tecnologías alternativas. En esta serie de artículos, compartimos principios, voces y vivencias de este amplio paradigma que busca rehacer la vida comunitaria sobre el planeta. En este caso, analizamos la relación entre las maneras de tratar el agua y la comprensión que de ella se tiene desde la cultura, para luego ahondar en las posibilidades que ofrece el tratamiento ecológico de aguas domiciliarias.
Por Marcos Tomasoni y Laura Gallo de Matria Permacultura para La tinta
La relación con el agua que tenemos como cultura es amplia, diversa, vital. La degradación de este “recurso” es otra de las aristas desequilibrantes de la sociedad moderna. Es eje de conflictos en territorios donde el desarrollo acuadependiente, industrial, agrícola o inmobiliario, encuentra fertilidad para sus negocios. Con agua, los desiertos se vuelven vergeles, sin ella, el verde se vuelve arena y desolación. Agua alimento, agua medicina, agua mensajera, agua arroyo y canción.
En la intimidad de todo hogar, el agua entra por las cañerías, despliega sus bondades y se lleva suciedad y degradación. ¿Y después qué pasa? Los sistemas tradicionales, tanto antiguos como modernos, de tratamiento de agua domiciliaria se basan en principios que, lejos de garantizar el saneamiento de este elemento, ponen en riesgo de contaminación otros ambientes y recursos. En este artículo, te contamos qué puede estar pasando con el agua que sale de tu casa y, luego, te introducimos en la alternativa que la permacultura ofrece: el tratamiento ecológico a partir de la fitodepuración. Si es posible transformar el agua de tu hogar en alimento, belleza, medicina, con mínimos costos, ¿por qué no hacerlo?
¿De qué hablamos cuando decimos “agua”?
El positivismo, (aún) actual modelo hegemónico de pensamiento en la academia y el Estado, redujo el agua a una molécula (H2O) en términos descriptivos y a un “recurso” en términos de gestión social, el recurso hídrico. Más allá de lo inexacta, inapropiada y hasta técnicamente falente que resulta esta reducción, este enfoque que nos enseñan desde nivel inicial en los colegios podría ser la madre del deterioro de la entidad agua como matriz de vida. Y con este deterioro, sobreviene también la degradación del ambiente y la salud de las poblaciones.
En otra escala de las miradas, traemos una anécdota que experimentamos en un colegio quichua-hablante de la ciudad de Quito, Ecuador. Cuando fuimos a realizar una devolución sobre un proyecto de diseño permacultural de la chacra del Colegio Yachay Huasi (casa del saber en quichua), el maestro que revisaba el documento observó:
—Está bueno el diseño, nos gusta, mas, ¿no hay otra manera de realizar el riego de los cultivos que no sea con mangueras?
Marcos, el diseñador en permacultura que guiaba el diseño, respondió que tal vez podían hacer acequias empedradas para mover el agua. Pero le preguntó por qué no querían el sistema con mangueras.
—Porque con el agua dentro de las mangueras no podemos hablar —respondió el maestro.
Situaciones como esta nos orientan a pensar que existen tantas cosmovisiones sobre el agua como pueblos en el planeta. En este caso, para la comunidad andina, el agua es una entidad. Para otras, es un elemento arquetípico, el canal de sanaciones, el dominio de los seres que gobiernan la abundancia.
Según la ciencia propuesta por Rudolf Steiner, el agua es portadora de mensajes; adquiere memoria y traslada la información que memorizó. Este también es el principio de la medicina homeopática: el agua se memoriza con sustancias que alteran en un sentido físico su estructura micro y esa memorización es la que afecta a la patología para la que se usa dicha dilución homeopática. Este principio fue discutido y ridiculizado por la Academia Mundial de Ciencias, que persiguió, incluso en la década de los 80 y 90, a quien osase demostrarlo. De hecho, varios científicos que demostraron esta memorización sufrieron persecuciones y difamaciones, entre las que, tal vez, el ataque por parte de la revista Nature al Dr. Benveniste sea el caso más icónico.
Sin adentrarnos en la simbología que el agua representa para diversas culturas del mundo, es importante destacar nuestra comprensión del agua como causa de nuestro trato hacia ella. Para leer más sobre este abordaje, compartimos un trabajo que publicamos en la Revista de Bioética Pelícano, de la Universidad Católica de Córdoba y que puede consultarse aquí.
¿Y por casa cómo andamos?
En nuestro país, existen tres abordajes masificados de tratamiento de agua. Primero, vamos a mencionar la implementación de redes colectoras de líquido cloacal para su tratamiento en plantas cloacales. En estos sistemas, es el Estado quien monta costosas infraestructuras, plantas industriales y lagunas de estabilización para finalizar el tratamiento. Estas plantas, con el tiempo, van quedando obsoletas (el caso de Bajo Grande en Córdoba capital es tal vez el más difundido) o demandan ampliaciones y actualizaciones de su infraestructura. Con ello, el consumo y uso del agua aumenta década a década, tanto en su volumen neto como en el promedio por habitante, aumentando el costo (económico y energético) de mantenimiento y operación de todo el sistema.
