«Las mil y una», una película sobre el descubrimiento del deseo
En «Las mil y una», Clarisa Navas narra el descubrimiento del deseo y todas las trabas que el mundo le impone a las disidencias. Compartimos una reseña y entrevista a su directora.
Las mil y una es una película de Clarisa Navas que, al igual que su producción anterior Hoy partido a las tres, de 2017, está situada en Corrientes y aborda temáticas relacionadas con el universo de las mujeres, la diversidad sexual y la amistad.
El barrio de Corrientes Las mil viviendas es el escenario donde Iris conoce a Renata y se siente atraída de inmediato. El descubrimiento del deseo y todas las trabas que el mundo le impone atraviesan esta historia. En un entorno hostil, la amistad es el lugar de la resistencia.
A propósito de su estreno el año pasado en el 35 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, desde La Izquierda Diario publicaron una reseña de Diego de Angelis y una entrevista a la directora realizada por Violeta Bruck. La película ya está disponible en Netflix.
Amistad, incertidumbre y deseo en Las mil y una
Es de noche y un grupo de jóvenes se reúne en la esquina de un barrio popular, poco iluminado. Conversan, escabian, ríen, bardean, se miden. Suena música de fondo. Hasta que uno de ellos, el más bravucón, propone un juego: las escondidas. Ni bien comienza la cuenta regresiva, todos salen rápido a esconderse. El grupo se desarma. El juego procura el repliegue y la oscuridad del escondite elegido la intimidad apropiada para dar rienda suelta, sin mediar palabra, al encuentro sexual.
La escena pertenece a Las mil y una, la muy buena segunda película de Clarisa Navas (Hoy partido a las tres, 2017). Es una escena significativa, pues señala con suma eficacia e ingenio un asunto central del film: la circulación intempestiva, no exenta de violencia, del deseo. El deseo, en la película de Navas, emerge así: como contienda entre los cuerpos. Al mismo tiempo, la delimitación concreta de un territorio. Los cuerpos se mueven en la intemperie. La sexualidad se pone en juego entre paredes descascaradas, plena de marcas de la inscripción popular, en pasillos oscuros y baldíos, en las veredas de Las mil viviendas, barriada obrera de la provincia de Corrientes, donde es oriunda la propia cineasta.
La forma de dar cuenta de cada uno de esos espacios derruidos y sin luz es formidable. Mediante extensos planos secuencia, la cámara seguirá de cerca a Iris (Sofía Cabrera), una adolescente retraída, aficionada al básquet y profundamente atraída por Renata (Ana Carolina García), una chica más grande y entreverada en quehaceres turbios. En cuanto se conozcan, caminarán juntas el barrio e intentarán hacerse de un mínimo espacio de intimidad, alejado tanto como sea posible de las habladurías y los peligros del entorno.
El despliegue de los temores y las incertidumbres de una sexualidad en expansión se produce puertas adentro y en momentos de cierta quietud, durante amorosas conversaciones que Iris mantiene con sus primos, Darío (Mauricio Vila) y Ale (Luis Molina), ellos mismos inmersos también en sus propias revelaciones y desencuentros respecto de su identidad sexual. Juntos constituyen una comunidad afectiva y disidente, capaz de cuidarse, sostenerse y consolarse, sobre todo en circunstancias dolorosas y violentas que Navas expone, pero sin subrayar. La mesura es una característica que la directora sostendrá en el conjunto del film. Acaso los mejores momentos de la película sucedan precisamente en los intervalos compartidos entre familiares, amigas y amigos, durante esas instancias de repliegue y camaradería. En una escena simple y conmovedora, una madre tan solo solicitará a sus hijos un poco de música para bailar y, de esa manera, trascender un mal trago.
Así y todo, en Las mil y una, el movimiento de las protagonistas es permanente. Como si no fuera posible otra cosa, si lo que se busca es mantener a salvo una historia de amor en ciernes. No quedarse quietas: caminar o correr. Un tránsito perpetuo como posición de resistencia para conservar aquello que no se resigna a perder del todo: una fracción de libertad, siempre amenazada por una violencia rapaz, ejercida fundamentalmente por el varón heterosexual, en sus diversas variantes de coerción.
