Justicia por Sathya
Sathya Aldana Insaurralde tenía 19 años cuando se quitó la vida en enero de 2020. Dos años antes, había denunciado a su padre biológico, Walter Insaurralde, por abuso sexual reiterado entre los 8 y los 14 años. Sin embargo, la (in)justicia no accionó hasta después de su muerte. El miércoles 26 de mayo comienza el juicio oral contra el abusador, con la esperanza de que no quede en la nada su suicidio femicida.
Por Redacción La tinta
“Sathya era una chica muy especial, eso que tenía guardado de chiquita la hacía especial. Era muy cariñosa y mimosa conmigo, siempre buscaba estar cerca mío y de mi mamá, buscaba aferrarse a alguien que la cuide y proteja. Cuando supimos todo lo que sufrió mi chiquita, entendimos por qué”, nos cuenta Nancy Monjes, mamá de Sathya.
El 21 de diciembre de 2019, Sathya escribió en sus redes: “¿Te cansa leer historias de violaciones todos los días en las redes sociales? Peor es vivirlo”. Allí narró el abuso sexual al que la sometió Walter Insaurralde, su padre biológico, durante seis años. “Tenía 8 años cuando mi papá empezó a abusar de mí (…) no era un extraño que ofrecía dulces en la calle, tampoco es un drogadicto o alcohólico, es un hombre que hasta compartía la misma mesa que yo”, escribió.
En mayo de 2017, en una clase de Educación Sexual Integral (ESI) en su colegio, Sathya se largó a llorar y contó por primera vez lo que había vivido. Como muches otres niñes, fue en las clases de ESI donde pudo decir lo que le hacía su propio padre, que además era pastor evangélico. Había manifestado en ese tiempo cambios de conducta, pero todes lo atribuyeron a cuestiones típicas de la edad.
La escuela notificó a su familia, que no dudó en apoyarla. Lo denunciaron en el Polo de la Mujer, donde Sathya prestó declaración, interviniendo la Fiscalía de Delitos contra la Integridad Sexual 2do Turno a cargo de Ingrid Vago. Entre mayo y septiembre de ese año, se ordenaron una serie de medidas de acuerdo a los hechos que relató la adolescente: llamaron al personal de la escuela, citaron a quienes estaban presentes cuando pudo contar lo vivido, se realizó una inspección ocular del domicilio de la denunciante y el denunciado, quien permanecía sin ser imputado.
“Luego, hay un silencio absoluto en la causa, hasta el 19 de enero de 2020, cuando se suicida Sathya -narra la abogada Daniela Morales Leanza, en conversación con La tinta-. Ahí tomo conocimiento y nos constituimos como querellantes. Hicimos una serie de marchas y nos reunimos con la fiscal la única vez que nos recibió. Cuando preguntamos qué pasó entre septiembre de 2017 y enero de 2020, nos hablaron de la saturación del sistema, no había respuestas”.
Si bien la causa permaneció parada, en la vida de Sathya siguieron pasando cosas. “Walter Insaurralde siempre entorpeció la causa. Según testimonios de las amigas, supimos que él sí se acercó a ella. Sathya tuvo una recaída emocional en agosto de 2019, cuando Insaurralde la contactó y le pidió juguetes para su iglesia. El fiscal de cámara reconoce que, mientras ella vivía, él demostró actitudes para entorpecer el proceso”, explica Morales Leanza.
Nancy cuenta que su hija sufría depresión y había intentado suicidarse anteriormente. Estuvo internada varias veces en el Sanatorio Morra. Las personas que estaban cerca de Sathya, y que sabían lo que ella sentía, dicen que necesitaba que él le pida perdón, reconociendo lo que hizo, porque la culpa cala hondo hasta en estas situaciones. Si no, al menos, esperaba que la justicia le dijera que él era el culpable. Ninguna de las dos cosas llegó.
Suicidio femicida
¿Qué hay detrás de los suicidios de mujeres e identidades disidentes? Las razones de género pueblan muchas de esas biografías, con la violencia y los abusos como constantes. Sin embargo, el suicidio femicida no es una figura legal ni de estudio en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, reduciendo esta decisión al ámbito privado de las personas.
