Todxs somos negrxs

Todxs somos negrxs
Anabella Antonelli
27 abril, 2021 por Anabella Antonelli

Habitamos una Córdoba de tonalidades diversas, que le cuesta encontrarse en el espejo multicultural que la compone. ¿Es verdad que vinimos de los barcos? ¿De cuáles bajamos y cómo? En el día de la Cultura Afrocordobesa, conversamos con tres mujeres sobre los procesos de autorreconocimiento y las acciones de la Mesa Afro Córdoba.

Por Anabella Antonelli para La tinta

Hace 200 años, la mayoría de la población de Córdoba era africana o afrodescendiente. ¿Dónde está esa Córdoba negra? ¿Cuántas fotos se escondieron, cuántas personas fueron negadas en nuestras familias para que suframos la desmemoria?

“Mi padre, después de escuchar al historiador Marcos Carrizo en la presentación de su libro ´Córdoba Morena´, reconoció que su abuela era negra, negra por afrodescendiente, no negra porque sí”, nos cuenta Luciana Loza y agrega: “Esa abuela se llamaba Rita Cabanillas. Hija no reconocida de un tal Moyano, el patrón de su madre. Un relato frecuente en historias de afrodescendientes”. Luciana siguió indagando sobre esa bisabuela de la que no se hablaba en la familia. Empezó a “escarbar en el linaje materno y a encontrar también ancestros afros. El autorreconocimiento es un chispazo. Ese momento en que dos cables se juntan, que parecían desconectados, pero que demuestran ser parte de lo mismo”, expresa.

Entre los siglos XVI y XIX, llegaron a estas tierras, a la fuerza, entre diez y quince millones de africanxs esclavizadxs, para trabajo forzado en las actividades productivas del “nuevo mundo”.

Córdoba fue un gran asiento de personas esclavizadas para distribuirlxs, pero muchxs quedaron en la provincia trabajando para las familias acomodadas de la ciudad y para las órdenes religiosas, especialmente, la Compañía de Jesús. El censo de 1778 señala que, en la provincia, las castas afromestizas conformaban el 48% de la población y, para 1832, la Ciudad tenía un porcentaje del 51,95% habitantes de origen africano.

Con la conformación del Estado nacional, comenzó la desaparición simbólica de lxs negrxs. Como parte de un plan de invisibilización y negación, se dejaron de dar referencias étnicas en los censos. Se borró su existencia de los libros de historia y, si aparecían en la escuela, era a modo de mazamorreras o bailando candombe al final de un acto patrio.

En el juego de recuerdos y olvidos, de narrativas, silencios y secretos familiares, la memoria espera paciente su tiempo de activación hasta que emerge e interpela. “Las personas afrodescendientes de mi árbol genealógico sabían de dónde venían y quiénes eran, pero preferían ocultarse, pasar desapercibidos, callar y olvidar. Pero la verdad, como la vida misma, siempre busca expresarse. Y le tocó a mi generación ser el terreno propicio para brotar y cambiar la realidad que habito por mí y por mis ancestros”, explica Luciana.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Actualmente, son muchas las narrativas multiculturales que transforman los tradicionales modos de leer las sociedades, reconociendo otras historias, otras memorias, otras corporalidades que transitaron y construyeron las ciudades que habitamos. Las agrupaciones de afroargentinxs cumplen un rol fundamental para los procesos de visibilización, ayudando a la “reaparición” de la cultura y de las identidades negadas.

La Mesa Afro Córdoba es una agrupación que trabaja, desde el 2013, para concientizar sobre la afrodescendencia, visibilizando las problemáticas que atraviesa esta identidad y los aportes de lxs afrodescendientes con ancestralidad territorial previa a la conformación del Estado nación. En 2017, el Consejo Deliberante de la ciudad de Córdoba aprobó un proyecto de ordenanza presentado por este espacio que declara el 27 de abril como Día de la Cultura Afrocordobesa.