Entrevista a Clarisa Navas: construyendo imágenes desde la periferia
—La Mil y una está teniendo un importante recorrido en Festivales y ahora [por diciembre de 2020] en la competencia internacional de Mar del Plata. ¿Cómo surge el proyecto?
—Parte de una experiencia muy personal porque yo me crié en ese barrio y entonces creo que, de alguna manera, me interesaba construir imágenes desde ahí, de ese estar periférico, también de un estar minoritario, ser mujer, pertenecer a una minoría. Criarse ahí, en un lugar que muchas veces condiciona mucho el futuro y también las posibilidades. Está armada con experiencias muy personales, no solo mías, sino también del equipo y del elenco.
—Tanto en «Las mil y una» como en «Hoy, partido a las tres» hay una forma de retratar una comunidad, romper quizá estereotipos costumbristas y abrir el lente a una realidad más oculta. ¿Cómo es hacer cine desde Corrientes? ¿Cómo es lo que vos te planteás, “construir imágenes desde la periferia”?
—Ese construir imágenes desde la periferia para mí tiene que ver mucho con una urgencia y a la vez con una fragilidad, de cosas que están muy al borde de no ser, claramente por los condicionamientos económicos y demás que hay siempre en el cine. Tiene que ver también con una idea de descolonizar, ritmos, de tratar de construir imágenes que sean mucho más propias, imágenes que nos pertenezcan mucho más que a lo que estamos habituados. Derribar eso y construir desde otro lugar.
—Los personajes Iris (Sofía Cabrera) y Renata (Ana Carolina García), como también Ale (Luis Molina) y Darío (Mauricio Vila) marcan una impronta muy fuerte. ¿Cómo fue el trabajo con los actores y actrices? ¿Cuáles fueron sus aportes en el trabajo común?
—El trabajo lo fuimos desarrollando durante varios meses, previo al rodaje. En el caso de Ana Carolina, que es mi mejor amiga y es una de las personas con quienes trabajamos y tenemos una especie de colectivo en Corrientes, con el que hacemos cine, ella es actriz profesional y me ayudó muchísimo a pensar junto con mi otro mejor amigo Lucas Olivares, el asistente de dirección. A nosotros nos interesa construir más allá de personajes y cosas que sean funcionales a una película, nos interesa construir tramas afectivas que queden, que sean cosas que sirvan y nos ilusionen también para la vida misma. Así que el trabajo partió desde ahí. Sofía Cabrera, ella sí que nunca antes había actuado, es amiga mía también de hace muchos años, y me parecía que ella era la persona adecuada para interpretar ese papel porque había tenido también historias un poco similares, y además tenía esa experiencia de ser del barrio, de estar ahí, de jugar al básquet (…).
Me interesa pensar -y es algo que hablamos con mis mejores amigos que son actores de la película- esto de que hablan mucho de que son “actores no profesionales” y esta idea que es una estigmatización porque, si fueran actores de Buenos Aires, serían “actores emergentes”. Y es gente muy formada que llega con un trabajo gigante a ese momento de rodaje.
—Participan también algunos vecinos del barrio. ¿Cómo fue esta experiencia?
—Sí, hay participación de algunos vecinos, vecinas del barrio. La idea fue siempre no caer como un set, como una especie de plato volador al barrio, sino integrar y hacer algo en común, que sea una experiencia que potencie y que deje algo.
—Dentro de un escenario hostil, la construcción de la amistad y el amor como resistencia se trasmite de múltiples formas. Gestos, miradas, abrazos, silencios. ¿Cómo trabajaste estos elementos?
—A mí me interesaba mucho construir un cine de los gestos, un cine que pase mucho por ahí y que de alguna manera interrumpa un poco esa palabra tan como mucho del cine argentino, que tiene como esa cuestión muy centrada en la palabra. Para mí la dimensión afectiva, cuando pensamos las cuestiones que tienen que ver con el amor, con los cuidados, creo que a eso hay que encontrarlo en los gestos.
—El barrio es también un protagonista, un personaje que se construye a través de planos secuencia y en movimiento. ¿Cómo pensaron este elemento desde la construcción visual y narrativa?