En Argentina, existe la Ley Nacional de Prevención del Suicidio (N° 27130), que tiene como objetivo disminuir la incidencia y prevalencia del suicidio a través de la prevención, asistencia y posvención, es decir, acciones e intervenciones posteriores a un suicidio que se hacen con las personas, familia o instituciones relacionadas con quien se quitó la vida. Esto se pretende realizar a partir de un abordaje coordinado, interdisciplinario e institucional, desarrollando acciones y estrategias de sensibilización, servicios asistenciales y capacitación. No hay mención al género como causa ni para el abordaje.
Para Paulina del Río Jiménez, Presidenta de la Fundación José Ignacio de Chile, no sólo existe el suicidio de mujeres por razones de género, sino que es más común de lo que se cree. Como parte de la edición Femicidio y suicidio de mujeres por razones de género, explica: “Cuando la asimetría del poder hombre-mujer deriva en abuso (del tipo que sea), siempre afecta psicológicamente a una mujer. Al ser sistemático y prolongado este abuso, va disminuyendo lentamente la autoestima de la mujer, reduciendo el espacio que ella siente que ocupa en el mundo y conduciéndola a un lugar en que ya no hay ninguna esperanza de cambio”.
Si la desesperanza y la depresión son las principales causas de suicidio, un posible síndrome de estrés postraumático empeora una situación que es posible que estalle. “La inmensa mayoría de los suicidas no quiere morir, sino poner fin a su dolor psíquico. Así, cuando pensamos en el nivel de dolor que va acumulando una mujer abusada a lo largo del tiempo, se hace más fácil entender que este tipo de suicidios es una realidad”, explica la autora.
Los avances de la causa judicial
La fiscalía de Instrucción de Delitos contra la Integridad Sexual de Segundo Turno imputó a Insaurralde días después de que se hiciera pública la muerte de Sathya. “Para imputar a una persona, tiene que haber bastantes motivos para entender que la persona cometió un delito, ¿qué cambió el suicidio para, ahí sí, imputar a Insaurralde de abuso sexual cuando ya estaba todo en el expediente?”, se pregunta Morales Leanza y reflexiona sobre la presión ejercida por la movilización.
Nancy y su abogada no se quedaron quietas y comenzaron a reunir evidencia probatoria: buscaron testigos, relevaron todas las personas con las que habló Sathya y recopilaron qué les había contado. “Reconstruimos un relato de una víctima que ya no estaba. Fueron testimonios muy importantes para la causa. Se hizo la pericia post mortem porque tampoco se había hecho la pericia de rigor que se tiene que hacer inmediatamente, y ahí se lo imputa. Gracias a que Sathya hizo terapia, tuvimos un informe de facultativos que determinaron que sufría depresión”.
En diciembre de 2020, se fijó el juicio para el 5 de mayo. La imputación era abuso sexual gravemente ultrajante continuado agravado por el vínculo, abuso sexual con acceso carnal agravado y promoción a la corrupción de menores, doblemente agravada por el vínculo y por el medio intimidatorio. El jueves 29 de abril, el fiscal Marcelo Hidalgo ordenó el arresto de Insaurralde por riesgo de fuga frente a una posible condena de pena efectiva. “Es importante que esté detenido. Nosotras estábamos sufriendo el dolor y él seguía libre como si nada, llevando una vida normal, era muy injusto”, expresa Nancy.
El fiscal fue más allá y suspendió el juicio, entendiendo que puede haber un agravante a la calificación por un abuso seguido de muerte que, en el Código Penal, tiene una pena de prisión perpetua. Nancy y Daniela recibieron la noticia con emoción. La petición fue aprobada por la Cámara 3era del Crimen y fijó una nueva fecha de juicio para el miércoles 26 de mayo de 2021, esta vez con jurados populares.
“Desde la fiscalía de cámara, se trabajó lo que no se trabajó en la instrucción, que no posibilitó la detención”, dice la abogada y señala: “Si ves el expediente, te das cuenta de que no te podés ir a dormir sin moverlo, no sé cómo pudo estar tres años parado, es terrible lo que vivió Sathya”.
Las mujeres señalan que pretenden investigar a la fiscal Davos “porque no hizo nada. ¿Cómo puede ser que el fiscal Hidalgo encuentre motivos para imputar y ella no? Si no son aptos para trabajar en estos temas, entonces, dejen a otros”, explica la mamá.
Pese al dolor que supone revivir la historia, Nancy tiene esperanzas: “Yo no creo en la justicia, porque en Argentina no existe para nosotros, pero espero que esto me demuestre que sí existe, que se haga justicia por mi hija, que no quede en vano su muerte y que no le pase a otras chicas”, concluye.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Fernando Bordón para La tinta.