Un día como hoy, de 1588, se asentó la primera venta de un esclavizado y una esclavizada en la ciudad de Córdoba en los Libros de Protocolos realizada por Lope Vázquez Pestaña. Francisco de Salcedo, tesorero de la Catedral de Santiago del Estero, pagó $1.000 por Pedro y Yomar, ambxs esclavxs traídxs de Angola, venta realizada en la Plaza Mayor, hoy plaza San Martín, frente a la Catedral. Este documento es la constancia más antigua que da cuenta de africanxs esclavizadxs en el centro de la ciudad de Córdoba.

Conversamos con Marcela Alarcón, integrante del espacio, quien señala la importancia de conmemorar este día para “que cada ciudadano, conociendo su historia, pueda inmiscuirse en el tema de derechos humanos y en la valorización y visibilización de sus ancestros”.

Este año, presentaron a la Secretaría de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba un proyecto que propone la creación del “Espacio de Memoria de Afrodescendientes Cordobeses”. “Se trata de la construcción de un memorial en la Plaza San Martín que recuerde la primera venta de esclavos, para que todas las personas que pasen por allí reconozcan esa parte de la historia”.

El objetivo del proyecto es visibilizar la presencia afro ancestral en la ciudad, interpelando sobre su historia como grupo, “generando interés sobre algo que aún permanece ignorado por la mayoría de la sociedad, es conectar con una realidad ancestral y acceder al derecho a la verdad y a la identidad”, explica Marcela.

“Nuestra ciudad ha sido reconocida mundialmente por su acervo patrimonial, histórico cultural, sin aún reconocer que, en cada ladrillo, tejas, rejas, adoquín, existió una mano de obra de origen africano esclavizado”, explican en el proyecto. Así se pretende enriquecer el patrimonio de la ciudad con una mirada humana y crítica, “educando en los procesos históricos que contribuyeron a invisibilizar la raíz afro dentro de nuestro territorio”, expresan.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

“El proceso de autorreconocimiento de ser afrocordobés no es fácil. El mío empezó hace varios años atrás, cuando todavía no se hablaba tanto del tema. No es fácil, la mayoría de mi familia no se reconoce así”, cuenta Carolina Flores, autora de una investigación sobre la descendencia de la familia Monserrat. “Estudié ese apellido porque mi abuela lo llevaba. A partir de la indagación, pude ver que, cuando los jesuitas son expulsados de Córdoba, los esclavos de sus estancias que son vendidos no tenían nombre, entonces, pasaron a tener el apellido Monserrat”, explica.

Luciana cuenta que toda su vida le vieron «algo africano: la fisonomía, el pelo, el modo de caminar. Aspectos que no sabía cómo explicar porque yo tengo un abuelo español y otro muy criollo. Pero, claro, en el criollaje, hay una mezcla que la escuela no me enseñó. Entonces, cuando uní la mirada de los otros sobre mí y con las fotos de mis antepasados, el resultado fue que soy afrodescendiente”.

¿Cómo se comienza a mirar al mundo desde el reencuentro con esas raíces? “Todo cambia en la perspectiva del reconocimiento” –responde Carolina- “cambia la mirada del habitar diario, las palabras que se utilizan como ´negro de alma´, ´negro vago,´ te empiezan a hacer ruido y empezás a ver la connotación muy pesada a todo un pueblo que sufrió mucho porque se los trataba como animales”.

Antes de conocer sus raíces afro, Luciana sentía que andaba “a tientas en la oscuridad, tropezando con las cosas. No puedo desligar mi historia de la historia de las mujeres de mi familia. No puedo desligar la realidad que habitaban ellas de la que habito yo. La diferencia entre ese pasado y mi presente es cómo me paro ahora sabiendo la verdad”.

Las mujeres afrodescendientes, como en todos los rincones de Abya Yala, “estamos atravesadas por lo mismo, la violencia patriarcal. Más un desarraigo muy profundo que traemos desde la primera mujer que pisó este continente”, expresa Luciana y concluye: “En lo personal, un vacío de madre, resultado de esa violencia machista que dejó a mujeres alienadas, enajenadas, con pechos negados, con brazos fríos”.

*Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: Afroamericanos, Córdoba, Mesa Afro Córdoba

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Un femicidio no es un espectáculo

Un femicidio no es un espectáculo
27 marzo, 2025 por Jazmín Iphar

Néstor Aguilar Soto era el único imputado en la causa por el femicidio de Catalina Gutiérrez y fue condenado a prisión perpetua. En el juicio, había declarado: “Soy un homicida, pero quiero defenderme y no soy un femicida”, y mostró detalles del momento y cómo cometió el asesinato. Esa escena, que ocurrió en la sala donde se desarrollaba el proceso legal, fue replicada por muchos medios locales como Telefé, Canal 12, La Voz, entre otros. ¿Por qué se piensa que es útil la información difundida? En 24 horas, ocurrieron dos femicidios en Córdoba, uno en Río Ceballos y otro en La Granja.

Por Verónika Ferrucci y Jazmín Iphar para La tinta

#ColegasNoSon

El pasado 19 de marzo, culminó el juicio por el femicidio de Catalina Gutiérrez, ocurrido el 17 de julio de 2024, donde el único imputado era Néstor Aguilar Soto, quien fue condenado a prisión perpetua por las autoridades de la Cámara en lo Correccional y Criminal de 11º Nominación de Córdoba, luego de un juicio con jurado popular. La cobertura mediática que vimos fue, al menos, irresponsable.

En la 6° audiencia del juicio, la abogada defensora de Soto, Ángela Burgos, sostuvo la estrategia judicial para que se cambie la carátula y el acusado no sea juzgado por un caso de violencia de género, ya que consideraba que eran “descabellados” esos términos, e insistió en que debía ser sentenciado por «homicidio simple». Ante los jurados populares, el acusado declaró: “Soy un homicida, pero quiero defenderme y no soy un femicida”. Y, durante la audiencia, mostró la mecánica que utilizó para matar a quien era su compañera de facultad, usando a su abogada de víctima en la simulación.

Desde la Organización Feministas en Derecho, que congrega a estudiantes y abogadas de la Facultad de Derecho de la UNC, repudiaron la actuación de la abogada Burgos por incumplimiento de deberes éticos. «Ilustrar gráficamente un femicidio no solo revictimiza a la víctima y a la familia, sino que implica una falta al Código de Ética de los abogados y abogadas en Córdoba. Tal como lo establece el art. 21 de la Ley provincial 5805 del Ejercicio de la Profesión de Abogado: ‘Los abogados son pasibles de algunas de las sanciones establecidas en esta Ley (…) por cualquiera de las siguientes faltas: Inc. 15) Excederse en las necesidades de la defensa formulando juicios o términos ofensivos a la dignidad del colega adversario o que importen violencia impropia o vejación inútil a la parte contraria, magistrados y funcionarios’”. 

Carlos Hairabedián, abogado querellante, había solicitado que se vuelva a incluir el agravante de alevosía en la causa, retornando a la carátula inicial. La fiscalía modificó la carátula del caso y sumó la agravante de criminis causa. Finalmente, la condena contempló como agravantes femicidio y criminis causa. 

¿Por qué se puso en juego la figura del término femicidio?

A tono con la época, la abogada trabajó durante todo el proceso legal para que no sea juzgado por femicidio e hizo su parte en los medios que amplificaron su voz, donde tuvo un protagonismo central. En muchos casos, sin repreguntas, aun cuando se expresaba con gritos y discusiones con quienes les hacían preguntas. Fueron pocos los casos de quienes cuestionaron el posicionamiento de la abogada, entre esos, las panelistas del programa «Mujeres Argentinas» de Canal 13, cuando Burgos dijo que “la víctima podría haber sido un hombre» y que «si sos mujer y matás, te van a juzgar como se les dé la gana”. Ante la contraargumentación, terminó abandonando la entrevista. 