—El barrio era mi gran pregunta. ¿Cómo construir imágenes justas, éticas?, que no objetualicen a un lugar, que siempre aparece representado de manera delictiva, marginal, esas son las representaciones de Las mil. Entonces, a un espacio que yo le tengo tanto afecto, y donde viven mis mayores afectos, entonces, me digo: ¿cómo armar esas imágenes? A partir de ahí, parto de una premisa, de una cámara, de imágenes que puedan construir ese punto de vista de quien vive inmersa ahí, pero que vive también siendo mujer o portando un cuerpo disidente. Que tiene que ver con un estar más alerta, con una cosa que nunca se puede relajar, algo que siempre te está siguiendo atrás. Nunca puede tener una visión general, un plano general como muchas veces aparece mostrando toda la decadencia arquitectónica, la propuesta es justamente alejarse de eso.
—El descubrimiento del deseo y todas las trabas que el mundo le impone a las disidencias es uno de los motores de la historia. ¿Cómo ves la situación luego de Ley de Identidad de Género y el Matrimonio Igualitario? ¿Cuál es la diferencia entre Buenos Aires y las provincias?
—Los derechos adquiridos en este tiempo como la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género son cuestiones sumamente importantes y que han ido impactando en todo el país, pero de ahí a que eso sea expandido a un cuerpo más grande de toda la sociedad, creo que para eso falta muchísimo. Los medios siguen estigmatizando, en muchos espacios, falta mucho allanar en ese sentido. En la película, también había padres y madres que no dejaron participar a sus hijes que eran menores porque la película iba a tratar de temas así. Entonces, esa resistencia todavía es gigante, hay mucho camino que allanar.
—Otro elemento presente en la historia tiene que ver con la falta de acceso a la salud pública, el hacinamiento y los problemas de vivienda. Una situación que este año, en medio de la pandemia, se mostró crudamente en Guernica (donde hubo represión) y otros lugares del país. ¿La película puede actuar como un espejo a múltiples realidades actuales?
—Con todo lo que pasó este año, yo pienso, el no acceso a la vivienda, la no posibilidad de vivir de una manera más digna, ahí hay una mezquindad gigante de los gobiernos, de décadas y décadas que se van acumulando. Eso se inscribe en cada pared, en cada lugar deteriorado. Porque siempre pasa eso, como ahora con las tomas, sacar a la gente de ahí, reprimirla, y después si es que queda, hacer un barrio periférico, completamente precario con materiales de mala calidad, que se derrumbe pasado un par de años. Creo que todo el sistema de Argentina está planeado así, y en las provincias argentinas, todos esos barrios periféricos, es increíble el estado en el que están.
—¿Qué problemas enfrenta hoy la producción de cine en Argentina?
—Me cuesta mucho identificarme con el sistema de cine argentino porque creo que siempre ha estado vedado para las provincias y en particular para Corrientes, que es una de las provincias más pobres de la Argentina. Creo que hay que tumbar todo, cambiar todo, porque realmente el acceso es muy poco y se sigue filmando siempre lo mismo, y lo que llamamos cine argentino es el recorte sensible de una clase dominante mirando a otra.
Las mil y una. Elenco: Iris – Sofía Cabrera, Renata – Ana Carolina García, Darío – Mauricio Vila, Ale – Luis Molina, Susi – Marianela Iglesia | Guion y dirección: Clarisa Navas | Productores: Diego Dubcovsky, Lucía Chávarri | Co-productores: Paulo de Carvalho, Gudula Meinzolt | Productora Ejecutiva: Carolina Penelas | Directora de Producción: Florencia Scarano | Director de Fotografía: Armin Marchesini Weihmuller | Director de Arte: Lucas Koziarski | Directora de Sonido: Mercedes Gaviria Jaramillo (ASA) | Música Original: Claudio Juárez Desdel Barro (Hiedrah) | Montaje: Florencia Gómez García (EDA) | Vestuario: Clarisa Leiva | Maquillaje: Anouk Clemenceau | Jefa de Producción: Eugenia Campos Guevara | Asistente de Dirección: Lucas Olivares.
*Por La Izquierda Diario.