El segundo tipo de tratamiento se da en las poblaciones pequeñas o en barrios sin servicio de red cloacal, sobre todo en las localidades de llanura, donde el efluente se vuelca al subsuelo mediante una perforación (sondeo), luego de pasar por una cámara séptica. Este sistema se resuelve con el sacrificio de las napas freáticas (agua del subsuelo), que, a partir de estos volcamientos, quedan inhabilitadas para consumo o producción.
El tercer abordaje que debemos mencionar es el tratamiento más utilizado en localidades serranas y peri serranas, y son los lechos de infiltración, popularmente llamados sangrías o albañales. En estos sistemas, el efluente tiene un tratamiento primario en una cámara séptica y uno secundario en un espacio de infiltración a pocos centímetros del nivel del suelo sobre un lecho de piedras, donde se desarrollan microorganismos que realizan un segundo tratamiento del agua, previo a saturar el suelo a mayor profundidad. Encima de estos lechos, se colocan plantas de suelo saturado, como achiras, cortaderas o juncos, que ayudan a evapotranspirar parte del agua, principalmente en temporadas cálidas.
En el tratamiento específico del agua como desecho domiciliario, las técnicas mencionadas, hasta hoy canonizadas, son deficientes para devolverle a esta entidad su dimensión natural y, en algunos casos, muestran incluso un desprecio o subvaloración de la cultura moderna hacia su esencialidad.
Un nuevo enfoque
La Permacultura, en tanto ciencia de diseño holística, adopta técnicas que tienen como modelo los procesos naturales. Así, al momento de diseñar un tratamiento de aguas regenerativo, se basa en los humedales naturales. Desde hace un siglo, se vienen probando y desarrollando alternativas para sanear aguas domiciliarias e industriales a partir de hacer circular el efluente en un medio saturado con vegetación propia de los humedales, en los denominados humedales artificiales o fitodepuradoras. Y es que en el entorno radicular de las plantas de los humedales se desarrollan microorganismos con capacidad para degradar las sustancias que el agua incorpora en el paso por nuestros hogares, a partir de una configuración de una veintena de vías metabólicas biológicas, reacciones químicas y procesos físicos propios de este medio.
Dado que la fitodepuradora es un lecho cubierto de vegetación, es un elemento que, además de su aporte al ecosistema, crea paisaje a partir de la presencia de especies vegetales como totoras, juncos, papiros, achiras, calas, colas de caballo, mentas. También puede aportar al agua cierta energía sutil en términos de “vivificación”, propia del contacto con el medio vegetal y el sol.
En el diseño y montaje de estos tratamientos, debemos implementar una configuración de cámaras previas a la fitodepuración, para acondicionar el agua quitándole sedimentos, grasas, aceites, jabones y disminuir la concentración de materia orgánica.
La técnica nos permite reutilizar la totalidad del agua tratada para consumo animal y bioestanques (cuando tratamos aguas grises), o riego para todos los casos. Por esto, el tratamiento con fitodepuración es considerado una técnica regenerativa, en tanto que transforma toda el agua que pasa por casa en la alimentación de nuestro patio (huertos, frutales, cercos, animales).
Hablar de tratamiento de efluentes domiciliarios desde la permacultura nos obliga a mencionar también al baño seco como alternativa, en tanto es una técnica que impide la generación de las aguas negras. Denominamos así a aquel efluente que se genera en el inodoro, siendo la única corriente de un hogar capaz de contaminar el resto de aguas con agentes patógenos. Bueno, bonito y barato.
No hemos ahondado aquí en los usos y abusos en los consumos de agua propios de la sociedad moderna actual. Tampoco queremos imprimir sobrecargas de “culpabilidad” en lectores y lectoras sobre la responsabilidad en el consumo y disposición de aguas domiciliarias. El espíritu de este artículo no busca hacer un juicio de valor sobre las técnicas mencionadas, sino contagiar y difundir una posibilidad que, además de su potencialidad de regeneración del medio a partir de la reutilización del agua tratada, puede implementarse con costos mínimos.
Es de subrayar que los costos en materiales de estas técnicas son tan accesibles que el abordaje económico es un elemento a favor en el cambio de perspectiva, al igual que la simplicidad y el bajo mantenimiento que requieren. De cualquier manera, como en toda tecnología, este abordaje es mejorable y es de esperar que vaya evolucionando en el tiempo hacia sistemas más robustos y diversificados en términos de diseño, tecnificación y comercialización.
El diseño permacultural propone el criterio de que cada elemento genere varias funciones. De este modo, las fitodepuradoras son un elemento que, además de sanear y vivificar el agua, generan paisaje, belleza, alimentos, medicina, biodiversidad, bordes biológicos, agua para consumo animal o riego, dándole sentido y uso al líquido que pasa por nuestros hogares. Entonces, lo que era un problema visto desde la perspectiva inmobiliaria comercial (cloacas, sangría, perforación), se convierte en un elemento de abundancia, solo con la adopción de otra técnica, y en ello reconfigura la emocionalidad de la conexión del ser con la naturaleza, en un ambiente desprovisto de ese poder hasta entonces.
*Por Marcos Tomasoni y Laura Gallo de Matria Permacultura para La tinta / Imagen de portada: Matria.