En estos momentos, donde es necesario volver a aclarar no solo los marcos normativos vigentes para los casos de femicidios, también se debe insistir sobre los términos del concepto. Como aclararon las Feministas en Derecho, tomando una cita de Mariana Villarreal: “El femicidio es un término político. Es una denuncia a una sociedad patriarcal que sostiene el ejercicio de violencias como modo para controlar que las mujeres se comporten conforme a los mandatos de género, donde la razón detrás de su muerte es la de asegurar lo que se espera de ellas”.

El scroll por los portales web y redes sociales de noticias locales y nacionales estuvo lleno de las fotos donde Soto muestra la maniobra con que mató a Catalina, junto a titulares que hablan de “relato escalofriante” o “el minuto a minuto del crimen”. Canal 12, La Voz, Telefé: ¿por qué piensan que es útil difundir esa información? ¿En serio nos van a poner a debatir cosas que creíamos saldadas desde 2015?

Este año, se cumple una década del Ni Una Menos y, en enero de 2025, tuvimos 1 femicidio cada 26 horas, según relevó el Observatorio «Ahora que sí nos ven». Mientras tanto, los grandes medios cordobeses parecen ignorar los marcos legales nacionales e internacionales, protocolos de acción, guías de trabajo periodístico, capacitaciones en perspectiva de género y los años de debate e investigaciones que indican con claridad cómo realizar coberturas éticamente responsables y con perspectiva de género. 

Desde el Colectivo Ni Una Menos, detallaron: «Ilustrar gráficamente un femicidio, con un enfoque sensacionalista, más que una cobertura, se parece a una manual de información para posibles agresores. Además, cuando se detallan maniobras, métodos y circunstancias de un femicidio, se revictimiza a la víctima y a su familia. Este tipo de coberturas deshumaniza a la víctima, reduciéndola a un mero objeto de morbo, perpetuando la cultura de la violencia en la que los agresores pueden encontrar justificaciones en la narrativa que se les ofrece”. 

Relatar desde la perspectiva del femicida habilita la justificación del actuar: “Catalina me pegó una cachetada y me agarró del cuello, y ahí se me apagó la tele, arrancó el Néstor loco”. 


Ya lo ha dicho Rita Segato en los comienzos de sus investigaciones y desarrollos teóricos: «Los femicidios se repiten porque se muestran como un espectáculo. La curiosidad morbosa llama a la gente a curiosear. Cuando se informa, se informa para atraer espectadores, por lo tanto, se produce un espectáculo del crimen y, ahí, ese crimen se va a promover. Aunque al agresor se lo muestre como un monstruo, es un monstruo potente y, para muchos hombres, la posición de mostrar potencia es una meta. Entonces, el monstruo potente es éticamente criticado, es inmoral, pero, a pesar de eso, es mostrado como un protagonista de una historia y un protagonista potente de una historia. Y eso es convocante para algunos hombres, por eso, se repite».


La mediatización y espectacularización, el enfoque policial, el relato constante y detallado de cómo se mata a una mujer se transforma en un espectáculo. Lamentablemente, no es novedad la forma en que muchos medios locales abordan los contenidos de las violencias de género en un contexto donde los femicidios y las denuncias por violencias en los hogares aumentan, y la política del Gobierno nacional ha sido el desmantelamiento de las políticas de prevención y asistencia como parte de la batalla cultural contra feministas y diversidades, frente a un nuevo discurso negacionista y odiante propulsado por el presidente Javier Milei.


*Si fuiste víctima de violencia de género, en Córdoba, podés comunicarte con el Polo de la Mujer al 0800-888-9898 las 24 horas del día, todos los días del año. También podés enviar un mensaje de WhatsApp al 3518141400. O acercarte y hacer la denuncia en la Unidad Judicial de Violencia Familiar, ubicada en la calle Entre Ríos n.° 680.

*Por Verónika Ferrucci y Jazmín Iphar para La tinta / Imagen de portada: La tinta.

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Palabras claves: Catalina Gutiérrez, Femicidio, Néstor Aguilar Soto

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