Comparsa Chirivá: el candombe, esa necesaria reunión de gentes
Cada domingo, músicxs y bailarinxs se reúnen en Ciudad Universitaria en esta performance artística que es tanto un ritual como un espectáculo. Suenan los cueros y resuenan los cuerpos en movimiento con la urgente consigna de disfrutar y aprender desde lo colectivo.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Hay algo en el acto de tocar que debe ser sanador. Supongo. Pocas veces he visto tanta concentración y conexión con algo (del más allá, del más acá, cósmico, etc.) como la que parecen tener lxs que, en ronda, hacen sonar los tambores o bailan a su son.
La performance del candombe es popular, colectiva y callejera, dice la antropóloga Eva Lamborghini. La Comparsa Chirivá suena cada domingo y sabe de esa definición: una banda de músicxs y bailarinxs hace resonar las callecitas de los alrededores del Teatrino de la Facultad de Artes en los atardeceres dominicales cordobeses.
La Chirivá se llama así porque, en la casa de la calle Peredo donde se empezaron a juntar (la casa de Brenda y Mariano), había una palmera que funcionaba de referencia. “Buscando el nombre, vimos que la palma chirivá o palma pindó (Syagrus romanzoffiana) es típica del litoral, y está en Brasil, Perú, Bolivia, Uruguay… y vimos que no es nativa. Y como fue llevada a la fuerza, lo relacionamos con la negritud en ese momento. La palma chirivá es una palmera que está en varios los países de Sudamérica y que ha sido trasladada como lxs negrxs africanxs cuando fueron esclavizadxs”.
De esa casa de Nueva Córdoba, se movieron a Ciudad Universitaria como lugar de encuentro. La cuestión de habitar los espacios públicos no es menor para el mundo del candombe. “Cuando se empezó a sumar y sumar y sumar gente, nos trasladamos al Teatrino, porque también nos parece un lugar de Córdoba que tiene su historia y su impronta. Además, es un espacio al aire libre donde todas las personas pueden participar. La comparsa, al ser un domingo en la tarde, abre el juego a que sea un espacio familiar, un espacio donde puedan participar todxs y también la gente que está alrededor puede sumarse, o sentarse a tomar mates y escuchar y disfrutar del ensayo”, cuentan desde Chirivá.
El candombe, dice Lamborghini, como manifestación cultural popular, pone de relieve una dimensión en torno a la “resistencia” que se produce en el habitar y ocupar el espacio público de la ciudad, apropiándose de las plazas y las calles con la alegría, y de la fuerza de la expresión del cuerpo y de los tambores colectivamente. Y agrega que esta expresión cultural nos remite a la historia de organización y recreación comunitaria de lxs africanxs esclavizadxs -y de sus descendientes- en la época colonial y en los contextos de las naciones independientes. “Como parte de las prácticas musicales y dancísticas que reflejan un legado de origen africano, los candombes fueron adaptados al contexto social y cultural del momento, en diálogo con las estructuras de poder y siendo objeto de negociaciones, prohibiciones y estigmatizaciones”, explica la investigadora de la UBA.
Lxs Chirivá hablan de hacer presente el tinte sonoro, de convidar música en movimiento, de acercarla a lxs vecinxs. Y refuerzan esta idea pilar: candombe y espacios públicos siempre estuvieron de la mano. “Al candombe, en algún momento, se le dio un ´permiso´ en el año para poder expresarse, no solamente para tocar los tambores, sino en torno a la idea de la reunión. El candombe continúa siendo esa palabra que -derivada de alguna lengua africana- sigue significando la reunión, la reunión de gentes”, dicen a La tinta.
La comparsa cordobesa busca ser un lugar integrador, un espacio para aprender, un grupo en el que cualquiera pueda participar. “Esta es la idea: invitar a que todo el mundo se pueda sumar y pueda compartir, puede aportar desde donde quiera, desde donde sienta y desde donde pueda. El candombe se aprende, mínimo, de a tres, entonces, es algo colectivo desde el comienzo. Así nace la Chirivá, con estas ganas de aprender, de aprender desde lo colectivo”, afirman.
Y otra vez, Lamborghini dando bagaje teórico desde la antropología: las manifestaciones artísticas afroamericanas no sólo tienen una función generadora de communitas, sino que también permiten que el grupo como un todo (o sus distintos miembros) realicen comentarios sociales acerca de los temas que les atañen y que se puedan expresar. Con respecto al candombe en particular, la comunalización de las producciones culturales analizadas están en sintonía con la función integrativa y con la enorme vigencia de su capacidad de construcción de identidades. Eso dice la investigadora y reafirma lo que se siente al participar de un colectivo artístico. El candombe es, una vez más, una manifestación cultural de la resistencia. Reivindicar lo colectivo como horizonte, ante el individualismo que domina los escenarios.
En relación a esto, lxs Chirivá hacen un recordatorio local: “Córdoba es bastante complicada de pensar, ¿no? En esta idea del cordobesismo, en esta idea de una cultura pulcra y facha, de una cultura aislada del resto del país… El candombe sigue aportando una expresión más ecléctica y abierta, donde quien quiere aprender siempre tiene un espacio”.
Con respecto a la participación de las mujeres en la comparsa, Brenda es quien toma la palabra y dice que “es un proceso que acompaña los procesos de las mujeres y de las disidencias a nivel mundial, que tiene que ver con la aparición de la mujer en el espacio público a través de diferentes actividades y a través de diferentes posibilidades y de conquistas, y el candombe es parte de eso”. La candombera cuenta a La tinta que, sobre todo, en un principio, allá en Montevideo, las mujeres bailaban únicamente y participaban en las comparsas produciendo los vestuarios. Esa era su tarea y, aunque el baile ya era una participación en el espacio público muy importante, se tardó muchísimos años en que las mujeres pudiésemos tocar el tambor. “En Chirivá, hay muchas mujeres que tocamos el tambor y se trata de buscar también -al mismo tiempo- que haya presencia masculina (o masculinidades) en el baile, que no haya esa división binaria”, expresa.
Brenda hace foco en que “el aporte de la participación de las mujeres y disidencias es brindar mayor horizontalidad y una reflexividad constante de las prácticas y de cómo nos relacionamos, cómo interactuamos, cómo tomamos decisiones colectivamente. Creo que, en eso, tiene muchísima fuerza la presencia de las mujeres, en procesos reflexivos de prácticas al interior y al exterior del grupo que conformamos”, concluye.
El latir de los tambores y de la concatenación de las manos, y los pasos y las coreografías, hacen de la performance candombera un intermedio entre ritual y espectáculo. Parafraseando nuevamente a Lamborghini, “en un espacio y tiempo compartido, en donde el movimiento, el sonido y la energía desplegada por cada individuo se transforman en energía circulante”.
Inequívocamente, parece que hay algo ahí en el candombe que conecta directo el corazón con la tierra. Cada domingo, en la Comparsa Chirivá, tal magia sucede y lo importante, lo más importante, es que es siempre colectivamente.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: La tinta.